/ lunes 5 de octubre de 2020

Tiempos de Democracia | La Coalición Opositora, galimatías indescifrable

Ante la fuerza que en Tlaxcala conservan Morena y sus asociados, se comprende el ansia de los opositores para construir una alianza que tenga visos competitivos. La perspectiva, sin embargo, se advierte sumamente nebulosa.

Condición sine qua nom para que una convergencia electoral pueda materializarse es que los partidos dispuestos a formar parte de ella estén persuadidos de que: 1) acudiendo cada uno por separado a los comicios, no tienen opción ninguna de ganarlos y, 2) para asociarse, deberán ceder parte de su capital político a cambio de promesas de reparto de beneficios que no siempre se pueden o se quieren cumplir. Convencidos de esas dos premisas iniciales, lo que sigue es explorar conjuntamente las combinaciones numéricas posibles que eventualmente permitirían a la entente en construcción reunir los votos que en teoría requieren para presentar a la ciudadanía una propuesta competitiva. Delineadas intenciones y objetivos se abren mesas de conversación entre los aportantes mayores a la alianza a fin de convenir los alcances de un pre-acuerdo y los niveles que va a incluir, paso previo a invitar a un primer intercambio de ideas a partidos menores cuyo concurso es imprescindible para conseguir los apoyos sin los que la posibilidad de triunfo se diluiría. En Tlaxcala hace meses se habla del tema sin que hasta el momento se tenga noticia de avances ni de quiénes y cómo se integrarían al pacto. El tiempo transcurre y se van acortando los plazos de ley para inscribir la coalición ante la autoridad electoral. La tardanza en arribar a un proyecto común se entiende, habida cuenta que concretarlo entre formaciones cuya ideología es diferente precisa de intensas, extensas y complejas negociaciones que se van complicando en proporción al número de grupos a los que se convoca, llegando a su climax cuando toca discutir a qué partido corresponderá nominar al militante que la abanderará y los espacios que cada socio reclamará para sí, a cambio de sumar sus votos potenciales a los de la coalición en ciernes.

Entreveros y dificultades que parecen insuperables

A sabiendas de que la meta prioritaria de este frente -sin ser la única- es ganar la gubernatura, aparecen en sucesión los temas a convenir. Cito el más relevante: ¿A qué partido correspondería designar al abanderado de la coalición? ¿Al que actualmente detenta el cargo en disputa o al que obtuvo mayor número de votos la elección anterior? En una entidad como la nuestra en que cualquier indocumentado se erige en experto en demoscopía, las encuestas no son en absoluto fiables; si acaso informan de cuál aspirante es el que ha invertido más dinero en su manipulación, práctica que desafortunadamente ha cobrado arraigo en Tlaxcala al auspicio de la permisibilidad sin límites que les concede el instituto local de elecciones. Así pues, hacer que la trascendental decisión dependa de popularidades inducidas y no de capacidades comprobadas en tareas de gobierno o legislativas es un paso seguro hacia el engaño a la sociedad y hacia el fracaso en las urnas. Cabe desde luego que la pretendida asociación encalle en este primer paso de la nominación de su candidato y que las pláticas se tengan que dar por terminadas anticipadamente, de modo que cada partido acabe abocándose a elegir los suyos propios y a participar con ellos en la contienda. Para la opinión pública, el hecho conllevaría el interés de conocer el perfil político, el mensaje y la fuerza de cada formación, conceptos habitualmente desvirtuados por la deformante sombra de las alianzas en que se ha vuelto moda participar. Mas sigamos, amigo lector, con el supuesto de que podrían ponerse de acuerdo en ese primer tramo de la negociación y que pasen al segundo, el relativo al alcance del pacto y el de los niveles que habrá de abarcar.

Los tres niveles posibles de la convergencia

Si se quedan en el primero -gubernatura y cargos del gabinete-, en caso de ganar la elección se conformaría un gobierno de coalición de operatividad dificilísima, tanto por la cantidad de carteras que el titular del Ejecutivo tendría que entregar a sus numerosos socios como por los principios e intereses tan encontrados de las formaciones a las que pertenecen. Las experiencias que se conocen de mixturas tan enrevesadas son todas negativas. Hay empero otro camino para lograr el entendimiento, a saber: extender el acuerdo a un segundo y hasta a un tercer nivel en los que, a cambio de dar libertad al líder de la alianza para que integre su equipo de gobierno a su conveniencia, con gente de su confianza y con ideologías afines, a cambio, repito, se otorguen a los partidos coaligados candidaturas a las alcaldías y las diputaciones locales que le sean demandadas, asegurándoles además su apoyo y retirando del juego a los aspirantes de su filiación partidista que pudieran entrar en competencia con ellas. El reparto se haría en orden a la idoneidad de los nominados por los institutos vinculados al pacto en cada demarcación electoral y/o a su preminencia política. A nadie se le oculta el alto grado de dificultad que implica una negociación como esa, de suyo escabrosa y aún más compleja si se considera la falta de disciplina de las militancias y su rebeldía a las disposiciones de sus débiles liderazgos. En suma, estimado lector, un embrollo de casi imposible solución.

ANTENA NACIONAL

¿Es esta la transformación que necesita México?

De la democracia a la dictadura, pasando por la militarización del Estado y el sometimiento de sus instituciones y sus poderes a la voluntad de una sola persona. Entre tanto, el pueblo bueno, el malo y el regular, navegan a la deriva en un inmenso océano de absurdos. Tal es el camino que ha elegido el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Ante la fuerza que en Tlaxcala conservan Morena y sus asociados, se comprende el ansia de los opositores para construir una alianza que tenga visos competitivos. La perspectiva, sin embargo, se advierte sumamente nebulosa.

Condición sine qua nom para que una convergencia electoral pueda materializarse es que los partidos dispuestos a formar parte de ella estén persuadidos de que: 1) acudiendo cada uno por separado a los comicios, no tienen opción ninguna de ganarlos y, 2) para asociarse, deberán ceder parte de su capital político a cambio de promesas de reparto de beneficios que no siempre se pueden o se quieren cumplir. Convencidos de esas dos premisas iniciales, lo que sigue es explorar conjuntamente las combinaciones numéricas posibles que eventualmente permitirían a la entente en construcción reunir los votos que en teoría requieren para presentar a la ciudadanía una propuesta competitiva. Delineadas intenciones y objetivos se abren mesas de conversación entre los aportantes mayores a la alianza a fin de convenir los alcances de un pre-acuerdo y los niveles que va a incluir, paso previo a invitar a un primer intercambio de ideas a partidos menores cuyo concurso es imprescindible para conseguir los apoyos sin los que la posibilidad de triunfo se diluiría. En Tlaxcala hace meses se habla del tema sin que hasta el momento se tenga noticia de avances ni de quiénes y cómo se integrarían al pacto. El tiempo transcurre y se van acortando los plazos de ley para inscribir la coalición ante la autoridad electoral. La tardanza en arribar a un proyecto común se entiende, habida cuenta que concretarlo entre formaciones cuya ideología es diferente precisa de intensas, extensas y complejas negociaciones que se van complicando en proporción al número de grupos a los que se convoca, llegando a su climax cuando toca discutir a qué partido corresponderá nominar al militante que la abanderará y los espacios que cada socio reclamará para sí, a cambio de sumar sus votos potenciales a los de la coalición en ciernes.

Entreveros y dificultades que parecen insuperables

A sabiendas de que la meta prioritaria de este frente -sin ser la única- es ganar la gubernatura, aparecen en sucesión los temas a convenir. Cito el más relevante: ¿A qué partido correspondería designar al abanderado de la coalición? ¿Al que actualmente detenta el cargo en disputa o al que obtuvo mayor número de votos la elección anterior? En una entidad como la nuestra en que cualquier indocumentado se erige en experto en demoscopía, las encuestas no son en absoluto fiables; si acaso informan de cuál aspirante es el que ha invertido más dinero en su manipulación, práctica que desafortunadamente ha cobrado arraigo en Tlaxcala al auspicio de la permisibilidad sin límites que les concede el instituto local de elecciones. Así pues, hacer que la trascendental decisión dependa de popularidades inducidas y no de capacidades comprobadas en tareas de gobierno o legislativas es un paso seguro hacia el engaño a la sociedad y hacia el fracaso en las urnas. Cabe desde luego que la pretendida asociación encalle en este primer paso de la nominación de su candidato y que las pláticas se tengan que dar por terminadas anticipadamente, de modo que cada partido acabe abocándose a elegir los suyos propios y a participar con ellos en la contienda. Para la opinión pública, el hecho conllevaría el interés de conocer el perfil político, el mensaje y la fuerza de cada formación, conceptos habitualmente desvirtuados por la deformante sombra de las alianzas en que se ha vuelto moda participar. Mas sigamos, amigo lector, con el supuesto de que podrían ponerse de acuerdo en ese primer tramo de la negociación y que pasen al segundo, el relativo al alcance del pacto y el de los niveles que habrá de abarcar.

Los tres niveles posibles de la convergencia

Si se quedan en el primero -gubernatura y cargos del gabinete-, en caso de ganar la elección se conformaría un gobierno de coalición de operatividad dificilísima, tanto por la cantidad de carteras que el titular del Ejecutivo tendría que entregar a sus numerosos socios como por los principios e intereses tan encontrados de las formaciones a las que pertenecen. Las experiencias que se conocen de mixturas tan enrevesadas son todas negativas. Hay empero otro camino para lograr el entendimiento, a saber: extender el acuerdo a un segundo y hasta a un tercer nivel en los que, a cambio de dar libertad al líder de la alianza para que integre su equipo de gobierno a su conveniencia, con gente de su confianza y con ideologías afines, a cambio, repito, se otorguen a los partidos coaligados candidaturas a las alcaldías y las diputaciones locales que le sean demandadas, asegurándoles además su apoyo y retirando del juego a los aspirantes de su filiación partidista que pudieran entrar en competencia con ellas. El reparto se haría en orden a la idoneidad de los nominados por los institutos vinculados al pacto en cada demarcación electoral y/o a su preminencia política. A nadie se le oculta el alto grado de dificultad que implica una negociación como esa, de suyo escabrosa y aún más compleja si se considera la falta de disciplina de las militancias y su rebeldía a las disposiciones de sus débiles liderazgos. En suma, estimado lector, un embrollo de casi imposible solución.

ANTENA NACIONAL

¿Es esta la transformación que necesita México?

De la democracia a la dictadura, pasando por la militarización del Estado y el sometimiento de sus instituciones y sus poderes a la voluntad de una sola persona. Entre tanto, el pueblo bueno, el malo y el regular, navegan a la deriva en un inmenso océano de absurdos. Tal es el camino que ha elegido el presidente Andrés Manuel López Obrador.