/ martes 17 de marzo de 2020

Tintero | Covid-19: no ligereza, no psicosis, sí responsabilidad

Hace casi 30 años, Tlaxcala enfrentó dos graves problemas y el gobierno estatal en turno no estaba preparado para hacerles frente.

El primero fue cuando el sector salud detectó, en un joven que había regresado de Estados Unidos de América, donde había trabajado en el campo, el primer caso de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida).

Ya para 1994, el mal parecía imparable porque el gobierno no hallaba la forma de cómo detener las muertes de estos enfermos cuyo contagio se había dado en cadena. Hubo hasta 1998 decenas de fallecidos.

Hoy sabemos que un enfermo con Sida puede llevar una vida normal siempre y cuando acate las disposiciones del médico que lleva su tratamiento.

El segundo fue la presencia de cólera, enfermedad que llegó a ser incontrolable. El gobierno de José Antonio Álvarez Lima –de 1993 a 1998- registró decenas de enfermos y muertos, pero se le pudo hacer frente cuando la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León decidió que era tiempo de sumar esfuerzos con los estados que enfrentaban esa problemática para, no solo controlarla, sino erradicarla.

Zedillo ordenó a Jesús Kumate Rodríguez (+), a la sazón secretario de Salud, enfocarse a Veracruz, Tabasco, Tlaxcala y Puebla donde los casos de cólera eran alarmantes y el secretario de Estado se la pasaba técnicamente en esas entidades buscando –con sus pares- cómo detener la propagación.

La epidemia pudo ser erradicada y, a partir de ahí, la gente tuvo cuidado en ingerir agua limpia –no directamente de la llave- y lavar perfectamente frutas y verduras.

Pero frente al Coronavirus, hoy llamado Covid-19, en México –después de que se registraron los primeros casos- se actuó a partir de dos visiones: la ligereza del gobierno de la República sobre cómo tratar el tema de este mal que ha provocado la muerte de miles de personas en todo el mundo y la psicosis de la gente que no sabía qué hacer al respecto.

Muy a su estilo, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, fue el primero en minimizar la situación y, llevando la contraria a especialistas en la materia, recomendó en su tradicional “mañanera” no suspender los abrazos y besos. Pero ya rectificó y ahora solicitó que los “abrazos solo sean en la mente”.

El asunto es que la presencia de Covid-19 ha generado una psicosis en México. La gente, desconfiada por la falta de información oficial, decidió dejar de tener contacto directo con sus semejantes y, en un principio, solo hizo caso a las disposiciones de otros países ante la indiferencia de la administración lopezobradorista. Cómo estarían las cosas que hace algunos días hubo en las farmacias del país desabasto de cubrebocas.

Qué bueno que desde el pasado fin de semana, el gobierno federal decidió tomar con seriedad el asunto y, de entrada, ordenó suspender clases en las escuelas públicas y privadas del país. Desde luego que la decisión no es sencilla porque, más adelante, se deberá buscar la forma de recuperar el tiempo perdido para evitar rezagos.

Eso sí, la medida fue la mejor que pudo haber tomado la autoridad como también lo fue la de la iglesia católica de suspender el ritual de las misas de “dar la paz” estrechando las manos y de proporcionar la hostia en la boca de los feligreses. El tema es delicado. En Monterrey, por ejemplo, la Arquidiócesis determinó cancelar las homilías y que éstas sean transmitidas vía internet, mientras que la Diócesis de Tlaxcala no descarta hacer lo propio. Sería algo inédito.

Lo cierto es que el tema es responsabilidad de todos, no solo de los tres niveles de gobierno sino de los sectores productivos y sociedad en general. Eso sí, de haber seguido tomando con ligereza la situación, el desenlace habría sido catastrófico. Al tiempo

EPÍLOGO…

1.- PROBLEMAS… Lo que mal empieza mal termina. Los diputados se autorizaron una partida millonaria para, junto con los alcaldes, decidir qué obras ejecutarán, pero la forma de cómo distribuir el dinero terminó por enfrentarlos y ahora ventilan presuntos actos de corrupción ante las autoridades correspondientes.

Hasta el próximo martes

Hace casi 30 años, Tlaxcala enfrentó dos graves problemas y el gobierno estatal en turno no estaba preparado para hacerles frente.

El primero fue cuando el sector salud detectó, en un joven que había regresado de Estados Unidos de América, donde había trabajado en el campo, el primer caso de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida).

Ya para 1994, el mal parecía imparable porque el gobierno no hallaba la forma de cómo detener las muertes de estos enfermos cuyo contagio se había dado en cadena. Hubo hasta 1998 decenas de fallecidos.

Hoy sabemos que un enfermo con Sida puede llevar una vida normal siempre y cuando acate las disposiciones del médico que lleva su tratamiento.

El segundo fue la presencia de cólera, enfermedad que llegó a ser incontrolable. El gobierno de José Antonio Álvarez Lima –de 1993 a 1998- registró decenas de enfermos y muertos, pero se le pudo hacer frente cuando la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León decidió que era tiempo de sumar esfuerzos con los estados que enfrentaban esa problemática para, no solo controlarla, sino erradicarla.

Zedillo ordenó a Jesús Kumate Rodríguez (+), a la sazón secretario de Salud, enfocarse a Veracruz, Tabasco, Tlaxcala y Puebla donde los casos de cólera eran alarmantes y el secretario de Estado se la pasaba técnicamente en esas entidades buscando –con sus pares- cómo detener la propagación.

La epidemia pudo ser erradicada y, a partir de ahí, la gente tuvo cuidado en ingerir agua limpia –no directamente de la llave- y lavar perfectamente frutas y verduras.

Pero frente al Coronavirus, hoy llamado Covid-19, en México –después de que se registraron los primeros casos- se actuó a partir de dos visiones: la ligereza del gobierno de la República sobre cómo tratar el tema de este mal que ha provocado la muerte de miles de personas en todo el mundo y la psicosis de la gente que no sabía qué hacer al respecto.

Muy a su estilo, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, fue el primero en minimizar la situación y, llevando la contraria a especialistas en la materia, recomendó en su tradicional “mañanera” no suspender los abrazos y besos. Pero ya rectificó y ahora solicitó que los “abrazos solo sean en la mente”.

El asunto es que la presencia de Covid-19 ha generado una psicosis en México. La gente, desconfiada por la falta de información oficial, decidió dejar de tener contacto directo con sus semejantes y, en un principio, solo hizo caso a las disposiciones de otros países ante la indiferencia de la administración lopezobradorista. Cómo estarían las cosas que hace algunos días hubo en las farmacias del país desabasto de cubrebocas.

Qué bueno que desde el pasado fin de semana, el gobierno federal decidió tomar con seriedad el asunto y, de entrada, ordenó suspender clases en las escuelas públicas y privadas del país. Desde luego que la decisión no es sencilla porque, más adelante, se deberá buscar la forma de recuperar el tiempo perdido para evitar rezagos.

Eso sí, la medida fue la mejor que pudo haber tomado la autoridad como también lo fue la de la iglesia católica de suspender el ritual de las misas de “dar la paz” estrechando las manos y de proporcionar la hostia en la boca de los feligreses. El tema es delicado. En Monterrey, por ejemplo, la Arquidiócesis determinó cancelar las homilías y que éstas sean transmitidas vía internet, mientras que la Diócesis de Tlaxcala no descarta hacer lo propio. Sería algo inédito.

Lo cierto es que el tema es responsabilidad de todos, no solo de los tres niveles de gobierno sino de los sectores productivos y sociedad en general. Eso sí, de haber seguido tomando con ligereza la situación, el desenlace habría sido catastrófico. Al tiempo

EPÍLOGO…

1.- PROBLEMAS… Lo que mal empieza mal termina. Los diputados se autorizaron una partida millonaria para, junto con los alcaldes, decidir qué obras ejecutarán, pero la forma de cómo distribuir el dinero terminó por enfrentarlos y ahora ventilan presuntos actos de corrupción ante las autoridades correspondientes.

Hasta el próximo martes