/ martes 26 de octubre de 2021

Una luz que se extingue o una que renace de cenizas III

Industrializar el País no implica una subasta Pública de nuestros Recursos Naturales, ni la entrega indiscriminada del Patrimonio de la Patria

Presidente Adolfo López Mateos

Esta columna ha venido sosteniendo a lo largo de sus entregas anteriores que la propuesta de la Reforma Eléctrica del Ejecutivo federal nos permite conocer y evaluar la importancia de la política energética en el país. Con ello, ha sido posible revisar el proceso histórico de lo que significó la nacionalización de la industria eléctrica en México.

Pero al mismo tiempo, se abordó uno de los cientos de problemas que presenta la Comisión Federal de Electricidad (CFE) como una empresa del Estado que a lo largo de su historia ha sido incapaz de abatir las pérdidas constantes de energía por el manejo político que se le da, así como del "populismo" con el cual se deciden sus finanzas para beneficiar a unos y a otros no tanto. Esto, independientemente de la falta de visión que han tenido todos y cada uno de sus directores – en mayor o menor medida – para modernizar y desarrollar el capital humano y tecnológico de la CFE.

En este sentido, hay algo de cierto cuando el "mercado libre" señala que la CFE está lejos de ser una empresa innovadora y competitiva que esté a la altura de las circunstancias del siglo, pues para ellos representa un gran elefante incapaz de generar la energía suficiente con fuentes limpias para modernizar y continuar con la industrialización del país, con lo cual se comprometen no solo las inversiones, si no el desarrollo y el medio ambiente.

Sin embargo, esta columna también desea abordar los desequilibrios del mercado generados por la apertura del sector como resultado de la reforma energética de 2013; y que cabe decir, son prácticas insostenibles y que requieren de una corrección al mercado promovido por un "liberalismo" enanecido.

En este sentido, revisemos el caso del Sindicato Mexicano de Electricistas (El SME), el cual podría ser un ejemplo claro de los desequilibrios de la reforma energética; pues en él se interceptan el nacionalismo, la reforma energética de 2013, los desequilibrios del mercado y la lamentable condición en la cual la CFE opera como producto de dicha reforma.

De acuerdo con la historia, los primeros años de la industria eléctrica en México se caracterizan por las pequeñas plantas, con reducido número de obreros y una escasa división del trabajo. Sin embargo, esas condiciones en la generación de energía eléctrica cambiaron con la construcción de la hidroeléctrica de Necaxa (Puebla) en 1905 por la Mexican Light and Power.

De alguna suerte, con la creación y puesta en marcha de la hidroeléctrica de Necaxa se inició un cambio de paradigma en la generación de energía eléctrica concentrándose de 1910 en adelante en las ciudades importantes de un país que se encontraba a punto de revolución. De ahí que, de la mano de los derechos laborales, producto de la creciente industria eléctrica, surgió uno de los sindicatos más emblemáticos de la industria eléctrica en 1914, como lo es el Sindicato Mexicano de Electricistas (el SME).

Está claro que el SME nació de la lucha de la clase obrera. Y durante su existencia, se cuenta con innumerables momentos con ideas progresistas a favor de sus agremiados que, guste o no, optaron por un discurso nacionalista, pero al mismo tiempo, se corroboraron como un movimiento gremial que generó prácticas al más puro estilo del sindicalismo en México.

Sin embargo, hacia el año 2008, con el finiquito de Luz y Fuerza del Centro, empresa del Estado encargada de generar y dar la energía eléctrica en la zona centro del país, el SME quedó a la deriva como un Sindicato encaminado a su desaparición. Hecho que no ocurrió, pues a través de la figura de un movimiento en resistencia, logró generar las condiciones políticas de presión necesarias para que el presidente Peña Nieto abriera uno de los capítulos más obscuros en la enajenación de bienes del patrimonio de la nación a cambio de "la paz social".

Esto es que, en el año 2015, aprovechando la reforma energética de 2013, el SME logró el acuerdo político con el cual el gobierno federal en turno concesionó plantas de generación, talleres, fábricas y patrimonio de la extinta empresa del Estado mexicano conocida como Luz y Fuerza del Centro; para posteriormente, generar las condiciones necesarias para que, a través de una asociación privada, se concesionaran por más de noventa años hidroeléctricas como la de Necaxa.

Para decirlo más simple, hoy quienes surten en gran parte la energía del centro del país (alumbrado público) no es la CFE, aunque lo parezca, si no el SME y sus socios comerciales quienes fueron favorecidos por las concesiones y el usufructo de los bienes de la nación, pero que cobran como una empresa privada además de trasladar los costos de operación a la CFE. Y este caso es solo uno de los muchos que deben revisarse como producto de los desequilibrios generados por el mercado libre en el sector energético. Por lo que también hay algo de cierto cuando el presidente López Obrador señala que tiene "otros datos" sobre los abusos de la apertura del mercado energético.

  • *Analista Político
  • Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204

Industrializar el País no implica una subasta Pública de nuestros Recursos Naturales, ni la entrega indiscriminada del Patrimonio de la Patria

Presidente Adolfo López Mateos

Esta columna ha venido sosteniendo a lo largo de sus entregas anteriores que la propuesta de la Reforma Eléctrica del Ejecutivo federal nos permite conocer y evaluar la importancia de la política energética en el país. Con ello, ha sido posible revisar el proceso histórico de lo que significó la nacionalización de la industria eléctrica en México.

Pero al mismo tiempo, se abordó uno de los cientos de problemas que presenta la Comisión Federal de Electricidad (CFE) como una empresa del Estado que a lo largo de su historia ha sido incapaz de abatir las pérdidas constantes de energía por el manejo político que se le da, así como del "populismo" con el cual se deciden sus finanzas para beneficiar a unos y a otros no tanto. Esto, independientemente de la falta de visión que han tenido todos y cada uno de sus directores – en mayor o menor medida – para modernizar y desarrollar el capital humano y tecnológico de la CFE.

En este sentido, hay algo de cierto cuando el "mercado libre" señala que la CFE está lejos de ser una empresa innovadora y competitiva que esté a la altura de las circunstancias del siglo, pues para ellos representa un gran elefante incapaz de generar la energía suficiente con fuentes limpias para modernizar y continuar con la industrialización del país, con lo cual se comprometen no solo las inversiones, si no el desarrollo y el medio ambiente.

Sin embargo, esta columna también desea abordar los desequilibrios del mercado generados por la apertura del sector como resultado de la reforma energética de 2013; y que cabe decir, son prácticas insostenibles y que requieren de una corrección al mercado promovido por un "liberalismo" enanecido.

En este sentido, revisemos el caso del Sindicato Mexicano de Electricistas (El SME), el cual podría ser un ejemplo claro de los desequilibrios de la reforma energética; pues en él se interceptan el nacionalismo, la reforma energética de 2013, los desequilibrios del mercado y la lamentable condición en la cual la CFE opera como producto de dicha reforma.

De acuerdo con la historia, los primeros años de la industria eléctrica en México se caracterizan por las pequeñas plantas, con reducido número de obreros y una escasa división del trabajo. Sin embargo, esas condiciones en la generación de energía eléctrica cambiaron con la construcción de la hidroeléctrica de Necaxa (Puebla) en 1905 por la Mexican Light and Power.

De alguna suerte, con la creación y puesta en marcha de la hidroeléctrica de Necaxa se inició un cambio de paradigma en la generación de energía eléctrica concentrándose de 1910 en adelante en las ciudades importantes de un país que se encontraba a punto de revolución. De ahí que, de la mano de los derechos laborales, producto de la creciente industria eléctrica, surgió uno de los sindicatos más emblemáticos de la industria eléctrica en 1914, como lo es el Sindicato Mexicano de Electricistas (el SME).

Está claro que el SME nació de la lucha de la clase obrera. Y durante su existencia, se cuenta con innumerables momentos con ideas progresistas a favor de sus agremiados que, guste o no, optaron por un discurso nacionalista, pero al mismo tiempo, se corroboraron como un movimiento gremial que generó prácticas al más puro estilo del sindicalismo en México.

Sin embargo, hacia el año 2008, con el finiquito de Luz y Fuerza del Centro, empresa del Estado encargada de generar y dar la energía eléctrica en la zona centro del país, el SME quedó a la deriva como un Sindicato encaminado a su desaparición. Hecho que no ocurrió, pues a través de la figura de un movimiento en resistencia, logró generar las condiciones políticas de presión necesarias para que el presidente Peña Nieto abriera uno de los capítulos más obscuros en la enajenación de bienes del patrimonio de la nación a cambio de "la paz social".

Esto es que, en el año 2015, aprovechando la reforma energética de 2013, el SME logró el acuerdo político con el cual el gobierno federal en turno concesionó plantas de generación, talleres, fábricas y patrimonio de la extinta empresa del Estado mexicano conocida como Luz y Fuerza del Centro; para posteriormente, generar las condiciones necesarias para que, a través de una asociación privada, se concesionaran por más de noventa años hidroeléctricas como la de Necaxa.

Para decirlo más simple, hoy quienes surten en gran parte la energía del centro del país (alumbrado público) no es la CFE, aunque lo parezca, si no el SME y sus socios comerciales quienes fueron favorecidos por las concesiones y el usufructo de los bienes de la nación, pero que cobran como una empresa privada además de trasladar los costos de operación a la CFE. Y este caso es solo uno de los muchos que deben revisarse como producto de los desequilibrios generados por el mercado libre en el sector energético. Por lo que también hay algo de cierto cuando el presidente López Obrador señala que tiene "otros datos" sobre los abusos de la apertura del mercado energético.

  • *Analista Político
  • Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204