Elección tras elección se hace más notoria la baja calidad de nuestra democracia. En la actualidad, la lucha por el poder se convirtió en un torneo en que los ideólogos de ayer cedieron el lugar a los políticos de hoy, vacíos de ideas y principios
Sobre el tema de las candidaturas a diputados -estatales y federales- y presidentes municipales, en lo primero que el observador repara es en los intrincados y oscuros mecanismos de que se valen partidos y coaliciones para, mas que elegir, señalar a los agraciados. Ni en esos casos ni en la nominación a las aspirantes a la gubernatura, hubo una sola formación que se decantara por realizar consultas públicas para definir los nombres de quienes los representarán en la elección constitucional del primer domingo del próximo junio, haciendo evidente su renuencia a valerse de cualquiera de los métodos democráticos conocidos. No disimula la clase política el miedo-pánico que le produce dejar a la libre voluntad de sus militancias la determinación de cómo y con quién deben acudir a las contiendas electorales.
Militancias burladas
Con el propósito, sino de evitar sí por lo menos de atenuar las potenciales reacciones de inconformidad de las bases partidistas ante los dedazos y las decisiones verticales de sus líderes, las dirigencias han optado por: 1) revestir de estricta secrecía las negociaciones para designar a los elegidos y, 2) demorar la revelación de sus nombres tanto como lo permiten los plazos legales establecidos para su registro ante la autoridad electoral. Aminoran, o por lo menos eso piensan, la posibilidad de deserciones y transfuguismos. Y en un derroche de imaginación inventaron, como alternativa a una verdadera consulta democrática, las encuestas fantasmas y -aún más ingeniosas -las tómbolas amañadas con las que se pretende hacer creer al desafortunado que fue culpa de la suerte el no haber sido nominado.
Del engaño a la frustración
No obstante las estrategias desplegadas por las dos coaliciones para eludir el riesgo de cismas, el trasiego de militantes se intensifica conforme se van perfilando los listados de las distintas candidaturas. Pese a la sigilosa cautela que priva al interior de los partidos, el que siente traicionadas sus pretensiones abandona colores, olvida principios y migra al frente opositor en pos de cobijo. Fracasadas sus aspiraciones, el apóstata toma el camino de mercantilizar el voto de sus seguidores -reales o supuestos- y se convierte en vil mercenario. Son prácticas que, de tan habituales, ya a nadie escandalizan; el desfile de conversos es parte de los usos y costumbres de nuestra política tlaxcalteca.
Orígenes de la perversión
Cabe preguntarse el porqué del penoso fenómeno. Si bien es cierto que sus causas son multifactoriales, en el amplio espectro de hechos que lo pueden explicar hay uno que destaca: el mal uso que hacen los partidos de las prerrogativas que les entrega el Estado, uno de cuyos objetivos es instruir a sus adherentes para vivir en democracia. Y es que a las militancias no se las prepara política ni ideológicamente; se las adiestra, eso sí, para conseguir votos a cambio de baratijas y engaños. A ese esquema pedagógico que no genera lealtad al partido ni contribuye a formar ciudadanía, eufemísticamente le llaman “entrenamiento de cuadros”, y a él se debe la proliferación de escuadrones de mapaches que en cada elección van de puerta en puerta ofreciendo sus servicios al mejor postor.
Ni a quien irle…
Es tal la mixtura de identidades políticas en las candidaturas de las dos coaliciones que bien podrían intercambiarse sin que el votante notara demasiada diferencia. En ellas, indistintamente pueden encontrarse nombres conocidos de ex panistas, ex perredistas, ex priístas, ex aliancistas y hasta de ex morenistas que, en danza grotesca, van y vienen de una a otra formación movidos, no por convicciones e ideales sino por simples y vulgares conveniencias personales. Ante ese mareante vendaval de mutaciones partidistas, es natural que cualquier ciudadano medianamente congruente se sienta incómodo teniendo que dar su apoyo y su voto a quienes hasta hace pocos ayeres fueron sus adversarios.
Revueltas en puerta
Si las postulaciones a la gubernatura y a las diputaciones locales de mayoría relativa y de representación proporcional provocaron rupturas y divisiones en las alianzas, es fácil imaginar las que causarán las diputaciones federales y, sobre todo, las alcaldías, por ser estas las que atañen directamente a la ciudadanía y a los liderazgos de las comunidades. Estamos por ver protestas que podrían dar al traste con cálculos hechos para satisfacer caprichos, sin medir bien las consecuencias que van a tener en las urnas. Y es que las listas, estimado lector, abundan en parientes, hermanos, cuñados, hijos, esposas, etc. Por si algo faltara, la reelección recién estatuida de diputados y alcaldes hará todavía más desigual la contienda. Las facturas de la insatisfacción, no lo dude usted, se presentarán el día de la elección.
ANTENA NACIONAL
Mis líneas rojas
Soy opuesto al uso de símbolos patrios o religiosos en la política, como desde su creación lo hizo el PRI de forma descarada con la bandera nacional en su logotipo, o como desde su nacimiento lo hace Morena subliminalmente en su denominación con la imagen religiosa más venerada por los mexicanos. Y siempre me pareció, y me sigue pareciendo, que el número de diputados de representación proporcional debe exactamente corresponder al de los votos emitidos por los ciudadanos. La figura de la cláusula de gobernabilidad era y es absolutamente antidemocrática.