/ lunes 28 de junio de 2021

Tiempos de Democracia | Reflexiones para después de la elección -Parte 4 y última-

Si el PRI se entrega a Morena, los enunciados fundamentales de la Cuarta Transformación ingresarán al texto constitucional y López Obrador se retiraría a su finca chiapaneca. Mas si eso no ocurriera hay otras alternativas que en este artículo se analizan

Si López Obrador no consigue las adhesiones que le hacen falta en la Cámara de Diputados a efecto de seguir plasmando en la Constitución los principios de su Cuarta Transformación, y si además en la consulta para la revocación de su mandato se le confirma con parecido número de sufragios a los que obtuvo en 2018, entonces estarán dadas las condiciones para que pueda optar entre cualquiera de las siguientes tres alternativas: A) sin haber materializado todas sus pretensiones, retirarse en silencio a su remota finca de Palenque; B) no resignarse a dejar inconclusa su tarea y movilizar a sus seguidores para forzar su reelección o, C) en un gesto patriótico inusitado, plantear un nuevo modelo político de inspiración democrática y liberal, consensuado con las fuerzas más representativas del país, y consecuente con el desdibujamiento de los partidos tradicionales y con la ingobernabilidad a la que apunta el suyo propio el cual, sin su liderazgo, se encaminaría en poco tiempo hacia la insignificancia. Pero veamos en detalle la situación de cada una de las formaciones políticas existentes.

Connubio de vida efímera

Conseguido el objetivo de limitar al presidente en la Cámara de Diputados, la alianza del PAN, el PRI y el PRD carece de alicientes para seguir unida. Así, más temprano que tarde, los partidos coalicionistas afrontarán cada uno su propio destino. El PAN, porque al revisar el saldo final de la elección advirtió que, al coaligarse, perdió más que lo que sólo pudo haber ganado; el PRI, porque no tiene otra que capitalizar sus votos en San Lázaro antes de ser engullido por Morena, y el PRD, porque en su lenta agonía no tiene quien le tire un lazo. Por otra parte, mientras haya gente que ingenuamente crea en la bandera de la sustentabilidad ambientalista que ondea el Verde, esta formación seguirá cotizándose en el mercado de la ignominia política; el PT, uncido ad aeternum dizque al progresismo, vegetará en el lugar secundario que ocupa hace décadas y, por último, Movimiento Ciudadano, una organización partidista renovada, dispuesta a corregir errores pasados y a reafirmar su vocación socialdemócrata. A grandes rasgos, ese es el tablero político que nos dejó la revolución del 2018; si no se nos rompe el orden social, habremos pronto de ver sucesos novedosos y, eventualmente, algunas caras nuevas.

Displicencia costosa

Ya con López Obrador en Palacio Nacional, Morena navegó al garete dos años sin distinguir entre los diversos sectores que, sumados, contribuyeron al triunfo. Esos sectores fueron: 1) una mayoría popular cuya pobreza ancestral agudizó el neoliberalismo rapaz; 2) una ciudadanía pensante que inicialmente simpatizó con sus propósitos de cambio; 3) una cauda de grupos sociales, reclamantes de justicia por los agravios del pasado y, 4) un alud de arribistas que vieron en el nuevo partido la ocasión de medrar. El desinterés para reconocer la aportación de cada sector y su legítimo derecho a reclamar el cumplimiento de sus peticiones mermó el número de sus adeptos. Cito las causas: a) la mayoría popular no satisfizo sus carencias y más bien se acercó a la pobreza extrema; b) a que la ciudadanía que analiza se batió en retirada a la vista del modo autocrático del líder; c) a que la justicia en el lopezobradorismo no ha sido ni pronta, ni expedita ni eficaz y, d) a que no todos los arribistas hallaron el acomodo que buscaban. Si a lo anterior se añaden las tensiones internas que la sucesión presidencial alimenta prematuramente, caeremos en la cuenta de que Morena también tiene ante sí un futuro incierto.

El ejemplo de Juárez

Pese a que la de su retiro chiapaneco es la alternativa que Andrés Manuel ha ofrecido cumplir es, de entre las tres que contemplo, la que menos probabilidad tiene de concretarse. Aunque mucho me esfuerce, no imagino a un temperamento tabasqueño como el de López Obrador emprendiendo la ruta del retiro hacia Chiapas para observar franciscanamente un voto voluntario de silencio; simplemente no es viable ni creíble si atendemos a su obsesión por la prédica continua. No lo veo sometido a una reclusión cual monje trapense, impedido de hablar y de opinar de todo. Y tampoco lo visualizo proponiendo un nuevo orden republicano de inspiración liberal porque, para hacerlo, precisaría construir un acuerdo nacional basado en el diálogo y la negociación, materias estas que se dificultan a quien tiene por costumbre pontificar e imponer sus dictados. Por lo demás, el presidente se siente a gusto actuando dentro de un sistema que le permite recrear el arcaico y antidemocrático estilo priísta en que hizo sus primeras armas en la política. Y si Juárez se reeligió…

¿Morena sin López Obrador?

Será el propio Andrés Manuel el que se persuada -si no lo está ya o si no lo estuvo siempre- de que su movimiento, sin él al frente, se diluiría en pocos años. Luego de tres años como presidente, ya tiene evidencias de que la escuela callista de poner un heredero como primer eslabón de una larga cadena de presidentes fieles a su causa no tendría recorrido si el líder se sustrae de la escena. Don Plutarco, en su maximato, se mantuvo activo políticamente hasta consolidar el sistema que concibió. Y cuando Cárdenas lo mandó al destierro, ya había construido los cimientos de un edificio que se sostuvo en pie todo el siglo XX. Lo mismo tendría que hacer López Obrador si quiere que su 4T concrete sus designios y mantenga su vigencia en el tiempo. La tragedia del Metro capitalino descubrió, por una parte, la falta de independencia y carisma de Claudia Sheinbaum, una mujer fría, inteligente, de rostro impasible y apellido impronunciable, y por otra, el estilo sobrado y petulante de Marcelo Ebrard, un político habilidoso de formación camachista que a nadie inspira confianza y que está distante años luz de las bases lopezobradoristas. Ninguno de los dos garantiza la continuidad de su proyecto.

Advertencia final

  • Lo que hasta aquí ha leído usted, estimado lector, no son mas que hipótesis de trabajo de quien firma estas líneas. Se encuadran en lo que se llama periodismo de anticipación y a todas les falta que el tiempo las confirme… o las corrija.

Si el PRI se entrega a Morena, los enunciados fundamentales de la Cuarta Transformación ingresarán al texto constitucional y López Obrador se retiraría a su finca chiapaneca. Mas si eso no ocurriera hay otras alternativas que en este artículo se analizan

Si López Obrador no consigue las adhesiones que le hacen falta en la Cámara de Diputados a efecto de seguir plasmando en la Constitución los principios de su Cuarta Transformación, y si además en la consulta para la revocación de su mandato se le confirma con parecido número de sufragios a los que obtuvo en 2018, entonces estarán dadas las condiciones para que pueda optar entre cualquiera de las siguientes tres alternativas: A) sin haber materializado todas sus pretensiones, retirarse en silencio a su remota finca de Palenque; B) no resignarse a dejar inconclusa su tarea y movilizar a sus seguidores para forzar su reelección o, C) en un gesto patriótico inusitado, plantear un nuevo modelo político de inspiración democrática y liberal, consensuado con las fuerzas más representativas del país, y consecuente con el desdibujamiento de los partidos tradicionales y con la ingobernabilidad a la que apunta el suyo propio el cual, sin su liderazgo, se encaminaría en poco tiempo hacia la insignificancia. Pero veamos en detalle la situación de cada una de las formaciones políticas existentes.

Connubio de vida efímera

Conseguido el objetivo de limitar al presidente en la Cámara de Diputados, la alianza del PAN, el PRI y el PRD carece de alicientes para seguir unida. Así, más temprano que tarde, los partidos coalicionistas afrontarán cada uno su propio destino. El PAN, porque al revisar el saldo final de la elección advirtió que, al coaligarse, perdió más que lo que sólo pudo haber ganado; el PRI, porque no tiene otra que capitalizar sus votos en San Lázaro antes de ser engullido por Morena, y el PRD, porque en su lenta agonía no tiene quien le tire un lazo. Por otra parte, mientras haya gente que ingenuamente crea en la bandera de la sustentabilidad ambientalista que ondea el Verde, esta formación seguirá cotizándose en el mercado de la ignominia política; el PT, uncido ad aeternum dizque al progresismo, vegetará en el lugar secundario que ocupa hace décadas y, por último, Movimiento Ciudadano, una organización partidista renovada, dispuesta a corregir errores pasados y a reafirmar su vocación socialdemócrata. A grandes rasgos, ese es el tablero político que nos dejó la revolución del 2018; si no se nos rompe el orden social, habremos pronto de ver sucesos novedosos y, eventualmente, algunas caras nuevas.

Displicencia costosa

Ya con López Obrador en Palacio Nacional, Morena navegó al garete dos años sin distinguir entre los diversos sectores que, sumados, contribuyeron al triunfo. Esos sectores fueron: 1) una mayoría popular cuya pobreza ancestral agudizó el neoliberalismo rapaz; 2) una ciudadanía pensante que inicialmente simpatizó con sus propósitos de cambio; 3) una cauda de grupos sociales, reclamantes de justicia por los agravios del pasado y, 4) un alud de arribistas que vieron en el nuevo partido la ocasión de medrar. El desinterés para reconocer la aportación de cada sector y su legítimo derecho a reclamar el cumplimiento de sus peticiones mermó el número de sus adeptos. Cito las causas: a) la mayoría popular no satisfizo sus carencias y más bien se acercó a la pobreza extrema; b) a que la ciudadanía que analiza se batió en retirada a la vista del modo autocrático del líder; c) a que la justicia en el lopezobradorismo no ha sido ni pronta, ni expedita ni eficaz y, d) a que no todos los arribistas hallaron el acomodo que buscaban. Si a lo anterior se añaden las tensiones internas que la sucesión presidencial alimenta prematuramente, caeremos en la cuenta de que Morena también tiene ante sí un futuro incierto.

El ejemplo de Juárez

Pese a que la de su retiro chiapaneco es la alternativa que Andrés Manuel ha ofrecido cumplir es, de entre las tres que contemplo, la que menos probabilidad tiene de concretarse. Aunque mucho me esfuerce, no imagino a un temperamento tabasqueño como el de López Obrador emprendiendo la ruta del retiro hacia Chiapas para observar franciscanamente un voto voluntario de silencio; simplemente no es viable ni creíble si atendemos a su obsesión por la prédica continua. No lo veo sometido a una reclusión cual monje trapense, impedido de hablar y de opinar de todo. Y tampoco lo visualizo proponiendo un nuevo orden republicano de inspiración liberal porque, para hacerlo, precisaría construir un acuerdo nacional basado en el diálogo y la negociación, materias estas que se dificultan a quien tiene por costumbre pontificar e imponer sus dictados. Por lo demás, el presidente se siente a gusto actuando dentro de un sistema que le permite recrear el arcaico y antidemocrático estilo priísta en que hizo sus primeras armas en la política. Y si Juárez se reeligió…

¿Morena sin López Obrador?

Será el propio Andrés Manuel el que se persuada -si no lo está ya o si no lo estuvo siempre- de que su movimiento, sin él al frente, se diluiría en pocos años. Luego de tres años como presidente, ya tiene evidencias de que la escuela callista de poner un heredero como primer eslabón de una larga cadena de presidentes fieles a su causa no tendría recorrido si el líder se sustrae de la escena. Don Plutarco, en su maximato, se mantuvo activo políticamente hasta consolidar el sistema que concibió. Y cuando Cárdenas lo mandó al destierro, ya había construido los cimientos de un edificio que se sostuvo en pie todo el siglo XX. Lo mismo tendría que hacer López Obrador si quiere que su 4T concrete sus designios y mantenga su vigencia en el tiempo. La tragedia del Metro capitalino descubrió, por una parte, la falta de independencia y carisma de Claudia Sheinbaum, una mujer fría, inteligente, de rostro impasible y apellido impronunciable, y por otra, el estilo sobrado y petulante de Marcelo Ebrard, un político habilidoso de formación camachista que a nadie inspira confianza y que está distante años luz de las bases lopezobradoristas. Ninguno de los dos garantiza la continuidad de su proyecto.

Advertencia final

  • Lo que hasta aquí ha leído usted, estimado lector, no son mas que hipótesis de trabajo de quien firma estas líneas. Se encuadran en lo que se llama periodismo de anticipación y a todas les falta que el tiempo las confirme… o las corrija.