/ martes 20 de abril de 2021

Tintero | El adiós al machismo

La elección constitucional de este año dará, sin duda en Tlaxcala, el adiós al machismo. Y es que, desde siempre, la sociedad en general, había asumido –en forma natural- esa tonta ideología de que el hombre por naturaleza era superior a la mujer.

Pero las cosas cambiaron. Ellas, las supuestamente inferiores, ya tomaron no solo el control del hogar y de las decisiones económicas y sociales, sino que ahora disputan, de igual a igual, a los hombres (quienes se sentían amos y señores de la política y dueños absolutos de la administración pública) los cargos de primer nivel.

Abrirse paso, sin embargo, no ha sido fácil pues han sido víctimas de violencia, discriminación, desprecio, ser privadas de la libertad y lo más grave, de la vida misma.

Poco a poco ese machismo que imperaba en el país ha ido perdieron fuerza y seguramente desaparecerá con el paso de los años. Algo impensable en otros tiempos.

Tlaxcala solo ha tenido una gobernadora: Beatriz Paredes Rangel, quien si bien gozaba de simpatía entre los tlaxcaltecas, en especial del sector campesino porque era muy dada a convivir y compartir con ellos la comida en el campo y hasta un trago de pulque, logró esa posición gracias a su cercanía de amistad con el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari quien, no solo la impuso sino que la respaldó hasta que, de verdad, ella se la creyó y tomó decisiones que no gustaron a su supuesto benefactor. Sin más, fue despojada del cargo y entonces supo que, como mujer y política, seguía al vaivén de las decisiones de un hombre.

Desde entonces, lo más cercano de una mujer a la titularidad del poder Ejecutivo fue, primero, el nombramiento de Anabell Ávalos Zempoalteca, como secretaria de Gobierno en tiempos del priista Mariano González Zarur y, segundo, Anabell Alvarado, quien ocupó la misma posición por algún tiempo en la administración del actual mandatario Marco Antonio Mena Rodríguez.

El asunto es que las cosas cambiarán este año pues seis mujeres y un solo hombre se disputan la "silla grande" de Tlaxcala.

Tampoco se necesita ser pitoniso para saber que los próximos seis años Tlaxcala será gobernada por una mujer. Sin demeritar el trabajo del resto de quienes aspiran a llegar a Palacio de Gobierno, hay dos "punteras" en las preferencias electorales: Anabell Ávalos, de la coalición "Unidos por Tlaxcala" y Lorena Cuéllar Cisneros, de "Juntos haremos historia en Tlaxcala"; ellas se juegan el todo por el todo. Su pelea política que no es nueva, ahora es férrea y, como dice el refrán, ya se verá "de qué cuero sale más correas".

La lucha de las mujeres por acceder al poder ha sido añeja y, hasta 1979, se dio el primer "gran" paso cuando Griselda Álvarez Ponce de León fue electa gobernadora de Colima. La primera mujer en este país en asumir la titularidad del Poder Ejecutivo de una entidad fue postulada por los Partido Revolucionario Institucional y Popular Socialista y, de ahí, se han ganado a pulso espacios que, en el pasado, eran supuestamente exclusivos para los varones.

Lo cierto es que las mujeres y hombres deben de tener las mismas oportunidades, condiciones y formas de trato. Nadie debe ser más ni menos que el otro.

Eso sí, lo que no debe suceder es sepultar al machismo para, luego, transitar a un feminismo radical del que ha padecido el país y la entidad con mujeres (generalmente jóvenes y desorientadas en lo que buscan y quieren) quienes, en algunas protestas exigiendo derechos que no respetan y ocultando el rostro con pañuelos y pasamontañas, destrozan monumentos históricos y edificios públicos como si los inmuebles fueran los culpables de tantos de años de marginación. Inaceptable.

Las mujeres han luchado contra la incomprensión de una sociedad machista basada en el sexo y el clasismo y, precisamente por ello, si, agigantados pasos, han ganado terreno, no deben echarlo por la borda porque repetir patrones y conductas de hombres que con abusos y excesos han ostentado el poder, no será la mejor forma de gobernar. Es tiempo de desaparecer actitudes agresivas, violentas y hasta discriminatorias –ahora, aunque suene paradójico-, contra los varones. No es tiempo de venganza. Ya veremos

La elección constitucional de este año dará, sin duda en Tlaxcala, el adiós al machismo. Y es que, desde siempre, la sociedad en general, había asumido –en forma natural- esa tonta ideología de que el hombre por naturaleza era superior a la mujer.

Pero las cosas cambiaron. Ellas, las supuestamente inferiores, ya tomaron no solo el control del hogar y de las decisiones económicas y sociales, sino que ahora disputan, de igual a igual, a los hombres (quienes se sentían amos y señores de la política y dueños absolutos de la administración pública) los cargos de primer nivel.

Abrirse paso, sin embargo, no ha sido fácil pues han sido víctimas de violencia, discriminación, desprecio, ser privadas de la libertad y lo más grave, de la vida misma.

Poco a poco ese machismo que imperaba en el país ha ido perdieron fuerza y seguramente desaparecerá con el paso de los años. Algo impensable en otros tiempos.

Tlaxcala solo ha tenido una gobernadora: Beatriz Paredes Rangel, quien si bien gozaba de simpatía entre los tlaxcaltecas, en especial del sector campesino porque era muy dada a convivir y compartir con ellos la comida en el campo y hasta un trago de pulque, logró esa posición gracias a su cercanía de amistad con el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari quien, no solo la impuso sino que la respaldó hasta que, de verdad, ella se la creyó y tomó decisiones que no gustaron a su supuesto benefactor. Sin más, fue despojada del cargo y entonces supo que, como mujer y política, seguía al vaivén de las decisiones de un hombre.

Desde entonces, lo más cercano de una mujer a la titularidad del poder Ejecutivo fue, primero, el nombramiento de Anabell Ávalos Zempoalteca, como secretaria de Gobierno en tiempos del priista Mariano González Zarur y, segundo, Anabell Alvarado, quien ocupó la misma posición por algún tiempo en la administración del actual mandatario Marco Antonio Mena Rodríguez.

El asunto es que las cosas cambiarán este año pues seis mujeres y un solo hombre se disputan la "silla grande" de Tlaxcala.

Tampoco se necesita ser pitoniso para saber que los próximos seis años Tlaxcala será gobernada por una mujer. Sin demeritar el trabajo del resto de quienes aspiran a llegar a Palacio de Gobierno, hay dos "punteras" en las preferencias electorales: Anabell Ávalos, de la coalición "Unidos por Tlaxcala" y Lorena Cuéllar Cisneros, de "Juntos haremos historia en Tlaxcala"; ellas se juegan el todo por el todo. Su pelea política que no es nueva, ahora es férrea y, como dice el refrán, ya se verá "de qué cuero sale más correas".

La lucha de las mujeres por acceder al poder ha sido añeja y, hasta 1979, se dio el primer "gran" paso cuando Griselda Álvarez Ponce de León fue electa gobernadora de Colima. La primera mujer en este país en asumir la titularidad del Poder Ejecutivo de una entidad fue postulada por los Partido Revolucionario Institucional y Popular Socialista y, de ahí, se han ganado a pulso espacios que, en el pasado, eran supuestamente exclusivos para los varones.

Lo cierto es que las mujeres y hombres deben de tener las mismas oportunidades, condiciones y formas de trato. Nadie debe ser más ni menos que el otro.

Eso sí, lo que no debe suceder es sepultar al machismo para, luego, transitar a un feminismo radical del que ha padecido el país y la entidad con mujeres (generalmente jóvenes y desorientadas en lo que buscan y quieren) quienes, en algunas protestas exigiendo derechos que no respetan y ocultando el rostro con pañuelos y pasamontañas, destrozan monumentos históricos y edificios públicos como si los inmuebles fueran los culpables de tantos de años de marginación. Inaceptable.

Las mujeres han luchado contra la incomprensión de una sociedad machista basada en el sexo y el clasismo y, precisamente por ello, si, agigantados pasos, han ganado terreno, no deben echarlo por la borda porque repetir patrones y conductas de hombres que con abusos y excesos han ostentado el poder, no será la mejor forma de gobernar. Es tiempo de desaparecer actitudes agresivas, violentas y hasta discriminatorias –ahora, aunque suene paradójico-, contra los varones. No es tiempo de venganza. Ya veremos