/ lunes 24 de agosto de 2020

Tiempos de Democracia | Radiografía de un régimen agónico

Más allá de la opinable legalidad de los procedimientos seguidos para obtenerlas, las revelaciones de Lozoya visibilizaron las fechorías de una mafia política cupular que operaba al amparo de un sistema cleptócrata, permisivo y cómplice

A López Obrador le tiene sin cuidado la legalidad. En su percepción, ley y justicia no discurren por el mismo carril. O por lo menos no siempre. No es suposición, es algo que él confirma una y otra vez, tantas como somete a “consulta popular” asuntos nítidamente normados por el Derecho. El procedimiento -vuelto ya costumbre- es arma eficaz para cambiar o reorientar a conveniencia el planteamiento de cuestiones trascendentes para sus objetivos. En paradójica contraposición con esa habilidad manipuladora, el mandatario es escrupuloso observante de lo que pacta. Destaco lo anterior porque, al ventilar en medios la denuncia de Lozoya que hizo temblar los cimientos de la política nacional, incidió en el criterio de los juzgadores que se encarguen del caso, dañando deliberadamente el debido proceso que tendría que haber conducido a la cárcel a los inodados. Estamos pues ante una acción matemáticamente diseñada por el presidente que, en tres distintos tiempos, habrá de redituarle dividendos de inapreciable valor político-electoral. Lo que puede adelantarse es que: 1) ni Peña Nieto -con el que habría sellado un acuerdo de inmunidad-, ni Calderón ni Salinas pisarán la prisión aunque, eso sí, ninguno se librará de la obligación de comparecer y ser objeto de escarnio público y, 2) en las siguientes tres citas en las urnas (2021, 2022 y 2024) Morena volverá a arrollar a sus adversarios.

Veredicto popular anticipado

Para dictar sentencia y enviar a los indiciados a la picota, el tribunal del pueblo que por años alentó López Obrador precisaba de información como la proporcionada por Lozoya. Y es que, para apuntalar la presunción de culpabilidad que siempre se tuvo respecto de los políticos cuestionados faltaba una delación, un video o algún otro señalamiento de índole similar. A un colectivo que desde hace tiempo ansiaba condenarlos sin lugar a apelación no le hacían falta mayores evidencias. Como lo calculó el mandatario, bastó una semana para que la opinión pública pasara de la sospecha a la certeza. Así, la placentera sensación de justicia cumplida que la inmolación mediática de los mafiosos produjo en sus leales -e incluso en muchos de los que habían dejado de serlo- devuelve a Morena la seguridad de que, pese al desorden que priva en el partido y las rivalidades entre sus dirigentes, sus candidatos obtendrán triunfos suficientes como para: 1) controlar la Cámara de Diputados; 2) manejar los congresos estatales 3) hacerse de buena parte de las gubernaturas en juego y ser primera minoría en la Conago y 4) aumentar el número de sus alcaldías.

A falta de pan…

En el plazo medio, el pueblo seguirá teniendo un espectáculo gratuito, constante y variado con los diversos juicios a los involucrados en los millonarios sobornos de Odebrecht. Las gradas del circo se llenarán de público festivo viendo cómo personajes antaño intocables se imputarán entre si las culpas de sus obscenos excesos. Así, divertida la gente, entretenida la prensa, minimizada la oposición, abatida la curva de los contagios e iniciada la remontada de la crisis económica, López Obrador llegará al 2022 con un país en que prevalecerá una atmósfera política, económica y social propicia para enfrentar el referendo revocatorio al que él mismo convocó a través de su mayoría parlamentaria. Tal es su expectativa, prorrogable con matices hasta el 2024, año en que decidirá si se retira de la política y se marcha a su finca chiapaneca, o si sigue ejerciendo el poder a través de un heredero a modo, o si se aferra a la silla del águila por tiempo indeterminado. Para entonces, el mesías tabasqueño será un septuagenario corrido en terracería.

Sabemos de dónde venimos pero… ¿adónde nos llevan?

El estercolero en que acabó convertido el régimen que institucionalizó Calles, dotó de contenido social Cárdenas, desmilitarizó Alemán, estabilizó Ruiz Cortines, internacionalizó López Mateos, dio viabilidad económica Ortiz Mena y sustentabilidad política Reyes Heroles, ensangrentó Díaz Ordaz, preñó de demagogia Echeverría, arruinó López Portillo, neoliberalizó De la Madrid, entregó Salinas al capital, abrió a la democracia Zedillo y terminó de aniquilar Peña Nieto, llega al final de sus días chapoteando en lodo y repudiado por la gente. Sus gerifaltes -los que quedan- han optado por el silencio y, los pocos que aún deambulan por ahí procuran pasar desapercibidos, temerosos de que sus nombres acompañen a los ya delatados por Lozoya. En este apretado recuento, me salté a Fox y Calderón porque los dos panistas -antítesis de los principios morales que en su origen defendió Acción Nacional- sólo significaron una suerte de continuidad asimilada, desvaída y vergonzante en un sistema envejecido, disfuncional y corrompido que no tuvieron el valor ni la voluntad de cambiar. Y ahora, en pleno proceso de depuración espiritual tras la catártica purga al estilo soviético emprendida por el Robespierre en versión tropical que gobierna al país, lo que nos toca es la Cuarta Transformación. Y allá vamos, confundidos y recelosos, sin saber bien a bien lo que significa… ni adónde nos lleva.

Imágenes perturbadoras… difíciles de explicar

Políticamente oportuno el video en que se ve a un hermano de López Obrador recibiendo dinero -¿aportación? ¿soborno? ¿inversión a futuro? ¿compensación?- de manos de David León, ex titular de Protección Civil Federal. Sin duda tuvo su efecto, no obstante que cuantitativa y cualitativamente no guarda proporción con la magnitud de los presuntos expolios causados al erario por los mencionados en la denuncia del ex director de Petróleos Mexicanos.

Más allá de la opinable legalidad de los procedimientos seguidos para obtenerlas, las revelaciones de Lozoya visibilizaron las fechorías de una mafia política cupular que operaba al amparo de un sistema cleptócrata, permisivo y cómplice

A López Obrador le tiene sin cuidado la legalidad. En su percepción, ley y justicia no discurren por el mismo carril. O por lo menos no siempre. No es suposición, es algo que él confirma una y otra vez, tantas como somete a “consulta popular” asuntos nítidamente normados por el Derecho. El procedimiento -vuelto ya costumbre- es arma eficaz para cambiar o reorientar a conveniencia el planteamiento de cuestiones trascendentes para sus objetivos. En paradójica contraposición con esa habilidad manipuladora, el mandatario es escrupuloso observante de lo que pacta. Destaco lo anterior porque, al ventilar en medios la denuncia de Lozoya que hizo temblar los cimientos de la política nacional, incidió en el criterio de los juzgadores que se encarguen del caso, dañando deliberadamente el debido proceso que tendría que haber conducido a la cárcel a los inodados. Estamos pues ante una acción matemáticamente diseñada por el presidente que, en tres distintos tiempos, habrá de redituarle dividendos de inapreciable valor político-electoral. Lo que puede adelantarse es que: 1) ni Peña Nieto -con el que habría sellado un acuerdo de inmunidad-, ni Calderón ni Salinas pisarán la prisión aunque, eso sí, ninguno se librará de la obligación de comparecer y ser objeto de escarnio público y, 2) en las siguientes tres citas en las urnas (2021, 2022 y 2024) Morena volverá a arrollar a sus adversarios.

Veredicto popular anticipado

Para dictar sentencia y enviar a los indiciados a la picota, el tribunal del pueblo que por años alentó López Obrador precisaba de información como la proporcionada por Lozoya. Y es que, para apuntalar la presunción de culpabilidad que siempre se tuvo respecto de los políticos cuestionados faltaba una delación, un video o algún otro señalamiento de índole similar. A un colectivo que desde hace tiempo ansiaba condenarlos sin lugar a apelación no le hacían falta mayores evidencias. Como lo calculó el mandatario, bastó una semana para que la opinión pública pasara de la sospecha a la certeza. Así, la placentera sensación de justicia cumplida que la inmolación mediática de los mafiosos produjo en sus leales -e incluso en muchos de los que habían dejado de serlo- devuelve a Morena la seguridad de que, pese al desorden que priva en el partido y las rivalidades entre sus dirigentes, sus candidatos obtendrán triunfos suficientes como para: 1) controlar la Cámara de Diputados; 2) manejar los congresos estatales 3) hacerse de buena parte de las gubernaturas en juego y ser primera minoría en la Conago y 4) aumentar el número de sus alcaldías.

A falta de pan…

En el plazo medio, el pueblo seguirá teniendo un espectáculo gratuito, constante y variado con los diversos juicios a los involucrados en los millonarios sobornos de Odebrecht. Las gradas del circo se llenarán de público festivo viendo cómo personajes antaño intocables se imputarán entre si las culpas de sus obscenos excesos. Así, divertida la gente, entretenida la prensa, minimizada la oposición, abatida la curva de los contagios e iniciada la remontada de la crisis económica, López Obrador llegará al 2022 con un país en que prevalecerá una atmósfera política, económica y social propicia para enfrentar el referendo revocatorio al que él mismo convocó a través de su mayoría parlamentaria. Tal es su expectativa, prorrogable con matices hasta el 2024, año en que decidirá si se retira de la política y se marcha a su finca chiapaneca, o si sigue ejerciendo el poder a través de un heredero a modo, o si se aferra a la silla del águila por tiempo indeterminado. Para entonces, el mesías tabasqueño será un septuagenario corrido en terracería.

Sabemos de dónde venimos pero… ¿adónde nos llevan?

El estercolero en que acabó convertido el régimen que institucionalizó Calles, dotó de contenido social Cárdenas, desmilitarizó Alemán, estabilizó Ruiz Cortines, internacionalizó López Mateos, dio viabilidad económica Ortiz Mena y sustentabilidad política Reyes Heroles, ensangrentó Díaz Ordaz, preñó de demagogia Echeverría, arruinó López Portillo, neoliberalizó De la Madrid, entregó Salinas al capital, abrió a la democracia Zedillo y terminó de aniquilar Peña Nieto, llega al final de sus días chapoteando en lodo y repudiado por la gente. Sus gerifaltes -los que quedan- han optado por el silencio y, los pocos que aún deambulan por ahí procuran pasar desapercibidos, temerosos de que sus nombres acompañen a los ya delatados por Lozoya. En este apretado recuento, me salté a Fox y Calderón porque los dos panistas -antítesis de los principios morales que en su origen defendió Acción Nacional- sólo significaron una suerte de continuidad asimilada, desvaída y vergonzante en un sistema envejecido, disfuncional y corrompido que no tuvieron el valor ni la voluntad de cambiar. Y ahora, en pleno proceso de depuración espiritual tras la catártica purga al estilo soviético emprendida por el Robespierre en versión tropical que gobierna al país, lo que nos toca es la Cuarta Transformación. Y allá vamos, confundidos y recelosos, sin saber bien a bien lo que significa… ni adónde nos lleva.

Imágenes perturbadoras… difíciles de explicar

Políticamente oportuno el video en que se ve a un hermano de López Obrador recibiendo dinero -¿aportación? ¿soborno? ¿inversión a futuro? ¿compensación?- de manos de David León, ex titular de Protección Civil Federal. Sin duda tuvo su efecto, no obstante que cuantitativa y cualitativamente no guarda proporción con la magnitud de los presuntos expolios causados al erario por los mencionados en la denuncia del ex director de Petróleos Mexicanos.