/ sábado 14 de septiembre de 2019

A 51 años de la masacre de Canoa, Puebla

Convocados por el sacerdote del vecino pueblo de Buensuceso, Tlaxcala, dos mil personas lincharon a cuatro varones

Hoy, hace exactamente 51 años, cuatro personas fueron asesinadas a manos de enardecidos pobladores de San Miguel Canoa, una comunidad perteneciente Puebla.

Dos eran trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla y los otros dos habitantes de esa comunidad.

El sangriento suceso que ha sido documentado en textos, películas, documentales y reportajes, sucedió la noche del 14 de septiembre de 1968, a unos cuantos metros de San Isidro Buensuceso, municipio de San Pablo del Monte, un poblado tlaxcalteca que por la cercanía comparte varias similitudes con la junta auxiliar poblana, como la intromisión de la Iglesia en la organización social y elección de sus autoridades locales.

Ambas comunidades están ubicadas en las faldas de La Malinche, volcán inactivo con una altura de cuatro mil 420 metros sobre el nivel del mar, y aunque están a 10 kilómetros de la Megalópolis se resisten a ser parte de ella.

A pesar de que el tiempo convirtió a esos linchamientos en “una historia ominosa”, la ha transformado también en una metáfora de lo que en pleno siglo 21 sucede en comunidades de Puebla, de Hidalgo, del propio Tlaxcala, según el analista Humberto López-Torres. Tal como lo ha documentado El Sol de Tlaxcala tan solo en los últimos 15 meses ha entidad ha registrado seis muertes por linchamientos consumados en San Pablo del Monte, San Juan Huactzinco, Hueyotlipan y el más reciente en San Miguel Tenancingo.

Las víctimas de los sangrientos hechos eran trabajadores de la Buap /El Sol de Puebla

LA MATANZA DE CANOA

Pero la matanza de Canoa, según el analista Humberto López-Torres, es de los peores sucesos y hasta podría ser considerado dentro del catálogo de las vergüenzas nacionales. López-Torres detalla que una turbamulta de Canoa, instigada por el cura, masacró a golpes de pala, de machete y a balazos, a tres jóvenes excursionistas y a dos vecinos del lugar por pensar que se trataba de comunistas.

Explica que en 1968 San Miguel Canoa, Puebla, contaba con menos de 15 mil habitantes de los cuales el 90 % eran monolingües (solo hablaban y entendían el náhuatl) y al igual que hoy se regían por los llamados usos y costumbres, una tradición medieval que da lugar a que la organización social y el poder municipal sean manejados por los mayordomos o fiscales de los templos.

Explica que el linchamiento de las personas aconteció en el año en que México había iniciado el movimiento estudiantil que culminó en una matanza de alumnos en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, Ciudad de México, cuando se manifestaban.

Relata que la tarde del 14 de septiembre los jóvenes Ramón Gutiérrez Calvario, Jesús Carrillo Sánchez y Odilón Sánchez Islas, trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla, arribaron a San Miguel Canoa con la intención de escalar La Malinche, pero el mal tiempo los obligó a pernoctar allí, en esa comunidad, por lo que solicitaron alojamiento, primero en el templo y luego en el edificio municipal, pero en ambos les fue negado.

Añade que los jóvenes cenaron el contenido de una lata de sardinas en aceite con galletas saladas y rajas de jalapeños. El tendero, Lucas García García, se ofreció a alojarlos esa noche para que al día siguiente iniciaran su excursión a la montaña.

López-Torres destaca que en ese momento el cura Enrique Meza Pérez había gestionado ante los gobiernos estatal y municipal obras mínimas como banquetas, guarniciones y la red para algunas tomas de agua, pero para ello pedía una cuota económica de los vecinos y quien no aportara dinero debía participar en faenas, con mano de obra. El tendero Lucas García, se había negado a dar la cooperación y a las faenas, lo que le costó estar “en la mira del cura”.

Explica que días antes de que los jóvenes arribaran a Canoa el sacerdote había hablado a la comunidad sobre “comunistas” que con su bandera “roja, como el infierno, y negra, como el pecado” insultaban a Dios y a la patria, y que pronto llegarían a San Miguel a despojar a sus habitantes y a prohibir la religión.

Menciona que cuando el párroco se enteró de que el tendero había alojado a los estudiantes a quienes él negó alojamiento hizo tañer las campanas y congregó al pueblo frente al templo.

Ahí, dice, los incitó a impedir “por los medios que fuera” que los muchachos llevaran a cabo su ultraje a la comunidad, a sus habitantes y a sus tradiciones pías, con el argumento de que buscaban quedarse con sus tierras y con sus mujeres, pero también les pidió que agredieran a Lucas García, el vecino incómodo que se negaba a cooperar.

Obedientes a las peticiones del sacerdote, la multitud se armó con palos, machetes, algunas armas de fuego, y se dirigió al local donde pernoctarían los estudiantes.

Alude que cuando los estudiantes se disponían a dormir comenzaron a escuchar las campanas, gritos e insultos en la calle, fuertes e insistentes golpes en la puerta de madera, y gritaban a Lucas que entregara a los comunistas.

Pero ante su negativa por salir la multitud destruyó la puerta a hachazos y aunque Lucas quiso hacer entender a la población que eran excursionistas, la gente enardecida lo ignoró y lo golpeó hasta morir por el golpe. Según el relato minutos después cayeron Jesús y Ramón, quienes recibieron una serie de golpes de machete, de hacha y varios disparos.

LOS MUERTOS

Esa noche murieron Jesús Carrillo Sánchez y Ramón Calvario Gutiérrez, empleados de la UAP; Lucas García García, el tendero que los hospedó, y su hermano Odilón. Julián González Báez, Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre, los otros empleados de la universidad fueron heridos de gravedad.

Pese a que la esposa de Lucas García informó a la policía judicial de Puebla los nombres de quienes congregaron al pueblo mediante las campanas y un altoparlante en la plaza principal, las autoridades del fuero común no sancionaron a los culpables.

El párroco Enrique Meza fue “invitado” para presentarse y declarar por su participación en la masacre, pero se negó y nunca fue amonestado. Por más de un año permaneció como párroco en Canoa y más tarde fue transferido a su pueblo natal Puebla.

EN 1975 El cineasta mexicano Felipe Cazals rescató el hecho y lo documentó en la película Canoa, fue así como la opinión pública nacional se enteró de lo ocurrido siete años antes.

  • 4 personas fueron asesinadas: 2 empleados de la UAP, la persona que los hospedó y el hermano de éste.
  • 17 órdenes de aprehensión fueron liberadas, pero solo unas cuantas fueron cumplidas pero en todos los casos, los detenidos recuperaron su libertad en meses o a los pocos años.

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Hoy, hace exactamente 51 años, cuatro personas fueron asesinadas a manos de enardecidos pobladores de San Miguel Canoa, una comunidad perteneciente Puebla.

Dos eran trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla y los otros dos habitantes de esa comunidad.

El sangriento suceso que ha sido documentado en textos, películas, documentales y reportajes, sucedió la noche del 14 de septiembre de 1968, a unos cuantos metros de San Isidro Buensuceso, municipio de San Pablo del Monte, un poblado tlaxcalteca que por la cercanía comparte varias similitudes con la junta auxiliar poblana, como la intromisión de la Iglesia en la organización social y elección de sus autoridades locales.

Ambas comunidades están ubicadas en las faldas de La Malinche, volcán inactivo con una altura de cuatro mil 420 metros sobre el nivel del mar, y aunque están a 10 kilómetros de la Megalópolis se resisten a ser parte de ella.

A pesar de que el tiempo convirtió a esos linchamientos en “una historia ominosa”, la ha transformado también en una metáfora de lo que en pleno siglo 21 sucede en comunidades de Puebla, de Hidalgo, del propio Tlaxcala, según el analista Humberto López-Torres. Tal como lo ha documentado El Sol de Tlaxcala tan solo en los últimos 15 meses ha entidad ha registrado seis muertes por linchamientos consumados en San Pablo del Monte, San Juan Huactzinco, Hueyotlipan y el más reciente en San Miguel Tenancingo.

Las víctimas de los sangrientos hechos eran trabajadores de la Buap /El Sol de Puebla

LA MATANZA DE CANOA

Pero la matanza de Canoa, según el analista Humberto López-Torres, es de los peores sucesos y hasta podría ser considerado dentro del catálogo de las vergüenzas nacionales. López-Torres detalla que una turbamulta de Canoa, instigada por el cura, masacró a golpes de pala, de machete y a balazos, a tres jóvenes excursionistas y a dos vecinos del lugar por pensar que se trataba de comunistas.

Explica que en 1968 San Miguel Canoa, Puebla, contaba con menos de 15 mil habitantes de los cuales el 90 % eran monolingües (solo hablaban y entendían el náhuatl) y al igual que hoy se regían por los llamados usos y costumbres, una tradición medieval que da lugar a que la organización social y el poder municipal sean manejados por los mayordomos o fiscales de los templos.

Explica que el linchamiento de las personas aconteció en el año en que México había iniciado el movimiento estudiantil que culminó en una matanza de alumnos en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, Ciudad de México, cuando se manifestaban.

Relata que la tarde del 14 de septiembre los jóvenes Ramón Gutiérrez Calvario, Jesús Carrillo Sánchez y Odilón Sánchez Islas, trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla, arribaron a San Miguel Canoa con la intención de escalar La Malinche, pero el mal tiempo los obligó a pernoctar allí, en esa comunidad, por lo que solicitaron alojamiento, primero en el templo y luego en el edificio municipal, pero en ambos les fue negado.

Añade que los jóvenes cenaron el contenido de una lata de sardinas en aceite con galletas saladas y rajas de jalapeños. El tendero, Lucas García García, se ofreció a alojarlos esa noche para que al día siguiente iniciaran su excursión a la montaña.

López-Torres destaca que en ese momento el cura Enrique Meza Pérez había gestionado ante los gobiernos estatal y municipal obras mínimas como banquetas, guarniciones y la red para algunas tomas de agua, pero para ello pedía una cuota económica de los vecinos y quien no aportara dinero debía participar en faenas, con mano de obra. El tendero Lucas García, se había negado a dar la cooperación y a las faenas, lo que le costó estar “en la mira del cura”.

Explica que días antes de que los jóvenes arribaran a Canoa el sacerdote había hablado a la comunidad sobre “comunistas” que con su bandera “roja, como el infierno, y negra, como el pecado” insultaban a Dios y a la patria, y que pronto llegarían a San Miguel a despojar a sus habitantes y a prohibir la religión.

Menciona que cuando el párroco se enteró de que el tendero había alojado a los estudiantes a quienes él negó alojamiento hizo tañer las campanas y congregó al pueblo frente al templo.

Ahí, dice, los incitó a impedir “por los medios que fuera” que los muchachos llevaran a cabo su ultraje a la comunidad, a sus habitantes y a sus tradiciones pías, con el argumento de que buscaban quedarse con sus tierras y con sus mujeres, pero también les pidió que agredieran a Lucas García, el vecino incómodo que se negaba a cooperar.

Obedientes a las peticiones del sacerdote, la multitud se armó con palos, machetes, algunas armas de fuego, y se dirigió al local donde pernoctarían los estudiantes.

Alude que cuando los estudiantes se disponían a dormir comenzaron a escuchar las campanas, gritos e insultos en la calle, fuertes e insistentes golpes en la puerta de madera, y gritaban a Lucas que entregara a los comunistas.

Pero ante su negativa por salir la multitud destruyó la puerta a hachazos y aunque Lucas quiso hacer entender a la población que eran excursionistas, la gente enardecida lo ignoró y lo golpeó hasta morir por el golpe. Según el relato minutos después cayeron Jesús y Ramón, quienes recibieron una serie de golpes de machete, de hacha y varios disparos.

LOS MUERTOS

Esa noche murieron Jesús Carrillo Sánchez y Ramón Calvario Gutiérrez, empleados de la UAP; Lucas García García, el tendero que los hospedó, y su hermano Odilón. Julián González Báez, Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre, los otros empleados de la universidad fueron heridos de gravedad.

Pese a que la esposa de Lucas García informó a la policía judicial de Puebla los nombres de quienes congregaron al pueblo mediante las campanas y un altoparlante en la plaza principal, las autoridades del fuero común no sancionaron a los culpables.

El párroco Enrique Meza fue “invitado” para presentarse y declarar por su participación en la masacre, pero se negó y nunca fue amonestado. Por más de un año permaneció como párroco en Canoa y más tarde fue transferido a su pueblo natal Puebla.

EN 1975 El cineasta mexicano Felipe Cazals rescató el hecho y lo documentó en la película Canoa, fue así como la opinión pública nacional se enteró de lo ocurrido siete años antes.

  • 4 personas fueron asesinadas: 2 empleados de la UAP, la persona que los hospedó y el hermano de éste.
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