/ martes 13 de julio de 2021

Tintero | El poder de un Presidente sobre Tlaxcala

Lo peor que puede hacer un gobernador de Tlaxcala es “pelearse”, políticamente hablando, con el presidente de la República con quien le tocará convivir en el ejercicio de sus funciones.

La respuesta es sencilla: Los recursos económicos del gobierno estatal son exiguos y depende en más del 90 % del dinero que destina la Federación.

Dicho de otra forma, si se le cierra la “llave” económica, el Ejecutivo estatal estaría literalmente acabado pues, sin ese dinero, tendría que cancelar el pago del magisterio, la nómina de la burocracia y desaparecer los programas sociales.

En México, la fuerza política de un Presidente no tiene límites cuando se toma las cosas personales o cuando se enfrenta abiertamente con sus opositores. El tema es que ni siquiera siendo militantes del mismo partido, el gobernador (a) la tiene segura. Y explico.

  • 1.- En 1994, tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta y el triunfo de Ernesto Zedillo Ponce de León como presidente de México, José Antonio Álvarez Lima, a la sazón Ejecutivo estatal, amparado por su protector político Carlos Salinas de Gortari, quiso llevar la contraria al nuevo “mandamás” del país. Cada que podía, tachaba de “tecnócratas del centro que toman decisiones en un escritorio”, a los funcionarios del gobierno de Zedillo.

En respuesta, el presidente le puso un “estatequieto”; primero lo responsabilizó, junto con Manuel Bartlett Díaz, de encabezar el “sindicato” de gobernadores que intentaba derrocarlo y, después, vino la estocada final: Cuando ordenó la detención de Raúl Salinas, hermano de Carlos, acusado de haber orquestado el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, otrora secretario general del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, planeó una gira por Tlaxcala y, en la Trasquila, en Atlangatepec, junto a Álvarez Lima, símbolo del salinismo gritó: “En México se acabó la impunidad”.

Al final decidió limar asperezas cuando, de Álvarez, tomó como modelo la alternancia tersa del poder y el fin de la era del PRI. Tan es así que le ofreció una salida digna y decidió nombrarlo Embajador de México en Portugal.

  • 2.- En 1999, envalentonado porque había derrotado al PRI, el perredista Alfonso Sánchez Anaya solicitó a Zedillo, en un evento en Palacio de Gobierno, someter a debate el Modelo Económico del país. “Yo ya debatí modelos y clichés en la universidad, así que exhorto al señor gobernador a que siga debatiendo”, respondió burlón Zedillo; terminó el discurso y no dio la mano al Ejecutivo estatal, lo es una forma de respeto político.
  • 3.- Sánchez Anaya no entendió esa parte. Con el cambio de gobierno, se enfrentó abiertamente con Vicente Fox Quesada a quien, con frecuencia, cuestionaba su forma de gobernar. Y el contraataque no se hizo esperar: el panista cerró la “llave” económica del sistema educativo estatal al grado de que el gobernador, sin dinero para pagar la nómina, amagó con devolver la educación a la Federación. El pleito no pasó a mayores.
  • 4.- Prudente como es, Héctor Israel Ortiz Ortiz no tuvo problemas con Felipe Calderón Hinojosa. Nunca le llevó la contraria ni cuando el presidente impuso como candidata del PAN al gobierno a Adriana Dávila Fernández a quien, por cierto, simuló apoyar en campaña. Ella perdió y ese fue el desquite de Ortiz.
  • 5.- Mariano González Zarur se la llevó de “a pechito” porque, si aquí gritaba a todo “el mundo”, allá en los Pinos era el político más sumiso ante el poder de Enrique Peña Nieto. Con él revivió el “sí señor”, “lo que usted diga señor” y “la hora que usted diga señor”.
  • 6.- Marco Antonio Mena Rodríguez, hábil, decidió no enfrentarse a Andrés Manuel López Obrador quien, en respuesta, en sus giras, siempre elogió el trabajo del todavía gobernador. Mena nunca tuvo restricciones económicas y su última cortesía fue haber reconocido con celeridad y sin titubeos, el triunfo de Lorena Cuéllar Cisneros.
  • 7.- Lorena Cuéllar entrará en funciones con todo el apoyo presidencial, punto a su favor, pero sabe perfectamente que las relaciones con López Obrador son complicadas y cambian todos los días. Si hay alguien a quien el morenista tiene consideraciones es solo a Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, a quien ve como su sucesora.

Lo peor que puede hacer un gobernador de Tlaxcala es “pelearse”, políticamente hablando, con el presidente de la República con quien le tocará convivir en el ejercicio de sus funciones.

La respuesta es sencilla: Los recursos económicos del gobierno estatal son exiguos y depende en más del 90 % del dinero que destina la Federación.

Dicho de otra forma, si se le cierra la “llave” económica, el Ejecutivo estatal estaría literalmente acabado pues, sin ese dinero, tendría que cancelar el pago del magisterio, la nómina de la burocracia y desaparecer los programas sociales.

En México, la fuerza política de un Presidente no tiene límites cuando se toma las cosas personales o cuando se enfrenta abiertamente con sus opositores. El tema es que ni siquiera siendo militantes del mismo partido, el gobernador (a) la tiene segura. Y explico.

  • 1.- En 1994, tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta y el triunfo de Ernesto Zedillo Ponce de León como presidente de México, José Antonio Álvarez Lima, a la sazón Ejecutivo estatal, amparado por su protector político Carlos Salinas de Gortari, quiso llevar la contraria al nuevo “mandamás” del país. Cada que podía, tachaba de “tecnócratas del centro que toman decisiones en un escritorio”, a los funcionarios del gobierno de Zedillo.

En respuesta, el presidente le puso un “estatequieto”; primero lo responsabilizó, junto con Manuel Bartlett Díaz, de encabezar el “sindicato” de gobernadores que intentaba derrocarlo y, después, vino la estocada final: Cuando ordenó la detención de Raúl Salinas, hermano de Carlos, acusado de haber orquestado el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, otrora secretario general del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, planeó una gira por Tlaxcala y, en la Trasquila, en Atlangatepec, junto a Álvarez Lima, símbolo del salinismo gritó: “En México se acabó la impunidad”.

Al final decidió limar asperezas cuando, de Álvarez, tomó como modelo la alternancia tersa del poder y el fin de la era del PRI. Tan es así que le ofreció una salida digna y decidió nombrarlo Embajador de México en Portugal.

  • 2.- En 1999, envalentonado porque había derrotado al PRI, el perredista Alfonso Sánchez Anaya solicitó a Zedillo, en un evento en Palacio de Gobierno, someter a debate el Modelo Económico del país. “Yo ya debatí modelos y clichés en la universidad, así que exhorto al señor gobernador a que siga debatiendo”, respondió burlón Zedillo; terminó el discurso y no dio la mano al Ejecutivo estatal, lo es una forma de respeto político.
  • 3.- Sánchez Anaya no entendió esa parte. Con el cambio de gobierno, se enfrentó abiertamente con Vicente Fox Quesada a quien, con frecuencia, cuestionaba su forma de gobernar. Y el contraataque no se hizo esperar: el panista cerró la “llave” económica del sistema educativo estatal al grado de que el gobernador, sin dinero para pagar la nómina, amagó con devolver la educación a la Federación. El pleito no pasó a mayores.
  • 4.- Prudente como es, Héctor Israel Ortiz Ortiz no tuvo problemas con Felipe Calderón Hinojosa. Nunca le llevó la contraria ni cuando el presidente impuso como candidata del PAN al gobierno a Adriana Dávila Fernández a quien, por cierto, simuló apoyar en campaña. Ella perdió y ese fue el desquite de Ortiz.
  • 5.- Mariano González Zarur se la llevó de “a pechito” porque, si aquí gritaba a todo “el mundo”, allá en los Pinos era el político más sumiso ante el poder de Enrique Peña Nieto. Con él revivió el “sí señor”, “lo que usted diga señor” y “la hora que usted diga señor”.
  • 6.- Marco Antonio Mena Rodríguez, hábil, decidió no enfrentarse a Andrés Manuel López Obrador quien, en respuesta, en sus giras, siempre elogió el trabajo del todavía gobernador. Mena nunca tuvo restricciones económicas y su última cortesía fue haber reconocido con celeridad y sin titubeos, el triunfo de Lorena Cuéllar Cisneros.
  • 7.- Lorena Cuéllar entrará en funciones con todo el apoyo presidencial, punto a su favor, pero sabe perfectamente que las relaciones con López Obrador son complicadas y cambian todos los días. Si hay alguien a quien el morenista tiene consideraciones es solo a Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, a quien ve como su sucesora.