/ martes 29 de diciembre de 2020

Tintero | El reto de los políticos

En la nueva normalidad se acabaron –cuando menos en el discurso- las simulaciones, presiones políticas y el voto corporativo.


Lo novedoso será cómo tener votantes, pero sobre todo cómo ganar la confianza de la gente.


La pandemia le dio también un giro a la forma de hacer política, el tema es que los políticos no han aprendido. Siguen usando las viejas prácticas y creen que, con reuniones masivas, obtendrán un mayor número de seguidores. Mala estrategia.


Ahora se enfrentan a un electorado que maneja sus decisiones a través de internet y las redes sociales y los cibernautas son crueles, no es nada fácil competir con ellos, o los convencen o descalifican.


A los comicios del próximo año, los partidos llegarán divididos. En todo este embrollo electoral, el instituto que históricamente fomentaba el voto corporativo – el Partido Revolucionario Institucional- literalmente ya no existe; esa estrategia desde hace muchos años es un mito, quizá su mayor resplandor fue en la época de Fidel Velázquez (+), entonces líder de la Confederación de Trabajadores de México, quien hasta decidía el que sería el presidente de México, pero ahora hasta resulta imprudente inducir a la gente para que vote por un partido o determinado candidato.


Es evidente que al electorado hay que persuadirlo con las mejores propuestas o con proyectos viables y ese es un trabajo que se hace a través del diálogo –ahora por redes sociales- y no de la coacción. Es el gran reto de los políticos.


Será necesario ver que quienes, en el pasado, fomentaban estas prácticas, estén, sin simulación, acordes con los tiempos modernos que la incipiente democracia reclama.


Lo cierto es que la pandemia va a marcar el destino de la presente administración federal y local. Si ya se le hace frente con seriedad, podría favorecer algunas de las maduraciones que México y Tlaxcala necesitan con urgencia.


En tiempos de Covid-19 se puede ganar o perder, pero lo más importante es que, en muchos casos, se puede aprender o dejar de aprovechar.


La máxima responsabilidad frente a la situación reside en las autoridades nacionales y locales aunque es un trabajo mayor para las familias que, ahora sí, han aprendido a tener un mayor contacto con los hijos. La familia volvió a retomar el concepto de ser el núcleo de la sociedad. Cierto, no ha sido fácil, ya que demasiada convivencia ha terminado en violencia y la desintegración del matrimonio.


Uno de los principales problemas ante la pandemia es que hay un sector de la población que no entiende y, como en la ruleta, se juega la vida todos los días. No respeta las medidas sanitarias establecidas por el sector salud.


Del lado del Gobierno, una gestión equivocada de la crisis, en sus aspectos de salud y en sus implicaciones económicas y políticas, propiciará un nuevo problema: la falta de confianza ciudadana que puede crecer si las divisiones fracturan a la sociedad.


Si con este reto los políticos no entienden cómo hacer campañas, habrá una crisis de legitimidad y eso sería muy grave. La nueva normalidad será aprender de las nuevas formas de convivencia política con la posibilidad –real- de transmisión del coronavirus.


La gente presiona a los políticos para que, sin cubrebocas, se miren cara a cara y, varios de ellos, contagiados han fallecido por aceptar esas condiciones populares.


Se debe trabajar en el comportamiento de la sociedad para que, sin enojos, permita el distanciamiento social y el mantenimiento de un bajo nivel de contagio.


Guste o no, se deben respetar las normas de distanciamiento social, tanto en el ámbito político, empresarial, social y personal, incluyendo la toma de medidas rigurosas para detección temprana y aislamiento de pacientes afectados. Aun con todas estas medidas, ya nada volverá a ser igual y se debe no vivir con ella sino respetar a la enfermedad.


A causa del confinamiento hay una transformación en la manera de convivir y socializar, cuidar la salud, trabajar, moverse y mantener una sana alimentación. Ya veremos si sigue así.


En la nueva normalidad se acabaron –cuando menos en el discurso- las simulaciones, presiones políticas y el voto corporativo.


Lo novedoso será cómo tener votantes, pero sobre todo cómo ganar la confianza de la gente.


La pandemia le dio también un giro a la forma de hacer política, el tema es que los políticos no han aprendido. Siguen usando las viejas prácticas y creen que, con reuniones masivas, obtendrán un mayor número de seguidores. Mala estrategia.


Ahora se enfrentan a un electorado que maneja sus decisiones a través de internet y las redes sociales y los cibernautas son crueles, no es nada fácil competir con ellos, o los convencen o descalifican.


A los comicios del próximo año, los partidos llegarán divididos. En todo este embrollo electoral, el instituto que históricamente fomentaba el voto corporativo – el Partido Revolucionario Institucional- literalmente ya no existe; esa estrategia desde hace muchos años es un mito, quizá su mayor resplandor fue en la época de Fidel Velázquez (+), entonces líder de la Confederación de Trabajadores de México, quien hasta decidía el que sería el presidente de México, pero ahora hasta resulta imprudente inducir a la gente para que vote por un partido o determinado candidato.


Es evidente que al electorado hay que persuadirlo con las mejores propuestas o con proyectos viables y ese es un trabajo que se hace a través del diálogo –ahora por redes sociales- y no de la coacción. Es el gran reto de los políticos.


Será necesario ver que quienes, en el pasado, fomentaban estas prácticas, estén, sin simulación, acordes con los tiempos modernos que la incipiente democracia reclama.


Lo cierto es que la pandemia va a marcar el destino de la presente administración federal y local. Si ya se le hace frente con seriedad, podría favorecer algunas de las maduraciones que México y Tlaxcala necesitan con urgencia.


En tiempos de Covid-19 se puede ganar o perder, pero lo más importante es que, en muchos casos, se puede aprender o dejar de aprovechar.


La máxima responsabilidad frente a la situación reside en las autoridades nacionales y locales aunque es un trabajo mayor para las familias que, ahora sí, han aprendido a tener un mayor contacto con los hijos. La familia volvió a retomar el concepto de ser el núcleo de la sociedad. Cierto, no ha sido fácil, ya que demasiada convivencia ha terminado en violencia y la desintegración del matrimonio.


Uno de los principales problemas ante la pandemia es que hay un sector de la población que no entiende y, como en la ruleta, se juega la vida todos los días. No respeta las medidas sanitarias establecidas por el sector salud.


Del lado del Gobierno, una gestión equivocada de la crisis, en sus aspectos de salud y en sus implicaciones económicas y políticas, propiciará un nuevo problema: la falta de confianza ciudadana que puede crecer si las divisiones fracturan a la sociedad.


Si con este reto los políticos no entienden cómo hacer campañas, habrá una crisis de legitimidad y eso sería muy grave. La nueva normalidad será aprender de las nuevas formas de convivencia política con la posibilidad –real- de transmisión del coronavirus.


La gente presiona a los políticos para que, sin cubrebocas, se miren cara a cara y, varios de ellos, contagiados han fallecido por aceptar esas condiciones populares.


Se debe trabajar en el comportamiento de la sociedad para que, sin enojos, permita el distanciamiento social y el mantenimiento de un bajo nivel de contagio.


Guste o no, se deben respetar las normas de distanciamiento social, tanto en el ámbito político, empresarial, social y personal, incluyendo la toma de medidas rigurosas para detección temprana y aislamiento de pacientes afectados. Aun con todas estas medidas, ya nada volverá a ser igual y se debe no vivir con ella sino respetar a la enfermedad.


A causa del confinamiento hay una transformación en la manera de convivir y socializar, cuidar la salud, trabajar, moverse y mantener una sana alimentación. Ya veremos si sigue así.