/ martes 7 de abril de 2020

Las tres crisis, última llamada

Durante 18 años, desde distintos foros y por todos los medios, López Obrador se dedicó a la crítica destructiva sobre cualquier acción de gobierno contraria a su pensamiento; muchas de esas acusaciones eran sin sustento y sin pruebas.

Fueron años en los que acusó la debilidad del Estado y la deficiencia de las políticas públicas, porque eran "ajenas al pueblo" que él representaba. Vaya, a pesar de que construyó una imagen de luchador social, siempre fue un provocador electoral.

En la campaña de 2018 ofreció que su gobierno tendría las soluciones a todos los problemas del país: la corrupción, la inseguridad, el desempleo y las deficiencias de salud se acabarían con su simple llegada a la Presidencia de la República, nada más lejano a lo que estamos viviendo hoy.

Ninguno de sus votantes imaginó que las ocurrencias del aspirante presidencial fueran en la actualidad, una de las amenazas más grandes para la vida pública de nuestro país. Las frases y chascarrillos del otrora candidato y actual presidente de la República han pasado de la risa, al lamento y llanto de los más necesitados.

En unos cuantos meses fue del "gobernar no tiene ciencia" a "esta pandemia nos cayó como anillo al dedo", nunca pensé escuchar a un jefe de Estado celebrar el dolor y la tragedia humana, para enaltecerse a sí mismo y colocarse por encima de todos; sin embargo, tampoco me extraña, pues el presidente es un hombre de frases y símbolos. Baste recordar que para demostrar su poder supremo, él solo se escucha, se aconseja, se analiza, se recomienda y decide lo que es mejor para su propósito, por eso cambio Los Pinos por Palacio Nacional, pues prefiere ser rey que presidente.

Sin dejar de reconocer los variados y complejos problemas en la historia reciente de México, así como los errores y abusos de algunos servidores públicos, la realidad en datos indica que cuando se dijo que estábamos peor, estábamos mejor.

La economía, la seguridad y la salud de las y los mexicanos en los 16 meses de gobierno de Andrés Manuel, presentan las peores cifras de las últimas décadas, y con la emergencia sanitaria que tenemos por el Coronavirus, para desgracia de México, estas crisis se agudizaron y han desnudado al gobierno que repite con insistencia que tiene "otros datos".

Debido a las malas decisiones y falta de planeación estratégica del gobierno federal, tenemos un sistema de salud débil y totalmente colapsado, consecuencia de una mala política social; enfrentamos un problema económico que ha impedido el crecimiento y el desarrollo del país, el cual se va a agravar al dejar a las micro, pequeñas y medianas empresas desprotegidas, abandonadas a su suerte, a pesar de ser estas las que generan mayor número de empleo y riqueza; y qué decir de los niveles de inseguridad y violencia que no disminuyen, cuando el mensaje del primer mandatario es dejar claro que tiene una cercanía atípica con reconocidos líderes del crimen organizado, y que sin empacho, el presidente o su equipo -o ambos-, se encargan de presumir.

De continuar esta tendencia, la debacle es inminente, el gobierno debería aprovechar el tiempo para enfrentar con responsabilidad, seriedad y profesionalismo estas crisis, en lugar de desperdiciarlo en el adoctrinamiento ideológico que todos los días escuchamos en las conferencias matutinas.

No es posible que el propósito del titular del Ejecutivo se reduzca a preparar las mañaneras, perder horas y horas en los aeropuertos, grabar videos como promotor turístico o culinario, todo con fines de adoctrinamiento, mientras el país se cae en pedazos.

Otro debería ser su objetivo, puesto que cuenta con los recursos económicos, humanos y materiales, el mandato que le otorga la Constitución y el poder necesario como responsable de la política pública de este país.

El tiempo se agota y la paciencia de las y los mexicanos también. Es la última llamada.

Durante 18 años, desde distintos foros y por todos los medios, López Obrador se dedicó a la crítica destructiva sobre cualquier acción de gobierno contraria a su pensamiento; muchas de esas acusaciones eran sin sustento y sin pruebas.

Fueron años en los que acusó la debilidad del Estado y la deficiencia de las políticas públicas, porque eran "ajenas al pueblo" que él representaba. Vaya, a pesar de que construyó una imagen de luchador social, siempre fue un provocador electoral.

En la campaña de 2018 ofreció que su gobierno tendría las soluciones a todos los problemas del país: la corrupción, la inseguridad, el desempleo y las deficiencias de salud se acabarían con su simple llegada a la Presidencia de la República, nada más lejano a lo que estamos viviendo hoy.

Ninguno de sus votantes imaginó que las ocurrencias del aspirante presidencial fueran en la actualidad, una de las amenazas más grandes para la vida pública de nuestro país. Las frases y chascarrillos del otrora candidato y actual presidente de la República han pasado de la risa, al lamento y llanto de los más necesitados.

En unos cuantos meses fue del "gobernar no tiene ciencia" a "esta pandemia nos cayó como anillo al dedo", nunca pensé escuchar a un jefe de Estado celebrar el dolor y la tragedia humana, para enaltecerse a sí mismo y colocarse por encima de todos; sin embargo, tampoco me extraña, pues el presidente es un hombre de frases y símbolos. Baste recordar que para demostrar su poder supremo, él solo se escucha, se aconseja, se analiza, se recomienda y decide lo que es mejor para su propósito, por eso cambio Los Pinos por Palacio Nacional, pues prefiere ser rey que presidente.

Sin dejar de reconocer los variados y complejos problemas en la historia reciente de México, así como los errores y abusos de algunos servidores públicos, la realidad en datos indica que cuando se dijo que estábamos peor, estábamos mejor.

La economía, la seguridad y la salud de las y los mexicanos en los 16 meses de gobierno de Andrés Manuel, presentan las peores cifras de las últimas décadas, y con la emergencia sanitaria que tenemos por el Coronavirus, para desgracia de México, estas crisis se agudizaron y han desnudado al gobierno que repite con insistencia que tiene "otros datos".

Debido a las malas decisiones y falta de planeación estratégica del gobierno federal, tenemos un sistema de salud débil y totalmente colapsado, consecuencia de una mala política social; enfrentamos un problema económico que ha impedido el crecimiento y el desarrollo del país, el cual se va a agravar al dejar a las micro, pequeñas y medianas empresas desprotegidas, abandonadas a su suerte, a pesar de ser estas las que generan mayor número de empleo y riqueza; y qué decir de los niveles de inseguridad y violencia que no disminuyen, cuando el mensaje del primer mandatario es dejar claro que tiene una cercanía atípica con reconocidos líderes del crimen organizado, y que sin empacho, el presidente o su equipo -o ambos-, se encargan de presumir.

De continuar esta tendencia, la debacle es inminente, el gobierno debería aprovechar el tiempo para enfrentar con responsabilidad, seriedad y profesionalismo estas crisis, en lugar de desperdiciarlo en el adoctrinamiento ideológico que todos los días escuchamos en las conferencias matutinas.

No es posible que el propósito del titular del Ejecutivo se reduzca a preparar las mañaneras, perder horas y horas en los aeropuertos, grabar videos como promotor turístico o culinario, todo con fines de adoctrinamiento, mientras el país se cae en pedazos.

Otro debería ser su objetivo, puesto que cuenta con los recursos económicos, humanos y materiales, el mandato que le otorga la Constitución y el poder necesario como responsable de la política pública de este país.

El tiempo se agota y la paciencia de las y los mexicanos también. Es la última llamada.

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