/ lunes 24 de febrero de 2020

Tiempos de Democracia | Perspectivas electorales

-5-

  • Con esta entrega, quninta de la serie, culmino la revisión de los perfiles de los aspirantes priístas enlistados para suceder a Marco Mena. Sus probabilidades, incluso la lista misma, dependerán de si el antiamloísmo se agrupa o no en un solo frente.

Para concluir con las personalidades priístas que figuran en las cábalas que se hacen aquí en Tlaxcala para el proceso electoral que iniciará este 2020, faltaba por abordar la trayectoria de Florentino Domínguez Ordóñez, secretario de Educación en el actual gobierno. Mas que por cualquier otro de sus atributos, al político chiautempense se le identifica por su sonrisa estereotipada, invariable en cuanta imagen se publica de su persona.

Maestro por la Escuela Normal Rural de Tlaxcala, Florentino alcanzó tres licenciaturas más y una maestría por la UAT, todas vinculadas al sector de la enseñanza. Siendo gobernador Álvarez Lima, dirigió Pensiones Civiles y, después, fungió como subdirector de Educación, sin que ninguno de esos cargos le alejara de un intenso activismo, tanto en el SNTE, del que fue secretario general de la Sección 55, como en el PRI, del que llegó a ser líder estatal.

Por el tricolor formó parte, primero, de la LIX legislatura federal, y después, de la LXI estatal, donde coincidió con Marco Mena. Luego, siendo ya este gobernador, Florentino fue designado sucesivamente titular de las carteras de Gobierno, Sepuede y Educación.

Florentino, prototipo del priísta de antaño

Al transitar por tan distintas experiencias en varios gobiernos estatales, Florentino fue adquiriendo una estimable hoja curricular. Es precisamente esa considerable cantidad de cargos desempeñados en diferentes espacios de la actividad administrativa y política la que le ubicó como uno de los elegibles a la candidatura por la gubernatura del estado.

El Profe -como dicen que le gusta ser interpelado- supo además emplear los periodos comprendidos entre las épocas en que le tocó desempeñarse en responsabilidades específicas -profesor, sindicalista, militante del PRI, legislador o funcionario-, con aquellas otras derivadas de los recesos que impone el quehacer político, y los aprovechó cumplidamente para elevar el grado de sus estudios en Educación.

Hay que decir también que pocos como él conocen las entrañas del gremio magisterial, lo que no constituye un activo menor en una entidad como Tlaxcala, marcada por la tradicional combatividad de sus maestros. Florentino Domínguez personifica a la perfección al priísta de antaño, atildado, cuidadoso de su imagen y pulcritud, cauteloso al extremo y de pensamiento difícil de escrutar.

En mi opinión, si su partido va por una coalición amplia, no luce como una propuesta aceptable para los partidos frentistas; si, por lo contrario, acude el PRI a la contienda en solitario y fiado a sus propias fuerzas, bien podría ser el nominado.

El fantasma de una nueva derrota redujo la lista de aspirantes

Antes de terminar con la baraja tricolor, vale preguntar: ¿hay en el PRI tlaxcalteca alguna otra figura con perfil triunfador que no haya sido citada y que eventualmente pudiera tomar la estafeta partidista? La verdad es que, en el presente, no se ve ninguna; las que se mencionaban antes de julio del 2018 borraron prestos sus nombres de las listas pre-electorales. Se entiende la precaución de quienes optaron por la graciosa huida en vez de seguir entregados apasionadamente a una causa, la priísta, que tras la irrupción victoriosa de Morena les dejó poco sitio a la esperanza.

Trastocadas así sus aspiraciones, prefirieron plegar sus banderas y dar el clásico pasito de costado, sea porque su propio entendimiento se los aconsejó o bien porque la iluminación les llegó de la oficina del gobernador. Con buen juicio, los arrepentidos decidieron reservarse para otros puestos de elección de menor rango en cuya disputa sus oportunidades podrían lucir algo más prometedoras.

En todo caso, la respuesta ciudadana en el 2021 a los candidatos del PRI dará cuenta de qué tan profunda es la depresión que la pasada debacle provocó en su militancia, y si se trata o no de una enfermedad para la que pudiera avizorarse algún tipo de alivio.

Por lo demás, creo que no debiera pasar desapercibido el hecho de que, pese al paso devastador del huracán lopezobradorista por Tlaxcala, el mandatario Marco Mena supo guardar los equilibrios con el nuevo gobierno federal y, gracias a ello, la burocracia local vio paliados los efectos de la derrota. Lo malo -desempleo incluido- podría sobrevenir después… en caso de un nuevo fracaso.

Ejemplar neutralidad

Absorto en el cumplimiento de sus funciones como titular del Ejecutivo Estatal, Marco Mena no ha dejado entrever hacia dónde se orientan sus preferencias, ni de cara a las candidaturas de su partido ni mucho menos hacia la eventual concreción de ese frente opositor a Morena del que se ha hablado con insistencia.

Hace bien; lo prudente es, como reza el dicho, esperar a que “los melones se vayan acomodando solos en el carro”. Será hasta entonces cuando le oigamos algún pronunciamiento a quien hoy detenta la responsabilidad de conducir con imparcialidad los asuntos del Estado. Y cuando lo haga -cierto estoy- se ceñirá a la ley, sin entorpecer ninguna de las fases del proceso electoral ni acudir a métodos -por fortuna ya en desuso- para imponer sus designios, ni dentro de su partido ni para coaccionar la voluntad de la ciudadanía en los comicios constitucionales.

Curiosa paradoja esta que vive en Tlaxcala el PRI: ahora que podría legítimamente presumir de tener en sus filas al gobernador con las mejores cifras económicas de los últimos tiempos, resulta que ya no dispone de los matraqueros de antaño que, viniera o no al caso, aplaudían como focas a sus líderes.

No importa; el reconocimiento a su labor lo tendrá cuando finalmente entregue a su sucesor un estado en crecimiento. Hasta el lunes, amigo lector, cuando le echaremos un vistazo a las expectativas panistas.

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  • Con esta entrega, quninta de la serie, culmino la revisión de los perfiles de los aspirantes priístas enlistados para suceder a Marco Mena. Sus probabilidades, incluso la lista misma, dependerán de si el antiamloísmo se agrupa o no en un solo frente.

Para concluir con las personalidades priístas que figuran en las cábalas que se hacen aquí en Tlaxcala para el proceso electoral que iniciará este 2020, faltaba por abordar la trayectoria de Florentino Domínguez Ordóñez, secretario de Educación en el actual gobierno. Mas que por cualquier otro de sus atributos, al político chiautempense se le identifica por su sonrisa estereotipada, invariable en cuanta imagen se publica de su persona.

Maestro por la Escuela Normal Rural de Tlaxcala, Florentino alcanzó tres licenciaturas más y una maestría por la UAT, todas vinculadas al sector de la enseñanza. Siendo gobernador Álvarez Lima, dirigió Pensiones Civiles y, después, fungió como subdirector de Educación, sin que ninguno de esos cargos le alejara de un intenso activismo, tanto en el SNTE, del que fue secretario general de la Sección 55, como en el PRI, del que llegó a ser líder estatal.

Por el tricolor formó parte, primero, de la LIX legislatura federal, y después, de la LXI estatal, donde coincidió con Marco Mena. Luego, siendo ya este gobernador, Florentino fue designado sucesivamente titular de las carteras de Gobierno, Sepuede y Educación.

Florentino, prototipo del priísta de antaño

Al transitar por tan distintas experiencias en varios gobiernos estatales, Florentino fue adquiriendo una estimable hoja curricular. Es precisamente esa considerable cantidad de cargos desempeñados en diferentes espacios de la actividad administrativa y política la que le ubicó como uno de los elegibles a la candidatura por la gubernatura del estado.

El Profe -como dicen que le gusta ser interpelado- supo además emplear los periodos comprendidos entre las épocas en que le tocó desempeñarse en responsabilidades específicas -profesor, sindicalista, militante del PRI, legislador o funcionario-, con aquellas otras derivadas de los recesos que impone el quehacer político, y los aprovechó cumplidamente para elevar el grado de sus estudios en Educación.

Hay que decir también que pocos como él conocen las entrañas del gremio magisterial, lo que no constituye un activo menor en una entidad como Tlaxcala, marcada por la tradicional combatividad de sus maestros. Florentino Domínguez personifica a la perfección al priísta de antaño, atildado, cuidadoso de su imagen y pulcritud, cauteloso al extremo y de pensamiento difícil de escrutar.

En mi opinión, si su partido va por una coalición amplia, no luce como una propuesta aceptable para los partidos frentistas; si, por lo contrario, acude el PRI a la contienda en solitario y fiado a sus propias fuerzas, bien podría ser el nominado.

El fantasma de una nueva derrota redujo la lista de aspirantes

Antes de terminar con la baraja tricolor, vale preguntar: ¿hay en el PRI tlaxcalteca alguna otra figura con perfil triunfador que no haya sido citada y que eventualmente pudiera tomar la estafeta partidista? La verdad es que, en el presente, no se ve ninguna; las que se mencionaban antes de julio del 2018 borraron prestos sus nombres de las listas pre-electorales. Se entiende la precaución de quienes optaron por la graciosa huida en vez de seguir entregados apasionadamente a una causa, la priísta, que tras la irrupción victoriosa de Morena les dejó poco sitio a la esperanza.

Trastocadas así sus aspiraciones, prefirieron plegar sus banderas y dar el clásico pasito de costado, sea porque su propio entendimiento se los aconsejó o bien porque la iluminación les llegó de la oficina del gobernador. Con buen juicio, los arrepentidos decidieron reservarse para otros puestos de elección de menor rango en cuya disputa sus oportunidades podrían lucir algo más prometedoras.

En todo caso, la respuesta ciudadana en el 2021 a los candidatos del PRI dará cuenta de qué tan profunda es la depresión que la pasada debacle provocó en su militancia, y si se trata o no de una enfermedad para la que pudiera avizorarse algún tipo de alivio.

Por lo demás, creo que no debiera pasar desapercibido el hecho de que, pese al paso devastador del huracán lopezobradorista por Tlaxcala, el mandatario Marco Mena supo guardar los equilibrios con el nuevo gobierno federal y, gracias a ello, la burocracia local vio paliados los efectos de la derrota. Lo malo -desempleo incluido- podría sobrevenir después… en caso de un nuevo fracaso.

Ejemplar neutralidad

Absorto en el cumplimiento de sus funciones como titular del Ejecutivo Estatal, Marco Mena no ha dejado entrever hacia dónde se orientan sus preferencias, ni de cara a las candidaturas de su partido ni mucho menos hacia la eventual concreción de ese frente opositor a Morena del que se ha hablado con insistencia.

Hace bien; lo prudente es, como reza el dicho, esperar a que “los melones se vayan acomodando solos en el carro”. Será hasta entonces cuando le oigamos algún pronunciamiento a quien hoy detenta la responsabilidad de conducir con imparcialidad los asuntos del Estado. Y cuando lo haga -cierto estoy- se ceñirá a la ley, sin entorpecer ninguna de las fases del proceso electoral ni acudir a métodos -por fortuna ya en desuso- para imponer sus designios, ni dentro de su partido ni para coaccionar la voluntad de la ciudadanía en los comicios constitucionales.

Curiosa paradoja esta que vive en Tlaxcala el PRI: ahora que podría legítimamente presumir de tener en sus filas al gobernador con las mejores cifras económicas de los últimos tiempos, resulta que ya no dispone de los matraqueros de antaño que, viniera o no al caso, aplaudían como focas a sus líderes.

No importa; el reconocimiento a su labor lo tendrá cuando finalmente entregue a su sucesor un estado en crecimiento. Hasta el lunes, amigo lector, cuando le echaremos un vistazo a las expectativas panistas.