/ lunes 9 de noviembre de 2020

Tiempos de Democracia | Sensaciones encontradas

El mundo entero -México incluido- respira aliviado tras la derrota electoral de Donald Trump. Con Biden y Kamala Harris cobrará nueva vida el multilateralismo como la ruta más racional de llegar a acuerdos de beneficio global

¡Qué tranquilidad produjo en México saber -tras varios días de zozobra- que el demócrata Joe Biden será el próximo presidente de Estados Unidos! Pero, al mismo tiempo, qué gran inquietud genera el comprobar que, al otro lado de la frontera norte, hay 70 millones de personas -48% de la población que votó- que se identifican y comulgan con las ideas de un sujeto tan peligroso, iracundo y antimexicano como el republicano Donald Trump. Ambos contradictorios impactos emocionales llegaron precedidos de otros dos, de naturaleza también antagónica e igualmente vinculados al complejo proceso de elecciones norteamericano. Me refiero al indebido aunque irreprimible sentimiento de desquite y satisfacción que se experimentó en México al enterarnos que, en aquella nación de libertades, varias cadenas de noticias habían optado por silenciar los mendaces mensajes del derrotado presidente. Y, al igual que en la anterior dualidad de sensaciones, la primera impresión positiva se vió enseguida neutralizada por otra, preocupante y de signo opuesto, consistente en que el hecho significa ¡un claro y muy riesgoso atentado contra la libertad de expresión!

Y para México… ¡punto final a la política del menosprecio degradante!

Acerquémonos a esos cuatro eventos. Para los mexicanos, la anhelada defenestración de Trump de la Casa Blanca representa la terminación de las humillaciones, los manotazos y las contínuas amenazas de que nos hizo víctima ese excesivo, improvisado y estrambótico personaje. Joe Biden es su antítesis; un político profesional de gran experiencia, capaz de admitir errores y corregirlos, que conoce bien América Latina y no abriga, como su antecesor, resentimientos contra ella. Mas atención: lo dicho no supone que, quien fungió con Obama como eficiente y discreto vicepresidente no tenga como prioridad defender los intereses de su país -absurdo sería que no lo hiciera-; empero, con él como presidente, se espera una época de trabajo conjunto y un mejor entendimiento. Tanto sus antecedentes políticos como sus modos educados y su talante sereno, aseguran que es cosa del pasado el clima de tensión a que nos sometió aquel patético, rocambolesco y execrable patán que gobernó Estados Unidos cuatro inacabables años. Y un dato más: lo acompañará en la vicepresidencia Kamala Harris, mujer ameritadísima de raíces indias y negras.

Tormentoso panorama al interior de USA

Ahora bien, ni Biden ni Kamala tienen por delante una tarea sencilla. Ejercerán su liderazgo moral y político en una nación cercada por Covid-19, profundamente dividida y enfrentada en la que, a diferencia de quienes piensan que el aún presidente no será mas que una anécdota olvidable, una simple anomalía, una excepción irrepetible en un sistema democrático con capacidad para controlar y eliminar sus excrecencias purulentas, lo más probable es que el fenómeno Trump persista en tanto es fiel reflejo de una sociedad que conserva intactas pulsiones segregacionistas, esclavistas y racistas con más de dos siglos de antigüedad. Por lo demás, tiempo es ya de reconocer que nos equivocamos en redondo quienes supusimos que, al arribo a la Casa Blanca de un afrodescendiente como Obama se haría realidad el sueño de Martin Luther King de una integración ordenada y pacífica de las distintas etnias de inmigrantes que han contribuido a la grandeza de aquel gran país. Esperemos en todo caso que, tras el ajustado revés electoral de Trump, los nutridos contingentes ciudadanos -armados y no- que le siguen no se atrevan a atentar contra las instituciones.

Definiciones necesarias en temas fundamentales

Sólo dos cosas en cuanto a que al menos un par de influyentes cadenas informativas estadounidenses hubieran interrumpido intempestivamente emisiones en que hablaba el presidente Trump: 1) verdad es que la insólita decisión resultó del agrado de muchos círculos de opinión por cuanto entrañó un duro golpe a su soberbia y a sus mermadas posibilidades de reelegirse que, a la sazón, ya sólo les quedaba la vía legal para inconformarse por su inminente e irreversible derrota y, 2) el delicado precedente que se sentó versus la libre circulación de ideas, con independencia de su índole. No se juzga aquí si las palabras de Trump se apartaban o no de la verdad y si entrañaban una incitación a la violencia; ese no es el punto, sino el de quién y, sobre todo, investido de qué autoridad impidió la divulgación de las expresiones del polémico mandatario. No se trata de que la medida rozó un principio básico de toda democracia que se respete sino que la embistió directamente y sin miramiento ninguno. Se renueva con esto la antigua cuestión de si, en circunstancias excepcionales, se justifica o no poner límites a la libertad. Todo un tema para la reflexión.

A seguir el librito… pero sin más ocurrencias

Quizá -ojalá- sólo sea el diplomático el espacio en que México pague el costo de la obsecuencia de López Obrador con Trump. De entrada tendremos que aceptar que, en la investidura del recien electo mandatario norteamericano, a la representación mexicana no se la trate con la deferencia que merece su condición de vecino y, sobre todo, la de ser su primer socio comercial. Confiemos que Joe Biden, un político serio y caballeroso, no eleve demasiado el precio de la imprudencia de nuestro presidente al acudir a Washington para colmar de elogios a su homólogo de entonces… ¡en plena campaña electoral! De cualquier modo, preparémonos para que, en la agenda común, cobren renovada fuerza temas como el laboral, el medio ambiente y la energía. A trabajar pues… ¡y a enmendar pasados errores!



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El mundo entero -México incluido- respira aliviado tras la derrota electoral de Donald Trump. Con Biden y Kamala Harris cobrará nueva vida el multilateralismo como la ruta más racional de llegar a acuerdos de beneficio global

¡Qué tranquilidad produjo en México saber -tras varios días de zozobra- que el demócrata Joe Biden será el próximo presidente de Estados Unidos! Pero, al mismo tiempo, qué gran inquietud genera el comprobar que, al otro lado de la frontera norte, hay 70 millones de personas -48% de la población que votó- que se identifican y comulgan con las ideas de un sujeto tan peligroso, iracundo y antimexicano como el republicano Donald Trump. Ambos contradictorios impactos emocionales llegaron precedidos de otros dos, de naturaleza también antagónica e igualmente vinculados al complejo proceso de elecciones norteamericano. Me refiero al indebido aunque irreprimible sentimiento de desquite y satisfacción que se experimentó en México al enterarnos que, en aquella nación de libertades, varias cadenas de noticias habían optado por silenciar los mendaces mensajes del derrotado presidente. Y, al igual que en la anterior dualidad de sensaciones, la primera impresión positiva se vió enseguida neutralizada por otra, preocupante y de signo opuesto, consistente en que el hecho significa ¡un claro y muy riesgoso atentado contra la libertad de expresión!

Y para México… ¡punto final a la política del menosprecio degradante!

Acerquémonos a esos cuatro eventos. Para los mexicanos, la anhelada defenestración de Trump de la Casa Blanca representa la terminación de las humillaciones, los manotazos y las contínuas amenazas de que nos hizo víctima ese excesivo, improvisado y estrambótico personaje. Joe Biden es su antítesis; un político profesional de gran experiencia, capaz de admitir errores y corregirlos, que conoce bien América Latina y no abriga, como su antecesor, resentimientos contra ella. Mas atención: lo dicho no supone que, quien fungió con Obama como eficiente y discreto vicepresidente no tenga como prioridad defender los intereses de su país -absurdo sería que no lo hiciera-; empero, con él como presidente, se espera una época de trabajo conjunto y un mejor entendimiento. Tanto sus antecedentes políticos como sus modos educados y su talante sereno, aseguran que es cosa del pasado el clima de tensión a que nos sometió aquel patético, rocambolesco y execrable patán que gobernó Estados Unidos cuatro inacabables años. Y un dato más: lo acompañará en la vicepresidencia Kamala Harris, mujer ameritadísima de raíces indias y negras.

Tormentoso panorama al interior de USA

Ahora bien, ni Biden ni Kamala tienen por delante una tarea sencilla. Ejercerán su liderazgo moral y político en una nación cercada por Covid-19, profundamente dividida y enfrentada en la que, a diferencia de quienes piensan que el aún presidente no será mas que una anécdota olvidable, una simple anomalía, una excepción irrepetible en un sistema democrático con capacidad para controlar y eliminar sus excrecencias purulentas, lo más probable es que el fenómeno Trump persista en tanto es fiel reflejo de una sociedad que conserva intactas pulsiones segregacionistas, esclavistas y racistas con más de dos siglos de antigüedad. Por lo demás, tiempo es ya de reconocer que nos equivocamos en redondo quienes supusimos que, al arribo a la Casa Blanca de un afrodescendiente como Obama se haría realidad el sueño de Martin Luther King de una integración ordenada y pacífica de las distintas etnias de inmigrantes que han contribuido a la grandeza de aquel gran país. Esperemos en todo caso que, tras el ajustado revés electoral de Trump, los nutridos contingentes ciudadanos -armados y no- que le siguen no se atrevan a atentar contra las instituciones.

Definiciones necesarias en temas fundamentales

Sólo dos cosas en cuanto a que al menos un par de influyentes cadenas informativas estadounidenses hubieran interrumpido intempestivamente emisiones en que hablaba el presidente Trump: 1) verdad es que la insólita decisión resultó del agrado de muchos círculos de opinión por cuanto entrañó un duro golpe a su soberbia y a sus mermadas posibilidades de reelegirse que, a la sazón, ya sólo les quedaba la vía legal para inconformarse por su inminente e irreversible derrota y, 2) el delicado precedente que se sentó versus la libre circulación de ideas, con independencia de su índole. No se juzga aquí si las palabras de Trump se apartaban o no de la verdad y si entrañaban una incitación a la violencia; ese no es el punto, sino el de quién y, sobre todo, investido de qué autoridad impidió la divulgación de las expresiones del polémico mandatario. No se trata de que la medida rozó un principio básico de toda democracia que se respete sino que la embistió directamente y sin miramiento ninguno. Se renueva con esto la antigua cuestión de si, en circunstancias excepcionales, se justifica o no poner límites a la libertad. Todo un tema para la reflexión.

A seguir el librito… pero sin más ocurrencias

Quizá -ojalá- sólo sea el diplomático el espacio en que México pague el costo de la obsecuencia de López Obrador con Trump. De entrada tendremos que aceptar que, en la investidura del recien electo mandatario norteamericano, a la representación mexicana no se la trate con la deferencia que merece su condición de vecino y, sobre todo, la de ser su primer socio comercial. Confiemos que Joe Biden, un político serio y caballeroso, no eleve demasiado el precio de la imprudencia de nuestro presidente al acudir a Washington para colmar de elogios a su homólogo de entonces… ¡en plena campaña electoral! De cualquier modo, preparémonos para que, en la agenda común, cobren renovada fuerza temas como el laboral, el medio ambiente y la energía. A trabajar pues… ¡y a enmendar pasados errores!



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