/ martes 25 de enero de 2022

Tintero | “Operación cicatriz”, el primer paso

Desde hace casi 30 años, el Partido Acción Nacional ha vivido en medio de la división, la disputa y el enfrentamiento.

En los años 90, grupos encabezados por los hermanos Esteban (+) y Ángel Santacruz Carro, se organizaron para “tumbar” del cargo al entonces presidente Roberto Texis Badillo. A las quejas se sumó Julio Mila Fernández, fundador del partido en la entidad.

Fue una lucha férrea por el poder, a pesar de que era una buena época para el PAN que empezaba a ganar espacios: en el Congreso local contaba con un diputado, el gobernador priista José Antonio Álvarez Lima había nombrado en la Secretaría de Turismo a un miembro distinguido del partido “del bolillo” y en los municipios se afianzaba en Cuaxomulco y Apetatitlán.

El problema es que quienes aspiran a dirigirlo les encanta pelear para, a como dé lugar, ganar espacios políticos y personales.

Por muchos años, este instituto fue controlado por un grupo político al que apodaban los “cuatro fantásticos” que se repartían los cargos como pastel en fiesta o pizza en domingo familiar.

Adolfo Escobar Jardínez, Sergio González Hernández, hoy secretario de Gobierno en la administración morenista de Lorena Cuellar Cisneros; Benjamín Ávila Márquez y Felipe Flores Pérez, a su manera, maniataban a diestra y siniestra a ese organismo.

Por muchos años, ese grupo controló y dio resultados políticos desastrosos, con excepción de 2004, cuando con un personaje externo, el expriista Héctor Ortiz Ortiz, ganó la gubernatura.

Después, Flores Pérez, fue el primero en abandonar la perversa cofradía para ser diputado local. Pero los tres que se quedaron ofrecieron, incluso, a Ortiz Ortiz, sin una elección interna de por medio, la candidatura a la primera magistratura de la entidad después de que el Partido Revolucionario Institucional impuso en una asamblea celebrada en San Pablo del Monte, como su abanderado, a Mariano González Zarur.

Con Ortiz Ortiz en Palacio, Escobar dejó la diputación federal y fue designado secretario de Gobierno, González Hernández fue ungido titular de la Secretaría de Obras, Desarrollo Urbano y Vivienda, y Ávila Márquez contralor del Ejecutivo. Hábiles y con el apoyo de Felipe Flores en el Congreso, hicieron todo lo que estuvo a su alcance para 'imponer' en el poder y con la franquicia del 'albiazul' de por medio, a personajes fáciles de manipular.

Quien es conocido en Texoloc como el “perro negro”, fue quien más dividió al panismo tlaxcalteca, pues siempre trabajó para su beneficio personal y para perpetuarse como dirigente, cargo que se negaba a abandonar. Hoy es miembro distinguido de la llamada “Cuarta Transformación”.

Cuando Sergio González asumió la presidencia de ese partido, no hizo nada por iniciar una “operación cicatriz” necesaria y obligada después de que, en ese momento, se tildaron de 'mapaches' y se acusaron públicamente de desviar dinero público y hasta de pedir “moches” a cambio de obras públicas.

Hoy, Miriam Martínez Sánchez no la tiene fácil, pero enfrenta el gran reto de hacer del PAN un instituto no solo competitivo sino una fuerza ganadora. Eso sí, será necesario limar asperezas entre los grupos y mostrarse como un partido unido y fortalecido.

Sobre todo porque, aunque naveguen con bandera de demócratas, los panistas han formado a lo largo de los años, grupos muy cerrados a los que muy pocos entran.

Por ejemplo, Texis Badillo jamás quiso lidiar con los hermanos Santacruz Carro y Mila Fernández y terminó su mandato desprestigiado por su política de cerrazón e intolerancia.

El PAN ha tenido glorias, pero también serios descalabros. La llegada de Martínez Sánchez ofrece nuevas expectativas en ese instituto. El problema es que, en lugar de centrarse en hacer un llamado para unificar a los grupos, la joven lideresa utilizó su primer discurso para exigir al Gobierno estatal una redirección de las políticas de seguridad pública. Nada que ver con alguien que acaba de asumir un cargo partidista.

Ya habrá tiempo para ello. Ella debe conciliar con todos sus opositores panistas, sobre todo porque en la campaña interna pasada hubo, en redes sociales, un exceso de agresiones no sólo políticas sino familiares y personales, de militantes que hábiles, abrieron sitios falsos de Facebook para descalificar, principalmente a quien hoy asumió las riendas de ese instituto.

Miriam Martínez no debe ir en sentido contrario. Está obligada a cumplir con el ofrecimiento de “abrir el partido a los militantes” y no cerrarse en unos cuántos y, lo que es peor, centralizar la información a su antojo.

Desde hace casi 30 años, el Partido Acción Nacional ha vivido en medio de la división, la disputa y el enfrentamiento.

En los años 90, grupos encabezados por los hermanos Esteban (+) y Ángel Santacruz Carro, se organizaron para “tumbar” del cargo al entonces presidente Roberto Texis Badillo. A las quejas se sumó Julio Mila Fernández, fundador del partido en la entidad.

Fue una lucha férrea por el poder, a pesar de que era una buena época para el PAN que empezaba a ganar espacios: en el Congreso local contaba con un diputado, el gobernador priista José Antonio Álvarez Lima había nombrado en la Secretaría de Turismo a un miembro distinguido del partido “del bolillo” y en los municipios se afianzaba en Cuaxomulco y Apetatitlán.

El problema es que quienes aspiran a dirigirlo les encanta pelear para, a como dé lugar, ganar espacios políticos y personales.

Por muchos años, este instituto fue controlado por un grupo político al que apodaban los “cuatro fantásticos” que se repartían los cargos como pastel en fiesta o pizza en domingo familiar.

Adolfo Escobar Jardínez, Sergio González Hernández, hoy secretario de Gobierno en la administración morenista de Lorena Cuellar Cisneros; Benjamín Ávila Márquez y Felipe Flores Pérez, a su manera, maniataban a diestra y siniestra a ese organismo.

Por muchos años, ese grupo controló y dio resultados políticos desastrosos, con excepción de 2004, cuando con un personaje externo, el expriista Héctor Ortiz Ortiz, ganó la gubernatura.

Después, Flores Pérez, fue el primero en abandonar la perversa cofradía para ser diputado local. Pero los tres que se quedaron ofrecieron, incluso, a Ortiz Ortiz, sin una elección interna de por medio, la candidatura a la primera magistratura de la entidad después de que el Partido Revolucionario Institucional impuso en una asamblea celebrada en San Pablo del Monte, como su abanderado, a Mariano González Zarur.

Con Ortiz Ortiz en Palacio, Escobar dejó la diputación federal y fue designado secretario de Gobierno, González Hernández fue ungido titular de la Secretaría de Obras, Desarrollo Urbano y Vivienda, y Ávila Márquez contralor del Ejecutivo. Hábiles y con el apoyo de Felipe Flores en el Congreso, hicieron todo lo que estuvo a su alcance para 'imponer' en el poder y con la franquicia del 'albiazul' de por medio, a personajes fáciles de manipular.

Quien es conocido en Texoloc como el “perro negro”, fue quien más dividió al panismo tlaxcalteca, pues siempre trabajó para su beneficio personal y para perpetuarse como dirigente, cargo que se negaba a abandonar. Hoy es miembro distinguido de la llamada “Cuarta Transformación”.

Cuando Sergio González asumió la presidencia de ese partido, no hizo nada por iniciar una “operación cicatriz” necesaria y obligada después de que, en ese momento, se tildaron de 'mapaches' y se acusaron públicamente de desviar dinero público y hasta de pedir “moches” a cambio de obras públicas.

Hoy, Miriam Martínez Sánchez no la tiene fácil, pero enfrenta el gran reto de hacer del PAN un instituto no solo competitivo sino una fuerza ganadora. Eso sí, será necesario limar asperezas entre los grupos y mostrarse como un partido unido y fortalecido.

Sobre todo porque, aunque naveguen con bandera de demócratas, los panistas han formado a lo largo de los años, grupos muy cerrados a los que muy pocos entran.

Por ejemplo, Texis Badillo jamás quiso lidiar con los hermanos Santacruz Carro y Mila Fernández y terminó su mandato desprestigiado por su política de cerrazón e intolerancia.

El PAN ha tenido glorias, pero también serios descalabros. La llegada de Martínez Sánchez ofrece nuevas expectativas en ese instituto. El problema es que, en lugar de centrarse en hacer un llamado para unificar a los grupos, la joven lideresa utilizó su primer discurso para exigir al Gobierno estatal una redirección de las políticas de seguridad pública. Nada que ver con alguien que acaba de asumir un cargo partidista.

Ya habrá tiempo para ello. Ella debe conciliar con todos sus opositores panistas, sobre todo porque en la campaña interna pasada hubo, en redes sociales, un exceso de agresiones no sólo políticas sino familiares y personales, de militantes que hábiles, abrieron sitios falsos de Facebook para descalificar, principalmente a quien hoy asumió las riendas de ese instituto.

Miriam Martínez no debe ir en sentido contrario. Está obligada a cumplir con el ofrecimiento de “abrir el partido a los militantes” y no cerrarse en unos cuántos y, lo que es peor, centralizar la información a su antojo.