/ lunes 4 de marzo de 2019

Tiempos de democracia | Elogio de la paciencia y los buenos modos

Al igual que le ha pasado a todos los políticos que ejercieron la alta responsabilidad de gobernar con discreción y sin alardes fatuos...tendrá que ser el tiempo el que haga finalmente una justa valoración del desempeño como mandatario de Marco Mena.

Más allá de lo que pudieran suponer sus críticos, Marco Mena se halla de lleno dedicado a hacer lo que sabe, aquello para lo que académicamente se preparó con brillantez y exhaustividad. Lo cierto es que gobierna el estado que lo vio nacer con solvencia, moderación y buenos modos, sin necesidad de acudir a la fórmula -utilizada como sistema por su inmediato predecesor- de gritar, insultar y amenazar. En Tlaxcala, amigo lector, deberíamos ya saber que el carácter de las personas no se mide por la intensidad de sus arrebatos sino por la razón de sus argumentos, y la firmeza con que los sostienen. A la figura de Mena como mandatario no le ha hecho falta intimidar ni espantar a sus gobernados; su trato ha sido invariablemente sereno y cortés, porque tal es su estilo personal. Sus seguidores y sus detractores, que de ambos tiene, saben que sacudidas e intimidaciones quedaron enterradas en el pasado y que, hoy día, son solo un mal recuerdo. Sin aspavientos ni gestos de impaciencia, Mena atiende peticiones y necesidades de la ciudadanía, administrando la cosa pública con mesura y buen juicio. A su tiempo, y resistiendo las voces inexpertas y nerviosas de los impacientes, está materializando las obras comprometidas y cumpliendo con los servicios ofrecidos, de acuerdo a las limitaciones que impone la exigüidad de los recursos disponibles. Y no ceja en su empeño de abrir más y mejores espacios educativos para la juventud tlaxcalteca, ni cede en su lucha por abatir la pobreza extrema, rubros ambos en los que -no tengo duda- entregará buenos resultados. No obstante las circunstancias económicas y políticas poco propicias que le tocó enfrentar, ha traído a Tlaxcala apoyos e inversiones de cuantía importante, lo que ha permitido un incremento consistente de los empleos formales. Y gracias a haber entablado una buena relación con la nueva administración federal, seguramente esas tendencias positivas se verán pronto acrecentadas. Marco Mena, sin embargo, sabe en su fuero interno que tiene dos asignaturas pendientes: 1) construir un Sistema Anticorrupción de verdad funcional y, 2) estructurar un Sistema Estatal de Seguridad eficiente, integrado por personal preparado, equipado y bien remunerado, capaz de contener el avance de una delincuencia común que está robándole la tranquilidad a la sociedad. Escribo esto último a sabiendas de que, en nuestro estado, la situación en esa materia está todavía muy por debajo de los índices de inseguridad que se registran en otras entidades federativas. Termino con esto: antes de hacer un juicio de lo que hasta ahora ha sido el trabajo de Marco Mena como gobernador de Tlaxcala conviene recordar que, desde el inicio de su gestión, fue presionado con débitos y facturas de las que, con paciencia, habilidad y sentido de la oportunidad, se ha ido deshaciendo poco a poco. Para nadie es un secreto que, quienes quisieron disponer de un poder que ya no era suyo lo hostilizaron persistentemente y que, si bien es verdad que aún quedan islotes donde subsisten residuos enquistados del marianismo -v.gr., en el Poder Judicial, e incluso en algunos próximos al propio Ejecutivo-, cada vez son menos y están más controlados. Vale aquí consignar una curiosa paradoja: el voto que arrasó al PRI contribuyó a librarlo de varias de esas presencias indeseables. Concluyo, ahora sí, con esta reflexión: al igual que le ha pasado a los políticos que ejercieron la alta responsabilidad de gobernar con discreción y sin alardes fatuos, será el tiempo el que finalmente haga una justa valoración de su desempeño como mandatario.

ÁLVAREZ LIMA, FACTÓTUM MORENISTA EN TLAXCALA

Las palabras con que Ricardo Monreal -coordinador de Morena en el Senado de la República- reconoció el trabajo que realizó como legislador federal José Antonio Álvarez Lima, se ajustan con fotográfica exactitud al perfil que a lo largo de su ejecutoria ha mantenido el exgobernador de Tlaxcala. En seguida, amable lector, cito algunos de los puntuales conceptos con que el parlamentario zacatecano se refirió al político tlaxcalteca: “…Álvarez Lima es un hombre de Estado, como lo prueba su experiencia acumulada…”. Y a continuación añadió: “…es un hombre incorruptible, sobrio, honesto y buen compañero…”. Por su parte, Martí Batres Guadarrama, en su carácter de presidente de la Mesa Directiva de la Cámara, hizo un elogio del “…espíritu conciliador del senador…”. Entre ambos, Monreal y Batres, confeccionaron una descripción precisa del hombre que, como mandatario, se condujo siempre con mesura, equilibrio y sensatez, que hizo de la austeridad y la sencillez una forma de gobierno, reflejo fiel a final de cuentas de su morigerado estilo de vida. Designado por el Presidente de México director del Canal Once de televisión, tendrá ahora a su cargo un capítulo sustantivo de la difusión cultural del gobierno de la República, de los informativos, de los programas de opinión y también, claro, de la propaganda del régimen lopezobradorista. Por su prudencia y probado buen juicio, y por los profundos cambios sociales que necesariamente conllevará la Cuarta Transformación, Álvarez Lima se ubica como el personaje de mayor peso político al interior de Morena en la entidad. Así las cosas, nadie duda que su opinión influirá determinantemente en las decisiones que habrán de tomarse en el inmediato futuro. Por otra parte, Joel Molina Ramírez, líder del movimiento en Tlaxcala, tomó el lugar de José Antonio en el Senado y, desde su escaño, cumplirá con su responsabilidad como legislador sin perjuicio de seguir como hasta ahora al frente del partido en el estado. No se requiere de demasiada agudeza para advertir que el profesor Molina quedó en automático alineado -junto a la también senadora Ana Lilia Rivera- para ser elegible a la candidatura al gobierno de Tlaxcala. Pero todo en su momento, ni antes ni después.

LA QUIMERA POLÍTICA DE SÁNCHEZ ANAYA

Obsesión -según el diccionario- “…es una perturbación anímica producida por una idea fija…”. Vale la precisión semántica para tratar de interpretar la risible sonda exploratoria lanzada por Alfonso Sánchez Anaya a fin de evaluar la respuesta de la gente a su recurrente y patológica obcecación de hacer a su esposa gobernadora de Tlaxcala. Cuesta trabajo entender cómo una persona a la que se atribuye con razón un cociente intelectual elevado insista una y otra vez en tan peregrina idea. ¿Acaso ya se olvidó de su estrepitoso fracaso del 2004 cuando, pese a los innumerables apoyos -lícitos y no- de que dispuso desde Palacio para la candidatura de su esposa, los votantes la relegaron a un lejano tercer lugar? ¿Nunca cobró conciencia de que, a raíz de ese episodio, se inició la declinación del PRD, un partido de izquierda que, de haber sido dirigido y operado de mejor manera, bien pudo haberse consolidarse como el dominante en el estado? En lugar de distraerse en proyectos sin pies ni cabeza…¿no le valdría más concentrarse en hacer un buen papel ahora que, reincorporado a Morena, se le designó responsable de la Unidad de Enlace Administrativo de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana que tiene a su cargo Alfonso Durazo?

Al igual que le ha pasado a todos los políticos que ejercieron la alta responsabilidad de gobernar con discreción y sin alardes fatuos...tendrá que ser el tiempo el que haga finalmente una justa valoración del desempeño como mandatario de Marco Mena.

Más allá de lo que pudieran suponer sus críticos, Marco Mena se halla de lleno dedicado a hacer lo que sabe, aquello para lo que académicamente se preparó con brillantez y exhaustividad. Lo cierto es que gobierna el estado que lo vio nacer con solvencia, moderación y buenos modos, sin necesidad de acudir a la fórmula -utilizada como sistema por su inmediato predecesor- de gritar, insultar y amenazar. En Tlaxcala, amigo lector, deberíamos ya saber que el carácter de las personas no se mide por la intensidad de sus arrebatos sino por la razón de sus argumentos, y la firmeza con que los sostienen. A la figura de Mena como mandatario no le ha hecho falta intimidar ni espantar a sus gobernados; su trato ha sido invariablemente sereno y cortés, porque tal es su estilo personal. Sus seguidores y sus detractores, que de ambos tiene, saben que sacudidas e intimidaciones quedaron enterradas en el pasado y que, hoy día, son solo un mal recuerdo. Sin aspavientos ni gestos de impaciencia, Mena atiende peticiones y necesidades de la ciudadanía, administrando la cosa pública con mesura y buen juicio. A su tiempo, y resistiendo las voces inexpertas y nerviosas de los impacientes, está materializando las obras comprometidas y cumpliendo con los servicios ofrecidos, de acuerdo a las limitaciones que impone la exigüidad de los recursos disponibles. Y no ceja en su empeño de abrir más y mejores espacios educativos para la juventud tlaxcalteca, ni cede en su lucha por abatir la pobreza extrema, rubros ambos en los que -no tengo duda- entregará buenos resultados. No obstante las circunstancias económicas y políticas poco propicias que le tocó enfrentar, ha traído a Tlaxcala apoyos e inversiones de cuantía importante, lo que ha permitido un incremento consistente de los empleos formales. Y gracias a haber entablado una buena relación con la nueva administración federal, seguramente esas tendencias positivas se verán pronto acrecentadas. Marco Mena, sin embargo, sabe en su fuero interno que tiene dos asignaturas pendientes: 1) construir un Sistema Anticorrupción de verdad funcional y, 2) estructurar un Sistema Estatal de Seguridad eficiente, integrado por personal preparado, equipado y bien remunerado, capaz de contener el avance de una delincuencia común que está robándole la tranquilidad a la sociedad. Escribo esto último a sabiendas de que, en nuestro estado, la situación en esa materia está todavía muy por debajo de los índices de inseguridad que se registran en otras entidades federativas. Termino con esto: antes de hacer un juicio de lo que hasta ahora ha sido el trabajo de Marco Mena como gobernador de Tlaxcala conviene recordar que, desde el inicio de su gestión, fue presionado con débitos y facturas de las que, con paciencia, habilidad y sentido de la oportunidad, se ha ido deshaciendo poco a poco. Para nadie es un secreto que, quienes quisieron disponer de un poder que ya no era suyo lo hostilizaron persistentemente y que, si bien es verdad que aún quedan islotes donde subsisten residuos enquistados del marianismo -v.gr., en el Poder Judicial, e incluso en algunos próximos al propio Ejecutivo-, cada vez son menos y están más controlados. Vale aquí consignar una curiosa paradoja: el voto que arrasó al PRI contribuyó a librarlo de varias de esas presencias indeseables. Concluyo, ahora sí, con esta reflexión: al igual que le ha pasado a los políticos que ejercieron la alta responsabilidad de gobernar con discreción y sin alardes fatuos, será el tiempo el que finalmente haga una justa valoración de su desempeño como mandatario.

ÁLVAREZ LIMA, FACTÓTUM MORENISTA EN TLAXCALA

Las palabras con que Ricardo Monreal -coordinador de Morena en el Senado de la República- reconoció el trabajo que realizó como legislador federal José Antonio Álvarez Lima, se ajustan con fotográfica exactitud al perfil que a lo largo de su ejecutoria ha mantenido el exgobernador de Tlaxcala. En seguida, amable lector, cito algunos de los puntuales conceptos con que el parlamentario zacatecano se refirió al político tlaxcalteca: “…Álvarez Lima es un hombre de Estado, como lo prueba su experiencia acumulada…”. Y a continuación añadió: “…es un hombre incorruptible, sobrio, honesto y buen compañero…”. Por su parte, Martí Batres Guadarrama, en su carácter de presidente de la Mesa Directiva de la Cámara, hizo un elogio del “…espíritu conciliador del senador…”. Entre ambos, Monreal y Batres, confeccionaron una descripción precisa del hombre que, como mandatario, se condujo siempre con mesura, equilibrio y sensatez, que hizo de la austeridad y la sencillez una forma de gobierno, reflejo fiel a final de cuentas de su morigerado estilo de vida. Designado por el Presidente de México director del Canal Once de televisión, tendrá ahora a su cargo un capítulo sustantivo de la difusión cultural del gobierno de la República, de los informativos, de los programas de opinión y también, claro, de la propaganda del régimen lopezobradorista. Por su prudencia y probado buen juicio, y por los profundos cambios sociales que necesariamente conllevará la Cuarta Transformación, Álvarez Lima se ubica como el personaje de mayor peso político al interior de Morena en la entidad. Así las cosas, nadie duda que su opinión influirá determinantemente en las decisiones que habrán de tomarse en el inmediato futuro. Por otra parte, Joel Molina Ramírez, líder del movimiento en Tlaxcala, tomó el lugar de José Antonio en el Senado y, desde su escaño, cumplirá con su responsabilidad como legislador sin perjuicio de seguir como hasta ahora al frente del partido en el estado. No se requiere de demasiada agudeza para advertir que el profesor Molina quedó en automático alineado -junto a la también senadora Ana Lilia Rivera- para ser elegible a la candidatura al gobierno de Tlaxcala. Pero todo en su momento, ni antes ni después.

LA QUIMERA POLÍTICA DE SÁNCHEZ ANAYA

Obsesión -según el diccionario- “…es una perturbación anímica producida por una idea fija…”. Vale la precisión semántica para tratar de interpretar la risible sonda exploratoria lanzada por Alfonso Sánchez Anaya a fin de evaluar la respuesta de la gente a su recurrente y patológica obcecación de hacer a su esposa gobernadora de Tlaxcala. Cuesta trabajo entender cómo una persona a la que se atribuye con razón un cociente intelectual elevado insista una y otra vez en tan peregrina idea. ¿Acaso ya se olvidó de su estrepitoso fracaso del 2004 cuando, pese a los innumerables apoyos -lícitos y no- de que dispuso desde Palacio para la candidatura de su esposa, los votantes la relegaron a un lejano tercer lugar? ¿Nunca cobró conciencia de que, a raíz de ese episodio, se inició la declinación del PRD, un partido de izquierda que, de haber sido dirigido y operado de mejor manera, bien pudo haberse consolidarse como el dominante en el estado? En lugar de distraerse en proyectos sin pies ni cabeza…¿no le valdría más concentrarse en hacer un buen papel ahora que, reincorporado a Morena, se le designó responsable de la Unidad de Enlace Administrativo de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana que tiene a su cargo Alfonso Durazo?