/ martes 21 de diciembre de 2021

Tintero | Contra el INE, rudeza innecesaria

El Instituto Nacional Electoral (INE) se ha convertido en el “patito feo” del gobierno de la República y del Partido Movimiento Regeneración Nacional, pues, con la fuerza del Estado, le aplican una rudeza innecesaria.

Argumentos hay muchos para cuestionar a los miembros del ente: porque tienen salarios muy altos, porque no quisieron destinar dinero de los partidos para apoyar a los damnificados por los sismos de 2007 y porque sus miembros son conservadores (la infaltable palabra del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para descalificar lo que no le gusta) pues hicieron público que, por falta de dinero, no habrá consulta para la renovación de mandato.

Solo que los integrantes del Congreso de la Unión olvidan que fueron ellos -en diferentes legislaturas- quienes avalaron muchos de los excesos.

Según la historia, el adjetivo conservador es utilizado para nombrar a aquellas personas o políticas que tienen como objetivo mantener estructuras o formas tradicionales sin ceder a cualquier tipo de renovación o modernización que pueda presentarse. Los grupos conservadores están formados por las clases más altas que siempre suelen mostrarse reticentes a actitudes progresistas, liberales o de izquierda.

El conservadorismo se opone tanto al liberalismo como a todas las ideologías revolucionarias ya que ambas proponen cambios como libertades que no condicen con las estructuras tradicionales (la Iglesia, el poder concentrado en pocas personas, políticas económicas proteccionistas, formas y expresiones culturales elitistas).

Pero no es la primera vez que los grupos de poder que lidera López Obrador descalifican el trabajo del INE. En 2006 arremetió contra el presidente Luis Carlos Ugalde y los consejeros porque no le dieron el triunfo en las elecciones presidenciales en las que fue designado ganador -con un escaso margen de sufragios- el panista Felipe Calderón Hinojosa.

Luego, tras sus pleitos abiertos con el actual titular del ente, Lorenzo Córdova Vianello, el Ejecutivo de la nación ha planteado la posibilidad de desaparecer al organismo porque, desde su punto de vista, ya no tiene razón de ser.

No es el único que ha descalificado a los organismos electorales. En el año 2000, en campaña, el panista Vicente Fox Quesada, llamó puercos a los miembros del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación porque supuestamente daban palo a sus quejas, aunque, ya ungido presidente, se disculpó con ellos por los calificativos fuera de lugar.

En los estados, la dinámica ha sido la misma, el priista Mariano González Zarur decía que el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE) debía desaparecer porque no servía para nada, mientras que Margarita Zavala, esposa del entonces presidente Felipe Calderón, intentó presionar al titular de ese ente, Salvador Cuauhtencos Amieva, para que diera el triunfo a la panista Adriana Dávila Fernández. Hoy el ITE es un órgano fortalecido.

En general, presidentes, gobernadores, senadores y diputados, han caído en la “tentación” de querer controlar a los órganos electorales con la única idea de perpetuarse en el poder mediante la 'manipulación' de los resultados.

Si bien el INE no se encuentra en su mejor momento, desaparecerlo como lo sugiere López Obrador, en nada ayudaría a la vida democrática del país. El INE y los órganos estatales nacieron con el propósito de que sean los ciudadanos quienes elijan y validen a sus propias autoridades. De otra forma, México caería en un retroceso y autoritarismo como cuando hasta el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, los votos se contaban en la Secretaría de Gobernación y desde los Pinos, decidían quien ganaba o perdía unos comicios. Inaceptable.

Eso sí, el INE necesita una reestructuración. Quizá que funcione en pleno solo en procesos electorales y los consejeros cobren nada más en ese periodo y, el resto del año, el presidente opere lo necesario con el equipo ejecutivo.

Pero sí debe dejar de ser -de tajo- el organismo de las “cuotas de partidos” y estar al servicio del gobernante en turno. Solo así recuperaría credibilidad. Al tiempo.

El Instituto Nacional Electoral (INE) se ha convertido en el “patito feo” del gobierno de la República y del Partido Movimiento Regeneración Nacional, pues, con la fuerza del Estado, le aplican una rudeza innecesaria.

Argumentos hay muchos para cuestionar a los miembros del ente: porque tienen salarios muy altos, porque no quisieron destinar dinero de los partidos para apoyar a los damnificados por los sismos de 2007 y porque sus miembros son conservadores (la infaltable palabra del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para descalificar lo que no le gusta) pues hicieron público que, por falta de dinero, no habrá consulta para la renovación de mandato.

Solo que los integrantes del Congreso de la Unión olvidan que fueron ellos -en diferentes legislaturas- quienes avalaron muchos de los excesos.

Según la historia, el adjetivo conservador es utilizado para nombrar a aquellas personas o políticas que tienen como objetivo mantener estructuras o formas tradicionales sin ceder a cualquier tipo de renovación o modernización que pueda presentarse. Los grupos conservadores están formados por las clases más altas que siempre suelen mostrarse reticentes a actitudes progresistas, liberales o de izquierda.

El conservadorismo se opone tanto al liberalismo como a todas las ideologías revolucionarias ya que ambas proponen cambios como libertades que no condicen con las estructuras tradicionales (la Iglesia, el poder concentrado en pocas personas, políticas económicas proteccionistas, formas y expresiones culturales elitistas).

Pero no es la primera vez que los grupos de poder que lidera López Obrador descalifican el trabajo del INE. En 2006 arremetió contra el presidente Luis Carlos Ugalde y los consejeros porque no le dieron el triunfo en las elecciones presidenciales en las que fue designado ganador -con un escaso margen de sufragios- el panista Felipe Calderón Hinojosa.

Luego, tras sus pleitos abiertos con el actual titular del ente, Lorenzo Córdova Vianello, el Ejecutivo de la nación ha planteado la posibilidad de desaparecer al organismo porque, desde su punto de vista, ya no tiene razón de ser.

No es el único que ha descalificado a los organismos electorales. En el año 2000, en campaña, el panista Vicente Fox Quesada, llamó puercos a los miembros del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación porque supuestamente daban palo a sus quejas, aunque, ya ungido presidente, se disculpó con ellos por los calificativos fuera de lugar.

En los estados, la dinámica ha sido la misma, el priista Mariano González Zarur decía que el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE) debía desaparecer porque no servía para nada, mientras que Margarita Zavala, esposa del entonces presidente Felipe Calderón, intentó presionar al titular de ese ente, Salvador Cuauhtencos Amieva, para que diera el triunfo a la panista Adriana Dávila Fernández. Hoy el ITE es un órgano fortalecido.

En general, presidentes, gobernadores, senadores y diputados, han caído en la “tentación” de querer controlar a los órganos electorales con la única idea de perpetuarse en el poder mediante la 'manipulación' de los resultados.

Si bien el INE no se encuentra en su mejor momento, desaparecerlo como lo sugiere López Obrador, en nada ayudaría a la vida democrática del país. El INE y los órganos estatales nacieron con el propósito de que sean los ciudadanos quienes elijan y validen a sus propias autoridades. De otra forma, México caería en un retroceso y autoritarismo como cuando hasta el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, los votos se contaban en la Secretaría de Gobernación y desde los Pinos, decidían quien ganaba o perdía unos comicios. Inaceptable.

Eso sí, el INE necesita una reestructuración. Quizá que funcione en pleno solo en procesos electorales y los consejeros cobren nada más en ese periodo y, el resto del año, el presidente opere lo necesario con el equipo ejecutivo.

Pero sí debe dejar de ser -de tajo- el organismo de las “cuotas de partidos” y estar al servicio del gobernante en turno. Solo así recuperaría credibilidad. Al tiempo.