/ viernes 19 de junio de 2020

"Volver del futuro"

Deberemos regresar a prácticas del pasado que neoliberalismo, consumismo y globalización eclipsaron. Ahora prometen ser el camino certero para superar los retos contemporáneos que como nación confrontamos. Primero el reto pandémico: vencerlo exige solidas estructuras formativas de médicos y enfermeras. Investigación científica social que sea el centinela para oleadas virulentas futuras.

Indispensable la infraestructura hospitalaria, equipamiento tecnológico de diagnóstico y los laboratorios que el neoliberalismo desmantelo. Ello erigido por un gobierno de compromiso social y sin corrupción. La vacuna salvadora parece estar a la vista. Aplicarla a todos los mexicanos es un esfuerzo multimillonario que implica costearla y extenderla a las mayorías desprotegidas. Por ahora solo la tienen segura los países ricos. Educación, investigación, inversión, buena fe y altura de miras parecen ser materiales de edificación para alcanzar este objetivo.

El otro frente de batalla para derrotar hambruna y crisis alimentaria que parecen aproximarse. Pobreza, malos hábitos y el cerco de comida chatarra que se ha instalado en nuestro derredor, son la otra cara de la moneda. Triunfaremos si habitamos en un organismo humano sano y fuerte y bien alimentado. Carne y grasas del cochinito no ayudarán para esto. Eliminar de nuestra dieta refrescos embotellados, sustitutos de azúcar, harinas, colorantes químicos, barbacoas y grasas en exceso. Ahora, diabéticos, hipertensos, obesos y cancerosos como estamos, no daremos la batalla y seremos víctimas de la próxima ráfaga virulenta que nos alcance. Conciencia y cultura por la sana alimentación son imperiosas necesidades. Información verás para que los especuladores propagandistas y políticos no propalen exitosos que esta enfermedad es un invento. Desaparecer de anaqueles de tiendas botanas harinosas y bebidas "refrescantes" que hoy nos mantienen panzones. Esto deberá ir de la mano con ejercicios físicos cotidianos para que nuestro organismo metabolice, elimine toxinas y se mantenga sano.

Cultura formativa para una conciencia alimentaria es producto de la educación y la buena costumbre. Junto con la marabunta viral, se nos vino encima un brutal encarecimiento del costo de la vida. De repente los especuladores criminales elevaron hacia el cielo el precio de los alimentos básicos, que además por ser producto de la industria de alimentos procesados, está atiborrada de conservadores y sustitutos, insecticidas, herbicidas y químicos que nos envenenan y cultivan el cáncer. El retorno al pasado parece ser garantía de solución. Las casas de nuestros abuelos eran amplias y bien ventiladas. Su propio pozo para el agua fresca. Un jardín de flores y su huerta trasera, productora de hortalizas, granos y frutas. Comían sus propias calabacitas, frijol, maíz, nopales, quelites, chayotes, cebollas y ajos domésticos. Criaban sus cochinitos y gallinas caseras para una carne y manteca limpia y un huevo de ave nutritivo todos los días. En sus terrenos, nuestros mayores sembraban magueyes para su pulque, complemento alimentario que fue eliminado de la dieta y sustituido por la cerveza como una derrota más de la mal llamada "conquista". Ahora los marrascapaches alcohólicos de mezclas mortales están matando a quienes los ingieren.

Los venenos químicos en alimentos y bebidas pululan por todos lados. A eso estamos expuestos para la desgracia de nuestro organismo. La clave pareciera consistir en la apuesta gubernamental por la garantía de salud total para todo el pueblo y no solo para los poderosos. Pero cada uno deberá entregar su aportación concientizándonos y adoptando mejores hábitos alimenticios. Incluyendo el cultivo domestico de la alimentación casera. Eliminando de nuestra dieta lo dañino y que nos expone a enfermedades mortales que ahora padecemos y diariamente ejercitándonos. Comamos frutas, verduras y cereales frescos. Es por la felicidad familiar y la sobrevivencia comunitaria y nacional.

No quisiera ser pesimista, pero si esto no hacemos, estaremos tratando de resolver el desastre como nación en veinte o treinta años, en un mundo que tal vez se vuelva imposible, pero en el que habrán de vivir nuestros nietos.

¡Para los míos yo no deseo este borrascoso panorama! ¿No sé usted?

Deberemos regresar a prácticas del pasado que neoliberalismo, consumismo y globalización eclipsaron. Ahora prometen ser el camino certero para superar los retos contemporáneos que como nación confrontamos. Primero el reto pandémico: vencerlo exige solidas estructuras formativas de médicos y enfermeras. Investigación científica social que sea el centinela para oleadas virulentas futuras.

Indispensable la infraestructura hospitalaria, equipamiento tecnológico de diagnóstico y los laboratorios que el neoliberalismo desmantelo. Ello erigido por un gobierno de compromiso social y sin corrupción. La vacuna salvadora parece estar a la vista. Aplicarla a todos los mexicanos es un esfuerzo multimillonario que implica costearla y extenderla a las mayorías desprotegidas. Por ahora solo la tienen segura los países ricos. Educación, investigación, inversión, buena fe y altura de miras parecen ser materiales de edificación para alcanzar este objetivo.

El otro frente de batalla para derrotar hambruna y crisis alimentaria que parecen aproximarse. Pobreza, malos hábitos y el cerco de comida chatarra que se ha instalado en nuestro derredor, son la otra cara de la moneda. Triunfaremos si habitamos en un organismo humano sano y fuerte y bien alimentado. Carne y grasas del cochinito no ayudarán para esto. Eliminar de nuestra dieta refrescos embotellados, sustitutos de azúcar, harinas, colorantes químicos, barbacoas y grasas en exceso. Ahora, diabéticos, hipertensos, obesos y cancerosos como estamos, no daremos la batalla y seremos víctimas de la próxima ráfaga virulenta que nos alcance. Conciencia y cultura por la sana alimentación son imperiosas necesidades. Información verás para que los especuladores propagandistas y políticos no propalen exitosos que esta enfermedad es un invento. Desaparecer de anaqueles de tiendas botanas harinosas y bebidas "refrescantes" que hoy nos mantienen panzones. Esto deberá ir de la mano con ejercicios físicos cotidianos para que nuestro organismo metabolice, elimine toxinas y se mantenga sano.

Cultura formativa para una conciencia alimentaria es producto de la educación y la buena costumbre. Junto con la marabunta viral, se nos vino encima un brutal encarecimiento del costo de la vida. De repente los especuladores criminales elevaron hacia el cielo el precio de los alimentos básicos, que además por ser producto de la industria de alimentos procesados, está atiborrada de conservadores y sustitutos, insecticidas, herbicidas y químicos que nos envenenan y cultivan el cáncer. El retorno al pasado parece ser garantía de solución. Las casas de nuestros abuelos eran amplias y bien ventiladas. Su propio pozo para el agua fresca. Un jardín de flores y su huerta trasera, productora de hortalizas, granos y frutas. Comían sus propias calabacitas, frijol, maíz, nopales, quelites, chayotes, cebollas y ajos domésticos. Criaban sus cochinitos y gallinas caseras para una carne y manteca limpia y un huevo de ave nutritivo todos los días. En sus terrenos, nuestros mayores sembraban magueyes para su pulque, complemento alimentario que fue eliminado de la dieta y sustituido por la cerveza como una derrota más de la mal llamada "conquista". Ahora los marrascapaches alcohólicos de mezclas mortales están matando a quienes los ingieren.

Los venenos químicos en alimentos y bebidas pululan por todos lados. A eso estamos expuestos para la desgracia de nuestro organismo. La clave pareciera consistir en la apuesta gubernamental por la garantía de salud total para todo el pueblo y no solo para los poderosos. Pero cada uno deberá entregar su aportación concientizándonos y adoptando mejores hábitos alimenticios. Incluyendo el cultivo domestico de la alimentación casera. Eliminando de nuestra dieta lo dañino y que nos expone a enfermedades mortales que ahora padecemos y diariamente ejercitándonos. Comamos frutas, verduras y cereales frescos. Es por la felicidad familiar y la sobrevivencia comunitaria y nacional.

No quisiera ser pesimista, pero si esto no hacemos, estaremos tratando de resolver el desastre como nación en veinte o treinta años, en un mundo que tal vez se vuelva imposible, pero en el que habrán de vivir nuestros nietos.

¡Para los míos yo no deseo este borrascoso panorama! ¿No sé usted?