/ martes 15 de mayo de 2018

Tintero

HARTAZGO

El incremento de la inseguridad tiene que ver, entre otras cosas, por la falta de políticas públicas en la materia, por policías sin preparación, por falta de dinero para equipar a las corporaciones y, lo principal, porque es un tema que, en definitiva, no interesa a las autoridades federales, estatales y municipales

SERGIO ENRIQUE DÍAZ

Lo ocurrido en días pasados en Papalotla donde la gente detuvo e intentó linchar a tres personas, acusadas presuntamente de haber querido robar en un domicilio, es una clara muestra de que, en el tema de la inseguridad, el hartazgo de la gente está hasta el tope.

Es cierto, los linchamientos no son nuevos en Tlaxcala, pero el último y la saña con que la gente actuó evidencia que la población ya no cree en sus autoridades y que, no tarda mucho, para que el próximo linchado sea un alcalde, senador o diputado.

Parafraseando al cantautor guatemalteco, Ricardo Arjona, el asunto es que el problema si es problema, Si los linchamientos se han convertido en el pan de todos los días por qué la autoridad no hace algo por mejorar la seguridad en Tlaxcala.

Ya nadie sabe cómo, no detener, sino enfrentar a los delincuentes.

Las autoridades de todos los niveles están rebasadas y frágiles ante una delincuencia cada más más armada y aunque, suene raro, más preparada.

No vamos lejos. Es la hora que ni uno de los candidatos a la presidencia de la República nos ha dicho que hará para frenar la delincuencia en este país que ya no da tregua a nada ni a nadie. Lo mismo mata a civiles que a alcaldes y sacerdotes.

En este tema, el “talón de Aquiles” de Tlaxcala no son solo los policías estatales y municipales, sino los directores de las corporaciones.

Explico: los gobernadores en turno le han apostado a los generales retirados para encabezar la hoy llamada Comisión Estatal de Seguridad y eso ha sido un verdadero fracaso, primero porque ya no tienen energía para controlar a los policías y segundo porque, por su edad, lo único que deberían hacer es cuidar a sus nietos.

Y en los municipios, los alcaldes no hacen otra cosa que nombrar –como directores de Seguridad Pública- a sus cuates, amigos y compadres y, como es evidente, los resultados son nefastos.

Lo cierto es que el incremento de la inseguridad tiene que ver, entre otras cosas, por la falta de políticas públicas en la materia, por policías sin preparación, por falta de dinero para equipar a las corporaciones y, lo principal, porque es un tema que, en definitiva, no interesa a las autoridades federales, estatales y municipales.

O de qué otra forma se explica que los policías municipales ganen una miseria, no tengan armamento, patrullas, gasolina para operarlas y ni chalecos antibalas

La última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, arrojó que siete de cada diez habitantes de Tlaxcala se sienten inseguros, esta cifra supera la percepción de quienes residen en el norte de la República, como Ciudad Juárez o Monterrey.

Sobre la inseguridad, las autoridades guardan silencio, priva el vacío informativo, los datos que fluyen son extremadamente controlados y sigilosos. Nadie o casi nadie sabe qué sucede en realidad.

Ante el vacío, las redes sociales rebasan el mutismo oficial y difunden información de manera descontrolada que abona a sus anchas a una mayor alarma entre la gente.

Es perfectamente comprensible el propósito gubernamental de no generar agitación y temor en la sociedad ante estos hechos, pero el silencio solo genera un ambiente de incertidumbre y psicosis.

Sería necio seguir presumiendo que Tlaxcala es el Estado “más seguro” del país y dejarse arrastrar por sobre rocas para defender lo indefendible. Hay que salir del cascarón y enfrentar a una sociedad desconcertada y preocupada por su seguridad, en vez de desestimar las manifestaciones ciudadanas que claman por mejorar este rubro.

Las autoridades deberían temblar ante una ciudadanía cuya seguridad está atada por la incertidumbre, pero también reflexionar sobre las estrategias para hacer que vuelva a confiar en que puede vivir sin sobresaltos y en que los gobiernos tienen el control de la situación. A tiempo

**************

EPÍLOGO…

1.- ROMPER TABÚES…Mientras en el Congreso local los diputados tienen miedo a entrarle a legislar el tema de los matrimonios igualitarios, en Tlaxcala algunos municipios como Tlaxco y Apizaco tomaron la sartén por el mando y decidieron romper ese tabú al emplear a una persona transgénero (hace referencia a las personas cuyas identidades de género son diferentes del sexo​ o el género que se les asignó al nacer) como imagen turística, mientras tanto la Secretaría de Turismo proyecta al gobierno estatal con la misma persona.

¡Hasta el próximo martes!

HARTAZGO

El incremento de la inseguridad tiene que ver, entre otras cosas, por la falta de políticas públicas en la materia, por policías sin preparación, por falta de dinero para equipar a las corporaciones y, lo principal, porque es un tema que, en definitiva, no interesa a las autoridades federales, estatales y municipales

SERGIO ENRIQUE DÍAZ

Lo ocurrido en días pasados en Papalotla donde la gente detuvo e intentó linchar a tres personas, acusadas presuntamente de haber querido robar en un domicilio, es una clara muestra de que, en el tema de la inseguridad, el hartazgo de la gente está hasta el tope.

Es cierto, los linchamientos no son nuevos en Tlaxcala, pero el último y la saña con que la gente actuó evidencia que la población ya no cree en sus autoridades y que, no tarda mucho, para que el próximo linchado sea un alcalde, senador o diputado.

Parafraseando al cantautor guatemalteco, Ricardo Arjona, el asunto es que el problema si es problema, Si los linchamientos se han convertido en el pan de todos los días por qué la autoridad no hace algo por mejorar la seguridad en Tlaxcala.

Ya nadie sabe cómo, no detener, sino enfrentar a los delincuentes.

Las autoridades de todos los niveles están rebasadas y frágiles ante una delincuencia cada más más armada y aunque, suene raro, más preparada.

No vamos lejos. Es la hora que ni uno de los candidatos a la presidencia de la República nos ha dicho que hará para frenar la delincuencia en este país que ya no da tregua a nada ni a nadie. Lo mismo mata a civiles que a alcaldes y sacerdotes.

En este tema, el “talón de Aquiles” de Tlaxcala no son solo los policías estatales y municipales, sino los directores de las corporaciones.

Explico: los gobernadores en turno le han apostado a los generales retirados para encabezar la hoy llamada Comisión Estatal de Seguridad y eso ha sido un verdadero fracaso, primero porque ya no tienen energía para controlar a los policías y segundo porque, por su edad, lo único que deberían hacer es cuidar a sus nietos.

Y en los municipios, los alcaldes no hacen otra cosa que nombrar –como directores de Seguridad Pública- a sus cuates, amigos y compadres y, como es evidente, los resultados son nefastos.

Lo cierto es que el incremento de la inseguridad tiene que ver, entre otras cosas, por la falta de políticas públicas en la materia, por policías sin preparación, por falta de dinero para equipar a las corporaciones y, lo principal, porque es un tema que, en definitiva, no interesa a las autoridades federales, estatales y municipales.

O de qué otra forma se explica que los policías municipales ganen una miseria, no tengan armamento, patrullas, gasolina para operarlas y ni chalecos antibalas

La última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, arrojó que siete de cada diez habitantes de Tlaxcala se sienten inseguros, esta cifra supera la percepción de quienes residen en el norte de la República, como Ciudad Juárez o Monterrey.

Sobre la inseguridad, las autoridades guardan silencio, priva el vacío informativo, los datos que fluyen son extremadamente controlados y sigilosos. Nadie o casi nadie sabe qué sucede en realidad.

Ante el vacío, las redes sociales rebasan el mutismo oficial y difunden información de manera descontrolada que abona a sus anchas a una mayor alarma entre la gente.

Es perfectamente comprensible el propósito gubernamental de no generar agitación y temor en la sociedad ante estos hechos, pero el silencio solo genera un ambiente de incertidumbre y psicosis.

Sería necio seguir presumiendo que Tlaxcala es el Estado “más seguro” del país y dejarse arrastrar por sobre rocas para defender lo indefendible. Hay que salir del cascarón y enfrentar a una sociedad desconcertada y preocupada por su seguridad, en vez de desestimar las manifestaciones ciudadanas que claman por mejorar este rubro.

Las autoridades deberían temblar ante una ciudadanía cuya seguridad está atada por la incertidumbre, pero también reflexionar sobre las estrategias para hacer que vuelva a confiar en que puede vivir sin sobresaltos y en que los gobiernos tienen el control de la situación. A tiempo

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EPÍLOGO…

1.- ROMPER TABÚES…Mientras en el Congreso local los diputados tienen miedo a entrarle a legislar el tema de los matrimonios igualitarios, en Tlaxcala algunos municipios como Tlaxco y Apizaco tomaron la sartén por el mando y decidieron romper ese tabú al emplear a una persona transgénero (hace referencia a las personas cuyas identidades de género son diferentes del sexo​ o el género que se les asignó al nacer) como imagen turística, mientras tanto la Secretaría de Turismo proyecta al gobierno estatal con la misma persona.

¡Hasta el próximo martes!