/ lunes 9 de mayo de 2022

Tiempos de Democracia | Tlaxcala, una entidad revuelta e intranquila

Todo un reto el que tiene el general Ángel Ruiz García como secretario de Seguridad Ciudadana. De poco tiempo dispondrá para pasar de la revisión de la dependencia y el diagnóstico de la situación a la entrega de soluciones.

Dar seguridad a la ciudadanía es obligación fundamental y exclusiva del gobierno. Para eso está constituido y para eso, vía impuestos, le proporcionamos recursos. Cualquier otra interpretación que al tema se le quiera dar se apartaría del mandato que como sociedad organizada le hemos confiado. El Estado a través del gobierno y su poder Ejecutivo está facultado para ejercer violencia legal; la atribución se le confirió para que cumpla eficientemente con la función de proteger a la gente de los agentes sociales perniciosos que operan al margen de la ley y atentan contra su vida, su familia y su patrimonio.

A ese efecto, los cuerpos de seguridad están dotados de armamento con el que, se supone, deben cumplir su función sin menoscabo de su propia seguridad. La idea central es que no sea cada persona, actuando individual o colectivamente, la que tenga que defender por sí misma su integridad y la de su comunidad. Esta introducción viene a cuento por la designación de un nuevo titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana que, luego de un tan largo como imprudente impasse de cinco meses, por fin la gobernadora Cuéllar Cisneros despejó sus dudas y se decidió por el general Ángel Ruiz García, militar retirado de 64 años oriundo de la CDMX, cuya “…mayor experiencia -según dijo el recién nombrado- es con la tropa…”.

En la lista de lugares de la República Mexicana en que trabajó para el Ejército no aparece Tlaxcala, entidad de la que es ahora responsable de su seguridad. No será sencilla su tarea; el general Ruiz García va a encontrarse, de un lado, con una dependencia desorganizada, penetrada por la corrupción y las complicidades, con personal mal pagado y en su mayoría carente de instrucción, y de otro, con una sociedad impaciente y escéptica que, más pronto que tarde, le va a exigir resultados.

La inseguridad, el problema que a todos agobia

El tema de la violencia ha cobrado los últimos meses una dramática vigencia, tanto en el ámbito nacional como ahora también en el estatal. Baste saber que en el mes de marzo pasado fueron asesinadas en México 3 mil 632 personas, lo que equivale a un promedio de 120 al día, en tanto que la percepción ciudadana de inseguridad aquí en Tlaxcala ascendió -datos INEGI- del 49.1% en diciembre de 2021 al 56.7% en marzo de 2022.

En la inquietante situación por la que atravesamos ver al Primer Mandatario agitar un pañuelito blanco en despedida a la impunidad es no sólo una burla al sentido común sino además una falsedad flagrante que tergiversa la muy preocupante realidad que vivimos. Aunque fuentes oficiales presuman que Tlaxcala sigue siendo el estado más seguro de México, en la actualidad tal afirmación dejó de corresponderse con la verdad.

No hace mucho si lo era, pero hoy día sobran evidencias de que la delincuencia se mueve a sus anchas por nuestro territorio, atemorizando a la población y perpetrando crímenes que se quedan sin castigo. La desconfianza en las fuerzas del orden y las diversas instancias de procuración de justicia es la causa de que aumenten los linchamientos y los intentos comunitarios de hacerse justicia por propia mano.

Sin inteligencia política ni estrategias policíacas que prevengan la ocurrencia de esos desbordamientos de ira social que devienen inevitablemente en violencia, esos fenómenos van a seguirse multiplicando. Trátase de una problemática que debe ser abordada urgente, conjunta y coordinadamente por la Secretaría de Gobierno, la de Seguridad Ciudadana y también, claro, por la muy cuestionada e inoperante Procuraduría de Justicia del Estado de Tlaxcala.

Y el Gobierno… ¿dónde está y qué hace?

La sociedad está cerca del hartazgo y la desesperación. ¿Hasta cuando -se pregunta la gente- seguirán caminando despreocupadamente por las calles malhechores integrados a pandillas conocidas? ¿y tantos y tantos delincuentes de cuello blanco que exhiben su riqueza mal habida sin recato ni temor? ¿por cuánto tiempo más seguirá siendo la tortura el mecanismo habitual para hacer confesar a sospechosos en las mazmorras carcelarias en las que se encierra preventivamente a los presuntos culpables? ¿cuántos chivos expiatorios hay tras las rejas a causa de esos métodos propios del medievo? ¿cuántas personas más serán ejecutados sumaria y tumultuariamente por turbas desenfrenadas sin ningún proceso previo? ¿no será ya llegado el momento de dejar atrás la barbarie para instaurar procedimientos criminológicos basados en el conocimiento y la investigación científica que permitan integrar expedientes acusatorios correctamente estructurados, sin necesidad de moler a palos a los inculpados ni de violentar sus derechos humanos?

ANTENA ESTATAL

Los infinitos límites de la ignorancia

La esperpéntica noticia de que en Tlaxcala se celebró un matrimonio en que los contrayentes y sus allegados vistieron el uniforme de las SS del nazismo alemán se esparció por el espacio informativo nacional e internacional. Sólo faltaba esa infame escenificación para que otra vez se volviera a hacer víctima al estado de burlas y múltiples befas.

El supino desconocimiento de la historia lleva a interpretaciones torcidas que lastiman a quienes, por razones étnicas, sufrieron la persecución más cruenta de que la humanidad tiene memoria.

¿Era eso lo que querían evocar los ignaros payasos que montaron tan estúpida farsa? No soy dado a las citas bíblicas pero, en esta ocasión, las palabras que pronunció Jesús en la cruz se ajustan a los hechos que comento: “…padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…”.

Todo un reto el que tiene el general Ángel Ruiz García como secretario de Seguridad Ciudadana. De poco tiempo dispondrá para pasar de la revisión de la dependencia y el diagnóstico de la situación a la entrega de soluciones.

Dar seguridad a la ciudadanía es obligación fundamental y exclusiva del gobierno. Para eso está constituido y para eso, vía impuestos, le proporcionamos recursos. Cualquier otra interpretación que al tema se le quiera dar se apartaría del mandato que como sociedad organizada le hemos confiado. El Estado a través del gobierno y su poder Ejecutivo está facultado para ejercer violencia legal; la atribución se le confirió para que cumpla eficientemente con la función de proteger a la gente de los agentes sociales perniciosos que operan al margen de la ley y atentan contra su vida, su familia y su patrimonio.

A ese efecto, los cuerpos de seguridad están dotados de armamento con el que, se supone, deben cumplir su función sin menoscabo de su propia seguridad. La idea central es que no sea cada persona, actuando individual o colectivamente, la que tenga que defender por sí misma su integridad y la de su comunidad. Esta introducción viene a cuento por la designación de un nuevo titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana que, luego de un tan largo como imprudente impasse de cinco meses, por fin la gobernadora Cuéllar Cisneros despejó sus dudas y se decidió por el general Ángel Ruiz García, militar retirado de 64 años oriundo de la CDMX, cuya “…mayor experiencia -según dijo el recién nombrado- es con la tropa…”.

En la lista de lugares de la República Mexicana en que trabajó para el Ejército no aparece Tlaxcala, entidad de la que es ahora responsable de su seguridad. No será sencilla su tarea; el general Ruiz García va a encontrarse, de un lado, con una dependencia desorganizada, penetrada por la corrupción y las complicidades, con personal mal pagado y en su mayoría carente de instrucción, y de otro, con una sociedad impaciente y escéptica que, más pronto que tarde, le va a exigir resultados.

La inseguridad, el problema que a todos agobia

El tema de la violencia ha cobrado los últimos meses una dramática vigencia, tanto en el ámbito nacional como ahora también en el estatal. Baste saber que en el mes de marzo pasado fueron asesinadas en México 3 mil 632 personas, lo que equivale a un promedio de 120 al día, en tanto que la percepción ciudadana de inseguridad aquí en Tlaxcala ascendió -datos INEGI- del 49.1% en diciembre de 2021 al 56.7% en marzo de 2022.

En la inquietante situación por la que atravesamos ver al Primer Mandatario agitar un pañuelito blanco en despedida a la impunidad es no sólo una burla al sentido común sino además una falsedad flagrante que tergiversa la muy preocupante realidad que vivimos. Aunque fuentes oficiales presuman que Tlaxcala sigue siendo el estado más seguro de México, en la actualidad tal afirmación dejó de corresponderse con la verdad.

No hace mucho si lo era, pero hoy día sobran evidencias de que la delincuencia se mueve a sus anchas por nuestro territorio, atemorizando a la población y perpetrando crímenes que se quedan sin castigo. La desconfianza en las fuerzas del orden y las diversas instancias de procuración de justicia es la causa de que aumenten los linchamientos y los intentos comunitarios de hacerse justicia por propia mano.

Sin inteligencia política ni estrategias policíacas que prevengan la ocurrencia de esos desbordamientos de ira social que devienen inevitablemente en violencia, esos fenómenos van a seguirse multiplicando. Trátase de una problemática que debe ser abordada urgente, conjunta y coordinadamente por la Secretaría de Gobierno, la de Seguridad Ciudadana y también, claro, por la muy cuestionada e inoperante Procuraduría de Justicia del Estado de Tlaxcala.

Y el Gobierno… ¿dónde está y qué hace?

La sociedad está cerca del hartazgo y la desesperación. ¿Hasta cuando -se pregunta la gente- seguirán caminando despreocupadamente por las calles malhechores integrados a pandillas conocidas? ¿y tantos y tantos delincuentes de cuello blanco que exhiben su riqueza mal habida sin recato ni temor? ¿por cuánto tiempo más seguirá siendo la tortura el mecanismo habitual para hacer confesar a sospechosos en las mazmorras carcelarias en las que se encierra preventivamente a los presuntos culpables? ¿cuántos chivos expiatorios hay tras las rejas a causa de esos métodos propios del medievo? ¿cuántas personas más serán ejecutados sumaria y tumultuariamente por turbas desenfrenadas sin ningún proceso previo? ¿no será ya llegado el momento de dejar atrás la barbarie para instaurar procedimientos criminológicos basados en el conocimiento y la investigación científica que permitan integrar expedientes acusatorios correctamente estructurados, sin necesidad de moler a palos a los inculpados ni de violentar sus derechos humanos?

ANTENA ESTATAL

Los infinitos límites de la ignorancia

La esperpéntica noticia de que en Tlaxcala se celebró un matrimonio en que los contrayentes y sus allegados vistieron el uniforme de las SS del nazismo alemán se esparció por el espacio informativo nacional e internacional. Sólo faltaba esa infame escenificación para que otra vez se volviera a hacer víctima al estado de burlas y múltiples befas.

El supino desconocimiento de la historia lleva a interpretaciones torcidas que lastiman a quienes, por razones étnicas, sufrieron la persecución más cruenta de que la humanidad tiene memoria.

¿Era eso lo que querían evocar los ignaros payasos que montaron tan estúpida farsa? No soy dado a las citas bíblicas pero, en esta ocasión, las palabras que pronunció Jesús en la cruz se ajustan a los hechos que comento: “…padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…”.