/ lunes 17 de enero de 2022

Tiempos de Democracia | Los diferentes tiempos de la gestión lorenista

Innumerables y nada fáciles de sortear van a ser los vericuetos y entreveros del camino por el que habrá de transitar la mandataria tlaxcalteca. Su destreza y habilidad política serán sometidas a prueba constante a largo de su sexenio

De entrada, la gobernadora tiene por delante dos años muy complicados. Deberá desenvolverse en un circo político de varias pistas en las que en ninguna vale tropezarse. Faltando tanto tiempo para la definición de la candidatura presidencial y siendo aún tan largo el camino por recorrer, su mejor estrategia es mantener in pectore su predilección por cualquiera de los precandidatos nominados. Al igual que sus homólogos de Morena en los estados, sabe que el cargo se lo debe a López Obrador y que, por encima de preferencias de índole personal, su fidelidad y obediencia deben estar con el tabasqueño. Ya vendrán nuevas experiencias en su segundo trienio… si es que el presidente hace finalmente efectiva su promesa de retirarse de la política tan pronto concluya el periodo para el que fue electo.

Del cambio por venir en el mando de la Nación

La homologación de los comicios en distintos estados de la República decretada hace algo más de un lustro determinó que quien se desempeñe en Tlaxcala como titular del Ejecutivo Estatal coincidirá, en la primera mitad de su mandato, con la segunda y última del Presidente de la República. Así, la ahora mandataria Lorena Cuéllar habrá de tratar los asuntos de la entidad a su cargo con dos distintas administraciones federales que pueden, o no, haber emanado de partidos con visiones del país distintas y hasta incluso opuestas. Este hecho dividirá en dos partes perfectamente diferenciadas su quehacer político lo que le confiere un interés ciertamente especial en este México ultrapolarizado de nuestros días. Veamos el porqué de esta afirmación y las variaciones que, a querer o no, condicionarán su ejercicio.

Complicaciones inherentes a una sucesión adelantada

La primera de esas variaciones que tendrá que considerar cuidadosamente Lorena Cuéllar es la decisión de López Obrador de adelantar su proceso sucesorio. Sea una ocurrencia o una estrategia, el caso es que ha inducido en el morenismo escarceos futuristas que, aunque aún no se externan abierta y públicamente, dejan entrever la formación de grupos de activistas en torno a los aspirantes más mencionados. Ese fenómeno anticipatorio es inevitable preludio de escisiones en un partido que no es el mejor ejemplo de unidad y disciplina. En el pasado, el calendario político señalaba que las etapas previas al destape del candidato presidencial no debían ocurrir antes del segundo semestre del quinto año del sexenio; empero, en el México de la Cuarta Transformación aparecieron apenas mediado el tercer año. Mas nadie se llame a sorpresa; ya habían avisado que, tras el cambio, “…las cosas no serían como antes…”.

Especulaciones y conjeturas

En ese contexto sucesorio cobran significado hasta los más mínimos movimientos de los principales actores políticos, incluidos, claro está, los de la gobernadora tlaxcalteca. Una fotografía junto a Claudia Sheimbaun o a Marcelo Ebrard -a Monreal lo veo con un pie en otro partido, y a Adán Augusto no lo imagino presidente- será vista como un gesto de simpatía al que dará la bienvenida uno de los bandos… pero será mal valorada por el otro. Interpretar erróneamente las señales presidenciales puede traer pésimas consecuencias para quien no las entienda. Acertar o equivocarse en el nombre del aspirante elegido es juego peligroso que puede determinar el fin de la carrera política de quien no está versado en el arte de la simulación y el abrazo engañoso. Prácticas que creímos superadas y que vuelven, corregidas y aumentadas, con el lopezobradorismo. Y es que la coartada de las falsas encuestas internas ya no engañan a nadie.

De adivinanzas y acertijos

Si Lorena acierta al ganador de la encuesta interna previa a la elección y Morena retiene la Presidencia, el actual status no sufrirá mayor alteración. Habrá, eso sí, un proceso de adaptación al estilo personal del o la morenista que suceda a López Obrador. Si es Claudia, la ruta no variará, ni en la forma ni en el fondo, y si es Marcelo, se seguirá un esquema social parecido, se matizará el político y se cambiará paulatinamente el económico. En suma, la gobernadora de Tlaxcala libraría sin problemas el tránsito de un trienio al otro. Cosa distinta ocurriría si la entente opositora PAN-PRI-PRD lograra mantenerse unida y lanzara un candidato competitivo que conciliara sus disímiles ideologías. Esta expectativa se juzga improbable pero, caso que prosperase y cumpliese su propósito de ganar la elección presidencial, el futuro de Lorena Cuéllar se complicaría en grado sumo. Baste recordar que en su trayecto a la gubernatura desertó, primero del PRI y luego del PRD, dejando a su paso una cauda de resentidos ansiosos de cobrarle la afrenta.

De la problemática económica y social inmediata

Tlaxcala, al igual que las entidades del centro y el norte de México, va a quedar al margen de los grandes proyectos del presidente López Obrador que, por lo que llevamos visto, absorberán la mayoría de los recursos disponibles. Así las cosas, el panorama local en el corto plazo en materia de desarrollo y generación de empleos no es halagueño, máxime si persiste el veto del gobierno federal a las inversiones en plantas de generación eléctrica provenientes de fuentes limpias que llevaban un buen ritmo de crecimiento en nuestro estado. Queda la alternativa de contratar deuda como vía para dinamizar una economía que tarda en recuperar el excelente paso que llegó a tener antes de que nos castigase la pandemia. El crédito, si se plantea con medida y sin pretensiones abusivas, puede representar una salida adecuada a las actuales circunstancias que, en lo inmediato, lucen extremadamente complicadas para todos.

Innumerables y nada fáciles de sortear van a ser los vericuetos y entreveros del camino por el que habrá de transitar la mandataria tlaxcalteca. Su destreza y habilidad política serán sometidas a prueba constante a largo de su sexenio

De entrada, la gobernadora tiene por delante dos años muy complicados. Deberá desenvolverse en un circo político de varias pistas en las que en ninguna vale tropezarse. Faltando tanto tiempo para la definición de la candidatura presidencial y siendo aún tan largo el camino por recorrer, su mejor estrategia es mantener in pectore su predilección por cualquiera de los precandidatos nominados. Al igual que sus homólogos de Morena en los estados, sabe que el cargo se lo debe a López Obrador y que, por encima de preferencias de índole personal, su fidelidad y obediencia deben estar con el tabasqueño. Ya vendrán nuevas experiencias en su segundo trienio… si es que el presidente hace finalmente efectiva su promesa de retirarse de la política tan pronto concluya el periodo para el que fue electo.

Del cambio por venir en el mando de la Nación

La homologación de los comicios en distintos estados de la República decretada hace algo más de un lustro determinó que quien se desempeñe en Tlaxcala como titular del Ejecutivo Estatal coincidirá, en la primera mitad de su mandato, con la segunda y última del Presidente de la República. Así, la ahora mandataria Lorena Cuéllar habrá de tratar los asuntos de la entidad a su cargo con dos distintas administraciones federales que pueden, o no, haber emanado de partidos con visiones del país distintas y hasta incluso opuestas. Este hecho dividirá en dos partes perfectamente diferenciadas su quehacer político lo que le confiere un interés ciertamente especial en este México ultrapolarizado de nuestros días. Veamos el porqué de esta afirmación y las variaciones que, a querer o no, condicionarán su ejercicio.

Complicaciones inherentes a una sucesión adelantada

La primera de esas variaciones que tendrá que considerar cuidadosamente Lorena Cuéllar es la decisión de López Obrador de adelantar su proceso sucesorio. Sea una ocurrencia o una estrategia, el caso es que ha inducido en el morenismo escarceos futuristas que, aunque aún no se externan abierta y públicamente, dejan entrever la formación de grupos de activistas en torno a los aspirantes más mencionados. Ese fenómeno anticipatorio es inevitable preludio de escisiones en un partido que no es el mejor ejemplo de unidad y disciplina. En el pasado, el calendario político señalaba que las etapas previas al destape del candidato presidencial no debían ocurrir antes del segundo semestre del quinto año del sexenio; empero, en el México de la Cuarta Transformación aparecieron apenas mediado el tercer año. Mas nadie se llame a sorpresa; ya habían avisado que, tras el cambio, “…las cosas no serían como antes…”.

Especulaciones y conjeturas

En ese contexto sucesorio cobran significado hasta los más mínimos movimientos de los principales actores políticos, incluidos, claro está, los de la gobernadora tlaxcalteca. Una fotografía junto a Claudia Sheimbaun o a Marcelo Ebrard -a Monreal lo veo con un pie en otro partido, y a Adán Augusto no lo imagino presidente- será vista como un gesto de simpatía al que dará la bienvenida uno de los bandos… pero será mal valorada por el otro. Interpretar erróneamente las señales presidenciales puede traer pésimas consecuencias para quien no las entienda. Acertar o equivocarse en el nombre del aspirante elegido es juego peligroso que puede determinar el fin de la carrera política de quien no está versado en el arte de la simulación y el abrazo engañoso. Prácticas que creímos superadas y que vuelven, corregidas y aumentadas, con el lopezobradorismo. Y es que la coartada de las falsas encuestas internas ya no engañan a nadie.

De adivinanzas y acertijos

Si Lorena acierta al ganador de la encuesta interna previa a la elección y Morena retiene la Presidencia, el actual status no sufrirá mayor alteración. Habrá, eso sí, un proceso de adaptación al estilo personal del o la morenista que suceda a López Obrador. Si es Claudia, la ruta no variará, ni en la forma ni en el fondo, y si es Marcelo, se seguirá un esquema social parecido, se matizará el político y se cambiará paulatinamente el económico. En suma, la gobernadora de Tlaxcala libraría sin problemas el tránsito de un trienio al otro. Cosa distinta ocurriría si la entente opositora PAN-PRI-PRD lograra mantenerse unida y lanzara un candidato competitivo que conciliara sus disímiles ideologías. Esta expectativa se juzga improbable pero, caso que prosperase y cumpliese su propósito de ganar la elección presidencial, el futuro de Lorena Cuéllar se complicaría en grado sumo. Baste recordar que en su trayecto a la gubernatura desertó, primero del PRI y luego del PRD, dejando a su paso una cauda de resentidos ansiosos de cobrarle la afrenta.

De la problemática económica y social inmediata

Tlaxcala, al igual que las entidades del centro y el norte de México, va a quedar al margen de los grandes proyectos del presidente López Obrador que, por lo que llevamos visto, absorberán la mayoría de los recursos disponibles. Así las cosas, el panorama local en el corto plazo en materia de desarrollo y generación de empleos no es halagueño, máxime si persiste el veto del gobierno federal a las inversiones en plantas de generación eléctrica provenientes de fuentes limpias que llevaban un buen ritmo de crecimiento en nuestro estado. Queda la alternativa de contratar deuda como vía para dinamizar una economía que tarda en recuperar el excelente paso que llegó a tener antes de que nos castigase la pandemia. El crédito, si se plantea con medida y sin pretensiones abusivas, puede representar una salida adecuada a las actuales circunstancias que, en lo inmediato, lucen extremadamente complicadas para todos.