/ viernes 26 de noviembre de 2021

¿Una sola Revolución Mexicana?

En el calendario cívico de México resurge con ímpetu el tema de la “Revolución Mexicana”. Para muchos desconocido, para otros, de poca información. Para los poderosos, postergada al olvido durante los últimos treinta años. “Celebrada” con desfiles deportivos como telón de engaño. “Sufragio efectivo, no reelección” fue el grito de lucha, el clamor, el respeto del voto para frenar ambiciones de continuidad, de caudillaje, como medio para alcanzar la justicia social. Era un México en ruinas.


Después del “fusilado” imperio de Maximiliano, a partir del cual se ansiaba la estabilidad y la paz. Pero la ambición de poder estaba en el ambiente. Hasta a Juárez le embrujó la idea de la continuidad. Para Díaz, su gobierno fue “mano dura”, la admiración por lo francés, la inversión externa, el predominio de clases y el “mátalos en caliente”. En 1521, tras la dramática y sangrienta caída de Tenochtitlan—pueblo imperialista y dominante de los demás pueblos—siguió el sometimiento más descarnado sobre los originarios, que padecieron la traición. Guerrearon para vencer, pero no les tocó el “reparto”. Siguieron trescientos oscuros años de esclavitud, explotación y humillaciones. En esos tres siglos, los originarios no encontraron su lugar en el esquema nacional. Vino la revolución y con sus ríos de sangre convulsionó desde los cimientos y creó formas constitucionales para combatir aquellos males congénitos del voto sin respeto y de la reelección.


“Revolución traicionada” han escrito los ensayistas, tema que ocuparía mucho papel y tinta. Me parece más necesario e ilustrativo analizar si hubo una sola o muchas revoluciones. Porque en la vida humana hay “historia social” e “historia individual”. Las primeras se escriben para “honor y gloria” de los vencedores. Pero las segundas son las que alcanzan y trascienden a los individuos. Por eso creo existen tantas historias individuales de la Revolución Mexicana, como seres participaron o no en ella, pero que los “alcanzaron”.


Muchos de “arriba” ni olieron la pólvora, pero se apoderaron del presupuesto para su beneficio. Familias poderosas, que horizontal y transversalmente en los últimos setenta años han dominado el capital y la escena. Logreros beneficiados con lo que no lucharon y vencieron, pero si cosecharon. “Familias del poder” que, desde Miguel Alemán hasta hoy, tienen su propia historia de la Revolución y miran con desprecio a los desposeídos. Les tiran migajas, los creen a su servicio, no respetan su cultura ni su idioma al que llaman “dialecto”, se apoderan de sus riquezas naturales y a su forma de ser le llaman “folklor”, porque ellos se sienten de “razón”. 1910 fue sismo que demolió cimientos. La fuerza de las armas diseñó formulas constitucionales para atacar frontalmente el sufragio inefectivo y la continuidad en el poder. La violencia terminó, matándose los caudillos a traición unos a otros y las “formas políticas” se lograron, imponiéndose desde arriba, a la buena o a la mala. Aquí surge mi pregunta: ¿Existe una sola historia de la Revolución Mexicana? Porque reitero, la que resulta en cada quien es la historia individual y no la de los libros. Los resultados son la mejor forma de calibrar y valorar el actuar humano y sus consecuencias.

Como la de aquella esposa que nunca se enteró que su hombre “soldado de leva” fue fusilado y ella siguió esperándolo, en su ignorada viudez, el hambre secular, en su ignorancia y en duelo sin difunto. Fueron tres décadas de engaño con faramallas deportivas, para no mencionar la palabra “Revolución” que hoy reaparece en las calendas patrias.

Me propongo en una segunda entrega reseñar algunas historias particulares de quienes vivieron su propia “revolución”, solo acogidas en algunas memorias, pero que hasta hoy por millones se encuentran olvidadas.


¡Te invito a que me sigas la próxima semana!


Me parece más necesario e ilustrativo analizar si hubo una sola o muchas revoluciones. Porque en la vida humana hay “historia social” e “historia individual”.


En el calendario cívico de México resurge con ímpetu el tema de la “Revolución Mexicana”. Para muchos desconocido, para otros, de poca información. Para los poderosos, postergada al olvido durante los últimos treinta años. “Celebrada” con desfiles deportivos como telón de engaño. “Sufragio efectivo, no reelección” fue el grito de lucha, el clamor, el respeto del voto para frenar ambiciones de continuidad, de caudillaje, como medio para alcanzar la justicia social. Era un México en ruinas.


Después del “fusilado” imperio de Maximiliano, a partir del cual se ansiaba la estabilidad y la paz. Pero la ambición de poder estaba en el ambiente. Hasta a Juárez le embrujó la idea de la continuidad. Para Díaz, su gobierno fue “mano dura”, la admiración por lo francés, la inversión externa, el predominio de clases y el “mátalos en caliente”. En 1521, tras la dramática y sangrienta caída de Tenochtitlan—pueblo imperialista y dominante de los demás pueblos—siguió el sometimiento más descarnado sobre los originarios, que padecieron la traición. Guerrearon para vencer, pero no les tocó el “reparto”. Siguieron trescientos oscuros años de esclavitud, explotación y humillaciones. En esos tres siglos, los originarios no encontraron su lugar en el esquema nacional. Vino la revolución y con sus ríos de sangre convulsionó desde los cimientos y creó formas constitucionales para combatir aquellos males congénitos del voto sin respeto y de la reelección.


“Revolución traicionada” han escrito los ensayistas, tema que ocuparía mucho papel y tinta. Me parece más necesario e ilustrativo analizar si hubo una sola o muchas revoluciones. Porque en la vida humana hay “historia social” e “historia individual”. Las primeras se escriben para “honor y gloria” de los vencedores. Pero las segundas son las que alcanzan y trascienden a los individuos. Por eso creo existen tantas historias individuales de la Revolución Mexicana, como seres participaron o no en ella, pero que los “alcanzaron”.


Muchos de “arriba” ni olieron la pólvora, pero se apoderaron del presupuesto para su beneficio. Familias poderosas, que horizontal y transversalmente en los últimos setenta años han dominado el capital y la escena. Logreros beneficiados con lo que no lucharon y vencieron, pero si cosecharon. “Familias del poder” que, desde Miguel Alemán hasta hoy, tienen su propia historia de la Revolución y miran con desprecio a los desposeídos. Les tiran migajas, los creen a su servicio, no respetan su cultura ni su idioma al que llaman “dialecto”, se apoderan de sus riquezas naturales y a su forma de ser le llaman “folklor”, porque ellos se sienten de “razón”. 1910 fue sismo que demolió cimientos. La fuerza de las armas diseñó formulas constitucionales para atacar frontalmente el sufragio inefectivo y la continuidad en el poder. La violencia terminó, matándose los caudillos a traición unos a otros y las “formas políticas” se lograron, imponiéndose desde arriba, a la buena o a la mala. Aquí surge mi pregunta: ¿Existe una sola historia de la Revolución Mexicana? Porque reitero, la que resulta en cada quien es la historia individual y no la de los libros. Los resultados son la mejor forma de calibrar y valorar el actuar humano y sus consecuencias.

Como la de aquella esposa que nunca se enteró que su hombre “soldado de leva” fue fusilado y ella siguió esperándolo, en su ignorada viudez, el hambre secular, en su ignorancia y en duelo sin difunto. Fueron tres décadas de engaño con faramallas deportivas, para no mencionar la palabra “Revolución” que hoy reaparece en las calendas patrias.

Me propongo en una segunda entrega reseñar algunas historias particulares de quienes vivieron su propia “revolución”, solo acogidas en algunas memorias, pero que hasta hoy por millones se encuentran olvidadas.


¡Te invito a que me sigas la próxima semana!


Me parece más necesario e ilustrativo analizar si hubo una sola o muchas revoluciones. Porque en la vida humana hay “historia social” e “historia individual”.