/ lunes 18 de octubre de 2021

Voto femenino; libertad y poder

La primera vez, que México tuvo diputados electos con participación de mujeres votantes fue para la XLII Legislatura, luego de que Adolfo Ruiz Cortines, entonces presidente de México, promulgó el 17 de octubre de 1953 las reformas constitucionales para que las mexicanas gozaran de la ciudadanía plena.

Justo en esta fecha se conmemoran 68 años de que los patriarcas de México, los dueños de vidas y haciendas, del poder y el rumbo de la patria, decidieron concederle a la mujer el reconocimiento a su derecho a votar, a tomar decisiones, a pensar por sí misma y sin influencia de nadie, decidir a quién quería de gobernante.

En estos 68 años las mujeres hemos avanzado un gran trecho, roto atavismos, demostramos que era falso aquel argumento vertido para negar el voto a la mitad de la población, una de las tantas veces que se propuso, de que los destinos del país recaerían indicrectamente en los confesionarios y la opinión de los miembros del clero, como si los varones fuesen inmunes a los consejos de sus líderes religiosos o peor aún, cerrando los ojos al hecho de que México fundió el acero y el plumaje en las cuentas de un rosario.

Esa y muchas otras excusas se defendieron durante décadas para esconder la verdad que hasta la fecha contiene la consolidación de la igualdad sustantiva, que sigue resistiendo a que la justicia impere abatiendo las desigualdades históricas entre sexos, cuando la realidad es que los patriarcas de entonces, como muchos de ahora, se rehusaban a reconocer la capacidad, el talento y el libre pensamiento de las mujeres para no perder privilegios, para seguir teniendo prerrogativas sobre los espacios de mayor ejercicio de poder, para cerrar la puerta a la mano femenina cuando de signar los destinos de la patria se trata.

De 1953 a la fecha, sucedió ante los atónitos ojos de la mitad dominante que las mujeres descubrimos y comenzamos a ejercer la sororidad, esa fuerza y seguridad sinérgica que da saber que otras están dando luchas similares y comparten su experiencia para ahorrar a las otras descalabros innecesarios porque saben que como género no tenemos tiempo que perder, que son siglos de desigualdad lo que estamos combatiendo, que solo juntas, sin seguir apalancando los monopolios e impunidades masculinos es como se abren las puertas de nuestra propia libertad.

Debemos celebrar el aniversario del voto de las mujeres porque votar es un instrumento inmejorable de poder, porque el voto no discrimina ni exige cumplir estereotipos o roles de género, porque la voluntad de la mujer indígena y pobre entre los pobres cuenta igual que el del hombre mas poderoso y opulente o de quien se levanta todos los días a prepararse y trabajar para vivir mejor. El voto no inquiere preferencias sexuales, religiosas o ideológicas, el voto rescata hasta la última chispa de emancipación y libre albedrío, empodera nuestra palabra y voluntad, nuestra intención y futuro, nos permite elegir a quien dejará alma, corazón y vida en lucha sin tregua para cambiar con leyes o políticas públicas los maderos que siguen sosteniendo la cerca de la exclusión y el dolor evitable.

Recordar que tenemos ciudadanía plena es también abrir la puerta a nuevas oportunidades para ser independientes en pensamiento, hechos y economía para jamás soportar violencia por el terror de quedarse sin poder sostener a los hijos o a sí misma, es impedir que la fuerza impere sobre la paz, es desplegar nuestros talentos plenos para ser exactamente lo que nos atrevamos a soñar.

  • Votar es ser libres, poderosas, ciudadanas plenas. Solo han pasado 68 años y los avances, aunque innegables, son insuficientes.

Que sea lo que resta del siglo XXI, el “El Siglo de las Mujeres” como fue nominado por la ONU, época para que mujeres y hombres se conviertan en lo que el voto pretende, seres con derechos, oportunidades y responsabilidades igualitarias, seres que se complementan para el bien…seres felices construyendo la patria ordenada y generosa que todas y todos anhelamos.

La primera vez, que México tuvo diputados electos con participación de mujeres votantes fue para la XLII Legislatura, luego de que Adolfo Ruiz Cortines, entonces presidente de México, promulgó el 17 de octubre de 1953 las reformas constitucionales para que las mexicanas gozaran de la ciudadanía plena.

Justo en esta fecha se conmemoran 68 años de que los patriarcas de México, los dueños de vidas y haciendas, del poder y el rumbo de la patria, decidieron concederle a la mujer el reconocimiento a su derecho a votar, a tomar decisiones, a pensar por sí misma y sin influencia de nadie, decidir a quién quería de gobernante.

En estos 68 años las mujeres hemos avanzado un gran trecho, roto atavismos, demostramos que era falso aquel argumento vertido para negar el voto a la mitad de la población, una de las tantas veces que se propuso, de que los destinos del país recaerían indicrectamente en los confesionarios y la opinión de los miembros del clero, como si los varones fuesen inmunes a los consejos de sus líderes religiosos o peor aún, cerrando los ojos al hecho de que México fundió el acero y el plumaje en las cuentas de un rosario.

Esa y muchas otras excusas se defendieron durante décadas para esconder la verdad que hasta la fecha contiene la consolidación de la igualdad sustantiva, que sigue resistiendo a que la justicia impere abatiendo las desigualdades históricas entre sexos, cuando la realidad es que los patriarcas de entonces, como muchos de ahora, se rehusaban a reconocer la capacidad, el talento y el libre pensamiento de las mujeres para no perder privilegios, para seguir teniendo prerrogativas sobre los espacios de mayor ejercicio de poder, para cerrar la puerta a la mano femenina cuando de signar los destinos de la patria se trata.

De 1953 a la fecha, sucedió ante los atónitos ojos de la mitad dominante que las mujeres descubrimos y comenzamos a ejercer la sororidad, esa fuerza y seguridad sinérgica que da saber que otras están dando luchas similares y comparten su experiencia para ahorrar a las otras descalabros innecesarios porque saben que como género no tenemos tiempo que perder, que son siglos de desigualdad lo que estamos combatiendo, que solo juntas, sin seguir apalancando los monopolios e impunidades masculinos es como se abren las puertas de nuestra propia libertad.

Debemos celebrar el aniversario del voto de las mujeres porque votar es un instrumento inmejorable de poder, porque el voto no discrimina ni exige cumplir estereotipos o roles de género, porque la voluntad de la mujer indígena y pobre entre los pobres cuenta igual que el del hombre mas poderoso y opulente o de quien se levanta todos los días a prepararse y trabajar para vivir mejor. El voto no inquiere preferencias sexuales, religiosas o ideológicas, el voto rescata hasta la última chispa de emancipación y libre albedrío, empodera nuestra palabra y voluntad, nuestra intención y futuro, nos permite elegir a quien dejará alma, corazón y vida en lucha sin tregua para cambiar con leyes o políticas públicas los maderos que siguen sosteniendo la cerca de la exclusión y el dolor evitable.

Recordar que tenemos ciudadanía plena es también abrir la puerta a nuevas oportunidades para ser independientes en pensamiento, hechos y economía para jamás soportar violencia por el terror de quedarse sin poder sostener a los hijos o a sí misma, es impedir que la fuerza impere sobre la paz, es desplegar nuestros talentos plenos para ser exactamente lo que nos atrevamos a soñar.

  • Votar es ser libres, poderosas, ciudadanas plenas. Solo han pasado 68 años y los avances, aunque innegables, son insuficientes.

Que sea lo que resta del siglo XXI, el “El Siglo de las Mujeres” como fue nominado por la ONU, época para que mujeres y hombres se conviertan en lo que el voto pretende, seres con derechos, oportunidades y responsabilidades igualitarias, seres que se complementan para el bien…seres felices construyendo la patria ordenada y generosa que todas y todos anhelamos.