/ lunes 26 de agosto de 2019

Tiempos de Democracia | Microbiografías comparadas de Presidentes de México

Séptima Parte

Llegamos al final de esta serie de artículos nacida de una provocación. Evocar vida y obra de doce presidentes que precedieron a Andrés Manuel López Obrador tiene la pretensión de comparar logros y fracasos del pasado con las audaces y ciertamente novedosas premisas de la Cuarta Transformación. En esta séptima y última parte toca abordar la ejecutoria de Enrique Peña Nieto, su más inmediato antecesor.

Hace sólo nueve meses que Peña Nieto entregó el poder a López Obrador. No se requiere pues, ni de una gran erudición histórica ni de una memoria excepcional para traer a cuenta los sucedidos trascendentes de los años recientes. Estamos ya en tiempo presente y, por tanto, se aludirá a hechos y personajes de la actualidad y se analizarán dos puntos de quiebre de importancia capital: 1) la salida del mexiquense de Los Pinos -apabullado por un torrente de votos de repudio-, lo que supuso el cierre de la etapa más oprobiosa y corrupta del PRI a su paso por la Presidencia de la República y, probablemente, la última de su larga historia y, 2) la entrada del tabasqueño en Palacio Nacional, lo que puede significar -si se materializa como la plantea su líder- el inicio de una profunda transformación social de la Nación. Vamos al punto.


XII- Enrique Peña Nieto

Tras dos sexenios sin tutor que los guiara, los priístas hubieron de inventar una vía distinta para recobrar el poder. Precisaban una imagen renovada que, sin pasar por el cardenalato de una secretaría de estado, creciera desde una plataforma diferente. Al tricolor aún le quedaban las gubernaturas y, de entre ellas, la más significativa electoral y económicamente era la del Edomex donde además, desde tiempos de Isidro Fabela, existía una clase política cohesionada. Peña Nieto, el joven gobernador de la entidad mexiquense, tomó la iniciativa, enamoró al empresariado -en particular a Televisa, que tomó a su cargo la candidatura y su campaña-, contactó con sus homólogos de los estados y, para atarlos políticamente, los apoyó con su presencia y con dinero. Así, para cuando el PRI lanzó la convocatoria para definir su abanderado para el 2012, sólo había un nombre: el del joven y fotogénico gobernador EPN, recién casado con una bella y popular actriz de la televisión.

De compromisos y acuerdos obscuros

Desde las entidades priístas, y desde las alforjas de los hombres del dinero, fluyeron a raudales recursos en respaldo a Peña Nieto, lo que explica: a) los latrocinios que en perjuicio de los erarios estatales perpetrarían los gobernadores tricolores y, b) las exenciones fiscales de que disfrutarían los empresarios a lo largo del sexenio. En Los Pinos, entre tanto, el presidente Calderón veía como Josefina Vázquez Mota, la candidata de su partido, se rezagaba respecto de López Obrador y Peña Nieto. Ante esa evidencia, abandonó a Vázquez Mota y pactó con Peña Nieto. Con esa maniobra, Calderón mató tres pájaros de un tiro: 1) que AMLO, su enemigo jurado, no ganara la presidencia; 2) que Televisa lo tratara con suavidad y, 3) que ni él ni sus colaboradores, fuesen objeto de molestos escrutinios. Así, con el terreno allanado y sin obstáculos, EPN ganó con holgura la elección, si bien lo hizo con un margen mucho menor al pronosticado por las encuestas.

Inicio deslumbrante

El Pacto por México -lo dije en su tiempo y mantengo mi dicho- fue un logro político de alto nivel. La firma de los tres principales partidos de México eliminó los impedimentos legales que trababan el desarrollo del país en materia energética, educativa, fiscal, financiera y laboral. Otra cosa fue que, con torpe anticipación, el priísmo festinara los beneficios de los acuerdos antes de que se pudieran concretar. Mas la realidad aceptada era que Peña Nieto había arrancado su gestión con los mejores auspicios y que el mundo todo hablaba en términos elogiosos del “Mexican Moment” propiciado por el emprendedor presidente. Y al encarcelar a Elba Esther Gordillo, la líder sindical del magisterio nacional, la opinión pública se volcó en elogios para al mexiquense. Empero, había que saber implementar las reformas que derivaron del pacto, sin que por supuesto se descuidara el buen humor social con que la sociedad había visto el inicio de su administración. Y ahí fue dónde…



Metástasis de la corrupción

…dónde comenzó a desfigurarse la entelequia del nuevo PRI. Las sospechas de falta de probidad generalizada en los manejos del dinero público se acercaba cada vez más al primer círculo del presidente, al tiempo que aumentaban las evidencias de desfalcos de magnitud hasta entonces desconocida en la hacienda de las entidades federativas. Nadie reclamaba a nadie en razón de que todos estaban, de una manera u otra, involucrados en el contubernio. El apoyo a la campaña presidencial de Peña Nieto con fondos sustraídos al erario de sus estados dio a los gobernadores una tácita patente de corso, y la seguridad de que ninguna institución del Ejecutivo Federal hurgaría en sus finanzas personales. A sólo dos años de su toma de posesión, Peña Nieto quedó atrapado en el escándalo de la Casa Blanca, la suntuosa mansión de 80 millones de pesos dada en propiedad a la esposa del presidente por un beneficiario de contratos multimillonarios gubernamentales.

Ayotzinapa

Días antes de que un grupo de periodistas al mando de Carmen Aristegui revelará el caso Casa Blanca, ocurrió en Iguala una tragedia de dimensión difícil de concebir: ante la pasividad inexplicable de soldados de la Zona Militar de Iguala, policías de ese municipio y estatales de Guerrero persiguieron y aprehendieron a 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa para entregarlos a capos regionales encargados de traficar heroína con destino a Estados Unidos. Peña Nieto manifestó en principio que el asunto no era de competencia federal y derivó la responsabilidad de investigarlo a las autoridades locales, dejando transcurrir un tiempo precioso. Cuando por fin se decidió a intervenir, el drama ya había incendiado las primeras planas de la prensa internacional. Lo que siguió fue una parodia de averiguación que concluyó en una “verdad histórica” que establecía como cierta la inverosímil incineración de los estudiantes desaparecidos en un basurero de Cocula.

Trump en Los Pinos… y “el gasolinazo”

En los siguientes años 2015 y 2016, Peña Nieto era ya un mandatario venido a menos, tendencia que se agravó con la invitación al candidato republicano Donald Trump a Los Pinos, torpeza diplomática que ofendió la sensibilidad de los mexicanos. Para ese entonces, parámetros como la honestidad del presidente y la capacidad política venían -medición tras medición- constantemente a la baja. Le faltaba, sin embargo, tocar fondo, al que llegó el primer día de 2017 con el “gasolinazo”, anunciado al pueblo mientras Peña Nieto vacacionaba. La medida provocó reacciones violentas en toda la República, sucediéndose los saqueos, los bloqueos de carreteras y los cierres de miles de comercios. Al revés de la pregonada promesa presidencial de que bajaría el precio de la gasolina, en su administración había subido ¡un 48%!

De la sucesión y la derrota

Cierto de su descrédito y el de aquel nuevo PRI que dizque “sí sabía cómo hacer las cosas”-, Peña Nieto operó para postular a un personaje ajeno al partido. Nunca se sabrá si cuando destapó a Meade ya intuía la derrota; si no, los primeros sondeos habrían de convencerlo de que, por su seguridad y la de sus afines, debía tomar otro camino. Enfrentado con el candidato panista Ricardo Anaya, sólo le quedó explorar un entendimiento con López Obrador lo que, a juzgar por la posterior y aterciopelada transición del mando y la amable complacencia con los desmanes del peñanietismo, el tal acuerdo sí se concretó. De lo que no hay duda es que Peña Nieto fue el presidente del PRI con el que se cerró un ciclo de la historia política del país que, como ha quedado reseñado, conoció los más variados y contrastantes estilos de gobernar.

A sólo dos años de su toma de posesión, Peña Nieto quedó atrapado en el escándalo de la Casa Blanca, la suntuosa mansión de 80 millones de pesos dada en propiedad a la esposa del presidente por un beneficiario de contratos multimillonarios gubernamentales.

Séptima Parte

Llegamos al final de esta serie de artículos nacida de una provocación. Evocar vida y obra de doce presidentes que precedieron a Andrés Manuel López Obrador tiene la pretensión de comparar logros y fracasos del pasado con las audaces y ciertamente novedosas premisas de la Cuarta Transformación. En esta séptima y última parte toca abordar la ejecutoria de Enrique Peña Nieto, su más inmediato antecesor.

Hace sólo nueve meses que Peña Nieto entregó el poder a López Obrador. No se requiere pues, ni de una gran erudición histórica ni de una memoria excepcional para traer a cuenta los sucedidos trascendentes de los años recientes. Estamos ya en tiempo presente y, por tanto, se aludirá a hechos y personajes de la actualidad y se analizarán dos puntos de quiebre de importancia capital: 1) la salida del mexiquense de Los Pinos -apabullado por un torrente de votos de repudio-, lo que supuso el cierre de la etapa más oprobiosa y corrupta del PRI a su paso por la Presidencia de la República y, probablemente, la última de su larga historia y, 2) la entrada del tabasqueño en Palacio Nacional, lo que puede significar -si se materializa como la plantea su líder- el inicio de una profunda transformación social de la Nación. Vamos al punto.


XII- Enrique Peña Nieto

Tras dos sexenios sin tutor que los guiara, los priístas hubieron de inventar una vía distinta para recobrar el poder. Precisaban una imagen renovada que, sin pasar por el cardenalato de una secretaría de estado, creciera desde una plataforma diferente. Al tricolor aún le quedaban las gubernaturas y, de entre ellas, la más significativa electoral y económicamente era la del Edomex donde además, desde tiempos de Isidro Fabela, existía una clase política cohesionada. Peña Nieto, el joven gobernador de la entidad mexiquense, tomó la iniciativa, enamoró al empresariado -en particular a Televisa, que tomó a su cargo la candidatura y su campaña-, contactó con sus homólogos de los estados y, para atarlos políticamente, los apoyó con su presencia y con dinero. Así, para cuando el PRI lanzó la convocatoria para definir su abanderado para el 2012, sólo había un nombre: el del joven y fotogénico gobernador EPN, recién casado con una bella y popular actriz de la televisión.

De compromisos y acuerdos obscuros

Desde las entidades priístas, y desde las alforjas de los hombres del dinero, fluyeron a raudales recursos en respaldo a Peña Nieto, lo que explica: a) los latrocinios que en perjuicio de los erarios estatales perpetrarían los gobernadores tricolores y, b) las exenciones fiscales de que disfrutarían los empresarios a lo largo del sexenio. En Los Pinos, entre tanto, el presidente Calderón veía como Josefina Vázquez Mota, la candidata de su partido, se rezagaba respecto de López Obrador y Peña Nieto. Ante esa evidencia, abandonó a Vázquez Mota y pactó con Peña Nieto. Con esa maniobra, Calderón mató tres pájaros de un tiro: 1) que AMLO, su enemigo jurado, no ganara la presidencia; 2) que Televisa lo tratara con suavidad y, 3) que ni él ni sus colaboradores, fuesen objeto de molestos escrutinios. Así, con el terreno allanado y sin obstáculos, EPN ganó con holgura la elección, si bien lo hizo con un margen mucho menor al pronosticado por las encuestas.

Inicio deslumbrante

El Pacto por México -lo dije en su tiempo y mantengo mi dicho- fue un logro político de alto nivel. La firma de los tres principales partidos de México eliminó los impedimentos legales que trababan el desarrollo del país en materia energética, educativa, fiscal, financiera y laboral. Otra cosa fue que, con torpe anticipación, el priísmo festinara los beneficios de los acuerdos antes de que se pudieran concretar. Mas la realidad aceptada era que Peña Nieto había arrancado su gestión con los mejores auspicios y que el mundo todo hablaba en términos elogiosos del “Mexican Moment” propiciado por el emprendedor presidente. Y al encarcelar a Elba Esther Gordillo, la líder sindical del magisterio nacional, la opinión pública se volcó en elogios para al mexiquense. Empero, había que saber implementar las reformas que derivaron del pacto, sin que por supuesto se descuidara el buen humor social con que la sociedad había visto el inicio de su administración. Y ahí fue dónde…



Metástasis de la corrupción

…dónde comenzó a desfigurarse la entelequia del nuevo PRI. Las sospechas de falta de probidad generalizada en los manejos del dinero público se acercaba cada vez más al primer círculo del presidente, al tiempo que aumentaban las evidencias de desfalcos de magnitud hasta entonces desconocida en la hacienda de las entidades federativas. Nadie reclamaba a nadie en razón de que todos estaban, de una manera u otra, involucrados en el contubernio. El apoyo a la campaña presidencial de Peña Nieto con fondos sustraídos al erario de sus estados dio a los gobernadores una tácita patente de corso, y la seguridad de que ninguna institución del Ejecutivo Federal hurgaría en sus finanzas personales. A sólo dos años de su toma de posesión, Peña Nieto quedó atrapado en el escándalo de la Casa Blanca, la suntuosa mansión de 80 millones de pesos dada en propiedad a la esposa del presidente por un beneficiario de contratos multimillonarios gubernamentales.

Ayotzinapa

Días antes de que un grupo de periodistas al mando de Carmen Aristegui revelará el caso Casa Blanca, ocurrió en Iguala una tragedia de dimensión difícil de concebir: ante la pasividad inexplicable de soldados de la Zona Militar de Iguala, policías de ese municipio y estatales de Guerrero persiguieron y aprehendieron a 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa para entregarlos a capos regionales encargados de traficar heroína con destino a Estados Unidos. Peña Nieto manifestó en principio que el asunto no era de competencia federal y derivó la responsabilidad de investigarlo a las autoridades locales, dejando transcurrir un tiempo precioso. Cuando por fin se decidió a intervenir, el drama ya había incendiado las primeras planas de la prensa internacional. Lo que siguió fue una parodia de averiguación que concluyó en una “verdad histórica” que establecía como cierta la inverosímil incineración de los estudiantes desaparecidos en un basurero de Cocula.

Trump en Los Pinos… y “el gasolinazo”

En los siguientes años 2015 y 2016, Peña Nieto era ya un mandatario venido a menos, tendencia que se agravó con la invitación al candidato republicano Donald Trump a Los Pinos, torpeza diplomática que ofendió la sensibilidad de los mexicanos. Para ese entonces, parámetros como la honestidad del presidente y la capacidad política venían -medición tras medición- constantemente a la baja. Le faltaba, sin embargo, tocar fondo, al que llegó el primer día de 2017 con el “gasolinazo”, anunciado al pueblo mientras Peña Nieto vacacionaba. La medida provocó reacciones violentas en toda la República, sucediéndose los saqueos, los bloqueos de carreteras y los cierres de miles de comercios. Al revés de la pregonada promesa presidencial de que bajaría el precio de la gasolina, en su administración había subido ¡un 48%!

De la sucesión y la derrota

Cierto de su descrédito y el de aquel nuevo PRI que dizque “sí sabía cómo hacer las cosas”-, Peña Nieto operó para postular a un personaje ajeno al partido. Nunca se sabrá si cuando destapó a Meade ya intuía la derrota; si no, los primeros sondeos habrían de convencerlo de que, por su seguridad y la de sus afines, debía tomar otro camino. Enfrentado con el candidato panista Ricardo Anaya, sólo le quedó explorar un entendimiento con López Obrador lo que, a juzgar por la posterior y aterciopelada transición del mando y la amable complacencia con los desmanes del peñanietismo, el tal acuerdo sí se concretó. De lo que no hay duda es que Peña Nieto fue el presidente del PRI con el que se cerró un ciclo de la historia política del país que, como ha quedado reseñado, conoció los más variados y contrastantes estilos de gobernar.

A sólo dos años de su toma de posesión, Peña Nieto quedó atrapado en el escándalo de la Casa Blanca, la suntuosa mansión de 80 millones de pesos dada en propiedad a la esposa del presidente por un beneficiario de contratos multimillonarios gubernamentales.