/ martes 27 de noviembre de 2018

TINTERO

Adiós a los odios Gobierno-UAT

Al pactar con el rector una relación de respeto y trabajo conjunto, el gobernador Marco Mena puso fin a los odios, fobias y rencores que su antecesor Mariano González tenía con los hermanos Hector y Serafín Ortiz

El gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez apagó el pasado sábado el congelador que los mandatarios en turno pusieron con la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT) y puso fin a las fobias y rencores que su antecesor Mariano González Zarur tenía con los hermanos Héctor y Serafín Ortiz, quienes controlan esa casa de estudios.

Mena ya no quiso seguir con esa política de odio y, aprovechando que el rector Luis Armando González Placencia ha hecho en varias ocasiones pública su disposición para limar asperezas con el gobierno estatal, se presentó ante la sorpresa de propios y extraños en las instalaciones del Teatro Universitario.

La última vez que un gobernador, no afin a los hermanos Ortiz, pisó los terrenos de la UAT fue José Antonio Álvarez Lima, entonces priista hoy morenista.

El exembajador de México en Portugal mantenía una relación no tan cercana con la institución, pero sí de respeto con las autoridades de la UAT, en ese tiempo comandadas por Juan Méndez Vázquez.

De hecho, en los primeros años de la administración álvarezlimista, Héctor Ortiz tampoco buscó enfrentamientos con el titular del Ejecutivo estatal.

Incluso, en los primeros meses de 1994, cuando El Universal publicó que Ortiz había dicho que sería el próximo gobernador de Tlaxcala, desesperadamente trató de negar la información mediante una carta aclaratoria en la que, entre otras cosas, afirmaba que no pasaba por su mente aspirar a ese cargo. Él lo tenía claro, un destape anticipado era una “guerra abierta” con el mandatario en turno.

Eso sí, como titular del Poder Ejecutivo, Ortiz no solo no salía de la UAT sino que impuso a su hermano como rector, lo apoyó con todo para mejorar la infraestructura de la institución y, al término de su mandato, aunque inconclusa, le entregó en comodato la Plaza Bicentenario, lo que desató un abierto enfrentamiento con su sucesor Mariano González Zarur.

De 1999 a 2005 Alfonso Sánchez Anaya se mantuvo distante con la UAT. No quiso mantener una relación de colaboración con los Ortiz y, cada que podía, criticaba abiertamente la forma en que ellos controlaban los cargos y el dinero.

En 2010, apenas supo que Hector Ortiz había favorecido a la UAT con la Plaza Bicentenario, González Zarur se le fue encima a los hermanos Ortiz y clausuró la obra e inició un juicio que años después el gobierno estatal ganó aunque, hábilmente, el entonces rector Victor Job Paredes metió un “golazo” a la administración estatal cuando aseguró que en el asunto judicial la UAT siempre tuvo la razón, pero ya no era del interés de la universidad tener la posesión del inmueble.

Fuera de sus casillas y, al puro estilo de la mafia, Mariano González decidió pegarle a los Ortiz en el dinero y, de tajo, ya no entregó el financiamiento que por ley corresponde a la UAT.

La guerra estaba declarada. González quiso pero no pudo meter a la cárcel a Hector. Nadie cedió. Las autoridades de la UAT acusaban actos de autoritarismo y de ilegalidad del Ejecutivo y él respondía que se quejaban de falta de dinero, pero la realidad es que les sobraba porque habían construido un súper Teatro Universitario.

Y la semana pasada, precisamente ahí, en ese inmueble criticando por su antecesor, Mena y Luis Armando Placencia tuvieron su primer encuentro institucional y, sin mayores preámbulos, pactaron retomar la colaboración Institucional en beneficio de la educación.

Vamos a ver hasta dónde serán los efectos de esta nueva relación.

Después del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de México, el grupo de los Ortiz, en una jugada inteligente, ofreció la rectoría a Gonzalez Placencia, un personaje rudo, crítico y de la ala progresista de los derechos humanos y que, incluso, en sus tiempos, por eso, fue marginado por el priismo junto con sus homólogos de Querétaro y Tlaxcala.

Los Ortiz tienen muy claro que el expresidente de la Comisi’on de los Derechos Humanos del entonces DIstrito Federal es un personaje muy cercano a López Obrador y al próximo secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán quien, incluso, ya presidió un foro educativo en esa casa de estudios.

Los Ortiz, quienes ya ofrecieron dejar por el momento el protagonismo, saben que el hoy rector es capaz de pactar la paz con Mena para que, como hace años, sigan siendo beneficiarios con el dinero que corresponde entregar a la administración estatal.

Y si alguien todavía tenía duda, con esta acción, Mena marcó territorio y rompió cualquier lazo de sumisión con González Zarur que, conociéndolo, sintió esta noticia como un balde de agua helada en la cara.

***

EPÍLOGO

1.- DESCANSO... Quien esto escribe tomará unas vacaciones. Disculpas a mis lectores y gracias por la comprensión.


Adiós a los odios Gobierno-UAT

Al pactar con el rector una relación de respeto y trabajo conjunto, el gobernador Marco Mena puso fin a los odios, fobias y rencores que su antecesor Mariano González tenía con los hermanos Hector y Serafín Ortiz

El gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez apagó el pasado sábado el congelador que los mandatarios en turno pusieron con la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT) y puso fin a las fobias y rencores que su antecesor Mariano González Zarur tenía con los hermanos Héctor y Serafín Ortiz, quienes controlan esa casa de estudios.

Mena ya no quiso seguir con esa política de odio y, aprovechando que el rector Luis Armando González Placencia ha hecho en varias ocasiones pública su disposición para limar asperezas con el gobierno estatal, se presentó ante la sorpresa de propios y extraños en las instalaciones del Teatro Universitario.

La última vez que un gobernador, no afin a los hermanos Ortiz, pisó los terrenos de la UAT fue José Antonio Álvarez Lima, entonces priista hoy morenista.

El exembajador de México en Portugal mantenía una relación no tan cercana con la institución, pero sí de respeto con las autoridades de la UAT, en ese tiempo comandadas por Juan Méndez Vázquez.

De hecho, en los primeros años de la administración álvarezlimista, Héctor Ortiz tampoco buscó enfrentamientos con el titular del Ejecutivo estatal.

Incluso, en los primeros meses de 1994, cuando El Universal publicó que Ortiz había dicho que sería el próximo gobernador de Tlaxcala, desesperadamente trató de negar la información mediante una carta aclaratoria en la que, entre otras cosas, afirmaba que no pasaba por su mente aspirar a ese cargo. Él lo tenía claro, un destape anticipado era una “guerra abierta” con el mandatario en turno.

Eso sí, como titular del Poder Ejecutivo, Ortiz no solo no salía de la UAT sino que impuso a su hermano como rector, lo apoyó con todo para mejorar la infraestructura de la institución y, al término de su mandato, aunque inconclusa, le entregó en comodato la Plaza Bicentenario, lo que desató un abierto enfrentamiento con su sucesor Mariano González Zarur.

De 1999 a 2005 Alfonso Sánchez Anaya se mantuvo distante con la UAT. No quiso mantener una relación de colaboración con los Ortiz y, cada que podía, criticaba abiertamente la forma en que ellos controlaban los cargos y el dinero.

En 2010, apenas supo que Hector Ortiz había favorecido a la UAT con la Plaza Bicentenario, González Zarur se le fue encima a los hermanos Ortiz y clausuró la obra e inició un juicio que años después el gobierno estatal ganó aunque, hábilmente, el entonces rector Victor Job Paredes metió un “golazo” a la administración estatal cuando aseguró que en el asunto judicial la UAT siempre tuvo la razón, pero ya no era del interés de la universidad tener la posesión del inmueble.

Fuera de sus casillas y, al puro estilo de la mafia, Mariano González decidió pegarle a los Ortiz en el dinero y, de tajo, ya no entregó el financiamiento que por ley corresponde a la UAT.

La guerra estaba declarada. González quiso pero no pudo meter a la cárcel a Hector. Nadie cedió. Las autoridades de la UAT acusaban actos de autoritarismo y de ilegalidad del Ejecutivo y él respondía que se quejaban de falta de dinero, pero la realidad es que les sobraba porque habían construido un súper Teatro Universitario.

Y la semana pasada, precisamente ahí, en ese inmueble criticando por su antecesor, Mena y Luis Armando Placencia tuvieron su primer encuentro institucional y, sin mayores preámbulos, pactaron retomar la colaboración Institucional en beneficio de la educación.

Vamos a ver hasta dónde serán los efectos de esta nueva relación.

Después del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de México, el grupo de los Ortiz, en una jugada inteligente, ofreció la rectoría a Gonzalez Placencia, un personaje rudo, crítico y de la ala progresista de los derechos humanos y que, incluso, en sus tiempos, por eso, fue marginado por el priismo junto con sus homólogos de Querétaro y Tlaxcala.

Los Ortiz tienen muy claro que el expresidente de la Comisi’on de los Derechos Humanos del entonces DIstrito Federal es un personaje muy cercano a López Obrador y al próximo secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán quien, incluso, ya presidió un foro educativo en esa casa de estudios.

Los Ortiz, quienes ya ofrecieron dejar por el momento el protagonismo, saben que el hoy rector es capaz de pactar la paz con Mena para que, como hace años, sigan siendo beneficiarios con el dinero que corresponde entregar a la administración estatal.

Y si alguien todavía tenía duda, con esta acción, Mena marcó territorio y rompió cualquier lazo de sumisión con González Zarur que, conociéndolo, sintió esta noticia como un balde de agua helada en la cara.

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EPÍLOGO

1.- DESCANSO... Quien esto escribe tomará unas vacaciones. Disculpas a mis lectores y gracias por la comprensión.