/ martes 10 de noviembre de 2020

Tintero | La prudencia es necesaria

Sin duda, la “3 de 3” es una buena propuesta, pero debe manejarse con mucha prudencia. De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral, la iniciativa busca reconstruir la confianza ciudadana en la clase política a través de la publicación de sus tres declaraciones de forma voluntaria, como muestra de su compromiso con la transparencia y rendición de cuentas.

El INE adopta la postura contra la violencia de las mujeres, dentro de los lineamientos que en materia de procedimientos y autoridades partidistas dirimirán internamente los casos de violencia política.

Lo que se logró es que los aspirantes a una candidatura firmen un documento, “bajo protesta de decir verdad y de buena fe, que no estén sancionados por una de estas tres razones: la primera no ser deudor de pensión alimenticia, la segunda no ser acosador sexual, y la tercera no ser agresor de mujeres en ámbito familiar o político.

Pero, ¿qué autoridad lo determina?

Esto quiere decir, que los partidos pedirán a sus aspirantes que firmen esta declaración y, si lo dicen en falso es un delito ante una autoridad, a la judicial y, por lo tanto, se puede denunciar que incurran en esta falsedad y, además, determinar si cumplen o no con los requisitos para ser candidatos o candidatas. Como escribí alguna vez, en la era de la equidad de género, lo peor que nos puede pasar es que estemos transitando en el camino equivocado, el de un “machismo” que por décadas ha definido el comportamiento de la gran mayoría de los hombres, a un radical feminismo que se convierta en “feminazi”. La equidad de género puede concebirse como la posibilidad que se brinda a mujeres y hombres de tener las mismas oportunidades, condiciones y formas de trato, claro, sin dejar a un lado sus respectivas particularidades, que garanticen el acceso a sus derechos.

Pero es evidente que el objetivo no está siendo cumplido a cabalidad.

Hace algunos años, hallé una cita en internet: “la abuela nos decía: hijita, tú debes de jugar a las muñecas, a hacer la comidita y a ser mamá”.

Y con mucha razón, antes, el papel de la mujer era casarse, ser mamá y quedarse en casa a cuidar a los hijos.

Ellas y, qué mal, no tenían derecho a tener aspiraciones o metas que se desviaran del matrimonio y crear una familia. Lo máximo que una mujer podía lograr era tomar alguna clase de pintura, tejido o manualidades. Las féminas que contaban con alguna profesión o carrera, la abandonaban al contraer matrimonio, preparándose para tener hijos y formar un hogar.

En algunas culturas, no podían comenzar a estudiar una licenciatura y ni siquiera podían ir a la preparatoria.

Y casarse para después trabajar o estudiar estaba prohibido. El hombre siempre fue el proveedor de la familia. Era obligación y derecho exclusivo desempeñarse en el campo laboral y/o profesional. Ahora muchas mujeres ya no se conforman con casarse y tener una familia, ya quieren tener algo propio además de su familia y hogar.

Están tomando conciencia de la importancia que tiene la búsqueda de la superación personal y preparación educativa, que les abrirán puertas que permitirán escalar a puestos más altos y con mejor sueldo.

También, como ya funciona la vida, existen empleos de medio tiempo, o con horarios flexibles, que son atractivos para la mujer casada, ya que les permite ejercer un trabajo con paga, sin descuidar las tareas del hogar.

El feminismo es un movimiento sociopolítico que busca una igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero existe una clara campaña, en ocasiones abierta y, en otras más veladas, desde grupos y organizaciones de derecha que todavía siguen defendiendo valores machistas y heteropatriarcales. El peligro de este ataque es que el discurso cale en la sociedad de tal forma que esta asuma ciertos términos y aforismos como de uso correcto.

Mientras tanto, las mujeres siguen sufriendo violencia física y verbal, siguen siendo estereotipadas y utilizadas como objetos; las niñas son “hipersexualizadas”; determinados colectivos contemplan el usar los cuerpos de las mujeres como meros canales para la compra de bebés; se continúan aceptando los celos posesivos como algo habitual de una relación amorosa y sigue habiendo un porcentaje de desprecio frente a quien intenta combatir el “micromachismo”.

Y si, además de mujer, eres joven, inmigrante o tienes alguna clase de discapacidad o diversidad, el nivel de desigualdad puede ser mayor respecto a quienes no tienen alguna de esas condiciones. Al tiempo este tema.

Sin duda, la “3 de 3” es una buena propuesta, pero debe manejarse con mucha prudencia. De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral, la iniciativa busca reconstruir la confianza ciudadana en la clase política a través de la publicación de sus tres declaraciones de forma voluntaria, como muestra de su compromiso con la transparencia y rendición de cuentas.

El INE adopta la postura contra la violencia de las mujeres, dentro de los lineamientos que en materia de procedimientos y autoridades partidistas dirimirán internamente los casos de violencia política.

Lo que se logró es que los aspirantes a una candidatura firmen un documento, “bajo protesta de decir verdad y de buena fe, que no estén sancionados por una de estas tres razones: la primera no ser deudor de pensión alimenticia, la segunda no ser acosador sexual, y la tercera no ser agresor de mujeres en ámbito familiar o político.

Pero, ¿qué autoridad lo determina?

Esto quiere decir, que los partidos pedirán a sus aspirantes que firmen esta declaración y, si lo dicen en falso es un delito ante una autoridad, a la judicial y, por lo tanto, se puede denunciar que incurran en esta falsedad y, además, determinar si cumplen o no con los requisitos para ser candidatos o candidatas. Como escribí alguna vez, en la era de la equidad de género, lo peor que nos puede pasar es que estemos transitando en el camino equivocado, el de un “machismo” que por décadas ha definido el comportamiento de la gran mayoría de los hombres, a un radical feminismo que se convierta en “feminazi”. La equidad de género puede concebirse como la posibilidad que se brinda a mujeres y hombres de tener las mismas oportunidades, condiciones y formas de trato, claro, sin dejar a un lado sus respectivas particularidades, que garanticen el acceso a sus derechos.

Pero es evidente que el objetivo no está siendo cumplido a cabalidad.

Hace algunos años, hallé una cita en internet: “la abuela nos decía: hijita, tú debes de jugar a las muñecas, a hacer la comidita y a ser mamá”.

Y con mucha razón, antes, el papel de la mujer era casarse, ser mamá y quedarse en casa a cuidar a los hijos.

Ellas y, qué mal, no tenían derecho a tener aspiraciones o metas que se desviaran del matrimonio y crear una familia. Lo máximo que una mujer podía lograr era tomar alguna clase de pintura, tejido o manualidades. Las féminas que contaban con alguna profesión o carrera, la abandonaban al contraer matrimonio, preparándose para tener hijos y formar un hogar.

En algunas culturas, no podían comenzar a estudiar una licenciatura y ni siquiera podían ir a la preparatoria.

Y casarse para después trabajar o estudiar estaba prohibido. El hombre siempre fue el proveedor de la familia. Era obligación y derecho exclusivo desempeñarse en el campo laboral y/o profesional. Ahora muchas mujeres ya no se conforman con casarse y tener una familia, ya quieren tener algo propio además de su familia y hogar.

Están tomando conciencia de la importancia que tiene la búsqueda de la superación personal y preparación educativa, que les abrirán puertas que permitirán escalar a puestos más altos y con mejor sueldo.

También, como ya funciona la vida, existen empleos de medio tiempo, o con horarios flexibles, que son atractivos para la mujer casada, ya que les permite ejercer un trabajo con paga, sin descuidar las tareas del hogar.

El feminismo es un movimiento sociopolítico que busca una igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero existe una clara campaña, en ocasiones abierta y, en otras más veladas, desde grupos y organizaciones de derecha que todavía siguen defendiendo valores machistas y heteropatriarcales. El peligro de este ataque es que el discurso cale en la sociedad de tal forma que esta asuma ciertos términos y aforismos como de uso correcto.

Mientras tanto, las mujeres siguen sufriendo violencia física y verbal, siguen siendo estereotipadas y utilizadas como objetos; las niñas son “hipersexualizadas”; determinados colectivos contemplan el usar los cuerpos de las mujeres como meros canales para la compra de bebés; se continúan aceptando los celos posesivos como algo habitual de una relación amorosa y sigue habiendo un porcentaje de desprecio frente a quien intenta combatir el “micromachismo”.

Y si, además de mujer, eres joven, inmigrante o tienes alguna clase de discapacidad o diversidad, el nivel de desigualdad puede ser mayor respecto a quienes no tienen alguna de esas condiciones. Al tiempo este tema.