/ martes 3 de diciembre de 2019

Tintero | Un año, la decepción de unos, el gran gobierno de otros

“Sí, sí, pero explícame los cómos”, fue la portada del sábado uno de diciembre de Organización Editorial Mexicana, sobre el primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Lo cierto es que la gran ilusión de un gobierno de izquierda se convirtió en la gran decepción para unos y en la gran administración para otros.

Hace un año, López Obrador era el gran héroe político, pero terminó convirtiéndose, para sus detractores, en el gran fracaso de la Nación, aunque para una gran mayoría siga siendo el gran líder, el mesías, pues.

Lo que es evidente es que muchos creyeron en él, yo incluso, prometió muchas cosas y no cumplió, ni las cumplirá.

Sus fieles seguidores dicen que en un año no cambiaría todo, tienen razón, pero él habló de más, dijo que cuando llegara al poder las cosas iban a ser diferentes, que la gasolina costaría 13 pesos como en algunas zonas de los Estados Unidos de Norteamérica y que ya no habría más delincuencia, hampa ni masacres, solo que todo sigue igual y hasta peor.

Su discurso contra la corrupción ya es “chole”.

Peor aún, todos los días habla de los conservadores y ya aburre.

El Presidente debe de cambiar su discurso, pero parece que a nadie le hace caso.

Pelearse con los medios de comunicación no tiene sentido.

Tlaxcala vivió en 1998 algo similar.

En ese año, el perredista Alfonso Sánchez Anaya ganó la gubernatura tras derrotar al poderoso candidato del Partido Revolucionario Institucional, Joaquín Cisneros Fernández.

El tema es que Sánchez Anaya llegó a la silla gubernamental con mucho odio. Ningún medio de comunicación lo apoyaba en campaña.

Apostado en Casa de Gobierno, cerró la llave del poder a su relación con los medios.

Cómo Obrador, no solo llamó a la prensa fifí, sino “chayotera”.

En pleno evento público, dijo que el corresponsal del desaparecido periódico UnomásUno, Ricardo Escobar, le pidió dinero a cambio de hacer buenas noticias de su administración; en un principio, como mandatario, perdió las formas y el estilo de gobernar.

También, amagó con destituir de la jefatura de información a quien esto escribe y despedir al actual director de El Sol de Tlaxcala. No pudo.

Tanto fue el odio, que un día, el entonces procurador General de Justicia. Eduardo Medel Quiroz, invitó a comer al restaurante el Asador del Vecino a algunos reporteros: Juan Ramón Nava (+) Víctor Acosta Pérez, Víctor Hernández Tamayo y a quien esto escribe, pero la comida se apestó pues Hernández Tamayo, por órdenes del Ejecutivo, fue detenido ese día a las 15:00 horas (cuando iba a la comida) por la entonces Policía Judicial frente a Casa de las Artesanías por el supuesto delito de pensión alimentaria. De ese nivel era el odio del Gobernador para con los medios.

Pero inteligente rectificó, primero nombró a Mónica Fernández Balboa, hoy presidenta del Senado de la República, como su vocera, pero nunca supo qué hacer y luego, en el mismo cargo, designó a Alfonso Brito Sánchez, personaje que le hizo entender que con la prensa es una relación de divorcio, de odio amor, y más amor.

Las cosas cambiaron. Sánchez Anaya se reconcilió con los medios y terminó respetando su papel.

Hoy es el oficial Mayor de la Secretaría de Seguridad Publica del gobierno de López Obrador, tiene un cargo importante.

Lo cierto es que como Sánchez Anaya, hoy Obrador está a tiempo de rectificar, ser prudente, dejar de ser burlón, engreído y convertirse en el líder en el que mucha gente creyó.

EPÍLOGO...

1.- A UN AÑO...Alejandra Frausto Guerrero, secretaria de Cultura del gobierno de la República, aun cuando tiene oficinas de primer nivel, casi nunca viene a Tlaxcala, bueno ni siquiera conoce todos los espacios culturales con los que cuenta la entidad.

De hecho es mayor el trabajo del Instituto Tlaxcalteca de Cultura que el realizado por ella.

Qué pena que ese edificio que alberga la Secretaría de Estado se esté convirtiendo en un “elefante blanco”.

Hasta el próximo martes.

“Sí, sí, pero explícame los cómos”, fue la portada del sábado uno de diciembre de Organización Editorial Mexicana, sobre el primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Lo cierto es que la gran ilusión de un gobierno de izquierda se convirtió en la gran decepción para unos y en la gran administración para otros.

Hace un año, López Obrador era el gran héroe político, pero terminó convirtiéndose, para sus detractores, en el gran fracaso de la Nación, aunque para una gran mayoría siga siendo el gran líder, el mesías, pues.

Lo que es evidente es que muchos creyeron en él, yo incluso, prometió muchas cosas y no cumplió, ni las cumplirá.

Sus fieles seguidores dicen que en un año no cambiaría todo, tienen razón, pero él habló de más, dijo que cuando llegara al poder las cosas iban a ser diferentes, que la gasolina costaría 13 pesos como en algunas zonas de los Estados Unidos de Norteamérica y que ya no habría más delincuencia, hampa ni masacres, solo que todo sigue igual y hasta peor.

Su discurso contra la corrupción ya es “chole”.

Peor aún, todos los días habla de los conservadores y ya aburre.

El Presidente debe de cambiar su discurso, pero parece que a nadie le hace caso.

Pelearse con los medios de comunicación no tiene sentido.

Tlaxcala vivió en 1998 algo similar.

En ese año, el perredista Alfonso Sánchez Anaya ganó la gubernatura tras derrotar al poderoso candidato del Partido Revolucionario Institucional, Joaquín Cisneros Fernández.

El tema es que Sánchez Anaya llegó a la silla gubernamental con mucho odio. Ningún medio de comunicación lo apoyaba en campaña.

Apostado en Casa de Gobierno, cerró la llave del poder a su relación con los medios.

Cómo Obrador, no solo llamó a la prensa fifí, sino “chayotera”.

En pleno evento público, dijo que el corresponsal del desaparecido periódico UnomásUno, Ricardo Escobar, le pidió dinero a cambio de hacer buenas noticias de su administración; en un principio, como mandatario, perdió las formas y el estilo de gobernar.

También, amagó con destituir de la jefatura de información a quien esto escribe y despedir al actual director de El Sol de Tlaxcala. No pudo.

Tanto fue el odio, que un día, el entonces procurador General de Justicia. Eduardo Medel Quiroz, invitó a comer al restaurante el Asador del Vecino a algunos reporteros: Juan Ramón Nava (+) Víctor Acosta Pérez, Víctor Hernández Tamayo y a quien esto escribe, pero la comida se apestó pues Hernández Tamayo, por órdenes del Ejecutivo, fue detenido ese día a las 15:00 horas (cuando iba a la comida) por la entonces Policía Judicial frente a Casa de las Artesanías por el supuesto delito de pensión alimentaria. De ese nivel era el odio del Gobernador para con los medios.

Pero inteligente rectificó, primero nombró a Mónica Fernández Balboa, hoy presidenta del Senado de la República, como su vocera, pero nunca supo qué hacer y luego, en el mismo cargo, designó a Alfonso Brito Sánchez, personaje que le hizo entender que con la prensa es una relación de divorcio, de odio amor, y más amor.

Las cosas cambiaron. Sánchez Anaya se reconcilió con los medios y terminó respetando su papel.

Hoy es el oficial Mayor de la Secretaría de Seguridad Publica del gobierno de López Obrador, tiene un cargo importante.

Lo cierto es que como Sánchez Anaya, hoy Obrador está a tiempo de rectificar, ser prudente, dejar de ser burlón, engreído y convertirse en el líder en el que mucha gente creyó.

EPÍLOGO...

1.- A UN AÑO...Alejandra Frausto Guerrero, secretaria de Cultura del gobierno de la República, aun cuando tiene oficinas de primer nivel, casi nunca viene a Tlaxcala, bueno ni siquiera conoce todos los espacios culturales con los que cuenta la entidad.

De hecho es mayor el trabajo del Instituto Tlaxcalteca de Cultura que el realizado por ella.

Qué pena que ese edificio que alberga la Secretaría de Estado se esté convirtiendo en un “elefante blanco”.

Hasta el próximo martes.