/ lunes 13 de septiembre de 2021

Tiempos de Democracia | El dilema existencial del PAN

Si el PAN se mueve hacia una derecha radical podría sumar a su causa el abundante voto del México conservador -católico y evangélico- que, al no hallar acomodo pleno en el desdibujado partido blanquiazul, acabó disperso en otras opciones políticas.

Acción Nacional enfrenta hoy -a ochenta años de su fundación- la disyuntiva de seguir aprisionado dentro de los estrechos cauces de su decimonónica filosofía, u optar por ampliarlos, adecuándolos a un pensamiento moderno que se actualiza y evoluciona de continuo.

Que los panistas se identifiquen a sí mismos como militantes de una organización inscrita en la órbita de las democracias cristianas europeas se contradice frontalmente con la idea de compartir la plataforma retrógrada de Vox, el ultramontano partido español con el que 15 parlamentarios blanquiazules -60 % de su bancada senatorial- signaron una carta de acuerdo -“Carta Madrid”- cuyo contenido indigna a cualquier mexicano liberal.

Mas lo cierto es que, al interior de la formación panista, existe un amplio contingente que simpatiza con esos programas retardatarios de la derecha que están ganando espacios en distintos países del mundo.

¿Torpeza… o acción deliberada?

Aunque en principio se atribuyó la firma a la ignorancia o la estupidez de los involucrados, ha cobrado fuerza la teoría de que la suscripción del controversial documento constituyó un primer y bien calculado paso hacia la radicalización de un PAN que busca -al hermanarse con corrientes de ultraderecha como la de Vox- ganar un espacio que en México electoralmente se había venido diluyendo entre distintas opciones políticas.

Que Julen Rementería -el coordinador senatorial y promotor visible del encuentro- no fuera cesado ipso facto y que, ni Héctor Larios -presidente interino del partido- ni Marko Cortés -presidente con licencia en pos de su reelección- hicieran un extrañamiento a los senadores participantes reforzó la hipótesis de que el acto contaba con la anuencia de su liderazgo nacional. Por lo demás, nada tiene de trasnochado el hecho si se observa el consistente avance que han tenido en sus países las formaciones que se han decantado por un conservadurismo extremo como fórmula eficaz para vencer a gobiernos de signo progresista.

Triunfos de la ultraderecha en el mundo

El poder ganado por esos movimientos no es desdeñable. Después de Barak Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, llegó a la Casa Blanca Donald Trump con el respaldo del supremacismo blanco y de los sectores norteamericanos más retardatarios.

Su radicalismo atropelló la razón, trastornó las relaciones internacionales y dejó a su país dividido y confuso. En Brasil, Jair Bolsonaro, un ex militar derechista furibundo ganó la presidencia luego de Luiz Inacio Lula da Silva -el popular Lula- y de Dilma Roussef, su sucesora. Y sólo gracias a la segunda vuelta electoral que unió a los fragmentados partidos franceses fue que se evitó el arribo al Palacio del Elíseo de Marine Le Pen, lideresa de la organización nacionalista más demencialmente populista de aquella nación.

En Hungría gobierna Víktor Orbán, y en Polonia lo hace Andrzej Duda, siguiendo esa misma pauta que se extiende por todo el Viejo Continente. Y Vox, el partido de Salvador Abascal, es ya la tercera fuerza en España con 56 diputados en las Cortes Generales.

Características del conservadurismo intransigente

Pero… ¿cuáles son las señales que distinguen a esa ultraderecha que está cobrando tanto y tan peligroso auge en el mundo? Vea usted, amigo lector: todas abogan por un nacionalismo que se opone a acoger migrantes de otros países, son xenófobas, racistas, antisemitas y persiguen a quienes profesan la fe islámica.

No ocultan, por activa o pasiva, su afinidad con el nazismo, el fascismo y -en el caso de Vox- con el franquismo y la monarquía borbónica. En su agenda no hay sitio para los derechos de la mujer ni de las minorías con preferencias sexuales diferentes. Traban los avances de la revolución feminista y rechazan que el aborto se descriminalice, en tanto que son conceptos que se contraponen con las doctrinas cristianas que inspiran a ese tipo de corrientes.

El analista Genaro Lozano -abanderado y defensor de las causas LGBTI- ha dado seguimiento a las posiciones panistas en las instancias legislativas y judiciales en las que se han debatido este tipo de temas y su estudio prueba que sólo hay leves diferencias entre el pensamiento de esa derecha internacional radical y -no se sorprenda usted, amable lector- con el de Acción Nacional.

La polarización partidista abre a Movimiento Ciudadano una ventana de oportunidad

En el tablero político nacional hay indicios que apuntan a que la alianza PAN-PRI-PRD tiene sus días contados. Por una parte, el presidente López Obrador trabaja para atraer a sus filas a lo poco valioso que queda en el tricolor.

Su más reciente maniobra fue sumar a su gobierno a Quirino Ordaz, mandatario priísta saliente de Sinaloa y, por lo que se ve, no será esa la única incorporación. Por la otra, el PRD -el socio minoritario de la izquierda- saldrá del frente si se confirma el corrimiento del panismo hacia la derecha radical, cuya apuesta sería entonces ir en pos de un voto católico y evangélico que no miraría mal la posibilidad de un partido fuerte de marcado corte confesional, centrado en combatir a la 4T y todo lo que ella representa.

Así, anulada la alianza, absorbido el PRI por el lopezobradorismo y apagado el sol azteca, Morena y sus afines quedarían en uno de los polos del espectro político… y el PAN sólo en el opuesto. Esa coyuntura podría aprovecharla Movimiento Ciudadano para ubicarse en ese espacio de centro izquierda que dejarían vacante transformadores y conservadores, los dos bandos que disputarán la presidencia el 2024. Ojalá lo lograra; en México hace mucha falta una alternativa socialdemócrata, renovada, moderna y liberada de viejas taras.

Si el PAN se mueve hacia una derecha radical podría sumar a su causa el abundante voto del México conservador -católico y evangélico- que, al no hallar acomodo pleno en el desdibujado partido blanquiazul, acabó disperso en otras opciones políticas.

Acción Nacional enfrenta hoy -a ochenta años de su fundación- la disyuntiva de seguir aprisionado dentro de los estrechos cauces de su decimonónica filosofía, u optar por ampliarlos, adecuándolos a un pensamiento moderno que se actualiza y evoluciona de continuo.

Que los panistas se identifiquen a sí mismos como militantes de una organización inscrita en la órbita de las democracias cristianas europeas se contradice frontalmente con la idea de compartir la plataforma retrógrada de Vox, el ultramontano partido español con el que 15 parlamentarios blanquiazules -60 % de su bancada senatorial- signaron una carta de acuerdo -“Carta Madrid”- cuyo contenido indigna a cualquier mexicano liberal.

Mas lo cierto es que, al interior de la formación panista, existe un amplio contingente que simpatiza con esos programas retardatarios de la derecha que están ganando espacios en distintos países del mundo.

¿Torpeza… o acción deliberada?

Aunque en principio se atribuyó la firma a la ignorancia o la estupidez de los involucrados, ha cobrado fuerza la teoría de que la suscripción del controversial documento constituyó un primer y bien calculado paso hacia la radicalización de un PAN que busca -al hermanarse con corrientes de ultraderecha como la de Vox- ganar un espacio que en México electoralmente se había venido diluyendo entre distintas opciones políticas.

Que Julen Rementería -el coordinador senatorial y promotor visible del encuentro- no fuera cesado ipso facto y que, ni Héctor Larios -presidente interino del partido- ni Marko Cortés -presidente con licencia en pos de su reelección- hicieran un extrañamiento a los senadores participantes reforzó la hipótesis de que el acto contaba con la anuencia de su liderazgo nacional. Por lo demás, nada tiene de trasnochado el hecho si se observa el consistente avance que han tenido en sus países las formaciones que se han decantado por un conservadurismo extremo como fórmula eficaz para vencer a gobiernos de signo progresista.

Triunfos de la ultraderecha en el mundo

El poder ganado por esos movimientos no es desdeñable. Después de Barak Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, llegó a la Casa Blanca Donald Trump con el respaldo del supremacismo blanco y de los sectores norteamericanos más retardatarios.

Su radicalismo atropelló la razón, trastornó las relaciones internacionales y dejó a su país dividido y confuso. En Brasil, Jair Bolsonaro, un ex militar derechista furibundo ganó la presidencia luego de Luiz Inacio Lula da Silva -el popular Lula- y de Dilma Roussef, su sucesora. Y sólo gracias a la segunda vuelta electoral que unió a los fragmentados partidos franceses fue que se evitó el arribo al Palacio del Elíseo de Marine Le Pen, lideresa de la organización nacionalista más demencialmente populista de aquella nación.

En Hungría gobierna Víktor Orbán, y en Polonia lo hace Andrzej Duda, siguiendo esa misma pauta que se extiende por todo el Viejo Continente. Y Vox, el partido de Salvador Abascal, es ya la tercera fuerza en España con 56 diputados en las Cortes Generales.

Características del conservadurismo intransigente

Pero… ¿cuáles son las señales que distinguen a esa ultraderecha que está cobrando tanto y tan peligroso auge en el mundo? Vea usted, amigo lector: todas abogan por un nacionalismo que se opone a acoger migrantes de otros países, son xenófobas, racistas, antisemitas y persiguen a quienes profesan la fe islámica.

No ocultan, por activa o pasiva, su afinidad con el nazismo, el fascismo y -en el caso de Vox- con el franquismo y la monarquía borbónica. En su agenda no hay sitio para los derechos de la mujer ni de las minorías con preferencias sexuales diferentes. Traban los avances de la revolución feminista y rechazan que el aborto se descriminalice, en tanto que son conceptos que se contraponen con las doctrinas cristianas que inspiran a ese tipo de corrientes.

El analista Genaro Lozano -abanderado y defensor de las causas LGBTI- ha dado seguimiento a las posiciones panistas en las instancias legislativas y judiciales en las que se han debatido este tipo de temas y su estudio prueba que sólo hay leves diferencias entre el pensamiento de esa derecha internacional radical y -no se sorprenda usted, amable lector- con el de Acción Nacional.

La polarización partidista abre a Movimiento Ciudadano una ventana de oportunidad

En el tablero político nacional hay indicios que apuntan a que la alianza PAN-PRI-PRD tiene sus días contados. Por una parte, el presidente López Obrador trabaja para atraer a sus filas a lo poco valioso que queda en el tricolor.

Su más reciente maniobra fue sumar a su gobierno a Quirino Ordaz, mandatario priísta saliente de Sinaloa y, por lo que se ve, no será esa la única incorporación. Por la otra, el PRD -el socio minoritario de la izquierda- saldrá del frente si se confirma el corrimiento del panismo hacia la derecha radical, cuya apuesta sería entonces ir en pos de un voto católico y evangélico que no miraría mal la posibilidad de un partido fuerte de marcado corte confesional, centrado en combatir a la 4T y todo lo que ella representa.

Así, anulada la alianza, absorbido el PRI por el lopezobradorismo y apagado el sol azteca, Morena y sus afines quedarían en uno de los polos del espectro político… y el PAN sólo en el opuesto. Esa coyuntura podría aprovecharla Movimiento Ciudadano para ubicarse en ese espacio de centro izquierda que dejarían vacante transformadores y conservadores, los dos bandos que disputarán la presidencia el 2024. Ojalá lo lograra; en México hace mucha falta una alternativa socialdemócrata, renovada, moderna y liberada de viejas taras.