/ lunes 4 de noviembre de 2019

Tiempos de Democracia | Precisiones

Parte Primera


La marcha de la economía, la inseguridad, la educación y la obra pública son temas del mayor interés para los tlaxcaltecas. No obstante su importancia, o tal vez por ella, en su entorno se ha creado un universo noticioso caótico que impide justipreciar el desempeño del gobierno. Se hace pues indispensable evitar el ser engañados con datos y números, emanados de fuentes sin acreditación ninguna que, por ignorancia o con intención, promueven la desinformación y confunden a la opinión pública


No es fácil acercarse a la real realidad -redundo intencionadamente- cuando se está en medio de un fuego cruzado en el que, sin solución de continuidad, se intercambian indiscriminadamente afirmaciones aventuradas, engañifas vulgares y mentiras flagrantes. A la velocidad con la que se disparan no hay tiempo de verificar si lo que se propala en los medios -sobre todo en los digitales- son viles calumnias, verdades a medias, o dichos ciertos y confirmados. El Internet ha elevado al infinito el número de trincheras desde las que se disparan -casi siempre con la protección del cobarde anonimato- toda suerte de proyectiles mediáticos, generalmente destinados a manchar honras, a insultar personas o a atacar instituciones, gobiernos o partidos. Sólo la capacidad de discernimiento de cada persona en lo individual puede ponerle a salvo de ese contínuo y alevoso acoso informativo a que hoy día está sometido el conjunto de la sociedad. Y es que, amigo lector, la lluvia de fake news empapa conciencias y aturde entendimientos aún de gentes que, como usted, por su educación y cultura, no es sencillo embrollar. Vidente del futuro, el célebre escritor Umberto Eco se lamentaba hace algunos años de que “…las redes sociales le dan derecho de hablar a legiones de idiotas que antes sólo lo hacían en el bar después de un vaso de vino, sin mayor daño a la comunidad. Entonces eran rápidamente silenciados; ahora, sin embargo, tienen el mismo derecho de disertar que un Premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”…”.

  • Pese a que las circunstancias internas y externas no son las más propicias para impulsar el crecimiento, en el segundo trimestre de este año fue posible mantener el avance de 4.1% alcanzado en el primero, porcentaje inédito en la historia de la entidad y que está muy por encima del 0.1% que en promedio se registró a nivel nacional.

De encuestas falsas… y de sus beneficiarios

A lo anterior hay que añadir que, en la proximidad de los periodos electorales que señala el calendario político, surgen como hongos en época de lluvias empresas temporaleras que se dicen especialistas en la realización de estudios demoscópicos. Lo curioso es que, pese a sus oscuros expedientes curriculares, a la nula credibilidad de sus trabajos, a su carencia de sustento metodológico y a la adulteración a que por pedido del contratante acomodan las cifras que resultan de sus imaginarias indagatorias de campo, hacen su agosto vendiendo sus servicios a tres tipos distintos de clientes, a saber: 1) políticos ingenuos e inexpertos, debutantes en lides comiciales y, por tanto, proclives a dejarse engañar; 2) políticos curtidos y mañosos que, aún a sabiendas de la falsedad de esas seudo encuestas, las usan para confundir a la opinión pública y/o para agredir a sus adversarios y, 3) medios de comunicación, generalmente digitales, que divulgan sus datos con el doble propósito de justificar el embute y de ampliar sus cada vez más competidos círculos de seguidores virtuales. Por otro lado, la inobservancia o la inexistencia de códigos de ética abre espacio para que reporteros irreflexivos manejen irresponsablemente porcentajes inventados cuando se refieren a hechos económicos, y más aún, cuando el tema es la inseguridad. Este opinador rechaza por sistema análisis estadísticos que tienen ese origen dudoso, en la misma medida que se inclina a aceptar exclusivamente la información proveniente de fuentes confiables, respaldadas por firmas acreditadas o por instituciones del Estado reconocidas por su solvencia en ese tipo de ejercicios.

De la economía… y su notable crecimiento

Con la inconmovible decisión de siempre fundamentar mis apreciaciones periodísticas exclusivamente en los informes profesionales y serios que van configurando nuestra real realidad -reitero otra vez el pleonasmo-, es hora ya de reconocer los alentadores indicadores que dan cuenta del despertar económico que comienza a vivir Tlaxcala. Pese a que las circunstancias internas y externas no son las más propicias para impulsar el crecimiento, en el segundo trimestre de este año fue posible mantener el avance de 4.1% alcanzado en el primero, porcentaje inédito en la historia de la entidad y que está muy por encima del 0.1% que en promedio se registró a nivel nacional. No son cifras alegres; provienen del Indicador de la Actividad Económica Estatal que proporciona Inegi y tienen por tanto calidad de inobjetables. Este logro de la gestión de Marco Mena es comparable al extraordinario salto que hace 40 años experimentara el estado, tras el empujón que a su naciente industria le diera don Emilio Sánchez Piedras, el visionario político que nos gobernó en el periodo 1975-1981. De sostenerse ese ritmo pronto se observará una mejoría en la capacidad de compra de los tlaxcaltecas, lo que dará otra dinámica a nuestra aletargada actividad comercial. Mucho tiene aún por hacer el gobierno en diferentes frentes pero, a la acertada labor promocional del mandatario Mena, nadie le podrá regatear mérito. Sus actividades fuera de las fronteras del estado y más alla de las del país, están dando los frutos deseados.

De la Inseguridad que fatalmente nos ha tocado vivir

Citar cifras sin ponerlas en su debida perspectiva deforma la realidad, más aún cuando se difunden de forma alarmista y descontextualizada. Malo es que se transmitan datos equívocos para incentivar corrientes de opinión antigobiernistas, pero peor aún es que no tengan conciencia del nocivo efecto social que generan al tergiversarlos. Aludo al preocupante caso de la inseguridad que agobia como nunca antes al pueblo de México, y más concretamente, a los homicidios dolosos acaecidos en Tlaxcala los últimos meses. Cuando el divulgador de noticias informa a su público -con detalle a veces morboso- de sucesos de naturaleza trágica, provoca inevitablemente desazón entre la gente llana que no conoce cómo se calculan los índices de criminalidad ni está al tanto de su proporcionalidad relativa. Ambos factores son, a final de cuentas, los que nos alertan acerca del incremento real de su incidencia. Pero para mejor entender la evolución del fenómeno de la violencia conviene referirlo al marco generacional en el que ocurre. Verdad es, amigo lector, que en tiempos del mencionado don Emilio se vivían años tranquilos donde los hechos de sangre eran rarísimos. Mas cierto es también que, en aquella añorada época, el estado apenas si tenía medio millón de habitantes y, además, el acontecer cotidiano del campo casi no trascendía a las ciudades; agro y urbe tenían poca o nula interacción entre sí. Por otra parte, el flujo noticioso era limitado y lento; no existía ni la telefonía móvil ni mucho menos el internet.

Tlaxcala en guardia siempre… pero lejos de estar acorralada

Con lo dicho no trato de atenuar lo irrefutable: las cosas han cambiado en México para mal. Tlaxcala no está al margen del fenómeno, si bien hay que decir que el innegable incremento de su estadística criminal ha sido gradual y proporcionalmente mucho menor que la sufrida en los demás estados de la República. Los informes periódicos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad -el más reciente de fecha 20 de octubre de 2019- confirman consistentemente a nuestra entidad como una de las tres menos violentas del país. Hay empero rubros -verbigracia los atracos a vehículos de carga, particularmente a los que se mueven por vía férrea- en los que el nombre de Tlaxcala aparece penosamente una y otra vez. Me pregunto si, para evitarlo, no se podría asignar un destacamento militar que acompañara el tránsito del ferrocarril a través de nuestro territorio. Ni son tantos trenes ni su trayecto es tan extenso. En materia de homicidios dolosos, y aun cuando su numerología ha ido en preocupante ascenso, en el pasado año de 2018 Tlaxcala registró 11 por cada 100 mil habitantes, muy lejos del promedio nacional de 29; de 19 en Puebla, y de 17 en Edomex, los dos estados con los que el nuestro hace frontera.


Parte Primera


La marcha de la economía, la inseguridad, la educación y la obra pública son temas del mayor interés para los tlaxcaltecas. No obstante su importancia, o tal vez por ella, en su entorno se ha creado un universo noticioso caótico que impide justipreciar el desempeño del gobierno. Se hace pues indispensable evitar el ser engañados con datos y números, emanados de fuentes sin acreditación ninguna que, por ignorancia o con intención, promueven la desinformación y confunden a la opinión pública


No es fácil acercarse a la real realidad -redundo intencionadamente- cuando se está en medio de un fuego cruzado en el que, sin solución de continuidad, se intercambian indiscriminadamente afirmaciones aventuradas, engañifas vulgares y mentiras flagrantes. A la velocidad con la que se disparan no hay tiempo de verificar si lo que se propala en los medios -sobre todo en los digitales- son viles calumnias, verdades a medias, o dichos ciertos y confirmados. El Internet ha elevado al infinito el número de trincheras desde las que se disparan -casi siempre con la protección del cobarde anonimato- toda suerte de proyectiles mediáticos, generalmente destinados a manchar honras, a insultar personas o a atacar instituciones, gobiernos o partidos. Sólo la capacidad de discernimiento de cada persona en lo individual puede ponerle a salvo de ese contínuo y alevoso acoso informativo a que hoy día está sometido el conjunto de la sociedad. Y es que, amigo lector, la lluvia de fake news empapa conciencias y aturde entendimientos aún de gentes que, como usted, por su educación y cultura, no es sencillo embrollar. Vidente del futuro, el célebre escritor Umberto Eco se lamentaba hace algunos años de que “…las redes sociales le dan derecho de hablar a legiones de idiotas que antes sólo lo hacían en el bar después de un vaso de vino, sin mayor daño a la comunidad. Entonces eran rápidamente silenciados; ahora, sin embargo, tienen el mismo derecho de disertar que un Premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”…”.

  • Pese a que las circunstancias internas y externas no son las más propicias para impulsar el crecimiento, en el segundo trimestre de este año fue posible mantener el avance de 4.1% alcanzado en el primero, porcentaje inédito en la historia de la entidad y que está muy por encima del 0.1% que en promedio se registró a nivel nacional.

De encuestas falsas… y de sus beneficiarios

A lo anterior hay que añadir que, en la proximidad de los periodos electorales que señala el calendario político, surgen como hongos en época de lluvias empresas temporaleras que se dicen especialistas en la realización de estudios demoscópicos. Lo curioso es que, pese a sus oscuros expedientes curriculares, a la nula credibilidad de sus trabajos, a su carencia de sustento metodológico y a la adulteración a que por pedido del contratante acomodan las cifras que resultan de sus imaginarias indagatorias de campo, hacen su agosto vendiendo sus servicios a tres tipos distintos de clientes, a saber: 1) políticos ingenuos e inexpertos, debutantes en lides comiciales y, por tanto, proclives a dejarse engañar; 2) políticos curtidos y mañosos que, aún a sabiendas de la falsedad de esas seudo encuestas, las usan para confundir a la opinión pública y/o para agredir a sus adversarios y, 3) medios de comunicación, generalmente digitales, que divulgan sus datos con el doble propósito de justificar el embute y de ampliar sus cada vez más competidos círculos de seguidores virtuales. Por otro lado, la inobservancia o la inexistencia de códigos de ética abre espacio para que reporteros irreflexivos manejen irresponsablemente porcentajes inventados cuando se refieren a hechos económicos, y más aún, cuando el tema es la inseguridad. Este opinador rechaza por sistema análisis estadísticos que tienen ese origen dudoso, en la misma medida que se inclina a aceptar exclusivamente la información proveniente de fuentes confiables, respaldadas por firmas acreditadas o por instituciones del Estado reconocidas por su solvencia en ese tipo de ejercicios.

De la economía… y su notable crecimiento

Con la inconmovible decisión de siempre fundamentar mis apreciaciones periodísticas exclusivamente en los informes profesionales y serios que van configurando nuestra real realidad -reitero otra vez el pleonasmo-, es hora ya de reconocer los alentadores indicadores que dan cuenta del despertar económico que comienza a vivir Tlaxcala. Pese a que las circunstancias internas y externas no son las más propicias para impulsar el crecimiento, en el segundo trimestre de este año fue posible mantener el avance de 4.1% alcanzado en el primero, porcentaje inédito en la historia de la entidad y que está muy por encima del 0.1% que en promedio se registró a nivel nacional. No son cifras alegres; provienen del Indicador de la Actividad Económica Estatal que proporciona Inegi y tienen por tanto calidad de inobjetables. Este logro de la gestión de Marco Mena es comparable al extraordinario salto que hace 40 años experimentara el estado, tras el empujón que a su naciente industria le diera don Emilio Sánchez Piedras, el visionario político que nos gobernó en el periodo 1975-1981. De sostenerse ese ritmo pronto se observará una mejoría en la capacidad de compra de los tlaxcaltecas, lo que dará otra dinámica a nuestra aletargada actividad comercial. Mucho tiene aún por hacer el gobierno en diferentes frentes pero, a la acertada labor promocional del mandatario Mena, nadie le podrá regatear mérito. Sus actividades fuera de las fronteras del estado y más alla de las del país, están dando los frutos deseados.

De la Inseguridad que fatalmente nos ha tocado vivir

Citar cifras sin ponerlas en su debida perspectiva deforma la realidad, más aún cuando se difunden de forma alarmista y descontextualizada. Malo es que se transmitan datos equívocos para incentivar corrientes de opinión antigobiernistas, pero peor aún es que no tengan conciencia del nocivo efecto social que generan al tergiversarlos. Aludo al preocupante caso de la inseguridad que agobia como nunca antes al pueblo de México, y más concretamente, a los homicidios dolosos acaecidos en Tlaxcala los últimos meses. Cuando el divulgador de noticias informa a su público -con detalle a veces morboso- de sucesos de naturaleza trágica, provoca inevitablemente desazón entre la gente llana que no conoce cómo se calculan los índices de criminalidad ni está al tanto de su proporcionalidad relativa. Ambos factores son, a final de cuentas, los que nos alertan acerca del incremento real de su incidencia. Pero para mejor entender la evolución del fenómeno de la violencia conviene referirlo al marco generacional en el que ocurre. Verdad es, amigo lector, que en tiempos del mencionado don Emilio se vivían años tranquilos donde los hechos de sangre eran rarísimos. Mas cierto es también que, en aquella añorada época, el estado apenas si tenía medio millón de habitantes y, además, el acontecer cotidiano del campo casi no trascendía a las ciudades; agro y urbe tenían poca o nula interacción entre sí. Por otra parte, el flujo noticioso era limitado y lento; no existía ni la telefonía móvil ni mucho menos el internet.

Tlaxcala en guardia siempre… pero lejos de estar acorralada

Con lo dicho no trato de atenuar lo irrefutable: las cosas han cambiado en México para mal. Tlaxcala no está al margen del fenómeno, si bien hay que decir que el innegable incremento de su estadística criminal ha sido gradual y proporcionalmente mucho menor que la sufrida en los demás estados de la República. Los informes periódicos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad -el más reciente de fecha 20 de octubre de 2019- confirman consistentemente a nuestra entidad como una de las tres menos violentas del país. Hay empero rubros -verbigracia los atracos a vehículos de carga, particularmente a los que se mueven por vía férrea- en los que el nombre de Tlaxcala aparece penosamente una y otra vez. Me pregunto si, para evitarlo, no se podría asignar un destacamento militar que acompañara el tránsito del ferrocarril a través de nuestro territorio. Ni son tantos trenes ni su trayecto es tan extenso. En materia de homicidios dolosos, y aun cuando su numerología ha ido en preocupante ascenso, en el pasado año de 2018 Tlaxcala registró 11 por cada 100 mil habitantes, muy lejos del promedio nacional de 29; de 19 en Puebla, y de 17 en Edomex, los dos estados con los que el nuestro hace frontera.