/ lunes 14 de septiembre de 2020

Tiempos de Democracia | Elecciones en Estados Unidos -1 de 2-

El concierto de naciones del mundo observa con contenida ansiedad el desenlace del proceso. El probable triunfo de Biden devolvería a la Casa Blanca el equilibrio y la certeza que destruyó el depredador Donald Trump a su paso por la presidencia

Si algún evento de la agenda internacional ha de ser mirado por México con atención es la elección de los Estados Unidos del 3 de noviembre en que sabremos si hay un nuevo presidente o -¡horror!- se reelige el más inestable, falaz, racista, soberbio, desproporcionado, fanfarrón, machista, mentiroso, estridente, chantajista, estrafalario, inmoral, tramposo, inculto, petulante, ridículo y estrambótico personaje que jamás gobernó aquel país en el que -sobra decirlo- predomina la gente magnífica. La antipatía que suscita Donald Trump entre los mexicanos proviene de los injuriosos calificativos que siempre tiene a flor de labios cuando se refiere a los connacionales que viven y trabajan allende la frontera norte, y es proporcional al repudio que su radioactiva peligrosidad despierta en un mundo que lo sabe capaz de cualquier desmesura y que, en nuestro caso, nos toca padecer de forma cercana y acentuada en razón de la vecindad geográfica y de los vínculos comerciales que unen a ambas naciones, amenazados de contínuo por los cambiantes humores del nefasto sujeto que pretende prolongar su estadía en la Casa Blanca por un cuatrienio más.

Indiferencia provinciana

No me es ajeno, amable lector, el poco interés que el tema despertará entre los habituales de este espacio, distraidos como están en los dimes y diretes de la política local. Mas es de tal importancia la elección estadounidense -incluso para Tlaxcala- que vale la pena acercarnos a ella y enterarnos de algunos de sus pormenores. Se trata, sin hipérbole, de un acontecimiento que concentrará la atención del orbe los siguientes cincuenta días, no sólo por su trascendencia intrínseca sino, también y sobretodo, por las desquiciantes peculiaridades de un Trump que, por una serie de azarosas e inesperadas circunstancias, hace cuatro años se hizo de la candidatura del Partido Republicano y luego, para sorpresa de todos, de la presidencia de su país. Propósito de estos artículos -el de hoy y el del próximo lunes- es repasar los principios ideológicos y las raíces remotas de los partidos que participarán en la contienda, así como los antecedentes de los integrantes de las dos fórmulas que, para todos los efectos, ya entraron en batalla. Vamos a ello.

Del Partido Demócrata y de sus figuras históricas

El Demócrata es una organización política centrista, de espíritu liberal en la línea de la social democracia en su connotación europea. Sus miembros representan al progresismo estadounidense que, sin interferir el libre mercado -intocable principio profesado por todos los partidos-, propugna por la intervención limitada y regulada del Estado en materias como la economía, la salud y la educación. Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica, creó en 1792 una agrupación congresional que finalmente devino, en 1798, en el Partido Demócrata actual, nombre que -para remarcar su carácter antimonárquico- llevó el agregado de Republicano, habida cuenta que apenas habían transcurrido 22 años desde que el 4 de julio de 1776 las Trece Colonias originarias se independizaron de la corona británica, declarándose “una nación en la que todos los hombres nacen iguales y poseen derechos inalienables a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. El Demócrata es -no lo olvidemos- el partido de cuyas filas han salido, entre otros destacados mandatarios, Roosvelt, Kennedy, Clinton y, recientemente, Obama.

Joe Biden, candidato a la Presidencia

Tras una compleja sucesión de debates y elecciones primarias en los estados, a Joe Biden se le designó abanderado demócrata para recuperar el liderazgo político de Estados Unidos. Superó en la competencia interna a personalidades relevantes, como Elizabeth Warren y, sobre todo, Bernie Sanders, impulsores ambos de una nueva izquierda con la que se identifica un significativo y creciente segmento de la sociedad estadounidense, trascendente giro hacia los ideales de justicia e igualdad de oportunidades, cohibidos desde 1950 por aquel delirante macartismo que perseguía, encarcelaba o desterraba a todo sospechoso de simpatizar con el comunismo. Sin coincidir con Warren y Sanders, pero abierto a discutir sus ideas, Biden -senador por más de treinta años y vicepresidente con Obama- representa la experiencia, la moderación y la buena política frente a los constantes exabruptos y salidas de tono de Donald Trump.

Kamala Harris, candidata a la Vicepresidencia

Como compañera de fórmula, Biden acertó al elegir a la senadora Kamala Harris, mujer culta, preparada, humanista y con una notable trayectoria profesional. Hija de madre india y de padre jamaicano, Kamala, casada con un abogado estadounidense judío de raza blanca, ejemplifica a la perfección la transformación paulatina del perfil de la población norteamericana, resultante de corrientes migratorias múltiples. Con Biden y Harris, el Partido Demócrata confía en volver a la Casa Blanca y hacerse, además, de la mayoría en la Cámara de Representantes y en la de Senadores. Tienen por delante una dura campaña y tres difíciles debates -dos entre Biden y Trump, y uno mas entre Kamala y Mike Spence- que pudieran determinar el resultado de la elección. Si el discreto y correcto Biden se defiende de la verborrea abrumadora y beligerante de Trump, es probable que la ventaja que las encuestas le siguen atribuyendo se sostenga y, al final, se alce con una victoria que da la sensación de estar cogida de alfileres. Entre tanto, el planeta entero contiene la respiración. Proseguiré con el Partido Republicano y su imprevisible candidato el próximo lunes.




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El concierto de naciones del mundo observa con contenida ansiedad el desenlace del proceso. El probable triunfo de Biden devolvería a la Casa Blanca el equilibrio y la certeza que destruyó el depredador Donald Trump a su paso por la presidencia

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Indiferencia provinciana

No me es ajeno, amable lector, el poco interés que el tema despertará entre los habituales de este espacio, distraidos como están en los dimes y diretes de la política local. Mas es de tal importancia la elección estadounidense -incluso para Tlaxcala- que vale la pena acercarnos a ella y enterarnos de algunos de sus pormenores. Se trata, sin hipérbole, de un acontecimiento que concentrará la atención del orbe los siguientes cincuenta días, no sólo por su trascendencia intrínseca sino, también y sobretodo, por las desquiciantes peculiaridades de un Trump que, por una serie de azarosas e inesperadas circunstancias, hace cuatro años se hizo de la candidatura del Partido Republicano y luego, para sorpresa de todos, de la presidencia de su país. Propósito de estos artículos -el de hoy y el del próximo lunes- es repasar los principios ideológicos y las raíces remotas de los partidos que participarán en la contienda, así como los antecedentes de los integrantes de las dos fórmulas que, para todos los efectos, ya entraron en batalla. Vamos a ello.

Del Partido Demócrata y de sus figuras históricas

El Demócrata es una organización política centrista, de espíritu liberal en la línea de la social democracia en su connotación europea. Sus miembros representan al progresismo estadounidense que, sin interferir el libre mercado -intocable principio profesado por todos los partidos-, propugna por la intervención limitada y regulada del Estado en materias como la economía, la salud y la educación. Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica, creó en 1792 una agrupación congresional que finalmente devino, en 1798, en el Partido Demócrata actual, nombre que -para remarcar su carácter antimonárquico- llevó el agregado de Republicano, habida cuenta que apenas habían transcurrido 22 años desde que el 4 de julio de 1776 las Trece Colonias originarias se independizaron de la corona británica, declarándose “una nación en la que todos los hombres nacen iguales y poseen derechos inalienables a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. El Demócrata es -no lo olvidemos- el partido de cuyas filas han salido, entre otros destacados mandatarios, Roosvelt, Kennedy, Clinton y, recientemente, Obama.

Joe Biden, candidato a la Presidencia

Tras una compleja sucesión de debates y elecciones primarias en los estados, a Joe Biden se le designó abanderado demócrata para recuperar el liderazgo político de Estados Unidos. Superó en la competencia interna a personalidades relevantes, como Elizabeth Warren y, sobre todo, Bernie Sanders, impulsores ambos de una nueva izquierda con la que se identifica un significativo y creciente segmento de la sociedad estadounidense, trascendente giro hacia los ideales de justicia e igualdad de oportunidades, cohibidos desde 1950 por aquel delirante macartismo que perseguía, encarcelaba o desterraba a todo sospechoso de simpatizar con el comunismo. Sin coincidir con Warren y Sanders, pero abierto a discutir sus ideas, Biden -senador por más de treinta años y vicepresidente con Obama- representa la experiencia, la moderación y la buena política frente a los constantes exabruptos y salidas de tono de Donald Trump.

Kamala Harris, candidata a la Vicepresidencia

Como compañera de fórmula, Biden acertó al elegir a la senadora Kamala Harris, mujer culta, preparada, humanista y con una notable trayectoria profesional. Hija de madre india y de padre jamaicano, Kamala, casada con un abogado estadounidense judío de raza blanca, ejemplifica a la perfección la transformación paulatina del perfil de la población norteamericana, resultante de corrientes migratorias múltiples. Con Biden y Harris, el Partido Demócrata confía en volver a la Casa Blanca y hacerse, además, de la mayoría en la Cámara de Representantes y en la de Senadores. Tienen por delante una dura campaña y tres difíciles debates -dos entre Biden y Trump, y uno mas entre Kamala y Mike Spence- que pudieran determinar el resultado de la elección. Si el discreto y correcto Biden se defiende de la verborrea abrumadora y beligerante de Trump, es probable que la ventaja que las encuestas le siguen atribuyendo se sostenga y, al final, se alce con una victoria que da la sensación de estar cogida de alfileres. Entre tanto, el planeta entero contiene la respiración. Proseguiré con el Partido Republicano y su imprevisible candidato el próximo lunes.




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