La obra plástica de William Blake se caracteriza por la creación de una mitología propia, que le permite reflejar el misticismo y esoterismo que también refleja en sus poemas, por lo que en gran parte de sus cuadros se pueden encontrar seres sobrenaturales.
Los biógrafos del artista coinciden en que, desde muy niño, Blake mostró una personalidad excéntrica, pues constantemente decía experimentar situaciones fuera de la normalidad. Algunas de sus biografías afirman que cuando el poeta tenía cuatro años aseguraba tener visiones de la aparición de Dios; el artista también señaló ver cómo el alma de su hermano fallecido, Robert, se desprendía de su cuerpo, y continuamente hablaba sobre sus encuentros con ángeles que se repitieron a lo largo de su vida.
Especialistas de arte explican que esta personalidad de William Blake le permitió desarrollar una obra visual surrealista y llena de simbolismos, por lo que incluso lo catalogan como adelantado a su época.
Entre sus piezas plásticas más emblemáticas se encuentra “El anciano de los días” (1794), que muestra a un personaje de su invención llamado Urizen, quien era el creador del mundo y que poseía un carácter maligno.
Mención aparte merece la serie “El gran dragón rojo”, conformada por cuatro pinturas realizadas entre 1805 y 1810, protagonizadas por una bestia apocalíptica, las cuales representan la eterna lucha entre el bien y el mal. La serie se integra por “El Gran Dragón Rojo y La Mujer Revestida en Sol”, “El Gran Dragón Rojo y la Mujer revestida con el Sol”, “El Gran Dragón Rojo y la Bestia del Mar” y “El Número de la Bestia es 666”.
Estudiosos de su obra consideran que las visiones que manifestó a lo largo de su vida correspondieron a la esquizofrenia que presuntamente padecía; sin embargo, fueron el catalizador de su prolífica obra visual y poética.
EL ARTISTA
- Es considerado como uno de los máximos exponentes del arte fantástico; sin embargo su obra fue reconocida hasta después de su muerte.
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