/ martes 13 de abril de 2021

Yo, la peor de todas

  • Aurora Aguilar Rodríguez

El 17 de abril de 1695 la décima musa, única encarnada, se unió en divinidad a las nueve de la mitología griega. Juana de Asbaje, la genio, quien sufrió la intolerancia y fanatismo de la misoginia generalizada de su época y enamorada de Dios, escribió poemas a la vida misma. Ella, quien sufrió la carga de la culpa por el enorme pecado de ser inteligente, en este siglo XXI se erige como una de las primeras feministas de la humanidad, además de exponente sin igual del arte de las letras.

Juana Inés de la Cruz amén de monja y literata fue una revolucionaria, poeta, filósofa, teóloga y gastrónoma de un talento inconmensurable. Defendió ser mujer en cada obra; inclusive declarando: si "Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito".

Notorio dentro de su poema "Hombres necios…", el señalamiento a la diferencia que la sociedad hace entre hombres y mujeres respecto a la relación carnal: "¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga, o el que paga por pecar?" con estas líneas defiende a ultranza el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo por encima de los solicitantes y lascivos.

Era de carácter afable. Atendió diligentemente sus obligaciones y entre los muros del convento floreció su obra. Virreyes, cortesanos, distinguidos escritores y sus amadas hermanas religiosas la respetaron y admiraron.

Juana de Asbaje convirtió la inferioridad que en materia intelectual y literaria se atribuía a las mujeres, en motivo de admiración y aplauso público; los prelados transformaron esa admiración en pecado y su obstinación en continuar consagrada a las letras en rebeldía. Por eso le exigieron una abdicación total.

La inquisición no pudo con sus anquilosadas creencias frente a la prolífica erudición de Sor Juana; proclama una y otra vez en sus poemas que el entendimiento no está referenciado al sexo; escribió que la inteligencia no es privilegio de los hombres ni la tontería exclusiva de las mujeres; y en suma, grande y verdadera novedad histórica y política, pide la educación universal para las mujeres, impartida por ancianas letradas en las casas o en instituciones creadas con este fin, ya que muchos hombres decidían que sus hijas no se educaran a fin de no correr riesgos de que maestros hombres pudieran relacionarse románticamente con ellas.

Al final de su vida, dejó de escribir. Dos años de no sumar a su magnífica biblioteca de más de cuatro mil volúmenes. El medallón que de su cuello siempre colgaba está en el museo de la cámara de diputados desde 1995. Antes de morir escribió como respuesta a la misoginia que intolerante le señaló por culta y por su sorprendente agudeza mental con un colofón inigualable:

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz".

  • Aurora Aguilar Rodríguez

El 17 de abril de 1695 la décima musa, única encarnada, se unió en divinidad a las nueve de la mitología griega. Juana de Asbaje, la genio, quien sufrió la intolerancia y fanatismo de la misoginia generalizada de su época y enamorada de Dios, escribió poemas a la vida misma. Ella, quien sufrió la carga de la culpa por el enorme pecado de ser inteligente, en este siglo XXI se erige como una de las primeras feministas de la humanidad, además de exponente sin igual del arte de las letras.

Juana Inés de la Cruz amén de monja y literata fue una revolucionaria, poeta, filósofa, teóloga y gastrónoma de un talento inconmensurable. Defendió ser mujer en cada obra; inclusive declarando: si "Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito".

Notorio dentro de su poema "Hombres necios…", el señalamiento a la diferencia que la sociedad hace entre hombres y mujeres respecto a la relación carnal: "¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga, o el que paga por pecar?" con estas líneas defiende a ultranza el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo por encima de los solicitantes y lascivos.

Era de carácter afable. Atendió diligentemente sus obligaciones y entre los muros del convento floreció su obra. Virreyes, cortesanos, distinguidos escritores y sus amadas hermanas religiosas la respetaron y admiraron.

Juana de Asbaje convirtió la inferioridad que en materia intelectual y literaria se atribuía a las mujeres, en motivo de admiración y aplauso público; los prelados transformaron esa admiración en pecado y su obstinación en continuar consagrada a las letras en rebeldía. Por eso le exigieron una abdicación total.

La inquisición no pudo con sus anquilosadas creencias frente a la prolífica erudición de Sor Juana; proclama una y otra vez en sus poemas que el entendimiento no está referenciado al sexo; escribió que la inteligencia no es privilegio de los hombres ni la tontería exclusiva de las mujeres; y en suma, grande y verdadera novedad histórica y política, pide la educación universal para las mujeres, impartida por ancianas letradas en las casas o en instituciones creadas con este fin, ya que muchos hombres decidían que sus hijas no se educaran a fin de no correr riesgos de que maestros hombres pudieran relacionarse románticamente con ellas.

Al final de su vida, dejó de escribir. Dos años de no sumar a su magnífica biblioteca de más de cuatro mil volúmenes. El medallón que de su cuello siempre colgaba está en el museo de la cámara de diputados desde 1995. Antes de morir escribió como respuesta a la misoginia que intolerante le señaló por culta y por su sorprendente agudeza mental con un colofón inigualable:

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz".