/ martes 2 de marzo de 2021

Tintero | Alianzas políticas, ¿Unidad o más odio?

La pandemia por coronavirus ha enseñado demasiadas cosas. Entre ellas, la educación a distancia, trabajar en casa, ser más responsable pues nadie te supervisa -de frente- de lo que haces, cuidar la salud, alejarse de la familia, respetar a quienes aspiran a un cargo de elección popular pero que no sean los de siempre, y a entender la nueva forma de hacer política, ya que partidos que tradicionalmente se odiaban, se unieron para acceder al poder.

Explico. Los tiempos son diferentes. Una vez, en una sesión de gabinete, el entonces gobernador Mariano González Zarur despidió a Jesús Fragoso de la Secretaría de Salud y a su vocero porque el titular de la dependencia quería ser alcalde de Apizaco y el funcionario lo promovía. Cierto. Él lo deseaba. Esa ocasión, fuera de sus cabales, como siempre lo hacía, soltó: “Yo nombro a viejos en mi gobierno para que no aspiren a nada”. Ahora, el especialista de la salud, que no es viejo y que puede aportar mucho en el tema de Covid-19, busca un cargo político y no le debe nada a nadie.

Las coaliciones han estado presentes en el momento en que ocurren cambios importantes, pero nunca han formado gobierno, ni mayorías estables de oposición. En otras palabras, buscan exclusivamente votos y ganancias.

La primera vez que, en un proceso electoral, varios políticos tomaron la decisión de unirse para vencer y llegar al poder en Tlaxcala fue en 1998 y funcionó. Y como gobierno enfrentaron muchos problemas.

Varios institutos de los que se dicen ser de “izquierda”, que estaban hartos de la forma de gobernar del Partido Revolucionario Institucional (PRI), se unieron y vencieron al instituto tras una reforma constitucional ya que Ejecutivo estatal negoció con el Congreso local las alianzas de partidos.

Se supone que, ahora, las coaliciones buscan evitar lo que el PRI hacía: adueñarse del poder. Suena imposible y no lo es: los que tanto se odiaron, se aliaron contra Andrés Manuel López Obrador quien, tras muchos años de buscar el éxito político, no haya aprendido a gobernar. Es correcto, se perdió la ideología y principios de los partidos, pero según hay un bien común.

El asunto es que las nuevas decisiones mostraron que las alianzas de partidos no son el problema. La pelea es entre la militancia de cada instituto y quien supuestamente dice que las “maneja”.

Por ejemplo, Lorena Cuéllar, candidata estatal de la coalición “Juntos haremos historia en Tlaxcala”, del Partido Movimiento Regeneración Nacional, no ha podido conciliar el capital político con la senadora Ana Lilia Rivera y la empresaria Dulce Silva, aspirantes al mismo cargo, pero a ella tampoco le importa y, como hace cuatro años, sigue confiando en que puede ganar y ya se verá si le alcanza.

A su vez, Anabell Ávalos Zempoalteca promueve en discurso de unidad y, desde luego, es lo que más necesita Tlaxcala. El gobernador Marco Antonio Mena la respalda; en tiempos de vigilancia extrema en el manejo del dinero lo hace moralmente, pero, sin simulación, sí es su candidata. Solo que es mala idea de su campaña y no le ayuda quien se la maneje, decir que con tener un apellido autóctono tendrá más votos. ¿Cómo para qué? No es tema, lo que se necesitan son propuestas y soluciones concretas de lo que la entidad quiere.

También habría que analizar el comportamiento de los partidos y hasta los “amigos” políticos que se pelean por espacios políticos. Por ejemplo, existe una ruptura en el Distrito seis pues Santiago Sesín Maldonado, exdiputado local y líder del grupo “Red Joven”, quien todavía maneja el Partido de la Revolución Democrática, ordena quien debe estar en los cargos de elección popular.

Decidió, por ejemplo, que el presidente municipal de Panotla, Eymard Grande, su “gran” amigo y quien aspiraba a ser legislador, no debe ser y, ahora, el originario de Panotla, busca el “cobijo” de Cuéllar Cisneros. De hecho, de allá, ya lo buscaron. Se llevará a sus aliados a la campaña de Morena. Está molesto. El distrito se quedará sin candidato o a quien decida Sesín quien, por cierto, ya tiene un lugar asegurado como diputado “pluri”.

En Tlaxcala fueron creadas dos coaliciones fuertes: “Unidos por Tlaxcala” y “Juntos haremos historia en Tlaxcala”.

Pero las dos enfrentan serios problemas de unidad y es que fueron formadas con partidos con diferentes propuestas ideológicas en su plan de gobierno y eso genera conflictos existenciales.

Es, sin duda, complicado llegar a acuerdos y los políticos tendrán que aprenderlo


La pandemia por coronavirus ha enseñado demasiadas cosas. Entre ellas, la educación a distancia, trabajar en casa, ser más responsable pues nadie te supervisa -de frente- de lo que haces, cuidar la salud, alejarse de la familia, respetar a quienes aspiran a un cargo de elección popular pero que no sean los de siempre, y a entender la nueva forma de hacer política, ya que partidos que tradicionalmente se odiaban, se unieron para acceder al poder.

Explico. Los tiempos son diferentes. Una vez, en una sesión de gabinete, el entonces gobernador Mariano González Zarur despidió a Jesús Fragoso de la Secretaría de Salud y a su vocero porque el titular de la dependencia quería ser alcalde de Apizaco y el funcionario lo promovía. Cierto. Él lo deseaba. Esa ocasión, fuera de sus cabales, como siempre lo hacía, soltó: “Yo nombro a viejos en mi gobierno para que no aspiren a nada”. Ahora, el especialista de la salud, que no es viejo y que puede aportar mucho en el tema de Covid-19, busca un cargo político y no le debe nada a nadie.

Las coaliciones han estado presentes en el momento en que ocurren cambios importantes, pero nunca han formado gobierno, ni mayorías estables de oposición. En otras palabras, buscan exclusivamente votos y ganancias.

La primera vez que, en un proceso electoral, varios políticos tomaron la decisión de unirse para vencer y llegar al poder en Tlaxcala fue en 1998 y funcionó. Y como gobierno enfrentaron muchos problemas.

Varios institutos de los que se dicen ser de “izquierda”, que estaban hartos de la forma de gobernar del Partido Revolucionario Institucional (PRI), se unieron y vencieron al instituto tras una reforma constitucional ya que Ejecutivo estatal negoció con el Congreso local las alianzas de partidos.

Se supone que, ahora, las coaliciones buscan evitar lo que el PRI hacía: adueñarse del poder. Suena imposible y no lo es: los que tanto se odiaron, se aliaron contra Andrés Manuel López Obrador quien, tras muchos años de buscar el éxito político, no haya aprendido a gobernar. Es correcto, se perdió la ideología y principios de los partidos, pero según hay un bien común.

El asunto es que las nuevas decisiones mostraron que las alianzas de partidos no son el problema. La pelea es entre la militancia de cada instituto y quien supuestamente dice que las “maneja”.

Por ejemplo, Lorena Cuéllar, candidata estatal de la coalición “Juntos haremos historia en Tlaxcala”, del Partido Movimiento Regeneración Nacional, no ha podido conciliar el capital político con la senadora Ana Lilia Rivera y la empresaria Dulce Silva, aspirantes al mismo cargo, pero a ella tampoco le importa y, como hace cuatro años, sigue confiando en que puede ganar y ya se verá si le alcanza.

A su vez, Anabell Ávalos Zempoalteca promueve en discurso de unidad y, desde luego, es lo que más necesita Tlaxcala. El gobernador Marco Antonio Mena la respalda; en tiempos de vigilancia extrema en el manejo del dinero lo hace moralmente, pero, sin simulación, sí es su candidata. Solo que es mala idea de su campaña y no le ayuda quien se la maneje, decir que con tener un apellido autóctono tendrá más votos. ¿Cómo para qué? No es tema, lo que se necesitan son propuestas y soluciones concretas de lo que la entidad quiere.

También habría que analizar el comportamiento de los partidos y hasta los “amigos” políticos que se pelean por espacios políticos. Por ejemplo, existe una ruptura en el Distrito seis pues Santiago Sesín Maldonado, exdiputado local y líder del grupo “Red Joven”, quien todavía maneja el Partido de la Revolución Democrática, ordena quien debe estar en los cargos de elección popular.

Decidió, por ejemplo, que el presidente municipal de Panotla, Eymard Grande, su “gran” amigo y quien aspiraba a ser legislador, no debe ser y, ahora, el originario de Panotla, busca el “cobijo” de Cuéllar Cisneros. De hecho, de allá, ya lo buscaron. Se llevará a sus aliados a la campaña de Morena. Está molesto. El distrito se quedará sin candidato o a quien decida Sesín quien, por cierto, ya tiene un lugar asegurado como diputado “pluri”.

En Tlaxcala fueron creadas dos coaliciones fuertes: “Unidos por Tlaxcala” y “Juntos haremos historia en Tlaxcala”.

Pero las dos enfrentan serios problemas de unidad y es que fueron formadas con partidos con diferentes propuestas ideológicas en su plan de gobierno y eso genera conflictos existenciales.

Es, sin duda, complicado llegar a acuerdos y los políticos tendrán que aprenderlo