/ lunes 4 de mayo de 2020

Tiempos de democracia | Hacia un nuevo modo de mirar al futuro

Sin mas elementos que la voluntad ciudadana para cumplir con las indicaciones de higiene y distancia social recomendadas por el sector Salud, los mexicanos enfrentamos una emergencia sanitaria que nos hará cambiar todo lo hasta ahora conocido

Permítaseme hacer un resumen de obviedades relacionadas con la epidemia que, por serlo, tendemos rápidamente a perderlas de vista y, en el extremo, incluso a ignorarlas. Pero más nos vale tenerlas siempre presentes pues lidiamos con una enfermedad, provocada por una variante del Coronavirus denominado Covid-19, poseedor de gran potencial de transmisión, notable velocidad de propagación y alta letalidad.

A cien días de su aparición, poco conocemos acerca de cómo se originó ni de la forma como pasó de los animales a los seres humanos. Estamos también a obscuras en lo que concierne a los distintos efectos que tiene sobre el organismo del infectado y aún no damos con terapias para atenuarlos. Sin embargo, y a pesar de tantas incertidumbres, suponemos más que sabemos que ya ha penetrado el cuerpo de más de 3 millones 500 mil personas -números redondos- y matado a 250 mil.

Al desatar su ataque, el llamado “asesino del siglo XXI” tomó desprevenida e indefensa a la humanidad; la farmacopea de nuestro tiempo no dispone de medicamentos efectivos, no digo para sanar si no ni siquiera para aliviar los terribles perjuicios que origina. Súmese a lo anterior que la vacuna que nos inmunizaría se halla apenas en las primeras fases de investigación y que no estará probada, certificada, fabricada, distribuida y comercializada por todo el mundo antes de un par de años.

Disciplina ciudadana versus el Covid-19

Hasta en tanto eso ocurre y la ciencia acierta a proveernos de un antídoto eficaz contra el virus, la única alternativa de que disponemos es no dar facilidades para que se siga diseminando por los espacios que solemos -o, mejor dicho, que solíamos- frecuentar: Ni siquiera cuando pareciera haber sido erradicado de una determinada región han de relajarse las precauciones adoptadas para su contención, ya que un rebrote de los contagios derivaría en una mayor mortandad. Por tanto, no debe quedar duda a nadie de que, al protegerse cada cual en lo individual está protegiendo a la comunidad toda.

La premisa contraria es aún más válida: el irresponsable que no se protege a sí mismo atenta contra la sociedad en su conjunto y cargará con culpas que le pesarán toda la vida. Los epidemiologos nos advierten que otra oleada de casos doblegaría la precaria capacidad hospitalaria que se tiene para pacientes Covid-19, creando un caos en los servicios de salud de dramáticas consecuencias.

No quiero ni puedo imaginar en mi tierra escenas de dolor similares a las vividas en naciones desarrolladas a las que atribuíamos estar bien preparadas para enfrentar cualquier contingencia sanitaria. Empero, a la luz de lo acontecido en aquellas latitudes y de las pruebas que ha dado el virus de su excepcional agresividad, no queda otra salida que redoblar las precauciones, guardándonos en casa y siguiendo al pie de la letra las demás indicaciones que nos han sido dadas. Las catastróficas experiencias que ahora sufre Estados Unidos y de las que apenas intentan salir Italia, España, Francia y el Reino Unido, justifican el temor que se siente en América Latina y en África ante la cercanía de la cresta del embate del mortífero patógeno.

Endeble situación del Sistema Nacional de Salud

No los miedos, pero sí las reservas, crecen al constatar que México no está entre los países mejor preparados para vencer al Covid-19. Deténgase, amigo lector, en la lectura de estos esclarecedores datos que publica Expansión en relación con el porciento del Producto Interno Bruto que cada nación destina al sector salud. Vea usted: Cuba canaliza el 10.92 %; Dinamarca el 8.84%; Uruguay el 6.50%; Francia el 9.32%; Brasil el 3.96%, y México solamente el 2.81%. Y ahora por favor preste atención a este otro informe del Banco Mundial, provisto por la Organización Mundial de la Salud. Obsérvelo con detenimiento y advierta que no es más que el resultado lógico de esa abrumadora insuficiencia presupuestal: Francia tiene 6.5 camas hospitalarias por cada mil habitantes; Cuba 5.2; Uruguay 2.8; Dinamarca 2.5, Brasil 2.5 y México 1.5. Y referida la siguiente cifra al mismo parámetro de los mil habitantes, Cuba cuenta con 8.2 médicos; Uruguay con 5.0; Dinamarca con 4.5; Francia con 3.2, Brasil con 2.15 y México 2.2. Y en la misma proporción de cada mil habitantes, Dinamarca tiene 10.3 enfermeras; Francia 9.7; Brasil 9.7; Cuba 7.8; Uruguay 6.3 y México tan sólo 2.9. (Nota: de ambas listas excluí intencionadamente a Estados Unidos y China, países que, por el tamaño de su economía, hacen imposible toda comparación). No obstante lo desfavorable de esos números, los mexicanos tenemos a nuestro favor un factor de relevante importancia: haber tenido más tiempo que asiáticos y europeos para, con suficiente antelación, poner oportunamente en marcha mejores estrategias de contención así como para ampliar los limitados recursos de que el Sistema Nacional de Salud dispone en materia de camas, equipos especializados, médicos, enfermeras y personal de apoyo. Ojalá se haya hecho lo necesario, ya que el desafío cuyo apogeo conocerá México las próximas semanas no es menor y exigirá el esfuerzo conjunto de todos, autoridades y ciudadanos.

Conclusión

Cuando con el resto del mundo México despierte de la pesadilla verá al futuro desde una diferente perspectiva. Tras el obligado recuento de daños, se hallará en la obligación de reinventar sus viejas instituciones, cuyas debilidades e impúdicos vicios fueron exhibidos por la pandemia y sus atroces secuelas económicas. Se precisará de visionarios, mujeres y hombres, dispuestos a pensar una nueva, distinta y más justa nación, en la que todo habrá de cambiarse para mejor servir a las generaciones de mexicanos que vienen detrás de las nuestras. Será una tarea grandiosa.


Sin mas elementos que la voluntad ciudadana para cumplir con las indicaciones de higiene y distancia social recomendadas por el sector Salud, los mexicanos enfrentamos una emergencia sanitaria que nos hará cambiar todo lo hasta ahora conocido

Permítaseme hacer un resumen de obviedades relacionadas con la epidemia que, por serlo, tendemos rápidamente a perderlas de vista y, en el extremo, incluso a ignorarlas. Pero más nos vale tenerlas siempre presentes pues lidiamos con una enfermedad, provocada por una variante del Coronavirus denominado Covid-19, poseedor de gran potencial de transmisión, notable velocidad de propagación y alta letalidad.

A cien días de su aparición, poco conocemos acerca de cómo se originó ni de la forma como pasó de los animales a los seres humanos. Estamos también a obscuras en lo que concierne a los distintos efectos que tiene sobre el organismo del infectado y aún no damos con terapias para atenuarlos. Sin embargo, y a pesar de tantas incertidumbres, suponemos más que sabemos que ya ha penetrado el cuerpo de más de 3 millones 500 mil personas -números redondos- y matado a 250 mil.

Al desatar su ataque, el llamado “asesino del siglo XXI” tomó desprevenida e indefensa a la humanidad; la farmacopea de nuestro tiempo no dispone de medicamentos efectivos, no digo para sanar si no ni siquiera para aliviar los terribles perjuicios que origina. Súmese a lo anterior que la vacuna que nos inmunizaría se halla apenas en las primeras fases de investigación y que no estará probada, certificada, fabricada, distribuida y comercializada por todo el mundo antes de un par de años.

Disciplina ciudadana versus el Covid-19

Hasta en tanto eso ocurre y la ciencia acierta a proveernos de un antídoto eficaz contra el virus, la única alternativa de que disponemos es no dar facilidades para que se siga diseminando por los espacios que solemos -o, mejor dicho, que solíamos- frecuentar: Ni siquiera cuando pareciera haber sido erradicado de una determinada región han de relajarse las precauciones adoptadas para su contención, ya que un rebrote de los contagios derivaría en una mayor mortandad. Por tanto, no debe quedar duda a nadie de que, al protegerse cada cual en lo individual está protegiendo a la comunidad toda.

La premisa contraria es aún más válida: el irresponsable que no se protege a sí mismo atenta contra la sociedad en su conjunto y cargará con culpas que le pesarán toda la vida. Los epidemiologos nos advierten que otra oleada de casos doblegaría la precaria capacidad hospitalaria que se tiene para pacientes Covid-19, creando un caos en los servicios de salud de dramáticas consecuencias.

No quiero ni puedo imaginar en mi tierra escenas de dolor similares a las vividas en naciones desarrolladas a las que atribuíamos estar bien preparadas para enfrentar cualquier contingencia sanitaria. Empero, a la luz de lo acontecido en aquellas latitudes y de las pruebas que ha dado el virus de su excepcional agresividad, no queda otra salida que redoblar las precauciones, guardándonos en casa y siguiendo al pie de la letra las demás indicaciones que nos han sido dadas. Las catastróficas experiencias que ahora sufre Estados Unidos y de las que apenas intentan salir Italia, España, Francia y el Reino Unido, justifican el temor que se siente en América Latina y en África ante la cercanía de la cresta del embate del mortífero patógeno.

Endeble situación del Sistema Nacional de Salud

No los miedos, pero sí las reservas, crecen al constatar que México no está entre los países mejor preparados para vencer al Covid-19. Deténgase, amigo lector, en la lectura de estos esclarecedores datos que publica Expansión en relación con el porciento del Producto Interno Bruto que cada nación destina al sector salud. Vea usted: Cuba canaliza el 10.92 %; Dinamarca el 8.84%; Uruguay el 6.50%; Francia el 9.32%; Brasil el 3.96%, y México solamente el 2.81%. Y ahora por favor preste atención a este otro informe del Banco Mundial, provisto por la Organización Mundial de la Salud. Obsérvelo con detenimiento y advierta que no es más que el resultado lógico de esa abrumadora insuficiencia presupuestal: Francia tiene 6.5 camas hospitalarias por cada mil habitantes; Cuba 5.2; Uruguay 2.8; Dinamarca 2.5, Brasil 2.5 y México 1.5. Y referida la siguiente cifra al mismo parámetro de los mil habitantes, Cuba cuenta con 8.2 médicos; Uruguay con 5.0; Dinamarca con 4.5; Francia con 3.2, Brasil con 2.15 y México 2.2. Y en la misma proporción de cada mil habitantes, Dinamarca tiene 10.3 enfermeras; Francia 9.7; Brasil 9.7; Cuba 7.8; Uruguay 6.3 y México tan sólo 2.9. (Nota: de ambas listas excluí intencionadamente a Estados Unidos y China, países que, por el tamaño de su economía, hacen imposible toda comparación). No obstante lo desfavorable de esos números, los mexicanos tenemos a nuestro favor un factor de relevante importancia: haber tenido más tiempo que asiáticos y europeos para, con suficiente antelación, poner oportunamente en marcha mejores estrategias de contención así como para ampliar los limitados recursos de que el Sistema Nacional de Salud dispone en materia de camas, equipos especializados, médicos, enfermeras y personal de apoyo. Ojalá se haya hecho lo necesario, ya que el desafío cuyo apogeo conocerá México las próximas semanas no es menor y exigirá el esfuerzo conjunto de todos, autoridades y ciudadanos.

Conclusión

Cuando con el resto del mundo México despierte de la pesadilla verá al futuro desde una diferente perspectiva. Tras el obligado recuento de daños, se hallará en la obligación de reinventar sus viejas instituciones, cuyas debilidades e impúdicos vicios fueron exhibidos por la pandemia y sus atroces secuelas económicas. Se precisará de visionarios, mujeres y hombres, dispuestos a pensar una nueva, distinta y más justa nación, en la que todo habrá de cambiarse para mejor servir a las generaciones de mexicanos que vienen detrás de las nuestras. Será una tarea grandiosa.