Incredulidad y desconcierto reinaron en el centro de Mazatecochco. Síndico, regidores, trabajadores administrativos y habitantes no creían en la muerte de su presidente municipal.
El cielo nublado mostraba un viernes 15 de mayo desolador en la comuna del sur de Tlaxcala por la partida repentina de su máxima autoridad.
Por cuatro horas esperaron de la capital del estado la llegada de los restos del profesor José Esteban Cortés Torres, quien si bien padecía diabetes, reflejaba fortaleza y seguridad.
Entre lágrimas, algunas de sus colaboradoras, entendieron que el Coronavirus acabó con la vida del jefe, de golpe y porrazo.
Antes de la llegada de la carroza fúnebre, sonaron las campanas del templo católico y, en el duelo, el grupo de mariachi esperaba su turno.
Ahí, habitantes entre susurros confirmaban la partida de “papá”, como algunos regidores le decían a don Esteban, un hombre de 55 años de edad, que no alcanzó a terminar su periodo como alcalde independiente.
Al exterior de la alcaldía, elementos de la Guardia Nacional, con su seriedad y dureza, contrastaban al endeble momento.
Policías y personal del ayuntamiento observaron a lo lejos la sanitización de sus áreas y, confundidos, no entendían lo tan cerca y tan lejos que estaban del Covid-19.
Después de un breve homenaje en la explanada de la alcaldía y una visita a la iglesia, el caído presidente municipal, en su ataúd, se alejaba de los hombres de verde, de esos soldados que pidió repetidamente para su municipio ante la inseguridad que vulneraba la tranquilidad de todos.
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