/ martes 14 de enero de 2020

Tintero | Dirigentes campesinos de café

Confieso que no había escuchado una forma tan sutil, de alguien, referirse así, de quienes lucran con las necesidades y anhelos de los campesinos.

En una reunión de trabajo, en la oficina, un directivo de la empresa, que además sí sabe de campo, comentó lo siguiente, a propósito de las constantes protestas que, en este sector, encabezan los autollamados dirigentes campesinos Alejandro Martínez Hernández y José Isabel Juárez Torres.

-No conozco a un campesino que use sombreros como los que porta Juárez Torres (no finos, cierto, pero cuando menos con un costo de entre 800 y mil 500 pesos).

-No conozco a un campesino que cada ocho días, en lugar de ocuparse de sus cultivos, se la pase en los Portales del Centro Histórico tomando café, convocando a los reporteros y ofreciendo ruedas de prensa para, entre otras cosas, exigir a los gobiernos federal y estatal más dinero para el campo.

Yo anexaría lo siguiente: ¿conocerán Martínez y Juárez realmente el trabajo del campo? ¿Sabrán qué se necesita para sembrar una hectárea? ¿Cuántos maíces deben ser plantados en un surco para que la mazorca pueda alcanzar un correcto desarrollo? ¿Conocerán acaso un arado? Mejor aún, ¿Alguna vez lo habrán usado jalado por mulas? Estoy seguro que no.

¡Ah!, pero eso sí, los experredistas, el primero exdiputado federal y el segundo excongresista local y exdirigente del Partido de la Revolución Democrática, se rasgan las vestiduras demandando a diestra y siniestra apoyos económicos y en especie para grupos que, según ellos, dicen representar.

Lo cierto, y no es de ahora, es que el campo atraviesa por una profunda crisis. Desde hace varias décadas es considerado como el sector productivo en mayores condiciones de rezago y vulnerabilidad no solo en Tlaxcala y en el país, sino en todo el mundo.

La tierra ya no produce por la ausencia de agua resultado de los bruscos cambios climáticos provocados por la indiscriminada deforestación, la escasa aplicación de tecnología, el paternalismo gubernamental y la inexistencia de políticas públicas y programas efectivos que permitan el desarrollo del sector.

La situación es grave, más del 60 % de la tierra de cultivo presenta diferentes niveles de degradación lo que, en consecuencia, la hace poco o nada productiva.

El campo está al borde del colapso y ninguna autoridad hace algo para evitarlo.

Cansados de esa indiferencia oficial, miles de campesinos han optado por emigrar a los Estados Unidos de América en busca de un “sueño” lleno de billetes verdes, pero que, en un abrir y cerrar de ojos, se convierte en una pesadilla.

Tan olvidado ha estado este sector que, de plano, en algunas zonas de sur y norte del país, los narcotraficantes se han convertido en los “grandes productores” pues –sin que alguna autoridad se los impida- siembran marihuana y amapola, cultivos que, desde luego, les dejan “jugosas” ganancias.

La lista de necesidades de los productores y del campo es larga, tan larga que nadie quiere entender que hace falta un sinfín de apoyos económicos, pero sobre todo que los subsidios de los gobiernos federal y estatal lleguen directamente a quienes en verdad lo necesiten.

Y si algo le faltaba a esta tragedia campesina, añadiría que los productos transgénicos eliminan a los cultivos locales, entre ellos, al maíz, lo que aprovechan empresas transnacionales para acaparar las cosechas o monopolizarlas.

A todo esto, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador decidió cerrar la “llave económica” a las organizaciones gestoras (como la del dúo Martínez- Juárez) que lucran con la necesidad de los campesinos.

El problema es que tampoco sabe qué hacer para aterrizar los apoyos directamente. En un año de la administración federal, han sido ventilados varios casos de corrupción cometidos por “superdelegados” que, de campo, saben lo que yo de Astronomía. Tlaxcala es el mejor ejemplo de ello, en este rubro el gobierno de la República no tiene directriz, ni pies ni cabeza, pues.

Y como los vacíos siempre terminan por llenarse, aparecen personas que han encontrado, en las necesidades de los productores ávidos de apoyos, un “modus operandi” para ganar dinero y espacios públicos.

¿O como para qué piden en Tlaxcala, con mucha exigencia, que el Congreso local apruebe para el campo algo así como mil millones de pesos y que las organizaciones tengan mano en el reparto? ¿Para apoyar a los hombres que cultivan la tierra? No me hagan reír. Al tiempo

Hasta el próximo martes

Confieso que no había escuchado una forma tan sutil, de alguien, referirse así, de quienes lucran con las necesidades y anhelos de los campesinos.

En una reunión de trabajo, en la oficina, un directivo de la empresa, que además sí sabe de campo, comentó lo siguiente, a propósito de las constantes protestas que, en este sector, encabezan los autollamados dirigentes campesinos Alejandro Martínez Hernández y José Isabel Juárez Torres.

-No conozco a un campesino que use sombreros como los que porta Juárez Torres (no finos, cierto, pero cuando menos con un costo de entre 800 y mil 500 pesos).

-No conozco a un campesino que cada ocho días, en lugar de ocuparse de sus cultivos, se la pase en los Portales del Centro Histórico tomando café, convocando a los reporteros y ofreciendo ruedas de prensa para, entre otras cosas, exigir a los gobiernos federal y estatal más dinero para el campo.

Yo anexaría lo siguiente: ¿conocerán Martínez y Juárez realmente el trabajo del campo? ¿Sabrán qué se necesita para sembrar una hectárea? ¿Cuántos maíces deben ser plantados en un surco para que la mazorca pueda alcanzar un correcto desarrollo? ¿Conocerán acaso un arado? Mejor aún, ¿Alguna vez lo habrán usado jalado por mulas? Estoy seguro que no.

¡Ah!, pero eso sí, los experredistas, el primero exdiputado federal y el segundo excongresista local y exdirigente del Partido de la Revolución Democrática, se rasgan las vestiduras demandando a diestra y siniestra apoyos económicos y en especie para grupos que, según ellos, dicen representar.

Lo cierto, y no es de ahora, es que el campo atraviesa por una profunda crisis. Desde hace varias décadas es considerado como el sector productivo en mayores condiciones de rezago y vulnerabilidad no solo en Tlaxcala y en el país, sino en todo el mundo.

La tierra ya no produce por la ausencia de agua resultado de los bruscos cambios climáticos provocados por la indiscriminada deforestación, la escasa aplicación de tecnología, el paternalismo gubernamental y la inexistencia de políticas públicas y programas efectivos que permitan el desarrollo del sector.

La situación es grave, más del 60 % de la tierra de cultivo presenta diferentes niveles de degradación lo que, en consecuencia, la hace poco o nada productiva.

El campo está al borde del colapso y ninguna autoridad hace algo para evitarlo.

Cansados de esa indiferencia oficial, miles de campesinos han optado por emigrar a los Estados Unidos de América en busca de un “sueño” lleno de billetes verdes, pero que, en un abrir y cerrar de ojos, se convierte en una pesadilla.

Tan olvidado ha estado este sector que, de plano, en algunas zonas de sur y norte del país, los narcotraficantes se han convertido en los “grandes productores” pues –sin que alguna autoridad se los impida- siembran marihuana y amapola, cultivos que, desde luego, les dejan “jugosas” ganancias.

La lista de necesidades de los productores y del campo es larga, tan larga que nadie quiere entender que hace falta un sinfín de apoyos económicos, pero sobre todo que los subsidios de los gobiernos federal y estatal lleguen directamente a quienes en verdad lo necesiten.

Y si algo le faltaba a esta tragedia campesina, añadiría que los productos transgénicos eliminan a los cultivos locales, entre ellos, al maíz, lo que aprovechan empresas transnacionales para acaparar las cosechas o monopolizarlas.

A todo esto, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador decidió cerrar la “llave económica” a las organizaciones gestoras (como la del dúo Martínez- Juárez) que lucran con la necesidad de los campesinos.

El problema es que tampoco sabe qué hacer para aterrizar los apoyos directamente. En un año de la administración federal, han sido ventilados varios casos de corrupción cometidos por “superdelegados” que, de campo, saben lo que yo de Astronomía. Tlaxcala es el mejor ejemplo de ello, en este rubro el gobierno de la República no tiene directriz, ni pies ni cabeza, pues.

Y como los vacíos siempre terminan por llenarse, aparecen personas que han encontrado, en las necesidades de los productores ávidos de apoyos, un “modus operandi” para ganar dinero y espacios públicos.

¿O como para qué piden en Tlaxcala, con mucha exigencia, que el Congreso local apruebe para el campo algo así como mil millones de pesos y que las organizaciones tengan mano en el reparto? ¿Para apoyar a los hombres que cultivan la tierra? No me hagan reír. Al tiempo

Hasta el próximo martes