/ martes 12 de octubre de 2021

Tintero | Redes sociales, no son la mejor opción

Cada gobernante tiene una forma de tratar con la prensa y promover su imagen. Iré más allá de la política moderna. El entonces gobernador Próspero Cahuantzi Flores fue coronel del Ejército mexicano de origen indígena, gobernó Tlaxcala durante la mayor parte del "Porfiriato", de 1885 a 1911. Ni prensa había. Solo cronistas.

Un rector de una universidad de Tlaxcala que, en paz descanse, supo eso. Vivió y seguramente disfrutó ese absurdo ritual.

Porfirio Díaz odiaba a los pocos reporteros que había. A Miguel Nicolás Lira lo detestaba, pero respetaba. Eso sí, ordenó la detención de Francisco I. Madero quien apoyaba un movimiento armado de los grupos inconformes que opinaban contra él.

Después, buscó a Cahuantzi y le ofreció, sin reporteros de por medio, eso pidió, el "Puente Rojo". Fue el regalo de fin de año. Sus tataranientos, Víctor Hugo, quien fue alcalde de Tlaxcala y Julio César subdirector en la Secretaría de Obras Desarrollo Urbano y Vivienda del gobierno estatal lo saben.

A Beatriz Paredes Rangel poco le importó la prensa. Se sentía protegida por el Presidente, Había algunos reporteros que eran sus amigos y era amable con ellos, Valentín Ahuactzin, corresponsal de El Excélsior y Pedro Morales, de El Universal, los dos (+).

El mandatario Samuel Quiroz de la Vega no tuvo tiempo de convivir con la prensa, pero José Antonio Álvarez Lima era hábil en ello. Tenía como vocero a Raymundo Vega y Crespo. Con experiencia en la exProcuraduría General de la República, en la Secretaría de Educación Pública y en cuatro gobiernos estatales.

"La moneda está en el aire", en la elección de 1998 fue una declaración en Culiacán. Álvarez Lima se lo dijo a una reportera de Televisa, lo pensó bien y sabía las consecuencias del alcance del comentario. Luego, matizó… "pero caerá del lado de Joaquín Cisneros Fernández", lo que nunca pasó.

Alfonso Sánchez Anaya quiso, de entrada, ser rudo con los reporteros, pero después concilió. Nombró al inicio a Avelino Hernández Vélez, después a Mónica Fernández Balboa y quien le resolvió sus problemas fue Alfonso Brito, jefe de prensa del entonces jefe de gobierno de lo que hoy es la Ciudad de México, Marcelo Ebrard. Enojado con los reporteros dijo que no "no le gustaba la venganza, pero sí la desquitanza".

Héctor Ortiz, aunque tenía como vocero a un buen comunicador, Domingo Fernández (+) sabía muy bien manejar su imagen.

Un día, a quien esto escribe, dijo: "usted me cae mal, lo voy a meter a la cárcel". Le molestaba que se le cuestionara su forma de gobernar, sigilosa como Beatriz Paredes.

Pero Domingo Fernández supo resolver los problemas del entonces gobernador especialista en ajedrez, dominó y tocar el piano.

Le encantan las mollejas, y un día en Puebla, siendo alcalde de Tlaxcala, me invitó a compartir una comida y en consecuencia una rica charla.

-¿Por qué le caigo mal? ¡Su columna me molesta! – Preguntó mientras pidió, para mí, un "parís de noche".

-"No me cae mal, solo critico su forma de gobernar", respondí.

Mariano González Zarur detestaba a los reporteros. Decía que eran unos mediocres y "pobretones". Creó su propio periódico, pero no tuvo éxito.

Se apoyó de dos comunicadores, Raymundo Vega y Carlos Villanueva, pero hacía lo que quería.

Marco Mena fue más inteligente. Sabía que su información debía ser difundida, no en las redes sociales, sino en los medios impresos que subsisten.

En un gobierno que inicia, habrá que esperar las reglas de comunicación que implementará Lorena Cuéllar Cisneros.

EPÍLOGO…

1.- Es hora de cambiar a los líderes sindicales. Pascual Grande, quien encabeza la Central de Trabajadores de México, nunca será removido, sabe delegar funciones en Víctor López, pero en el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación las cosas ya no están bien, menos en el sindicato "7 de Mayo", es necesario el relevo.

Cada gobernante tiene una forma de tratar con la prensa y promover su imagen. Iré más allá de la política moderna. El entonces gobernador Próspero Cahuantzi Flores fue coronel del Ejército mexicano de origen indígena, gobernó Tlaxcala durante la mayor parte del "Porfiriato", de 1885 a 1911. Ni prensa había. Solo cronistas.

Un rector de una universidad de Tlaxcala que, en paz descanse, supo eso. Vivió y seguramente disfrutó ese absurdo ritual.

Porfirio Díaz odiaba a los pocos reporteros que había. A Miguel Nicolás Lira lo detestaba, pero respetaba. Eso sí, ordenó la detención de Francisco I. Madero quien apoyaba un movimiento armado de los grupos inconformes que opinaban contra él.

Después, buscó a Cahuantzi y le ofreció, sin reporteros de por medio, eso pidió, el "Puente Rojo". Fue el regalo de fin de año. Sus tataranientos, Víctor Hugo, quien fue alcalde de Tlaxcala y Julio César subdirector en la Secretaría de Obras Desarrollo Urbano y Vivienda del gobierno estatal lo saben.

A Beatriz Paredes Rangel poco le importó la prensa. Se sentía protegida por el Presidente, Había algunos reporteros que eran sus amigos y era amable con ellos, Valentín Ahuactzin, corresponsal de El Excélsior y Pedro Morales, de El Universal, los dos (+).

El mandatario Samuel Quiroz de la Vega no tuvo tiempo de convivir con la prensa, pero José Antonio Álvarez Lima era hábil en ello. Tenía como vocero a Raymundo Vega y Crespo. Con experiencia en la exProcuraduría General de la República, en la Secretaría de Educación Pública y en cuatro gobiernos estatales.

"La moneda está en el aire", en la elección de 1998 fue una declaración en Culiacán. Álvarez Lima se lo dijo a una reportera de Televisa, lo pensó bien y sabía las consecuencias del alcance del comentario. Luego, matizó… "pero caerá del lado de Joaquín Cisneros Fernández", lo que nunca pasó.

Alfonso Sánchez Anaya quiso, de entrada, ser rudo con los reporteros, pero después concilió. Nombró al inicio a Avelino Hernández Vélez, después a Mónica Fernández Balboa y quien le resolvió sus problemas fue Alfonso Brito, jefe de prensa del entonces jefe de gobierno de lo que hoy es la Ciudad de México, Marcelo Ebrard. Enojado con los reporteros dijo que no "no le gustaba la venganza, pero sí la desquitanza".

Héctor Ortiz, aunque tenía como vocero a un buen comunicador, Domingo Fernández (+) sabía muy bien manejar su imagen.

Un día, a quien esto escribe, dijo: "usted me cae mal, lo voy a meter a la cárcel". Le molestaba que se le cuestionara su forma de gobernar, sigilosa como Beatriz Paredes.

Pero Domingo Fernández supo resolver los problemas del entonces gobernador especialista en ajedrez, dominó y tocar el piano.

Le encantan las mollejas, y un día en Puebla, siendo alcalde de Tlaxcala, me invitó a compartir una comida y en consecuencia una rica charla.

-¿Por qué le caigo mal? ¡Su columna me molesta! – Preguntó mientras pidió, para mí, un "parís de noche".

-"No me cae mal, solo critico su forma de gobernar", respondí.

Mariano González Zarur detestaba a los reporteros. Decía que eran unos mediocres y "pobretones". Creó su propio periódico, pero no tuvo éxito.

Se apoyó de dos comunicadores, Raymundo Vega y Carlos Villanueva, pero hacía lo que quería.

Marco Mena fue más inteligente. Sabía que su información debía ser difundida, no en las redes sociales, sino en los medios impresos que subsisten.

En un gobierno que inicia, habrá que esperar las reglas de comunicación que implementará Lorena Cuéllar Cisneros.

EPÍLOGO…

1.- Es hora de cambiar a los líderes sindicales. Pascual Grande, quien encabeza la Central de Trabajadores de México, nunca será removido, sabe delegar funciones en Víctor López, pero en el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación las cosas ya no están bien, menos en el sindicato "7 de Mayo", es necesario el relevo.