/ lunes 22 de febrero de 2021

Tiempos de Democracia | La evolución de la política en Tlaxcala -Parte 1-

  • Jamás pensé que la apertura de los candados priístas que tanta energía social consumió en largos años de lucha pudiera derivar en una democracia de tan baja calidad como la que hoy tenemos, alejada años luz de sus más elementales principios

Jamás pensé que la apertura de los candados priístas que tanta energía social consumió en largos años de lucha pudiera derivar en una democracia de tan baja calidad como la que hoy tenemos, alejada años luz de sus más elementales principios.

Mis trabajos, amigo lector, suelen ir precedidos de una introducción que tiene como finalidad facilitar el acercamiento gradual a las cuestiones específicas que me planteo desarrollar. Al inicio las enfoco con un lente gran angular, con la idea de que proporcione una visión general del conjunto a radiografiar -periodísticamente se entiende-, como paso previo a una aproximación a mayor detalle de los elementos a los que atribuyo capacidad y fuerza para incidir en el devenir del estado. Es el caso de este artículo en el que me referiré a la evolución de la política en Tlaxcala.

De los orígenes a la actualidad

Cuarenta y cinco años hace que me vinculé a la entidad, y más de veinticinco tengo de comentar su política. Primero lo hice a través de un espacio que intitulé “Para formar Opinión” y, luego en este que llamé “Tiempos de Democracia”. Con ellos he estado presente semana a semana en el “diario de los tlaxcaltecas”. Y porque los viví en persona es que puedo dar cuenta de los esfuerzos pioneros que penetraron el blindaje antidemocrático del sistema priísta. Gracias a aquellos primeros avances a que la presión social y política obligó en la legislación electoral estatal fue que se vinieron en cascada los cambios en Tlaxcala, antecedente de lo que habría de acontecer meses después en el ámbito federal.

Gatopardismo autóctono

El multipartidismo se consolidó en la naciente democracia tlaxcalteca y se consumó la transición en el Poder Ejecutivo, la primera en el marco de la llamada normalidad democrática en el estado. Mas no todo aconteció conforme a lo que creímos los idealistas. Las opciones partidistas se multiplicaron, sí, pero para caer en la mercantilización perversa de sus nuevos membretes. Y al gobierno del estado -con la muy significativa excepción del actual- llegaron los políticos de siempre, si bien con diferentes disfraces partidistas. Vino la izquierda, luego la derecha y volvió al centro… solo para que todo siguiera igual, con los mismos vicios, paradójicamente potenciados por la propia democracia.

Simulación, chantaje y extorsión

¿De cuántos juicios de procedencia contra políticos aforados se ha hablado en los últimos veinte años y, finalmente, cuántos indiciados han acabado frente a un juez? ¡Ninguno! ¿Y cuántas cuentas públicas anómalas se filtraron a los medios y cuántos de sus autores están tras las rejas? Dos o tres de poca monta. Casos de simulación y chantaje en los que participan, no sólo los órganos que tienen competencia en ese tipo de asuntos, sino también comunicadores inclinados a practicar la extorsión. Y corto aquí porque el espacio es limitado y hay temas, no más relevantes pero sí de mayor actualidad. Voy pues, en corto y por derecho, a los prolegómenos de las elecciones del próximo 6 de junio.

Encuestas arregladas

Comenzaré con las fementidas encuestas, que igual sirven para un fregado que para un barrido. Morena, se vale de ellas para engañar a su militancia, designando candidatos a gusto de quienes mandan y a contrapelo de quienes de verdad trabajan. Un estudio demoscópico, cuando es serio y se realiza con apego a la norma, orienta a aspirantes y partidos a saber donde están ubicados y qué deben corregir para mejorar su competitividad. Mas lo frecuente es, lamentablemente, el uso de sondeos de opinión manipulados para inducir de manera tramposa un ascenso artificioso del puntaje de aceptación de quien lo compra, y un descenso inversamente proporcional del de su antagonista.

De transas y cuchareos

Por ser factores falaces de alteración de la voluntad del votante, más que un engaño pueril y hasta a veces risible, una encuesta falsa configura una actividad delictiva. Apenas la semana pasada y con sólo horas de diferencia, se difundieron dos que, por la disparidad de sus números, parecen levantadas en mundos diferentes. Midieron lo mismo y se realizaron al mismo tiempo, pero arrojaron resultados tan distintos que hacen evidente su cuchareo, para emplear el léxico del presidente. Esos datos, aderezados por voceros y corifeos de uno y otro bando, descubrieron, en el uno, un empate entre las principales competidoras, y en el otro, una insalvable distancia de 36 puntos entre ambas.

Timadores engañabobos

Esos cínicos mercaderes de la demoscopia consuman puntualmente su redituable estafa cada proceso electoral; en tanto, la autoridad en la materia, el ITE, mira a otro lado. Para impresionar indoctos, las encuestadoras se presentan ante sus clientelas con razones sociales en lengua inglesa (Massive Caller, se llama la que consigna una abrumadora ventaja a favor de una de las contendientes, o Campaings and Elections, la que tiende a igualar a las dos). Entienden que así, sus dictámenes cobran mayor apariencia de ciertos e inapelables, y se cotizan mejor. No importa que luego la realidad los desmienta; nuestros políticos necesitan de esos embustes para crear sus efímeros capitales electorales.

Ambiciones al desnudo

Es tan baja la calidad de los contendientes como reducido el interés de la ciudadanía por participar en la elección. El votante se desmotiva conforme se entera de la existencia de sondeos adulterados, tómbolas, consultas inexistentes y negociaciones en las que no se plantea el progreso de Tlaxcala, sino la parcela de poder que a cada político le toca.

  • Jamás pensé que la apertura de los candados priístas que tanta energía social consumió en largos años de lucha pudiera derivar en una democracia de tan baja calidad como la que hoy tenemos, alejada años luz de sus más elementales principios

Jamás pensé que la apertura de los candados priístas que tanta energía social consumió en largos años de lucha pudiera derivar en una democracia de tan baja calidad como la que hoy tenemos, alejada años luz de sus más elementales principios.

Mis trabajos, amigo lector, suelen ir precedidos de una introducción que tiene como finalidad facilitar el acercamiento gradual a las cuestiones específicas que me planteo desarrollar. Al inicio las enfoco con un lente gran angular, con la idea de que proporcione una visión general del conjunto a radiografiar -periodísticamente se entiende-, como paso previo a una aproximación a mayor detalle de los elementos a los que atribuyo capacidad y fuerza para incidir en el devenir del estado. Es el caso de este artículo en el que me referiré a la evolución de la política en Tlaxcala.

De los orígenes a la actualidad

Cuarenta y cinco años hace que me vinculé a la entidad, y más de veinticinco tengo de comentar su política. Primero lo hice a través de un espacio que intitulé “Para formar Opinión” y, luego en este que llamé “Tiempos de Democracia”. Con ellos he estado presente semana a semana en el “diario de los tlaxcaltecas”. Y porque los viví en persona es que puedo dar cuenta de los esfuerzos pioneros que penetraron el blindaje antidemocrático del sistema priísta. Gracias a aquellos primeros avances a que la presión social y política obligó en la legislación electoral estatal fue que se vinieron en cascada los cambios en Tlaxcala, antecedente de lo que habría de acontecer meses después en el ámbito federal.

Gatopardismo autóctono

El multipartidismo se consolidó en la naciente democracia tlaxcalteca y se consumó la transición en el Poder Ejecutivo, la primera en el marco de la llamada normalidad democrática en el estado. Mas no todo aconteció conforme a lo que creímos los idealistas. Las opciones partidistas se multiplicaron, sí, pero para caer en la mercantilización perversa de sus nuevos membretes. Y al gobierno del estado -con la muy significativa excepción del actual- llegaron los políticos de siempre, si bien con diferentes disfraces partidistas. Vino la izquierda, luego la derecha y volvió al centro… solo para que todo siguiera igual, con los mismos vicios, paradójicamente potenciados por la propia democracia.

Simulación, chantaje y extorsión

¿De cuántos juicios de procedencia contra políticos aforados se ha hablado en los últimos veinte años y, finalmente, cuántos indiciados han acabado frente a un juez? ¡Ninguno! ¿Y cuántas cuentas públicas anómalas se filtraron a los medios y cuántos de sus autores están tras las rejas? Dos o tres de poca monta. Casos de simulación y chantaje en los que participan, no sólo los órganos que tienen competencia en ese tipo de asuntos, sino también comunicadores inclinados a practicar la extorsión. Y corto aquí porque el espacio es limitado y hay temas, no más relevantes pero sí de mayor actualidad. Voy pues, en corto y por derecho, a los prolegómenos de las elecciones del próximo 6 de junio.

Encuestas arregladas

Comenzaré con las fementidas encuestas, que igual sirven para un fregado que para un barrido. Morena, se vale de ellas para engañar a su militancia, designando candidatos a gusto de quienes mandan y a contrapelo de quienes de verdad trabajan. Un estudio demoscópico, cuando es serio y se realiza con apego a la norma, orienta a aspirantes y partidos a saber donde están ubicados y qué deben corregir para mejorar su competitividad. Mas lo frecuente es, lamentablemente, el uso de sondeos de opinión manipulados para inducir de manera tramposa un ascenso artificioso del puntaje de aceptación de quien lo compra, y un descenso inversamente proporcional del de su antagonista.

De transas y cuchareos

Por ser factores falaces de alteración de la voluntad del votante, más que un engaño pueril y hasta a veces risible, una encuesta falsa configura una actividad delictiva. Apenas la semana pasada y con sólo horas de diferencia, se difundieron dos que, por la disparidad de sus números, parecen levantadas en mundos diferentes. Midieron lo mismo y se realizaron al mismo tiempo, pero arrojaron resultados tan distintos que hacen evidente su cuchareo, para emplear el léxico del presidente. Esos datos, aderezados por voceros y corifeos de uno y otro bando, descubrieron, en el uno, un empate entre las principales competidoras, y en el otro, una insalvable distancia de 36 puntos entre ambas.

Timadores engañabobos

Esos cínicos mercaderes de la demoscopia consuman puntualmente su redituable estafa cada proceso electoral; en tanto, la autoridad en la materia, el ITE, mira a otro lado. Para impresionar indoctos, las encuestadoras se presentan ante sus clientelas con razones sociales en lengua inglesa (Massive Caller, se llama la que consigna una abrumadora ventaja a favor de una de las contendientes, o Campaings and Elections, la que tiende a igualar a las dos). Entienden que así, sus dictámenes cobran mayor apariencia de ciertos e inapelables, y se cotizan mejor. No importa que luego la realidad los desmienta; nuestros políticos necesitan de esos embustes para crear sus efímeros capitales electorales.

Ambiciones al desnudo

Es tan baja la calidad de los contendientes como reducido el interés de la ciudadanía por participar en la elección. El votante se desmotiva conforme se entera de la existencia de sondeos adulterados, tómbolas, consultas inexistentes y negociaciones en las que no se plantea el progreso de Tlaxcala, sino la parcela de poder que a cada político le toca.