/ viernes 17 de septiembre de 2021

¡Viva la independencia!

¡Transita septiembre! Mes de festejos patrios y de desastres. Mes que se tiñe de gris, con antorchas en reposo y pendones enrollados. Patria forjada en el fragor de las luchas prehispánicas, los padecimientos coloniales, los esfuerzos libertarios reformistas, revolucionarios. Esa vorágine armada que nos direccionó a lo que hoy somos. Variopinto abanico cultural, crisol de pueblos, de tintes de piel, de intereses, ambiciones, luchas por el poder y movimientos sociales. Estadio presente que mira hacia el mañana. Porque es claro que nuestro destino es persistir. Septiembre del ¡Viva México!, de música nuestra que tanto gusta en el mundo, de picosa comida con maíz en sus diversas formas, de tequila y licor de maguey. Todo lo cual, habrá de ser limitado por ahora por temor al contagio, ese que un poco vencemos, pero luego nos derrota.

Septiembre de 2021, con sus negros nubarrones y desgracias, de luto por los ríos desbordados que dejaron sin hogar a algunos miles. De cerros desgajados que húmedos y temblorosos optaron por despeñarse, machacando y cegando vidas a su paso. Advirtiendo al mismo tiempo a quienes resulten responsables, que es hora de ordenar de una vez por todas los asentamientos humanos, que ya no se puede seguir jugando al “hay se va”, que es hora de propalar una cultura que concientice de que el gigantismo poblacional, con sus necesidades humanas tiene un límite si no queremos devorarnos a nosotros mismos. Padecimos un sismo de 7.1 que arrojó por las calles crisis nerviosas, preocupaciones. Recordándonos aquel 85 en que la ciudad casi se destruye. Frente a un gobierno azorado, inerme e impotente. Con su estela de muertos, de desposeídos y de asentados en bulevares y jardines. Otros miles que escaparon a las faldas de los cerros, esos que ahora se desgajan. Esa macro ciudad que todo lo concentra y determina, la de las ciudades perdidas, colonias olvidadas y postergadas, empobrecidas, imperio del hampa y de la delincuencia. Que parecieran caminar hacia el desastre, en donde violencia, corrupción y crimen enseñorean. En convivencia con el México de la riqueza y lo superfluo, de las clases sociales, de la ostentación. Dos caras de la misma moneda. Bipolaridad de una nación que no ha terminado de integrar a los desintegrados por la guerra de conquista. De una sociedad cuya pugna histórica ha sido por el mestizaje y la justicia social para muchos impedido y frenado por la codicia, el abuso y la injusticia de unos cuantos. Esta enorme casa es de todos, pueblo de pueblos. El olmeca, el chichimeca, el maya, el purépecha, el zapoteca, el tlaxcalteca. Naciones en convivencia en esa bastedad geográfica y asombrosa que son Oaxaca, Michoacán, Veracruz, Guerrero, Yucatán y demás.

A este acertijo de culturas, proveniencias raciales, tradiciones, exquisiteces de cocina. Castigada ahora cuando no por la sequía, si por las tempestades imparables que inundan y arrasan, ríos desbordados, patrimonios perdidos, cerros desgajados, sorpresivos sismos que nos aferran a lo incierto, la Covid que no cesa, desventuras que solo dan tregua a una economía en recuperación. Todo esto en una bataola de inquietudes políticas que pugnan por conservar el pasado o construir el futuro, con reformas que quieren devolver lo de México a los mexicanos y hasta con intromisiones de intereses políticos y económicos extranjeros.

¡México en su laberinto! Septiembre opaco tirando a oscuro, con desventuras que afligen y acongojan. Un año más de festejar la Independencia, no obstante, si reviramos al pasado, deberemos asombrarnos de como este país ha soportado tantos abusos y saqueos de nacionales y extranjeros. De abusivos banqueros. Celebramos una independencia que no tenemos, que se nos fuga, prometida hace más de dos siglos, pero que algún día habremos de alcanzar. Nación endeudada, sometida al capital externo y a los amos financieros del mundo. En el orbe tenemos un nombre. Nos felicitan las naciones amigas por un año más de independencia. Meta que por ahora parece muy lejana.

De todas formas agrego mi emocionada voz al deseo de que “Viva México por siempre” y que por siempre vivamos nosotros en esta linda patria a la que todo debemos y cuyo cielo nos cobija.

¡Transita septiembre! Mes de festejos patrios y de desastres. Mes que se tiñe de gris, con antorchas en reposo y pendones enrollados. Patria forjada en el fragor de las luchas prehispánicas, los padecimientos coloniales, los esfuerzos libertarios reformistas, revolucionarios. Esa vorágine armada que nos direccionó a lo que hoy somos. Variopinto abanico cultural, crisol de pueblos, de tintes de piel, de intereses, ambiciones, luchas por el poder y movimientos sociales. Estadio presente que mira hacia el mañana. Porque es claro que nuestro destino es persistir. Septiembre del ¡Viva México!, de música nuestra que tanto gusta en el mundo, de picosa comida con maíz en sus diversas formas, de tequila y licor de maguey. Todo lo cual, habrá de ser limitado por ahora por temor al contagio, ese que un poco vencemos, pero luego nos derrota.

Septiembre de 2021, con sus negros nubarrones y desgracias, de luto por los ríos desbordados que dejaron sin hogar a algunos miles. De cerros desgajados que húmedos y temblorosos optaron por despeñarse, machacando y cegando vidas a su paso. Advirtiendo al mismo tiempo a quienes resulten responsables, que es hora de ordenar de una vez por todas los asentamientos humanos, que ya no se puede seguir jugando al “hay se va”, que es hora de propalar una cultura que concientice de que el gigantismo poblacional, con sus necesidades humanas tiene un límite si no queremos devorarnos a nosotros mismos. Padecimos un sismo de 7.1 que arrojó por las calles crisis nerviosas, preocupaciones. Recordándonos aquel 85 en que la ciudad casi se destruye. Frente a un gobierno azorado, inerme e impotente. Con su estela de muertos, de desposeídos y de asentados en bulevares y jardines. Otros miles que escaparon a las faldas de los cerros, esos que ahora se desgajan. Esa macro ciudad que todo lo concentra y determina, la de las ciudades perdidas, colonias olvidadas y postergadas, empobrecidas, imperio del hampa y de la delincuencia. Que parecieran caminar hacia el desastre, en donde violencia, corrupción y crimen enseñorean. En convivencia con el México de la riqueza y lo superfluo, de las clases sociales, de la ostentación. Dos caras de la misma moneda. Bipolaridad de una nación que no ha terminado de integrar a los desintegrados por la guerra de conquista. De una sociedad cuya pugna histórica ha sido por el mestizaje y la justicia social para muchos impedido y frenado por la codicia, el abuso y la injusticia de unos cuantos. Esta enorme casa es de todos, pueblo de pueblos. El olmeca, el chichimeca, el maya, el purépecha, el zapoteca, el tlaxcalteca. Naciones en convivencia en esa bastedad geográfica y asombrosa que son Oaxaca, Michoacán, Veracruz, Guerrero, Yucatán y demás.

A este acertijo de culturas, proveniencias raciales, tradiciones, exquisiteces de cocina. Castigada ahora cuando no por la sequía, si por las tempestades imparables que inundan y arrasan, ríos desbordados, patrimonios perdidos, cerros desgajados, sorpresivos sismos que nos aferran a lo incierto, la Covid que no cesa, desventuras que solo dan tregua a una economía en recuperación. Todo esto en una bataola de inquietudes políticas que pugnan por conservar el pasado o construir el futuro, con reformas que quieren devolver lo de México a los mexicanos y hasta con intromisiones de intereses políticos y económicos extranjeros.

¡México en su laberinto! Septiembre opaco tirando a oscuro, con desventuras que afligen y acongojan. Un año más de festejar la Independencia, no obstante, si reviramos al pasado, deberemos asombrarnos de como este país ha soportado tantos abusos y saqueos de nacionales y extranjeros. De abusivos banqueros. Celebramos una independencia que no tenemos, que se nos fuga, prometida hace más de dos siglos, pero que algún día habremos de alcanzar. Nación endeudada, sometida al capital externo y a los amos financieros del mundo. En el orbe tenemos un nombre. Nos felicitan las naciones amigas por un año más de independencia. Meta que por ahora parece muy lejana.

De todas formas agrego mi emocionada voz al deseo de que “Viva México por siempre” y que por siempre vivamos nosotros en esta linda patria a la que todo debemos y cuyo cielo nos cobija.