Desde tiempos remotos, el maíz ha sido fundamental en la cultura mesoamericana, así como un componente clave en la dieta alimenticia. En México, es uno de los alimentos básicos de la comida mexicana, de la concina tradicional, regional y hasta vanguardista.
Esta “sagrada” gramínea, cargada de beneficios para la salud, es deliciosa y versátil, que se puede adaptar a cientos de platillos tanto típicos como inusuales. En este mes patrio, temporada en que los campos mexicanos se llenan de verdes sembradíos de milpa, y que concuerda con los festejos de la Independencia de México, se preparan diversos platillos, en los cuales no solo se aprovechan los granos del maíz, sino también sus hojas.
Molotes, chalupas, Chileatole, elotes tostados, tostadas, son algunos de los antojitos que se preparan en los hogares mexicanos para degustar una noche mexicana en familia. Sin embargo, hay uno en especial, y se trata del pozole, la sopa más popular de México, cuyo origen se remonta a tiempos a épocas prehispánicas.
De acuerdo con la Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, el grano del que se desarrollan varias razas como el cacahuacintle y el ancho, se cultiva principalmente en los estados de México, Morelos, Guerrero, Aguascalientes y Puebla, ocupando alrededor de siete mil 700 hectáreas, equivalentes al 0.1% de la superficie total dedicada al cultivo de maíz grano en el país. Por sus características y tamaño, su precio es superior al común.
De este maíz se preparan tres tipos de pozole: verde, blanco y rojo, que por su sabor y aroma, da personalidad propia al platillo, todo dependerá del ingenio y audacia de sus cocineros. Sus variados ingredientes: pollo, cerdo, mariscos, chicharrón, lechuga, cebolla, rábano, picante, aguacate y hasta huevo crudo en algunos casos, acompañados con orégano, limón, tostadas y crema, le da una vista bastante apetitosa.
Continúa leyendo: