/ martes 6 de abril de 2021

Tintero | Poner fin al "poder tras el trono", necesario

Guste o no, Fidel Velázquez Sánchez, otrora poderoso líder de la Confederación de Trabajadores de México, siempre tuvo la razón cuando sostenía que el poder no se comparte, solo se ejerce. El problema es que, en este país, nunca han entendido la máxima del extinto "viejo lobo" cetemista.

No vamos lejos. El propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien se define a sí mismo como un hombre honorable, permite y solapa los excesos de sus colaboradores.

Este año Tlaxcala tendrá nuevo gobernador o gobernadora que es lo más seguro y la gente desea, de quien gane los comicios, respuestas claras y resultados en todos los ámbitos.

No quiere más gente manejable, de la que siempre ha adolecido la entidad pues es un secreto a voces que nadie llega al poder con absoluta libertad.

Explico: quienes en realidad toman muchas decisiones claves, son personas que nunca fueron votadas pero que son más poderosas que quienes ejercen el cargo.

1.-En tiempos del priista José Antonio Álvarez Lima, si alguien iba a ser contratado o aspiraba a un cargo de elección popular debía tener el aval del veracruzano Carlos Brito, delegado del PRI.

2.- Con la alternancia política, la historia no cambió. Siendo gobernador el perredista Alfonso Sánchez Anaya, quien "partía plaza" era Marco Antonio Castillo Hernández. Los secretarios de gabinete le temían. No tenía limitantes de poder. Ser llamado a su oficina era sinónimo de despido o reprimenda.

3.-Aun acostumbrado al poder, el panista Héctor Ortiz Ortiz, permitió que el poblano Víctor Cánovas, fino en la adulación, decidiera no solo los cargos sino las políticas públicas para la entidad. Acumuló tanto poder que se daba el lujo de usar el avión (que la Sedena dio en comodato al Gobierno estatal) para que su esposa y familiares fueran de "shopping" a Estados Unidos de América, hasta que la aeronave terminó en las profundidades de la laguna de Atlangatepec, en una noche nublada cuando el piloto perdió, en el radar, el lugar donde debía aterrizar.

4.-Explosivo como él solo, el priista Mariano González Zarur parecía que pondría fin a esa desagradable costumbre, pero no solo la fomentó sino que la fortaleció. Dio poder al por mayor a la señora Maricela Cuapio Cote, funcionaria de rango menor a un coordinador y quien, sin más, regañaba y despedía a quien fuera.

Tintero supo que un día, fuera de sus cabales y por encima del equipo de seguridad del mandatario estatal, entró a la oficina del Ejecutivo y gritó: ¡Quiero que Fragoso se vaya!

Jesús Fragoso era entonces secretario de Salud. "Ya no lo quiero aquí, me cae mal, además quiere ser alcalde de Apizaco sin tu consentimiento! -dijo.

Si algo "sacaba" de sus casillas al ganadero era que sus colaboradores tomaran decisiones sin consultarlo. "¿Ah sí?, pues entonces que se vaya", sentenció.

González Zarur llamó a Fragoso a su oficina y, directo, reprochó sus aspiraciones políticas.

-"Vete y vete del gobierno"- le soltó de golpe.

5.- En la administración de Marco Antonio Mena, su hermano Fabricio ha hecho de las suyas. De ser un funcionario de bajo perfil en las áreas administrativas del Congreso local, pasó a ser el "todo poderoso": Con él se trataron los cargos públicos y acuerdos políticos. A su conveniencia controló y manipuló al PRI, tan es así que aseguró su boletó para ser diputado local al ubicarse como el número uno de la lista plurinominal.

En la era de las mujeres, el "poder tras el trono" debe llegar a su fin, así como la perorata de siempre: la de ofrecer cosas y no cumplir. Cierto, prometer no empobrece y, así, con una cascada de buenos deseos, este domingo iniciaron las campañas rumbo a la gubernatura. Si de algo adolece el sistema político mexicano es de la falta de transparencia en el manejo del dinero público, de corrupción en todos sus niveles, de una estrategia real de seguridad pública que dé confianza a la gente y ahora, de un correcto combate de la pandemia.

La gente ya se cansó de los abusos y los excesos, así que, de parte de los políticos, no más mentiras es la ruta a seguir y, de la gente, ante cualquiera mala decisión, gritar al unísono: ¡ya basta! Más que necesario. ¿O no?

Guste o no, Fidel Velázquez Sánchez, otrora poderoso líder de la Confederación de Trabajadores de México, siempre tuvo la razón cuando sostenía que el poder no se comparte, solo se ejerce. El problema es que, en este país, nunca han entendido la máxima del extinto "viejo lobo" cetemista.

No vamos lejos. El propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien se define a sí mismo como un hombre honorable, permite y solapa los excesos de sus colaboradores.

Este año Tlaxcala tendrá nuevo gobernador o gobernadora que es lo más seguro y la gente desea, de quien gane los comicios, respuestas claras y resultados en todos los ámbitos.

No quiere más gente manejable, de la que siempre ha adolecido la entidad pues es un secreto a voces que nadie llega al poder con absoluta libertad.

Explico: quienes en realidad toman muchas decisiones claves, son personas que nunca fueron votadas pero que son más poderosas que quienes ejercen el cargo.

1.-En tiempos del priista José Antonio Álvarez Lima, si alguien iba a ser contratado o aspiraba a un cargo de elección popular debía tener el aval del veracruzano Carlos Brito, delegado del PRI.

2.- Con la alternancia política, la historia no cambió. Siendo gobernador el perredista Alfonso Sánchez Anaya, quien "partía plaza" era Marco Antonio Castillo Hernández. Los secretarios de gabinete le temían. No tenía limitantes de poder. Ser llamado a su oficina era sinónimo de despido o reprimenda.

3.-Aun acostumbrado al poder, el panista Héctor Ortiz Ortiz, permitió que el poblano Víctor Cánovas, fino en la adulación, decidiera no solo los cargos sino las políticas públicas para la entidad. Acumuló tanto poder que se daba el lujo de usar el avión (que la Sedena dio en comodato al Gobierno estatal) para que su esposa y familiares fueran de "shopping" a Estados Unidos de América, hasta que la aeronave terminó en las profundidades de la laguna de Atlangatepec, en una noche nublada cuando el piloto perdió, en el radar, el lugar donde debía aterrizar.

4.-Explosivo como él solo, el priista Mariano González Zarur parecía que pondría fin a esa desagradable costumbre, pero no solo la fomentó sino que la fortaleció. Dio poder al por mayor a la señora Maricela Cuapio Cote, funcionaria de rango menor a un coordinador y quien, sin más, regañaba y despedía a quien fuera.

Tintero supo que un día, fuera de sus cabales y por encima del equipo de seguridad del mandatario estatal, entró a la oficina del Ejecutivo y gritó: ¡Quiero que Fragoso se vaya!

Jesús Fragoso era entonces secretario de Salud. "Ya no lo quiero aquí, me cae mal, además quiere ser alcalde de Apizaco sin tu consentimiento! -dijo.

Si algo "sacaba" de sus casillas al ganadero era que sus colaboradores tomaran decisiones sin consultarlo. "¿Ah sí?, pues entonces que se vaya", sentenció.

González Zarur llamó a Fragoso a su oficina y, directo, reprochó sus aspiraciones políticas.

-"Vete y vete del gobierno"- le soltó de golpe.

5.- En la administración de Marco Antonio Mena, su hermano Fabricio ha hecho de las suyas. De ser un funcionario de bajo perfil en las áreas administrativas del Congreso local, pasó a ser el "todo poderoso": Con él se trataron los cargos públicos y acuerdos políticos. A su conveniencia controló y manipuló al PRI, tan es así que aseguró su boletó para ser diputado local al ubicarse como el número uno de la lista plurinominal.

En la era de las mujeres, el "poder tras el trono" debe llegar a su fin, así como la perorata de siempre: la de ofrecer cosas y no cumplir. Cierto, prometer no empobrece y, así, con una cascada de buenos deseos, este domingo iniciaron las campañas rumbo a la gubernatura. Si de algo adolece el sistema político mexicano es de la falta de transparencia en el manejo del dinero público, de corrupción en todos sus niveles, de una estrategia real de seguridad pública que dé confianza a la gente y ahora, de un correcto combate de la pandemia.

La gente ya se cansó de los abusos y los excesos, así que, de parte de los políticos, no más mentiras es la ruta a seguir y, de la gente, ante cualquiera mala decisión, gritar al unísono: ¡ya basta! Más que necesario. ¿O no?