Cuenta una antigua leyenda que a tierras tlaxcaltecas llegó un joven de buen parecer, de aproximadamente 18 años de edad, siendo su cayado y su alforja sus inseparables compañeros.
El aspecto humilde del joven, reservado, apacible y de trato atento, llamó profundamente la atención de los habitantes de la Muy Leal, Muy Noble e Insigne Ciudad de Tlaxcala.
De acuerdo con el libro Narraciones Tlaxcaltecas tomo II, escrito por Carlos de Gante en el año de 1921, pasado algún tiempo, los lugareños se acostumbraron a verlo pasar por las calles de la cuidad y por sus cercanías siempre pensativo y melancólico; su interés por las prácticas religiosas provocó que los frailes franciscanos buscaran a toda costa integrarlo a su comunidad, pero el mozo siempre se rehusó a toda compañía.
En un día hermoso de primavera, el jovenzuelo tomó su cayado y su alforja y, atravesando el Zahuapan, empezó a caminar hacia Los Reyes, que en esa época era un pequeñísimo poblado del otro lado de Ocotelulco, y siguió su andar hacia el occidente.
Desde aquel día no se volvió a ver al joven y su desaparición causó profunda tristeza a quienes lo conocían.
Después de lo ocurrido, los habitantes aseguraban escuchar lamentos provenientes del lugar donde hoy se encuentra el árbol conocido como “El Huérfano”; al día siguiente, el joven apareció sentado y junto a él se encontraba enterrado su cayado y su alforja. Al caer nuevamente la noche, los lamentos no cesaron, por lo que los pobladores, regresaron al lugar al amanecer, pero el joven había desaparecido y entonces en su lugar había un árbol grande, casi tan grande como hoy se ve y desde entonces lo llaman “El Huérfano”, nombre con el que era generalmente conocido el misterioso hombre.
- 500 años, aproximadamente, tiene el árbol, supera los 30 metros de altura y mide aproximadamente 10 metros de diámetro.
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