/ domingo 23 de mayo de 2021

“Impotencia, no poder despedir a tu ser querido”: Gustavo López

Ha tenido que lidiar con no haber realizado los funerales apropiados para despedir a su hermano menor

Como a muchas personas que han tenido que enfrentar la pérdida de un ser querido y no han podido despedirse de él por causa de Covid-19, Gustavo López Pozos, de Toluca de Guadalupe, en Terrenate, ha tenido que lidiar con no haber realizado los funerales apropiados para despedir a su hermano menor. El último de cuatro falleció a los 37 años el pasado 24 de diciembre y tuvo que ser enterrado inmediatamente para evitar la propagación del virus, lo que le causó depresión e impotencia.

En entrevista con El Sol de Tlaxcala, dijo que el no poder velarlo, hacerle los rosarios o misas y no compartir con los familiares el dolor, es algo impotente que incluso, a él, lo llevó a tener que medicarse para afrontar la realidad, pues por las noches no conciliaba el sueño, al grado de que tuvo que ingerir diazepam para poder descansar.

“En mi caso tuve una fuerte depresión, pensé que me iba a morir porque estuve muy mal, pero me refugie en mis hermanos y, afortunadamente, aquí estoy”, relató.

Y es que según estudios psicológicos, la falta de este ritual religioso evita que los familiares del fallecido puedan sobreponerse a su pérdida en menor tiempo, además de que causa en ellos diversas afectaciones no solo emocionales, sino de salud.

En este sentido, también lamentó no poder avisarle a más personas o miembros de la familia para evitar más contagios, “porque lo que menos quieres es que otras personas que quieres se vayan a contagiar y puedan morir; es algo muy triste porque no hay nadie”.

Al borde del llanto, recordó que sin el funeral previo, inmediatamente que les entregaron el cuerpo tuvo que ser inhumado por la noche, ya que les mencionaron era imperante enterrarlo para evitar algún otro posible contagio.

De igual forma, señaló que otro de sus hermanos cayó en una profunda depresión, pues acudían juntos los fines de semana a trabajar en el campo, pero después de su fallecimiento “le vinieron enfermedades y ahora está muy mal, pero fue por esa impotencia de no poder hacer nada”.

SE CONTAGIÓ EN LA CDMX

Debido a que laboraba en la Ciudad de México en una empresa, fue ahí donde contrajo el virus en diciembre pasado, pues para el siete de ese mes comenzó con los síntomas, se practicó una prueba y salió positiva, de ahí que comenzó a tomar el tratamiento, pero de manera intermitente.

“Recuerdo que yo fui por él a la Ciudad de México, estuvo en la casa con enfermera las 24 horas y el doctor venía a verlo periódicamente, pero desafortunadamente le dio fibrosis en ambos pulmones y de eso ya no pudo recuperarse. Por eso creo que al final su muerte fue mejor, pues hubiera quedado muy afectado y hubiera sufrido inmerecidamente”, manifestó.

Finalmente, aseguró que no existen palabras que puedan reconfortar a la gente que haya pasado por esto y que no pudieron despedirse de su ser amado que se va de la noche a la mañana, y es un dolor muy fuerte que no se puede describir.

Gustavo López

“Es un proceso que lo vas sobrepasando y a veces te resignas porque sabes que fue lo mejor, pues sabes que no quedaría bien y eso permite asimilar un poco mejor el que tuvo que irse”.




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Como a muchas personas que han tenido que enfrentar la pérdida de un ser querido y no han podido despedirse de él por causa de Covid-19, Gustavo López Pozos, de Toluca de Guadalupe, en Terrenate, ha tenido que lidiar con no haber realizado los funerales apropiados para despedir a su hermano menor. El último de cuatro falleció a los 37 años el pasado 24 de diciembre y tuvo que ser enterrado inmediatamente para evitar la propagación del virus, lo que le causó depresión e impotencia.

En entrevista con El Sol de Tlaxcala, dijo que el no poder velarlo, hacerle los rosarios o misas y no compartir con los familiares el dolor, es algo impotente que incluso, a él, lo llevó a tener que medicarse para afrontar la realidad, pues por las noches no conciliaba el sueño, al grado de que tuvo que ingerir diazepam para poder descansar.

“En mi caso tuve una fuerte depresión, pensé que me iba a morir porque estuve muy mal, pero me refugie en mis hermanos y, afortunadamente, aquí estoy”, relató.

Y es que según estudios psicológicos, la falta de este ritual religioso evita que los familiares del fallecido puedan sobreponerse a su pérdida en menor tiempo, además de que causa en ellos diversas afectaciones no solo emocionales, sino de salud.

En este sentido, también lamentó no poder avisarle a más personas o miembros de la familia para evitar más contagios, “porque lo que menos quieres es que otras personas que quieres se vayan a contagiar y puedan morir; es algo muy triste porque no hay nadie”.

Al borde del llanto, recordó que sin el funeral previo, inmediatamente que les entregaron el cuerpo tuvo que ser inhumado por la noche, ya que les mencionaron era imperante enterrarlo para evitar algún otro posible contagio.

De igual forma, señaló que otro de sus hermanos cayó en una profunda depresión, pues acudían juntos los fines de semana a trabajar en el campo, pero después de su fallecimiento “le vinieron enfermedades y ahora está muy mal, pero fue por esa impotencia de no poder hacer nada”.

SE CONTAGIÓ EN LA CDMX

Debido a que laboraba en la Ciudad de México en una empresa, fue ahí donde contrajo el virus en diciembre pasado, pues para el siete de ese mes comenzó con los síntomas, se practicó una prueba y salió positiva, de ahí que comenzó a tomar el tratamiento, pero de manera intermitente.

“Recuerdo que yo fui por él a la Ciudad de México, estuvo en la casa con enfermera las 24 horas y el doctor venía a verlo periódicamente, pero desafortunadamente le dio fibrosis en ambos pulmones y de eso ya no pudo recuperarse. Por eso creo que al final su muerte fue mejor, pues hubiera quedado muy afectado y hubiera sufrido inmerecidamente”, manifestó.

Finalmente, aseguró que no existen palabras que puedan reconfortar a la gente que haya pasado por esto y que no pudieron despedirse de su ser amado que se va de la noche a la mañana, y es un dolor muy fuerte que no se puede describir.

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“Es un proceso que lo vas sobrepasando y a veces te resignas porque sabes que fue lo mejor, pues sabes que no quedaría bien y eso permite asimilar un poco mejor el que tuvo que irse”.




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