Al arribar el otoño, el campo tlaxcalteca se tiñe de amarillo gracias a la florecilla que guía y rinde culto a los muertos: la flor de cempasúchil, infaltable como popular ofrenda en las tumbas.
Este icono de la cultura mexicana, junto a las calaveritas de azúcar y el pan de muerto, forma parte de una tradición milenaria basada en el sincretismo entre los rituales católicos y prehispánicos.
El vocablo proviene del náhuatl “Cempohualxochitl”, cempohuali, -que es el número 20-, y xochitl, -que significa flor-, es decir “20 flores” o “flor de 20 pétalos”; aunque también puede traducirse como “muchas flores”.
A esta flor de se le conoce de diferentes maneras: flor de muerto, cempasochil, cempoal, flor de cempoal, flor de difunto, flor de muerto chino, flor de niño, veinte flores.
De acuerdo con el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas, existen 30 variedades de cempasúchil, entre las que destacan: tagetes erecta, la más común; tagetes patula, de puntas amarillas y el centro anaranjado; tagetes lunulata y tagetes tenuifolia.
Para las culturas prehispánicas, sus pétalos representaban la grandeza del Sol, por ello, las usaban como adornos en las tumbas de sus difuntos, pues creían que éstas guardaban la tibieza del día y su aroma guiaba a los muertos.
Hoy en día, esta flor no solo es utilizada como ornamento de sepulcros y altares, sino también para la elaboración de postres y cervezas artesanales, además, también tiene usos medicinales que ayudan a mejorar los cólicos estomacales y la eliminación de parásitos intestinales.
PARA SABER MÁS
- -A escala nacional, Coahuila, San Luis Potosí, Ciudad de México, Morelos, Guerrero, Oaxaca y Puebla son los principales productores de esta flor.
- -El cultivo la flor de cempasúchil comienza a partir de julio y se cosecha en octubre.
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