/ lunes 3 de mayo de 2021

Tiempos de Democracia | Impaciencia presidencial

Al trasladarse de la arena estatal a la municipal, el interés de la gente por el proceso electoral cobrará un auge que ni Lorena ni Anabell le han sabido dar, pese a que su liza se inscribe en el tenso escenario político creado por el presidente López Obrador

Mientras en Tlaxcala sigue el trasvase entre alianzas de políticos decepcionados, frustrados o engañados, la atención se centra ahora en saber quiénes liderarán las planillas que irán por las alcaldías y las presidencias de comunidad. La demora en conocer sus nombres es atribuible a que el ITE tuvo que revisar la documentación que, al límite del plazo, entregaron los candidatos. El trámite resultó particularmente complicado por el cúmulo de requisitos que se les exigió en materia de diversidad étnica, inclinación sexual y género. Acabado el tiempo de las especulaciones, en la semana que hoy inicia se abre el de las campañas de los sobrevivientes a la criba practicada por el órgano electoral. Pero antes una advertencia, amigo lector: no pierda usted de vista que los procesos locales se desarrollarán en el marco de la confusa realidad nacional que hoy vive México a causa de la aceleración que el presidente López Obrador le ha querido dar a sus afanes transformadores. Juzgo pues pertinente dedicar el espacio que sigue a escudriñar ese enrarecido panorama político que, a querer o no, añadirá elementos de tensión a los comicios tlaxcaltecas.

En ruta hacia una colisión entre poderes

El presidente tiene prisa; se le nota apurado. Las presiones y urgencias a que en las últimas semanas ha sometido -sí, sí, sometido- al Legislativo, al INE, al Tribunal Electoral y a la mismísima Corte, sugieren que abriga un cierto temor de que las votaciones del 6 de junio acusen una merma significativa del apoyo popular que se le brindó en el primer trienio de su gobierno. Pareciera que tiene miedo -o por lo menos reservas- de que cobre fuerza una corriente de reprobación a su autoritaria forma de gobernar. De otro modo no se explica la perentoriedad con que gira órdenes a sus incondicionales para que aprueben sus controversiales iniciativas. Su nerviosismo le llevó a decir a los ministros de la Suprema Corte que “…serían cómplices de corrupción…” si declarasen inconstitucional el artículo transitorio por cual se extendió dos años el periodo de Arturo Zaldívar como su presidente, una disposición que subrepticiamente se introdujo en una ley secundaria. Y parecidas a esa impugnación, hay veintitrés más en el máximo tribunal del país.

Aceptación declinante

Gabriel Zaid ve, en “…en el declive de la esperanza que despertó…”, el motivo del desatado intervencionismo con que López Obrador afronta esta elección y “…la violencia con que en ella se entromete, aún al margen de la ley…”. A más de poeta y notable ensayista, el más fino observador de la vida política nacional detecta un llamativo ángulo del fenómeno que comienza a percibirse: la sociedad mexicana está dejando de lado su tradicional sumisión a la figura presidencial y ya no muestra el mismo recelo de antaño para opinar del mandatario sin complejos. Esta realidad, que en el pequeño círculo verde se comparte de manera casi unánime, permea ya incipientemente en el más extenso círculo rojo, aún a contrapelo de que los sondeos ubiquen a Morena por arriba del 39% de la votación que obtuvieron los abanderados lopezobradoristas a las diputaciones federales en el 2018. Expertos en demoscopia sospechan de la existencia de un voto oculto, y reconocen la dificultad que tienen para disociar la afinidad del votante con el presidente de la desconfianza que le generan sus frecuentemente impresentables y mal elegidos candidatos.

Del acatamiento incondicional a la crítica desinhibida

Signos hay de rebeldía donde antes había vasallaje reverencial. Una muestra: a más de apoyar al INE en su negativa a registrar como candidatos a la gubernatura de Guerrero y Michoacán a Salgado Macedonio y Raúl Morón, el Tribunal Electoral -usualmente condescendiente con el interés presidencial- respadó los criterios adoptados por el órgano electoral para que se limite la sobre-representación en la Cámara de Diputados al 8% que fija la Constitución. La decisión afectará a López Obrador tanto o más que el resultado mismo de la elección y es señal de una resistencia que comienza a tomar cuerpo contra un gobierno propuesto a acabar con las instituciones creadas para fortalecer a la democracia, alegando puerilmente que “…no tienen razón de ser…” y que provienen del “…pasado neoliberal…”.

Y ahora… ¡contra el INAI!

A la colección de epítetos de que se vale el mandatario para justificar su pretensión de desaparecer dichos órganos autónomos agregó los de “monstruo” y “ogro”, denostaciones que ahora le tocó encajar al varias veces amenazado Instituto Nacional de Transparencia, cuya función es proteger los datos personales de los ciudadanos y garantizar su acceso a la información pública. La ríspida reacción la ocasionó la acción de inconstitucionalidad presentada -otra más- versus el Padrón Nacional de Usuarios de la Telefonía Móvil, una ley que obliga a dar sus datos biométricos a cualquier persona que tenga un celular. Lourdes Morales Canales, de la Red por la Rendición de Cuentas, avisa que el padrón “…pondrá en riesgo la privacidad de 86.5 millones de usuarios y abre la puerta para su vigilancia y control…”. En respuesta, López Obrador ha argumentado que su finalidad es “…tener un registro… ¡para proteger al pueblo!…”.

¡Hay que tapar la boca de los reporteros!

Julio Scherer Ibarra, el consejero jurídico del presidente López Obrador, era apenas un niño cuando, en 1976, Luis Echeverría ordenó el golpe al periódico Excélsior que dirigía su padre, Julio Scherer García. El histórico suceso, calificado de artero ataque a la libertad de expresión, exhibió al desnudo el carácter autocrático del régimen priísta.


Al trasladarse de la arena estatal a la municipal, el interés de la gente por el proceso electoral cobrará un auge que ni Lorena ni Anabell le han sabido dar, pese a que su liza se inscribe en el tenso escenario político creado por el presidente López Obrador

Mientras en Tlaxcala sigue el trasvase entre alianzas de políticos decepcionados, frustrados o engañados, la atención se centra ahora en saber quiénes liderarán las planillas que irán por las alcaldías y las presidencias de comunidad. La demora en conocer sus nombres es atribuible a que el ITE tuvo que revisar la documentación que, al límite del plazo, entregaron los candidatos. El trámite resultó particularmente complicado por el cúmulo de requisitos que se les exigió en materia de diversidad étnica, inclinación sexual y género. Acabado el tiempo de las especulaciones, en la semana que hoy inicia se abre el de las campañas de los sobrevivientes a la criba practicada por el órgano electoral. Pero antes una advertencia, amigo lector: no pierda usted de vista que los procesos locales se desarrollarán en el marco de la confusa realidad nacional que hoy vive México a causa de la aceleración que el presidente López Obrador le ha querido dar a sus afanes transformadores. Juzgo pues pertinente dedicar el espacio que sigue a escudriñar ese enrarecido panorama político que, a querer o no, añadirá elementos de tensión a los comicios tlaxcaltecas.

En ruta hacia una colisión entre poderes

El presidente tiene prisa; se le nota apurado. Las presiones y urgencias a que en las últimas semanas ha sometido -sí, sí, sometido- al Legislativo, al INE, al Tribunal Electoral y a la mismísima Corte, sugieren que abriga un cierto temor de que las votaciones del 6 de junio acusen una merma significativa del apoyo popular que se le brindó en el primer trienio de su gobierno. Pareciera que tiene miedo -o por lo menos reservas- de que cobre fuerza una corriente de reprobación a su autoritaria forma de gobernar. De otro modo no se explica la perentoriedad con que gira órdenes a sus incondicionales para que aprueben sus controversiales iniciativas. Su nerviosismo le llevó a decir a los ministros de la Suprema Corte que “…serían cómplices de corrupción…” si declarasen inconstitucional el artículo transitorio por cual se extendió dos años el periodo de Arturo Zaldívar como su presidente, una disposición que subrepticiamente se introdujo en una ley secundaria. Y parecidas a esa impugnación, hay veintitrés más en el máximo tribunal del país.

Aceptación declinante

Gabriel Zaid ve, en “…en el declive de la esperanza que despertó…”, el motivo del desatado intervencionismo con que López Obrador afronta esta elección y “…la violencia con que en ella se entromete, aún al margen de la ley…”. A más de poeta y notable ensayista, el más fino observador de la vida política nacional detecta un llamativo ángulo del fenómeno que comienza a percibirse: la sociedad mexicana está dejando de lado su tradicional sumisión a la figura presidencial y ya no muestra el mismo recelo de antaño para opinar del mandatario sin complejos. Esta realidad, que en el pequeño círculo verde se comparte de manera casi unánime, permea ya incipientemente en el más extenso círculo rojo, aún a contrapelo de que los sondeos ubiquen a Morena por arriba del 39% de la votación que obtuvieron los abanderados lopezobradoristas a las diputaciones federales en el 2018. Expertos en demoscopia sospechan de la existencia de un voto oculto, y reconocen la dificultad que tienen para disociar la afinidad del votante con el presidente de la desconfianza que le generan sus frecuentemente impresentables y mal elegidos candidatos.

Del acatamiento incondicional a la crítica desinhibida

Signos hay de rebeldía donde antes había vasallaje reverencial. Una muestra: a más de apoyar al INE en su negativa a registrar como candidatos a la gubernatura de Guerrero y Michoacán a Salgado Macedonio y Raúl Morón, el Tribunal Electoral -usualmente condescendiente con el interés presidencial- respadó los criterios adoptados por el órgano electoral para que se limite la sobre-representación en la Cámara de Diputados al 8% que fija la Constitución. La decisión afectará a López Obrador tanto o más que el resultado mismo de la elección y es señal de una resistencia que comienza a tomar cuerpo contra un gobierno propuesto a acabar con las instituciones creadas para fortalecer a la democracia, alegando puerilmente que “…no tienen razón de ser…” y que provienen del “…pasado neoliberal…”.

Y ahora… ¡contra el INAI!

A la colección de epítetos de que se vale el mandatario para justificar su pretensión de desaparecer dichos órganos autónomos agregó los de “monstruo” y “ogro”, denostaciones que ahora le tocó encajar al varias veces amenazado Instituto Nacional de Transparencia, cuya función es proteger los datos personales de los ciudadanos y garantizar su acceso a la información pública. La ríspida reacción la ocasionó la acción de inconstitucionalidad presentada -otra más- versus el Padrón Nacional de Usuarios de la Telefonía Móvil, una ley que obliga a dar sus datos biométricos a cualquier persona que tenga un celular. Lourdes Morales Canales, de la Red por la Rendición de Cuentas, avisa que el padrón “…pondrá en riesgo la privacidad de 86.5 millones de usuarios y abre la puerta para su vigilancia y control…”. En respuesta, López Obrador ha argumentado que su finalidad es “…tener un registro… ¡para proteger al pueblo!…”.

¡Hay que tapar la boca de los reporteros!

Julio Scherer Ibarra, el consejero jurídico del presidente López Obrador, era apenas un niño cuando, en 1976, Luis Echeverría ordenó el golpe al periódico Excélsior que dirigía su padre, Julio Scherer García. El histórico suceso, calificado de artero ataque a la libertad de expresión, exhibió al desnudo el carácter autocrático del régimen priísta.