Hace 13 años, el albergue “La Sagrada Familia” de Apizaco comenzó a brindar ayuda humanitaria ante el fenómeno migratorio internacional.
En octubre de 2010 abrió sus puertas y desde entonces ha visto pasar a miles de migrantes de casi 20 países que, en su mayoría han logrado continuar su trayecto sin contratiempos, pero la historia no ha sido la misma para algunos otros que han vivido un lado oscuro al ser víctimas de asesinatos, desapariciones, secuestros, mutilaciones y deportaciones a sus lugares de origen.
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A la fecha persiste una constante violación a los derechos humanos y, pese a los esfuerzos oficiales y campañas de apoyo, no hay autoridad que detenga a las bandas delictivas.
Desde la iglesia de Santa Úrsula Zimatepec, municipio de Yauhquemehcan, el sacerdote Ramiro Zárate Tonix comenzó la defensa y apoyo a familias desprotegidas, refugiadas e indocumentadas.
Bajo la instrucción del entonces Obispo de Tlaxcala, Francisco Moreno Barrón, y el apoyo de la gente, edificó una habitación para refugio de la población internacional en tránsito, en un terreno baldío anexo a la parroquia Cristo Rey ubicada en la colonia Ferrocarrilera.
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El galerón con bardas de block y techumbre de láminas, sin servicios de energía eléctrica ni agua potable, fungía como un lugar más seguro, cerca de las vías del tren.
En octubre de 2010, el refugio comenzó a alojar a hondureños y salvadoreños, rememora Sergio Luna Cuatlapantzi, director del albergue “La Sagrada Familia A. C.”.
El primer paso del proyecto para albergar a hombres, mujeres y niños de diferentes países, estaba dado, recuerda.
Sin embargo, lamenta que Ramiro Zárate haya enfermado a causa de un cáncer y el 18 de julio de 2012, “falleció a los 62 años de edad. Su familia y el grupo Getsemani y Un Mundo una Nación A. C. lo recordamos con amor, sus obras de caridad hacia las personas refugiadas siguen vivas en cada uno de nosotros”.
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A una década de la apertura del albergue, ha prestado ayuda a 75 mil migrantes que cruzan Tlaxcala con destino a los EE. UU., inicialmente a centroamericanos, aunque ahora atienden a sudamericanos y africanos.
Asevera que en forma coordinada Un Mundo una Nación y la Diócesis de Tlaxcala construyeron dormitorios de adocreto para 100 personas de ambos sexos, quienes disponen de agua caliente con energía solar, teléfono, red de emergencia wifi, atención psicológica, médica y asesoría jurídica.
Además, una seguridad mejorada con sistema de videovigilancia en el patio y exteriores del albergue ante la presencia de “coyotes”, cuya finalidad es engañarlos quitándoles sus pertenencias y dejándolos en estado de indefensión.
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FENÓMENO MIGRATORIO COMENZÓ EN LOS NOVENTA
Sergio Luna destaca que el proyecto surge por la convergencia de iniciativas de vecinos de la ciudad de Apizaco y grupos parroquiales, quienes atestiguaban el paso de migrantes y sus necesidades desde la década de los noventa, por lo que empezaron a brindarles ayuda humanitaria desde sus hogares.
- ¿Cómo nació este proyecto de ayuda humanitaria?
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- “Todos los esfuerzos fueron articulados por el presbítero chiautempense Ramiro Zárate Tonix y un grupo de jóvenes quienes confirmaron la posibilidad de instalar un espacio que los acogiera, con el cobijo de la Diócesis de Tlaxcala, el albergue abrió sus puertas el 18 de octubre de 2010 junto al templo de Cristo Rey, en la colonia Ferrocarrilera”
Explica que, desde entonces, el albergue aloja a migrantes con alimentos para que se recuperen y puedan continuar su viaje.
No olvida que el dos de febrero de 2012 constituyeron la asociación civil Un Mundo Una Nación con la que emprendieron la defensa de los derechos humanos, la incidencia pública, la prevención de la discriminación y la reivindicación del respeto a los derechos de las personas migrantes.
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Dice que desde los primeros años, difundieron la labor del albergue por lo que grupos y escuelas contribuyeron con un trabajo voluntario, abrigos y víveres; en tanto que algunas universidades iniciaron la vinculación con el albergue para emprender acciones de investigación. Subraya que en 2013, la Diócesis de Tlaxcala, designó al párroco Elías Dávila Espinoza, coordinador de la Pastoral de Migrantes y responsable diocesano del acompañamiento al albergue.
Resalta que en 2014 se vincularon “con espacios nacionales e internacionales especializados en el tema migratorio para la defensa de los derechos humanos de migrantes en la región. En este año, recibimos el Premio Estatal de Derecho Humanos”.
Desde entonces, apunta que impulsaron una agenda de incidencia legislativa local en coordinación con otras organizaciones y en 2015 “el periódico Síntesis, nos otorgó el Premio Ángel de la Esperanza, por la labor de mejorar las condiciones de vida de personas en situación de vulnerabilidad”.
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Manifiesta que en 2016 constituyeron la figura jurídica albergue “La Sagrada Familia A.C.”, autorizada como donataria y fueron objeto del Premio Estatal del Altruismo. En 2017 el albergue a través de su representante legal recibió la presea estatal “Desiderio Hernández Xochitiotzin”, en tanto que, para 2019, quedó equipado el albergue para 100 personas.
- ¿Qué está pasando con el fenómeno migratorio?
- “Desde que el tren dejó de funcionar en Chiapas buscan diferentes formas de trasladarse, puede ser caminando, en autobús, en tractocamiones de carga hasta Veracruz, ahí se suben al tren, pasan por Tlaxcala y Lecherías en la Ciudad de México, luego siguen su camino hacia el Golfo de México o por el Océano Pacífico”.
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Luna reporta que de enero a septiembre de 2023 brindaron alojamiento, alimentos y servicio médico a dos mil 909 personas de 20 países de todo el mundo, de los cuales 202 son mujeres y niños.
Señala que el 4 de septiembre de 2022, pobladores de la colonia Ferrocarrilera impidieron el acceso a hombres, mujeres y niños al construir un muro de concreto con alambres de púas. La iglesia lo llamó el “muro de la vergüenza”.
De igual forma rememora que en junio de 2012 fueron construidos 507 muros de concreto, separados 2.5 metros uno de otro, un kilómetro antes y otro después de la estación del tren de la ciudad rielera. Sin embargo, destaca que después de 40 años de que la migración cruza por tierras tlaxcaltecas, los habitantes no han aprendido a vivir con los centroamericanos y sudamericanos, en su mayoría, pues existe una constante violación a sus derechos humanos, a pesar de que varias instituciones insisten en hacer valer sus garantías.
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En este sentido, comenta que la asociación Un Mundo una Nación ha denunciado que inmigrantes centroamericanos, sudamericanos y africanos son asesinados, amenazados y despojados de sus pertenencias por bandas delictivas y, no solo eso, sino que también existe abuso sexual contra las mujeres e infantes.
Descender de la “bestia de acero” bajo las columnas de concreto en la estación del tren de Apizaco es lo más difícil para los migrantes hondureños.
Los que no saben brincar con el ferrocarril en movimiento, caen al vacío y se encuentran con la muerte entre los afilados rieles de acero. Si tienen suerte, terminan mutilados, pero el precio es muy caro: se acaba la travesía hacia el país del norte para los indocumentados.
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Una vez abajo, en suelo tlaxcalteca se enfrentan a asaltantes de trenes y de migrantes, a policías y a los oficiales del INM. Para ir más seguros, otros se bajan en estaciones contiguas y caminan varios días hasta llegar a la casa del migrante.
Sobre las vías del tren, el ir y venir de los migrantes internacionales es una constante. Erick, de 20 años; Douglas de 22 y José Luis de 25, son hermanos que han viajado juntos desde Santa Bárbara, Honduras. José Luis ya conoce el camino hasta los EE. UU., pues estuvo en Texas dos años, ahora, regresó por sus hermanos para trabajar.
El mayor sigue los movimientos de sus consanguíneos y durante la noche siempre están juntos. Así llevan 10 días con sus respectivas noches. En las inmediaciones del albergue optan por no ingresar al interior, ellos fuman y ahí, una de las reglas es que está prohibido consumir tabaco o marihuana.
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El más joven de los hermanos lleva pan, el intermedio, porta agua embotellada y el más grande dos cobijas. José Luis critica las palabras del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien expresó ¡que vivan los migrantes!, “pero no es cierto, hemos escapado de bandas de criminales y de la policía mexicana, nos robaron”.
El 25 de septiembre pasado, abandonaron Santa Bárbara, un departamento de Honduras con 50 mil habitantes. Café, maíz y frijol son los granos que se siembran en tierras de ese país de 10.2 millones de habitantes. Después de Haití, los catrachos tienen menor acceso a la educación, salud y dignidad de vida. Ocupan el lugar 130 a nivel mundial en pobreza.
El viernes 6 de octubre, minutos después de las 19:00 horas, los hermanos llegaron a pie a la casa del migrante de Apizaco. A esa hora, por cuestiones de seguridad, el lugar está cerrado. Han recorrido dos mil 400 kilómetros en el tren carguero y varios días caminando.
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Eso sí, a pesar de que están empapados a causa de la lluvia, no pierden el ánimo de llegar al país del norte. Los consanguíneos no podrán descansar ni tomar alimentos en ese lugar situado en la colonia Ferrocarrilera, así pasaron la noche.
Al tiempo que fuma un cigarrillo, José Luis envía mensajes de WhatsApp a un paisano que dejó antes de la pandemia en Texas. Ahí, el hombre de tez morena y mediana estatura se sincera al platicar que su madre, doña Josefa, le imploró que no se llevara a sus hermanos.
Me dijo, Pepe no te vayas, aquí hay café y frijoles con huevo que tanto te gustan, allá en el camino hay mucha violencia, tanto que se mira en la televisión, recuerda.
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“Me dicen el 'Mero Mero' porque ya fui a Estados Unidos de mojado, vine por mis hermanos para trabajar juntos y vamos a cruzar por Piedras Negras, Coahuila”.
Al otro día, los hermanos iniciaron la travesía, se treparon al tren en la estación de Muñoz de Domingo Arenas, donde José Luis confesó que tiene miedo de que algo le pase a su hermano menor Erick durante la travesía de otros dos mil 400 kilómetros. “Confío en mi Cristo que estemos bien, porque le prometí a mi madre mandarle para ayudarla”.
Ayuda en cifras
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- 75,000 migrantes ha recibido de 2010 a octubre de 2023.
- 2,215 hondureños han sido alojados de enero a septiembre.
- 2,909 indocumentados fueron atendidos, de los cuales 2,707 fueron hombres y 202 mujeres y niños.
- 21, 281 raciones distribuyó la Casa del Migrante y 1,207 servicios médicos.
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- 5,280 personas de Honduras y Venezuela fueron alojadas en 2022.
En octubre de 2010 abrió sus puertas y desde entonces ha visto pasar a miles de migrantes de casi 20 países.