/ lunes 2 de septiembre de 2019

Marina Abramović, explora los límites de transgresión al cuerpo

Con sus performances, la artista plantea el dolor como la conexión con la conciencia

El performance como acto de transgresión a las convencionalismos sociales, ese el sello de la artista Marina Abramović, nacida en Belgrado en 1946, quien en sus presentaciones artísticas utiliza su cuerpo y el dolor para explorar la dualidad de la vida y la muerte.

En sus performances, Abramović se expone a actos peligrosos y agotadores, con el fin de mostrar al público los efectos de las sensaciones físicas, “la función de un artista en una sociedad perturbada es dar a conocer el universo, hacer las preguntas correctas y elevar la mente”, explica la artista en entrevistas posteriores a sus actos escénicos.

Marina Abramović estudio en la Academia de Bellas Artes de Belgrado y en 1973 inició con sus primeros performances como solista a los que llamó “ritmos”.

El primer ritmo llamado “Ritmo 10” que consistió en el juego de la ruleta rusa con cuchillos entre los dedos abiertos de su mano; en cada ocasión que recibía un corte grababa lo ocurrido y, posteriormente, reproducía la cinta para repetir los mismos errores, la finalidad era unir el pasado y el presente. Entre 1973 y 1974 desarrolló los performances más conocidos de su carrera, de los cuales destaca el “Ritmo 0”. La artista reunió en una mesa diversos objetos que los espectadores podían utilizar en ella, algunos para ocasionarle sensaciones placenteras y otros dolor; entre ellos había látigos, cuchillos, tijeras y una pistola. El performance fue subiendo de nivel, hasta que los participantes comenzaron a ser más violentos.

“Me sentí realmente violada: me cortaron la ropa, me clavaron espinas de rosas en el estómago, una persona me apuntó con el arma en la cabeza y otra se la quitó. Se creó una atmósfera agresiva. Después de exactamente 6 horas, como estaba planeado, me puse de pie y empecé a caminar hacia el público. Todo el mundo salió corriendo, escapando de una confrontación real”, explicó la artista luego de ese performance.

La búsqueda espiritual a través del arte ha sido el objetivo en la vida de Abramović, pues catalogó sus piezas de performance como actos chamánicos para liberar la energía vital del cuerpo y del alma.

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Marina Abramović estudio en la Academia de Bellas Artes de Belgrado y en 1973 inició con sus primeros performances como solista a los que llamó “ritmos”.

El primer ritmo llamado “Ritmo 10” que consistió en el juego de la ruleta rusa con cuchillos entre los dedos abiertos de su mano; en cada ocasión que recibía un corte grababa lo ocurrido y, posteriormente, reproducía la cinta para repetir los mismos errores, la finalidad era unir el pasado y el presente. Entre 1973 y 1974 desarrolló los performances más conocidos de su carrera, de los cuales destaca el “Ritmo 0”. La artista reunió en una mesa diversos objetos que los espectadores podían utilizar en ella, algunos para ocasionarle sensaciones placenteras y otros dolor; entre ellos había látigos, cuchillos, tijeras y una pistola. El performance fue subiendo de nivel, hasta que los participantes comenzaron a ser más violentos.

“Me sentí realmente violada: me cortaron la ropa, me clavaron espinas de rosas en el estómago, una persona me apuntó con el arma en la cabeza y otra se la quitó. Se creó una atmósfera agresiva. Después de exactamente 6 horas, como estaba planeado, me puse de pie y empecé a caminar hacia el público. Todo el mundo salió corriendo, escapando de una confrontación real”, explicó la artista luego de ese performance.

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