/ jueves 3 de noviembre de 2022

Tras dos años de pandemia, se reencuentra la vida con la muerte

Las bajas temperaturas no fueron impedimento para velar y comer en los panteones

México es uno de los países que destaca por no temerle a la muerte sino celebrarla, y en Tlaxcala el arraigo de esta tradición se convierte en un reencuentro de vida y muerte que se da en varios municipios.

 

 

Es por ello que en la madrugada del 2 de noviembre muchas familias deciden acudir al camposanto para velar toda la noche a sus difuntos, en un ejercicio de espiritualidad en el que buscan convivir con quienes se les adelantaron en el camino.

Entérate: ➡️Se reencuentran familias tlaxcaltecas con sus muertos

Las bajas temperaturas no fueron impedimento para pasar un momento de cercanía con los seres queridos que ya no están en el ámbito terrenal, como una conmemoración del Día de Muertos, tradición de origen prehispánico que persiste en el país y la entidad.

A pesar del inclemente frío, una cobija es suficiente para pasar la noche a un costado de la tumba del ser amado y conservar las tradiciones que por años han mantenido los pueblos tlaxcaltecas.

VELAR A DIFUNTOS, EXPRESIÓN DE RESPETO Y AMOR

Te recomendamos: ➡️De curiosos están llenos los panteones

 

 

La Trinidad Tepehitec, Tlaxcala, es una de las comunidades en las que desde años sus habitantes salen en la madrugada del 2 de noviembre de sus hogares para visitar y resguardar las tumbas de sus familiares.

En un recorrido realizado por El Sol de Tlaxcala, Jessica, una joven mujer que decidió acompañar a sus padres, tíos y primos, acudió a velar a su abuela. Visiblemente emocionada, manifiesta que este tipo de actos son “una muestra de amor y de respeto” a sus seres queridos.

Las familias forman un cerco en el perímetro de la tumba después de adornarla bellamente con flores de cempasúchil, mano de león, nube o rosas, y colocar estratégicamente veladoras para iluminar los sepulcros, además comer parte de los guisos favoritos del difunto como una forma de recordarlo.

Continúa leyendo: ➡️Por Covid, crean más cementerios; en municipios están saturados

No faltan las anécdotas, los chistes o los momentos de nostalgia que surgen de la convivencia en la que participan los familiares más cercanos, reuniones que muchos de ellos aprendieron de los bisabuelos o abuelos y que se esfuerzan por conservar.

Al pie de las tumbas se puede observar a personas realizando fogatas para soportar las bajas temperaturas, o a quienes platican con sus muertos para desahogar las penas, por lo que las lagrimas no pueden faltar, también hay quienes aprovechan para hacer sonar las canciones o música que más disfrutaron en vida sus familiares.

RITUAL AL PIE DE LA MONTAÑA

Más información: ➡️En el olvido, 150 tumbas de Apizaco

La madrugada de este 2 de noviembre, en la comunidad de San Isidro Buensuceso, municipio de San Pablo del Monte, cientos de familias se dan cita para alumbrar el camino de sus difuntos al Mictlán o reino de los muertos.

 

 

El incesante frío al pie de la Matlalcuéyetl no es obstáculo para que en las primeras horas de ayer familias emprendieran caminatas kilométricas para pasar un momento con sus seres queridos ya fallecidos. En las calles, adultos mayores, personas de mediana edad, jóvenes y niñez de la población se encaminaron en caravana al camposanto.

Durante el transcurso de la madrugada, los habitantes de la comunidad que acuden al cementerio, ubicado en una zona de terracería, aprovechan las horas para enflorar los sepulcros con la tradicional flor de cempasúchil y veladoras, además de colocar ofrendas frutales y pan.

No dejes de leer: ➡️Cumplen familias tlaxcaltecas con sus difuntos

Luego, todos los miembros de la familia se colocan alrededor de la tumba y la humean con el copal para que el aroma del incienso se extienda por todo el lugar. En el escenario de tenues luces que rompen la oscuridad de la fría madrugada, se pueden apreciar los cantos, rezos y pláticas que sostienen los asistentes.

Los dialectos en lengua náhuatl son recurrentes, situación que complica a los visitantes entender lo que entre locales platican, principalmente adultos mayores orgullosos de preservar su lengua, quienes después de intercambiar algunas palabras evocan risas o reciben instrucciones durante la velada a sus “fieles difuntos”.

De fondo, la Malinche es el vigilante silencioso de los habitantes de San Isidro que el 2 de noviembre acompañan a sus muertos. De testigos, el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl, que adornan el paisaje que se aprecia en todo su esplendor con los primeros rayos del Sol.

Te puede interesar: ➡️En Ixtenco colocan ramos de flores alrededor del panteón


La tradición de décadas cada vez se consolida más, aunque con el paso de los años es menos recurrente ver a mujeres con solo su reboso acudir a la alumbrada o a hombres que vayan cubiertos nada más con un gabán para soportar las bajas temperaturas.

El misticismo de la tradición que se vive en San Isidro Buensuceso, San Pablo del Monte, atrae la atención de algunos visitantes, quienes acuden a la zona solo para apreciar el ritual.

TRADICIÓN

Lee también: ➡️Exhortan a no bajar la guardia, durante tempoarada de Día de Muertos

Al pie de las tumbas se puede observar a personas realizando fogatas para soportar las bajas temperaturas, o a quienes platican con sus muertos para desahogar las penas.

 

 

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México es uno de los países que destaca por no temerle a la muerte sino celebrarla, y en Tlaxcala el arraigo de esta tradición se convierte en un reencuentro de vida y muerte que se da en varios municipios.

 

 

Es por ello que en la madrugada del 2 de noviembre muchas familias deciden acudir al camposanto para velar toda la noche a sus difuntos, en un ejercicio de espiritualidad en el que buscan convivir con quienes se les adelantaron en el camino.

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Las bajas temperaturas no fueron impedimento para pasar un momento de cercanía con los seres queridos que ya no están en el ámbito terrenal, como una conmemoración del Día de Muertos, tradición de origen prehispánico que persiste en el país y la entidad.

A pesar del inclemente frío, una cobija es suficiente para pasar la noche a un costado de la tumba del ser amado y conservar las tradiciones que por años han mantenido los pueblos tlaxcaltecas.

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La Trinidad Tepehitec, Tlaxcala, es una de las comunidades en las que desde años sus habitantes salen en la madrugada del 2 de noviembre de sus hogares para visitar y resguardar las tumbas de sus familiares.

En un recorrido realizado por El Sol de Tlaxcala, Jessica, una joven mujer que decidió acompañar a sus padres, tíos y primos, acudió a velar a su abuela. Visiblemente emocionada, manifiesta que este tipo de actos son “una muestra de amor y de respeto” a sus seres queridos.

Las familias forman un cerco en el perímetro de la tumba después de adornarla bellamente con flores de cempasúchil, mano de león, nube o rosas, y colocar estratégicamente veladoras para iluminar los sepulcros, además comer parte de los guisos favoritos del difunto como una forma de recordarlo.

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No faltan las anécdotas, los chistes o los momentos de nostalgia que surgen de la convivencia en la que participan los familiares más cercanos, reuniones que muchos de ellos aprendieron de los bisabuelos o abuelos y que se esfuerzan por conservar.

Al pie de las tumbas se puede observar a personas realizando fogatas para soportar las bajas temperaturas, o a quienes platican con sus muertos para desahogar las penas, por lo que las lagrimas no pueden faltar, también hay quienes aprovechan para hacer sonar las canciones o música que más disfrutaron en vida sus familiares.

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La madrugada de este 2 de noviembre, en la comunidad de San Isidro Buensuceso, municipio de San Pablo del Monte, cientos de familias se dan cita para alumbrar el camino de sus difuntos al Mictlán o reino de los muertos.

 

 

El incesante frío al pie de la Matlalcuéyetl no es obstáculo para que en las primeras horas de ayer familias emprendieran caminatas kilométricas para pasar un momento con sus seres queridos ya fallecidos. En las calles, adultos mayores, personas de mediana edad, jóvenes y niñez de la población se encaminaron en caravana al camposanto.

Durante el transcurso de la madrugada, los habitantes de la comunidad que acuden al cementerio, ubicado en una zona de terracería, aprovechan las horas para enflorar los sepulcros con la tradicional flor de cempasúchil y veladoras, además de colocar ofrendas frutales y pan.

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Luego, todos los miembros de la familia se colocan alrededor de la tumba y la humean con el copal para que el aroma del incienso se extienda por todo el lugar. En el escenario de tenues luces que rompen la oscuridad de la fría madrugada, se pueden apreciar los cantos, rezos y pláticas que sostienen los asistentes.

Los dialectos en lengua náhuatl son recurrentes, situación que complica a los visitantes entender lo que entre locales platican, principalmente adultos mayores orgullosos de preservar su lengua, quienes después de intercambiar algunas palabras evocan risas o reciben instrucciones durante la velada a sus “fieles difuntos”.

De fondo, la Malinche es el vigilante silencioso de los habitantes de San Isidro que el 2 de noviembre acompañan a sus muertos. De testigos, el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl, que adornan el paisaje que se aprecia en todo su esplendor con los primeros rayos del Sol.

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La tradición de décadas cada vez se consolida más, aunque con el paso de los años es menos recurrente ver a mujeres con solo su reboso acudir a la alumbrada o a hombres que vayan cubiertos nada más con un gabán para soportar las bajas temperaturas.

El misticismo de la tradición que se vive en San Isidro Buensuceso, San Pablo del Monte, atrae la atención de algunos visitantes, quienes acuden a la zona solo para apreciar el ritual.

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