/ lunes 10 de febrero de 2020

Tiempos de Democracia | Perspectivas electorales

-3-

  • Si PRI, PRD y PAN convienen en construir un frente común contra el lopezobradorismo, tendrán que poner manos a la obra de inmediato. De suyo complejo, el tema exige habilidad política para concretarlo y más todavía para designar a quien lo abandere

El lunes pasado expuse los motivos por los que la votación en el 2021 de Morena en Tlaxcala sufrirá una importante baja respecto de la obtenida en la victoriosa jornada del 1º de junio de 2018. Esa reducción ocurrirá con independencia de a quién registre como candidato a la gubernatura del estado y a quienes como aspirantes a los demás cargos de elección que estarán en juego. La merma será, insisto, de consideración, pero es difícil que llegue a tener la magnitud que se requeriría para poner en riesgo un triunfo que en principio le asegura: 1) la inercia del apoyo popular que aún concita el movimiento lopezobradorista en amplios sectores de la población y, 2) la desorganización que priva en unos liderazgos opositores apagados, sin nervio ni coraje para construir un frente que ofrezca a la ciudadanía una opción competitiva. Trazado pues el marco general bajo el que se escenificará la contienda, doy comienzo al análisis de esa hasta ahora solamente utópica alianza antipejista a la que me referí en un artículo publicado hace dos meses escasos y del que resulta pertinente repetir -palabras más, palabras menos- algunos de sus conceptos esenciales.

Acuerdo complicado

  • La posibilidad aritmética existe; otra cosa es que los unionistas -por llamarles de alguna forma- tengan la capacidad negociadora que se precisa para materializar, con partidos concurrentes tan diversos, una coalición wsuficientemente extensa y coherente como para hacerla creíble.

Mas el caso es que, aunque es dificil compatibilizar tantas visiones de la política, no están desencaminados quienes piensan que esa sumatoria de voluntades podría ser la alternativa tlaxcalteca al amloísmo. El plan, viable en el papel, se tornará irrealizable si no se atina a conciliar las aspiraciones de quienes se sienten con merecimientos para encabezarlo. En ausencia de una figura preponderante que al influjo de su empatía congregue a todos a su alrededor, esa piña de intereses electorales sólo funcionará sí los dispuestos a integrarla ponen sobre la mesa su renuncia a liderarla. Quizá no lo hayan visualizado, pero la salida a ese aparente callejón de salida no es otra que la de unas elecciones primarias a las que los propios partidos coaligados convocaran con tres propósitos definidos: 1) visibilizar ante la sociedad los objetivos del frente; 2) dar credibilidad a su proceso electivo y, 3) promocionar al triunfador de la consulta. De esa manera se solventaría el principal -aunque no el único- obstáculo para que tuviera alguna perspectiva de éxito ese incipìente proyecto de “Todos unidos contra Morena”.

El terceto de aspirantes priístas

Ineludible ya citar nombres. En el PRI se mencionan a dos aspirantes que lo fueron también hace tres años: el líder estatal del partido Noé Rodríguez y la alcaldesa de la capital Anabell Ávalos. Los dos fueron víctimas de la inquina del intolerante Mariano González Zarur que se obstinó cuando gobernador en obstaculizar sus respectivas carreras, pese a que al inicio de su gestión los incluyó en su equipo en cargos relevantes. Para fortuna de ambos, y no obstante haber competido con el actual mandatario por la nominación priísta, tanto Noé como Anabell hallaron en Marco Mena a un político moderado y sensato que, a uno, a Noé, lo sumó a su gabinete, y a la otra, a Anabell, le ha dado en todo momento un trato deferencial acorde a su calidad de presidenta de la comuna donde se asientan los poderes del Estado. El elenco tricolor, hasta hoy integrado por tres aspirantes confesos, lo completa Florentino Domínguez, designado recientemente secretario de Educación Pública. Si llegara a haber negociación multipartidista, esos serían los nombres que el tricolor pondría sobre la mesa. Atrás, en un segundo plano, quedaron Manuel Camacho y Anabel Alvarado, relevados de las responsabilidades que tuvieron como principales colaboradores de Marco Mena. Fuera de la lista está Ricardo García Portilla, inhabilitado por su estrecha dependencia con el citado González Zarur.

El doble papel de Noé

Noé aprovechó sólo a medias la oportunidad que le dio Marco Mena para fungir como secretario de Comunicaciones. En su gestión mantuvo razonablemente a raya las exigencias tarifarias de los líderes del transporte, acostumbrados a gozar de privilegios a cambio de apoyo en campañas electorales. Hay que decir, empero, que ni este gobierno ni ninguno anterior supo poner orden en el pésimo y peligroso servicio que los concesionarios prestan al público. Y sí, es cierto que como mínima compensación a sus abusos, otorgaron descuentos a estudiantes en ayuda a su precaria economía. En otro asunto, el de las placas de circulación, volvió a repetirse el retraso en su entrega, con las molestias consiguientes para los usuarios. Y al que de plano no pudo, no supo o no le dejaron dar solución fue al conflicto con la firma tlaxcalteca que, a partir de una plataforma digital, entró al negocio de la transportación urbana de pasajeros. La prohibición para que circularan sus vehículos provocó enfrentamientos; al final, el impedimento terminó por ser de facto revocado. En tanto, el tema permanece en la indefinición debido a que el Congreso sigue sin legislar al respecto. Hace seis meses, Noé renunció a Comunicaciones para dirigir en Tlaxcala la campaña de Alito, el hoy presidente nacional del PRI, lo que -con la anuencia de Marco Mena- le valió el cargo que hoy ostenta. El político de Calpulalpan quedó así ubicado en la primera línea de salida para las candidaturas del 2021, y será el negociador tricolor de una posible coalición con los partidos antimorenistas. Por hoy, amigo lector, se acabó el espacio; seguiré el próximo lunes.


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  • Si PRI, PRD y PAN convienen en construir un frente común contra el lopezobradorismo, tendrán que poner manos a la obra de inmediato. De suyo complejo, el tema exige habilidad política para concretarlo y más todavía para designar a quien lo abandere

El lunes pasado expuse los motivos por los que la votación en el 2021 de Morena en Tlaxcala sufrirá una importante baja respecto de la obtenida en la victoriosa jornada del 1º de junio de 2018. Esa reducción ocurrirá con independencia de a quién registre como candidato a la gubernatura del estado y a quienes como aspirantes a los demás cargos de elección que estarán en juego. La merma será, insisto, de consideración, pero es difícil que llegue a tener la magnitud que se requeriría para poner en riesgo un triunfo que en principio le asegura: 1) la inercia del apoyo popular que aún concita el movimiento lopezobradorista en amplios sectores de la población y, 2) la desorganización que priva en unos liderazgos opositores apagados, sin nervio ni coraje para construir un frente que ofrezca a la ciudadanía una opción competitiva. Trazado pues el marco general bajo el que se escenificará la contienda, doy comienzo al análisis de esa hasta ahora solamente utópica alianza antipejista a la que me referí en un artículo publicado hace dos meses escasos y del que resulta pertinente repetir -palabras más, palabras menos- algunos de sus conceptos esenciales.

Acuerdo complicado

  • La posibilidad aritmética existe; otra cosa es que los unionistas -por llamarles de alguna forma- tengan la capacidad negociadora que se precisa para materializar, con partidos concurrentes tan diversos, una coalición wsuficientemente extensa y coherente como para hacerla creíble.

Mas el caso es que, aunque es dificil compatibilizar tantas visiones de la política, no están desencaminados quienes piensan que esa sumatoria de voluntades podría ser la alternativa tlaxcalteca al amloísmo. El plan, viable en el papel, se tornará irrealizable si no se atina a conciliar las aspiraciones de quienes se sienten con merecimientos para encabezarlo. En ausencia de una figura preponderante que al influjo de su empatía congregue a todos a su alrededor, esa piña de intereses electorales sólo funcionará sí los dispuestos a integrarla ponen sobre la mesa su renuncia a liderarla. Quizá no lo hayan visualizado, pero la salida a ese aparente callejón de salida no es otra que la de unas elecciones primarias a las que los propios partidos coaligados convocaran con tres propósitos definidos: 1) visibilizar ante la sociedad los objetivos del frente; 2) dar credibilidad a su proceso electivo y, 3) promocionar al triunfador de la consulta. De esa manera se solventaría el principal -aunque no el único- obstáculo para que tuviera alguna perspectiva de éxito ese incipìente proyecto de “Todos unidos contra Morena”.

El terceto de aspirantes priístas

Ineludible ya citar nombres. En el PRI se mencionan a dos aspirantes que lo fueron también hace tres años: el líder estatal del partido Noé Rodríguez y la alcaldesa de la capital Anabell Ávalos. Los dos fueron víctimas de la inquina del intolerante Mariano González Zarur que se obstinó cuando gobernador en obstaculizar sus respectivas carreras, pese a que al inicio de su gestión los incluyó en su equipo en cargos relevantes. Para fortuna de ambos, y no obstante haber competido con el actual mandatario por la nominación priísta, tanto Noé como Anabell hallaron en Marco Mena a un político moderado y sensato que, a uno, a Noé, lo sumó a su gabinete, y a la otra, a Anabell, le ha dado en todo momento un trato deferencial acorde a su calidad de presidenta de la comuna donde se asientan los poderes del Estado. El elenco tricolor, hasta hoy integrado por tres aspirantes confesos, lo completa Florentino Domínguez, designado recientemente secretario de Educación Pública. Si llegara a haber negociación multipartidista, esos serían los nombres que el tricolor pondría sobre la mesa. Atrás, en un segundo plano, quedaron Manuel Camacho y Anabel Alvarado, relevados de las responsabilidades que tuvieron como principales colaboradores de Marco Mena. Fuera de la lista está Ricardo García Portilla, inhabilitado por su estrecha dependencia con el citado González Zarur.

El doble papel de Noé

Noé aprovechó sólo a medias la oportunidad que le dio Marco Mena para fungir como secretario de Comunicaciones. En su gestión mantuvo razonablemente a raya las exigencias tarifarias de los líderes del transporte, acostumbrados a gozar de privilegios a cambio de apoyo en campañas electorales. Hay que decir, empero, que ni este gobierno ni ninguno anterior supo poner orden en el pésimo y peligroso servicio que los concesionarios prestan al público. Y sí, es cierto que como mínima compensación a sus abusos, otorgaron descuentos a estudiantes en ayuda a su precaria economía. En otro asunto, el de las placas de circulación, volvió a repetirse el retraso en su entrega, con las molestias consiguientes para los usuarios. Y al que de plano no pudo, no supo o no le dejaron dar solución fue al conflicto con la firma tlaxcalteca que, a partir de una plataforma digital, entró al negocio de la transportación urbana de pasajeros. La prohibición para que circularan sus vehículos provocó enfrentamientos; al final, el impedimento terminó por ser de facto revocado. En tanto, el tema permanece en la indefinición debido a que el Congreso sigue sin legislar al respecto. Hace seis meses, Noé renunció a Comunicaciones para dirigir en Tlaxcala la campaña de Alito, el hoy presidente nacional del PRI, lo que -con la anuencia de Marco Mena- le valió el cargo que hoy ostenta. El político de Calpulalpan quedó así ubicado en la primera línea de salida para las candidaturas del 2021, y será el negociador tricolor de una posible coalición con los partidos antimorenistas. Por hoy, amigo lector, se acabó el espacio; seguiré el próximo lunes.