/ viernes 5 de agosto de 2022

Un virus, ¿maestro de vida?

En esta era tan avanzada en términos de tecnología y ciencia, cuando los seres humanos pensamos que estamos en la cima del mundo ejerciendo control y dominio sobre las otras especies de la naturaleza y sintiéndonos amos y señores del planeta en el que vivimos, resulta que un virus, sí, una cosita microscópica, nos vino a poner en jaque absolutamente a todos.

¡Vaya golpe para el ego de la raza humana! Por supuesto, cada uno de nosotros elige si esta situación, esta pandemia que nos ha sacudido en todos los aspectos, tiene algo que enseñarnos a nivel individual y colectivo o si nos cerramos al aprendizaje que la vida tal vez está intentando transmitirnos.

Sacar algo bueno aun de las peores circunstancias, si bien no es una tarea fácil, estoy convencido de que vale la pena. Porque si no tenemos la capacidad de aprender y evolucionar, entonces ¿para qué estamos aquí?

Por eso quiero compartir con usted que lee estas líneas algunas lecciones que a muchas personas y a mí nos ha dejado la pandemia. Usted decidirá si está de acuerdo con ellas o no. Pero por lo menos le pido reflexione un poco al respecto.

La verdad es que estamos aprendiendo a valorar más la vida. Porque ahora tenemos mayor conciencia del hecho de que hoy estamos aquí y mañana quién sabe… ¡Demos gracias por este extraordinario regalo que llamamos vida!

Amemos sin reservas, arriesguémonos, busquemos nuestra propia felicidad y pongamos nuestro granito de arena para hacer felices a los demás.

Y sobre todo, vivamos cada día con la certeza de que, en efecto, ese día puede ser el último. Y así, cuando llegue el momento final, podremos partir tranquilos con la satisfacción del deber cumplido.

También estamos aprendiendo a vivir con la ausencia física de nuestros seres amados que se nos adelantaron como consecuencia de la pandemia. Sí, claro que duele, por supuesto que es difícil porque los extrañamos y necesitamos.

Pero también tenemos la oportunidad de agradecer por el tiempo que estuvieron con nosotros y de mantenerlos vivos en el recuerdo y seguirlos amando por siempre. Entendamos que la vida es eterna, nunca termina, solamente se renueva y transforma. Lo único que “muere” es la materia, el cuerpo que ocupamos en este plano en el que actualmente vivimos. Pero la esencia de quienes han partido, su alma, su espíritu o como quiera usted llamarle sigue viviendo y evolucionando en otro plano, en otra realidad.

Otra lección sumamente importante: Hay que cuidar la salud como el invaluable tesoro que es. Modificar hábitos alimenticios y de vida resulta indispensable si es que queremos tener un organismo fuerte y resistente. Y, no menos importante, el cuidado de la salud mental y emocional. Porque tarde o temprano lo que existe en la mente de un ser humano termina por manifestarse en su vida y en su mundo.

En palabras muy simples, pensamientos y sentimientos enfermizos se traducen en cuerpos igualmente enfermizos. Por eso, estimado(a) lector(a), siga usted este consejo de un gran sabio de la antigüedad: “Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de vida” (Proverbios 4:23).

Y hay algo más: la empatía. Sí, esa virtud que a veces se nos olvida desarrollar y practicar. Consiste sencillamente en ponerse en los zapatos del otro, en comprender a nuestros semejantes y tenderles la mano cuando nos necesitan. Es muy fácil señalar y juzgar al otro. No es tan fácil tratar de entender su realidad y sus circunstancias y hacer lo posible por aliviar su sufrimiento. Tal vez hoy alguien necesita mi empatía. Pero es muy posible que el día de mañana el necesitado sea yo. Es por eso que uno de los más grandes maestros que ha pisado este mundo nos enseñó a hacer con los demás lo que deseamos que ellos hagan con nosotros.

Por último: Ojalá que esta crisis tan dolorosa y complicada de la que afortunadamente estamos saliendo nos ayude a fortalecer nuestra fe en el Ser Supremo. No importa si usted pertenece o no a alguna institución religiosa. Lo verdaderamente importante es creer en Alguien o en Algo mucho más grande, poderoso, sabio y perfecto que nosotros.

Esa creencia nos aporta estabilidad psicológica y nos ayuda a entender que, si bien los seres humanos no tenemos pleno control sobre nuestras circunstancias ni la respuesta para todas nuestras interrogantes, podemos descansar en la certeza de que hay una Inteligencia infinita y perfectísima que todo lo gobierna y que en Ella somos, nos movemos y existimos.

Es mi deseo que estas sencillas reflexiones le ayuden a usted como me han ayudado a mí. Creo firmemente que cada ser humano es el único arquitecto de su propio universo. Usted y solamente usted tiene el poder de decidir hacia dónde se dirigen sus pensamientos y sus emociones. Usted y solamente usted elige aprender de las circunstancias o simplemente pasar de largo. Le deseo lo mejor.

*Comunicólogo y sacerdote anglicano


En esta era tan avanzada en términos de tecnología y ciencia, cuando los seres humanos pensamos que estamos en la cima del mundo ejerciendo control y dominio sobre las otras especies de la naturaleza y sintiéndonos amos y señores del planeta en el que vivimos, resulta que un virus, sí, una cosita microscópica, nos vino a poner en jaque absolutamente a todos.

¡Vaya golpe para el ego de la raza humana! Por supuesto, cada uno de nosotros elige si esta situación, esta pandemia que nos ha sacudido en todos los aspectos, tiene algo que enseñarnos a nivel individual y colectivo o si nos cerramos al aprendizaje que la vida tal vez está intentando transmitirnos.

Sacar algo bueno aun de las peores circunstancias, si bien no es una tarea fácil, estoy convencido de que vale la pena. Porque si no tenemos la capacidad de aprender y evolucionar, entonces ¿para qué estamos aquí?

Por eso quiero compartir con usted que lee estas líneas algunas lecciones que a muchas personas y a mí nos ha dejado la pandemia. Usted decidirá si está de acuerdo con ellas o no. Pero por lo menos le pido reflexione un poco al respecto.

La verdad es que estamos aprendiendo a valorar más la vida. Porque ahora tenemos mayor conciencia del hecho de que hoy estamos aquí y mañana quién sabe… ¡Demos gracias por este extraordinario regalo que llamamos vida!

Amemos sin reservas, arriesguémonos, busquemos nuestra propia felicidad y pongamos nuestro granito de arena para hacer felices a los demás.

Y sobre todo, vivamos cada día con la certeza de que, en efecto, ese día puede ser el último. Y así, cuando llegue el momento final, podremos partir tranquilos con la satisfacción del deber cumplido.

También estamos aprendiendo a vivir con la ausencia física de nuestros seres amados que se nos adelantaron como consecuencia de la pandemia. Sí, claro que duele, por supuesto que es difícil porque los extrañamos y necesitamos.

Pero también tenemos la oportunidad de agradecer por el tiempo que estuvieron con nosotros y de mantenerlos vivos en el recuerdo y seguirlos amando por siempre. Entendamos que la vida es eterna, nunca termina, solamente se renueva y transforma. Lo único que “muere” es la materia, el cuerpo que ocupamos en este plano en el que actualmente vivimos. Pero la esencia de quienes han partido, su alma, su espíritu o como quiera usted llamarle sigue viviendo y evolucionando en otro plano, en otra realidad.

Otra lección sumamente importante: Hay que cuidar la salud como el invaluable tesoro que es. Modificar hábitos alimenticios y de vida resulta indispensable si es que queremos tener un organismo fuerte y resistente. Y, no menos importante, el cuidado de la salud mental y emocional. Porque tarde o temprano lo que existe en la mente de un ser humano termina por manifestarse en su vida y en su mundo.

En palabras muy simples, pensamientos y sentimientos enfermizos se traducen en cuerpos igualmente enfermizos. Por eso, estimado(a) lector(a), siga usted este consejo de un gran sabio de la antigüedad: “Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de vida” (Proverbios 4:23).

Y hay algo más: la empatía. Sí, esa virtud que a veces se nos olvida desarrollar y practicar. Consiste sencillamente en ponerse en los zapatos del otro, en comprender a nuestros semejantes y tenderles la mano cuando nos necesitan. Es muy fácil señalar y juzgar al otro. No es tan fácil tratar de entender su realidad y sus circunstancias y hacer lo posible por aliviar su sufrimiento. Tal vez hoy alguien necesita mi empatía. Pero es muy posible que el día de mañana el necesitado sea yo. Es por eso que uno de los más grandes maestros que ha pisado este mundo nos enseñó a hacer con los demás lo que deseamos que ellos hagan con nosotros.

Por último: Ojalá que esta crisis tan dolorosa y complicada de la que afortunadamente estamos saliendo nos ayude a fortalecer nuestra fe en el Ser Supremo. No importa si usted pertenece o no a alguna institución religiosa. Lo verdaderamente importante es creer en Alguien o en Algo mucho más grande, poderoso, sabio y perfecto que nosotros.

Esa creencia nos aporta estabilidad psicológica y nos ayuda a entender que, si bien los seres humanos no tenemos pleno control sobre nuestras circunstancias ni la respuesta para todas nuestras interrogantes, podemos descansar en la certeza de que hay una Inteligencia infinita y perfectísima que todo lo gobierna y que en Ella somos, nos movemos y existimos.

Es mi deseo que estas sencillas reflexiones le ayuden a usted como me han ayudado a mí. Creo firmemente que cada ser humano es el único arquitecto de su propio universo. Usted y solamente usted tiene el poder de decidir hacia dónde se dirigen sus pensamientos y sus emociones. Usted y solamente usted elige aprender de las circunstancias o simplemente pasar de largo. Le deseo lo mejor.

*Comunicólogo y sacerdote anglicano