/ lunes 6 de junio de 2022

Tiempos de democracia | El PRI y las alianzas, sin rumbo ni futuro

La manifiesta incapacidad intelectual y política de Alito, aunada a su evidente falta de integridad ética y moral, está acabando con su partido el Revolucionario Institucional y también con la posibilidad de formar una alianza electoral amplia entre formaciones de oposición que pudiera contener el avance de las propuestas morenistas el 2024

¿Cuántas cosas tienen que pasar -se pregunta el opinador- para que el líder de un partido político nacional renuncie a su cargo, o bien se vea obligado a dimitir ante la perspectiva de que el órgano de control de su propio comité directivo le abra un proceso de destitución? Sé bien que la renuncia, la dimisión o el cese no son alternativas habituales en nuestro medio; empero, planteo el tema como un ejercicio que ayuda a dimensionar la profundidad del pozo al que ha arrojado al PRI su actual presidente Alejandro Moreno, alias Alito. Surgido en la política local campechana, este peculiar personaje observa una conducta más de pandillero de barrio que de conductor de la formación política que, con sus más y sus menos, configuró el México de nuestros días. Su pasada trayectoria en la gestión pública delata los obscuros modos como acrecentó su patrimonio cuando gobernó su estado, comprando bienes inmuebles, periódicos, portales digitales y televisoras. El vertiginoso incremento de su inexplicable fortuna está siendo objeto de investigación por la Fiscalía General de la República y por la Unidad de Inteligencia Financiera del gobierno federal. Es ese, estimado lector, el flanco más vulnerable, no sólo del tal Alito sino de la mayoría de las figuras del tricolor.

De los bajos fondos de la política

Vuelvo a la cuestión que motiva esta reflexión. ¿Tantas presuntas raterías no bastan para que se vaya quien es cabeza formal del priísmo? La respuesta es negativa; si se fueran todos los que llevan en sus conciencias iguales o parecidas culpas que Alito no quedaría nadie para cerrar por dentro la puerta del partido. En México, ya se sabe, no es la honradez prenda indispensable para practicar el noble oficio de la política, como no lo es tampoco la ejemplaridad de las conductas personales; excepcionales son los casos de los que conservan sus plumajes sin mácula luego de cruzar por el fétido pantano de las componendas. Por eso, cuando un priísta pronuncia la palabra probidad, sus cómplices se sonríen, en tanto que la gente -ajena a sus sucias maniobras- se indigna, se rebela y los rechaza. Y si algo faltaba para expedientar moral y éticamente al mandamás del otrora partidazo ya se nos puso al tanto de la forma soez con que alude a los periodistas y de la manera punible con la que se procuró recursos para sus campañas.

Alito, un dirigente fracasado

Todo líder partidista debe rendir cuentas de su quehacer como operador político. En ese sentido, su tarea primera es la defensa de los espacios en que su partido gobierna y, la segunda, la lucha por ampliarlos. El problema de Alito es que, en lo electoral, su labor ha sido desastrosa; desde que asumió la dirigencia nacional sólo ha conocido derrotas y su hoja de servicios exhibe los peores números de la historia del tricolor que, hace sólo tres décadas, era una aplanadora que, elección tras elección, ganaba lo que en la jerga priísta se llamó el carro completo. Pese a tantos descalabros, el ínclito Alito se autodestapó para abanderar el 2024 una etérea alianza PAN-PRI-PRD, desplante con ribetes de opereta bufa luego de que todo México escuchara los audios que revelan su delicado estilo de hacer política.

La despedida

Dar la extremaunción al partido que fundó Calles hace casi un siglo será la última función de Alito, antes de que su remplazo proceda a organizar las exequias del PRI. La idea es que, los que queden en activo, alumbren una opción diferente con otros colores, otro nombre, otra mística y una ideología actualizada acorde a los tiempos que corren. La realidad es que Alito ya sólo aspira a negociar su inmunidad y a librar la cárcel en la que le esperan varios de sus correligionarios. Quizá ni tiempo tenga -antes de su defenestración- para rentabilizar las candidaturas que, fiel a su estilo, iba a repartir entre sus socios y amigos. Sirva este aviso para quien, aquí en el estado, grillaba ingenuamente con la vana esperanza de que lo postulara en el primer sitio de la formula tricolor para llegar al Senado de la República.

En manos del presidente

Los antiguos capitostes priístas callan, pese a la inminencia del naufragio de Alito al que, hay que decirlo, nunca le tuvieron simpatía ni respeto. Aguardan, no a que se intensifique el clamor de la militancia exigiendo el cese de un líder que denigra a su partido, sino a la orden de Palacio Nacional cuyo sentido va a depender de que al presidente López Obrador le convenga más mantenerlo que inhabilitarlo, en tanto que prolongar su presencia al frente del PRI haría añicos cualquier posibilidad de que el PAN y el PRD integren con el tricolor un frente opositor competitivo el 2024.


ANTENA NACIONAL


A propósito de escuchas ilegales

La tecnología ha puesto en el mercado productos que van desde los más simples y baratos artilugios de fisgoneo hasta los más sofisticados y costosos programas de espionaje. En distintos grados y niveles, el objetivo de todos ellos es intervenir conversaciones, mensajes y hasta imágenes de personas y de gobiernos. Mas que pensar en penalizar un hecho que es irreversible, mejor sería que cobrásemos conciencia de que la privacidad es cosa del pasado y de que, para preservar la secrecía de nuestras palabras y de nuestros actos, sólo nos queda la discreción y el sigilo.


La manifiesta incapacidad intelectual y política de Alito, aunada a su evidente falta de integridad ética y moral, está acabando con su partido el Revolucionario Institucional y también con la posibilidad de formar una alianza electoral amplia entre formaciones de oposición que pudiera contener el avance de las propuestas morenistas el 2024

¿Cuántas cosas tienen que pasar -se pregunta el opinador- para que el líder de un partido político nacional renuncie a su cargo, o bien se vea obligado a dimitir ante la perspectiva de que el órgano de control de su propio comité directivo le abra un proceso de destitución? Sé bien que la renuncia, la dimisión o el cese no son alternativas habituales en nuestro medio; empero, planteo el tema como un ejercicio que ayuda a dimensionar la profundidad del pozo al que ha arrojado al PRI su actual presidente Alejandro Moreno, alias Alito. Surgido en la política local campechana, este peculiar personaje observa una conducta más de pandillero de barrio que de conductor de la formación política que, con sus más y sus menos, configuró el México de nuestros días. Su pasada trayectoria en la gestión pública delata los obscuros modos como acrecentó su patrimonio cuando gobernó su estado, comprando bienes inmuebles, periódicos, portales digitales y televisoras. El vertiginoso incremento de su inexplicable fortuna está siendo objeto de investigación por la Fiscalía General de la República y por la Unidad de Inteligencia Financiera del gobierno federal. Es ese, estimado lector, el flanco más vulnerable, no sólo del tal Alito sino de la mayoría de las figuras del tricolor.

De los bajos fondos de la política

Vuelvo a la cuestión que motiva esta reflexión. ¿Tantas presuntas raterías no bastan para que se vaya quien es cabeza formal del priísmo? La respuesta es negativa; si se fueran todos los que llevan en sus conciencias iguales o parecidas culpas que Alito no quedaría nadie para cerrar por dentro la puerta del partido. En México, ya se sabe, no es la honradez prenda indispensable para practicar el noble oficio de la política, como no lo es tampoco la ejemplaridad de las conductas personales; excepcionales son los casos de los que conservan sus plumajes sin mácula luego de cruzar por el fétido pantano de las componendas. Por eso, cuando un priísta pronuncia la palabra probidad, sus cómplices se sonríen, en tanto que la gente -ajena a sus sucias maniobras- se indigna, se rebela y los rechaza. Y si algo faltaba para expedientar moral y éticamente al mandamás del otrora partidazo ya se nos puso al tanto de la forma soez con que alude a los periodistas y de la manera punible con la que se procuró recursos para sus campañas.

Alito, un dirigente fracasado

Todo líder partidista debe rendir cuentas de su quehacer como operador político. En ese sentido, su tarea primera es la defensa de los espacios en que su partido gobierna y, la segunda, la lucha por ampliarlos. El problema de Alito es que, en lo electoral, su labor ha sido desastrosa; desde que asumió la dirigencia nacional sólo ha conocido derrotas y su hoja de servicios exhibe los peores números de la historia del tricolor que, hace sólo tres décadas, era una aplanadora que, elección tras elección, ganaba lo que en la jerga priísta se llamó el carro completo. Pese a tantos descalabros, el ínclito Alito se autodestapó para abanderar el 2024 una etérea alianza PAN-PRI-PRD, desplante con ribetes de opereta bufa luego de que todo México escuchara los audios que revelan su delicado estilo de hacer política.

La despedida

Dar la extremaunción al partido que fundó Calles hace casi un siglo será la última función de Alito, antes de que su remplazo proceda a organizar las exequias del PRI. La idea es que, los que queden en activo, alumbren una opción diferente con otros colores, otro nombre, otra mística y una ideología actualizada acorde a los tiempos que corren. La realidad es que Alito ya sólo aspira a negociar su inmunidad y a librar la cárcel en la que le esperan varios de sus correligionarios. Quizá ni tiempo tenga -antes de su defenestración- para rentabilizar las candidaturas que, fiel a su estilo, iba a repartir entre sus socios y amigos. Sirva este aviso para quien, aquí en el estado, grillaba ingenuamente con la vana esperanza de que lo postulara en el primer sitio de la formula tricolor para llegar al Senado de la República.

En manos del presidente

Los antiguos capitostes priístas callan, pese a la inminencia del naufragio de Alito al que, hay que decirlo, nunca le tuvieron simpatía ni respeto. Aguardan, no a que se intensifique el clamor de la militancia exigiendo el cese de un líder que denigra a su partido, sino a la orden de Palacio Nacional cuyo sentido va a depender de que al presidente López Obrador le convenga más mantenerlo que inhabilitarlo, en tanto que prolongar su presencia al frente del PRI haría añicos cualquier posibilidad de que el PAN y el PRD integren con el tricolor un frente opositor competitivo el 2024.


ANTENA NACIONAL


A propósito de escuchas ilegales

La tecnología ha puesto en el mercado productos que van desde los más simples y baratos artilugios de fisgoneo hasta los más sofisticados y costosos programas de espionaje. En distintos grados y niveles, el objetivo de todos ellos es intervenir conversaciones, mensajes y hasta imágenes de personas y de gobiernos. Mas que pensar en penalizar un hecho que es irreversible, mejor sería que cobrásemos conciencia de que la privacidad es cosa del pasado y de que, para preservar la secrecía de nuestras palabras y de nuestros actos, sólo nos queda la discreción y el sigilo.